Rovasio: “Deberíamos preguntarle a la sociedad qué necesita”

¿Se debe hacer ciencia desvinculada del marco social de cada época? ¿Cómo se eligen los temas a investigar? Roberto Rovasio, especialista en biología molecular y profesor emérito por la Universidad Nacional de Córdoba, reflexiona sobre estos temas.

Gaspar Grieco y Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – Roberto Rovasio le dedicó su trayectoria profesional a la vida académica. Se doctoró en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba (FCM-UNC) durante los años setenta. Comenzó su investigación en el Instituto de Biología Celular de esa facultad bajo la dirección de Benito Monis y terminó su tesis en medio de la dictadura que irrumpió en 1976. Así lo recuerda en un artículo de divulgación publicado en 2009: “El período de elaboración y defensa de esta tesis tuvo una triste historia paralela, al ser mi director humillante y temporalmente expulsado de la universidad, por los sicarios ‘académicos’ del proceso ‘uniformado’”. Posteriormente, realizó un posdoctorado en Francia y regresó a la Argentina con la vuelta de la democracia. Desde entonces, se desempeño como investigador y docente, fue director del Instituto de Biología Celular de la FCM-UNC y actualmente dirige el Centro de Biología Celular y Molecular (CEBICEM).

Rovasio es investigador del CONICET y profesor emérito por la UNC, y dedica buena parte de su tiempo a indagar en otro tipo de relaciones, ya no solo a nivel celular, como al inicio de su carrera, sino social. Rovasio habló con TSS en el marco de unas jornadas de capacitación de la Red Argentina de Periodismo Científico (RADPC) que se realizaron a principios de agosto en la ciudad de Córdoba. En su análisis sobre el vínculo entre ciencia y políticas públicas, Rovasio reflexiona sobre cuál es el nivel de independencia que tienen los científicos en sus líneas de investigación, qué implicancias tiene que muchos de ellos se especialicen en el exterior y cuestiona la falta de diálogo entre el sector científico y la sociedad en general.

Parece existir un mandato en muchas disciplinas científicas con respecto a que los investigadores deben capacitarse en el exterior. ¿Qué implica esto?

Hay dos cuestiones. Cuando alguien va a hacer un posdoctorado al exterior, muchas veces lo hace por recomendación del jefe del laboratorio y trabaja en un tema que al laboratorio le interesa, por lo que le indican qué investigar. Por otro lado, a los científicos latinoamericanos los toman como mano de obra barata en los laboratorios de los países más desarrollados, donde los investigadores en general no ganan mucho, pero, si son latinos, ganan menos. Además, como saben que en la Argentina se sigue formando gente en buen nivel, vienen a buscarlos.

En cuanto a la elección de los temas de investigación, ¿qué ocurre en los laboratorios locales?

Todo termina en una justificación para pedir un subsidio. Por ejemplo, en medicina traslacional, que es el paso siguiente de lo que hasta hace poco se llamaba medicina basada en evidencia, el peligro es que se termine haciendo medicina solo para los ricos, evaluando patologías en las que hay un caso entre 50.000 habitantes. Pero también se puede hacer medicina traslacional a partir de la pregunta de qué requiere hoy la sociedad en su conjunto. Lo importante es tratar de evitar lo que se ha hecho hasta ahora: investigar algo sin interesarse en para qué va a