Roberto Salvarezza renunció a la presidencia del CONICET tras las últimas elecciones presidenciales y retomó la dirección del INIFTA, donde investiga en nanotecnología. El balance sobre su gestión en el organismo y sus críticas a la actual política científica y tecnológica.
Agencia TSS – A casi seis meses de su renuncia a la presidencia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Roberto Salvarezza luce más relajado que en su anterior rol como funcionario. Este doctor en Bioquímica por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador superior del CONICET recibió a TSS en la sede del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA), que depende del CONICET y de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP), del cual es director y uno de sus fundadores.
Apenas dejó su cargo, tras conocer el resultado de las últimas elecciones presidenciales, Salvarezza retornó al INIFTA, pese a que, como él mismo dice, nunca se había ido, ya que continuó con su actividad científica durante los tres años y medio en que lideró el CONICET, desde mayo de 2012. En el INIFTA, investiga en el área de nanotecnología, y algunos de los proyectos del instituto se relacionan con nanobiomateriales e investigación en materiales para el área de energía, como el consorcio de investigación NanoPetro (con la empresa Y-TEC).
Salvarezza forma parte de Ciencia y Técnica Argentina (CyTA), un grupo de científicos que se ha mostrado crítico sobre las políticas del actual Gobierno. “Me parece que hay una serie de discusiones que hay que dar y que, como dice el ministro Lino Barañao, ‘bienvenido el debate’. Eso es lo que pretendemos, abrir un debate sobre las políticas en ciencia y tecnología”, sostiene el expresidente del CONICET.
Pasaron casi seis meses de su renuncia a la presidencia del CONICET. ¿Está conforme con su decisión?
En ese momento hablábamos de percepciones y todavía estamos en una etapa en que no son mucho más que eso. Sí considero que fue acertada mi decisión de estar por fuera de la función pública para poder reclamar cuando uno considera que el rumbo no es el correcto.
¿Cómo fue volver al INIFTA?
Yo nunca dejé la investigación. Durante estos cuatro años, seguí trabajando en ciencia y publicando. Con menos tiempo, pero con un esfuerzo personal muy grande.
Eso no era una obligación…
No, estaba con licencia, pero sé que, si uno deja la investigación, no es fácil retomarla. Yo sabía que mi mundo es el científico y que la gestión era una ocupación temporal. No quería discontinuar la investigación porque eso a veces no tiene retorno y es algo que se puede verificar en otros funcionarios. Obviamente, mi trabajo también tiene aspectos de gestión del instituto, y no abandono mi compromiso con el sistema de ciencia y tecnología de intentar incidir en las políticas públicas para el sector.

¿Qué análisis hace de su gestión al frente del CONICET?
Creo que fue una etapa muy positiva, de gran crecimiento. En los años en que estuve en el CONICET, la planta de investigadores se expandió a una tasa del 10 % anual, hubo un incremento en el número de becarios, un gran plan de infraestructura, se crearon más de 40 institutos y 9 CIT (Centros de Investigación y Transferencia) en distintos lugares del país para facilitar la radicación de investigadores donde el CONICET tenía una presencia escasa o nula. Se pensó al CONICET como una estructura transversal que soportara a todo el sistema de ciencia y tecnología, que apoyara la actividad de las universidades con becas de posgrado y doctorado, y con el aporte de investigadores. También quisimos que tuviera presencia en organismos como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Además, surgió la idea de los Proyectos de Investigación Orientada (PIO), con la lógica del interés regional como motor del tema de investigación, como paso previo a la transferencia tecnológica. Entonces, se hicieron Proyectos Orientados con la provincia de San Juan, con el SEDRONAR y con universidades, como en el caso de la UNLP con las emergencias hídricas.
¿Antes de su gestión no había proyectos orientados?
No. Había un antecedente en la época de (Marta) Rovira –quien precedió a Salvarezza en la presidencia del CONICET–, pero no se habían corporizado. Y avanzamos con los Proyectos de Desarrollo Tecnológico y Social (PDTS), donde sí se busca una transferencia concreta y en los que tuvo mucho mérito Alejandro Ceccatto –actual presidente del CONICET– desde la Secretaría de Articulación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT). Es decir, trabajamos en la cadena completa: mantuvimos la investigación básica, creamos la investigación orientada y fuimos a la transferencia concreta con un CONICET transversal, no uno que presionara a las instituciones tratando de forzar o imponer. Fuimos a las universidades, a las provincias y a los organismos a preguntarles qué querían hacer y cómo podíamos involucrarnos en eso.
Hace poco surgió una polémica cuando Ceccatto dijo en el programa Científicos Industria Argentina que los Proyectos de Investigación Plurianuales (PIP) del organismo tenían tres convocatorias atrasadas en el pago.
Sí, se puso el foco en una herramienta de financiamiento, los PIP, cuyo pago efectivamente estaba atrasado. Pero hay que poner esto en el marco del gran crecimiento que hubo. Por eso, ante la pregunta sobre por qué no protestaban los científicos, Ceccatto dijo: “Y, porque estaban agradecidos”. Claro que había tensiones en el presupuesto, pero era en el marco de inauguraciones de institutos y de muchas otras cosas que estaban funcionando. El mismo Ceccatto le bajó el nivel a la discusión y dijo que, si bien había un atraso, el Ministerio suplió eso y ningún investigador se quedó sin subsidio. Lo criticaron mucho a Adrián Paenza por haber dicho que no sabía que se debían los PIP. Pero haber puesto en juego esto permitió críticas desaforadas, como la de periodistas que dijeron que el CONICET no pagaba los sueldos, al confundir subsidios con sueldos, y se lo criticó a Paenza porque dijo, con honestidad, que desconocía algo.
Cuando asumió en 2012, dijo que quería cambiar la evaluación del investigador para que no solo se pondere la publicación, sino la transferencia. ¿Considera que lograron ese cambio cultural?
Creo que sí. El CONICET fue el que primero adoptó los PDTS y cooperamos inmediatamente. Además, logramos tener una evaluación diferente, aunque pocos científicos usan ese recurso. A partir de eso, surgió otro tema con el que se buscó criticar al CONICET: que solo hay 300 tecnólogos. Eso es una falacia, porque hay muchos investigadores que hacen transferencia y que no reportan a la Comisión de Tecnología. Reconocerse o no tecnólogo para mí es algo secundario. Es más, creo que es un error conceptual propiciar una división entre científicos y tecnólogos, es volver para atrás. Lo que queríamos era que los científicos hicieran un cambio cultural, que hacer una transferencia, desde un servicio de alto nivel hasta un convenio, fuera parte de su actividad. Por ejemplo, en 2014, hubo 1.100 empresas que atendió el CONICET, y, en esa transferencia, participaron 1.600 investigadores.
¿Por qué nunca funcionó el programa de incorporación de investigadores del CONICET a empresas?
Nosotros buscábamos crear un área de I+D en una empresa que no la tenía. Les ofrecíamos un investigador y varios becarios, pero es muy difícil. Para tener éxito en una transferencia con una empresa, en la mayoría de los casos es necesario que la empresa ya tenga I+D porque el que está a cargo del área es el que puede decir qué necesita, a diferencia del dueño de una pyme que está viendo cómo pagar los impuestos y los sueldos. Por eso, desde el CONICET, buscamos alternativas, fuimos un paso más allá y nos asociamos con empresas. Y-TEC es un excelente ejemplo de eso, que se va a potenciar con el nuevo edificio, los laboratorios y los equipos que se han comprado.

y de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP).
La cantidad de investigadores por sobre cada 1.000 personas de población económica activa es de casi 3. En términos regionales, la Argentina es líder, ¿no?
Sí, es una proporción buena en términos de América Latina. Somos líderes y hay una tradición científica que se mantiene. Pero, si se quiere alcanzar los números que tienen países industrializados, con sistemas científicos fuertes, todavía estamos lejos. Con los países más desarrollados estamos cuatro a uno abajo. Por eso, me choca cuando se dice “nos sobran investigadores”. Hacen falta más físicos, más químicos, más geólogos, más matemáticos. También se necesita más investigación en ciencias sociales para los problemas que tiene el país.
En una entrevista con TSS, Ceccatto dijo que el CONICET no puede sostener tasas de crecimiento del 10 % anual. ¿Se refiere a eso?
Lino Barañao había dicho que el CONICET tenía que crecer al 10 % anual y que, en 2019, íbamos a duplicar la planta del organismo. Esa era la perspectiva en 2012 y con ese juego jugamos. No es que hubo una decisión ajena al MINCYT. Si en 2012 el CONICET tenía 18.000 miembros de planta total, tendría que llegar a 36.000 en 2019. Ahora está en 24.000, y, este año, Ceccatto dijo que habrá 740 ingresos. Yo entiendo que puede haber replanteos, pero no es la meta con la que nos manejamos durante la etapa en que estuve a cargo. Si hay un cambio de política científica, habría que explicarlo.
En cuanto a metas, el Plan Estratégico 2012-2015 preveía llevar la inversión en ciencia y tecnología al 1 % del PBI en 2015. ¿Por qué no se logró?
Porque el sector privado no respondió como se esperaba. El consorcio público-privado fue una apuesta muy fuerte de Lino Barañao, con el objetivo de agrandar la proporción de la inversión privada, pero no alcanzó. A esto hay que sumarle que ahora tuvimos una devaluación del 40 %, con lo que se achicó el PBI en dólares, y eso complica las cosas. Ahora dicen que se ha otorgado mayor presupuesto. Nosotros teníamos, en noviembre del año pasado, un presupuesto de 6.900 millones de pesos, que equivalía a unos 690 millones de dólares, porque, si bien costaba ingresar insumos y equipos, podíamos comprar todo con un dólar a 10 pesos. Según las autoridades del CONICET, ahora les han dado 7.700 millones de pesos, pero el dólar está a 14 pesos. Si yo le tengo que hablar sobre mi presupuesto a una misión de la Comisión Europea, se lo tengo que mencionar en dólares. En esa moneda, el presupuesto para este año es menor al del año pasado en precios internacionales. Y la actividad científica tiene un enorme componente de precio internacional: desde el equipamiento hasta los salarios, ya que los científicos de primer nivel son tentados desde otros países. Hay gente que está en el exterior y que tal vez decida no volver en la situación actual.
Este Gobierno hace un especial énfasis en la figura del emprendedor y fomenta esa actitud también en el ámbito científico. ¿Qué opina al respecto?
Para ser emprendedor, hay que tener vocación y capacidad. En un análisis que se hizo del programa SBIR (Small Business Innovation Research) en Estados Unidos, donde el Estado daba dinero para proyectos de investigación de pequeñas empresas en diferentes fases de desarrollo, los resultados no fueron buenos. Entre otras cosas, porque los científicos no suelen ser buenos empresarios. Silicon Valley creó 200 billonarios y ningún premio Nobel creó una empresa. Estoy dando un ejemplo extremo, pero lo que sí es verdad es que en el único lugar en Estados Unidos donde hubo doctores capaces de crear empresas fue en el área de biotecnología, casi como una excepción. Me parece bien promover estas cosas, pero pensar que las empresas creadas por científicos van a solucionar el problema tecnológico argentino es un error fatal. Este discurso surge por dos razones: una, porque se cae el Estado, que deja de ser el tractor de la investigación y la tecnología. Y porque el sector empresario nunca fue el motor de estas cosas, ni siquiera en los momentos de mayor desarrollo económico de la Argentina. Entonces, ¿qué es lo que queda? Los emprendedores. Y ahí aparecen otros problemas: ¿quién pone el capital? Porque, en países como Estados Unidos, hay capital de riesgo de sobra, pero en la Argentina no hay. Si uno mira lo que han hecho este tipo de fondos en el país, han apostado a inversiones de bajo riesgo, como el software.
¿Este retiro del Estado también afecta a los proyectos que se generaron con instituciones del sistema científico-tecnológico?
Sí. Desde el CONICET, teníamos firmados acuerdos con FADeA (Fábrica Argentina de Aviones) y con Fabricaciones Militares, por citar dos ejemplo, que eran canales para la transferencia. Apostábamos a que esta expansión del CONICET tenía que tener proyectos orientados en función de las necesidades de esos organismos. Si se da marcha atrás, obviamente que va a afectar al sistema científico-tecnológico, porque podemos quedar pedaleando en el aire. En esta reconversión del CONICET, en la que se mantenía la actividad de ciencia básica, pero se empezaban a abrir estas ventanas tecnológicas, era fundamental tener un socio demandante, que era el Estado. Entonces, ahora, ¿quién generará esa demanda? Si el sector privado nunca lo ha hecho, ¿qué nos queda? ¿Las empresas extranjeras? En general, suelen hacer I+D en su país de origen y eso es razonable.

sector privado nunca lo ha hecho, ¿qué nos queda?», pregunta Salvarezza.
Cuando asumió en el CONICET, en su primer discurso, recordó que en los años 90 muchos institutos estaban más preocupados por pagar el gas que por investigar. ¿Ahora se volvió a esa situación?
Es una preocupación. En el INIFTA, pagábamos 20.000 pesos por la electricidad y ahora pagamos 80.000. Pero después se suman otros aumentos, como el de las paritarias de algunos sectores del personal. La realidad es que a nosotros el presupuesto se nos termina en agosto, pero tenemos la palabra del ministro Barañao de que no va a pasar eso.
En poco tiempo, habrá elecciones para renovar el directorio del CONICET. ¿Se va a presentar?
Sí, me estoy presentando para el área de Ciencias Exactas, estamos juntando los avales. No quiero sacarle el cuerpo al CONICET y considero que tengo cierta experiencia de gestión para aportar. Como funcionario, se supone que uno comparte las políticas del Poder Ejecutivo, pero, como miembro del directorio elegido por mis pares, yo no tendría problema en decir lo que pienso con libertad. Y, si no me eligen, seguiré apoyando al sistema de ciencia y tecnología desde acá.
09 jun 2016
Temas: CONICET, MINCyT, Política científica y tecnológica, Política tecnológica, Transferencia tecnológica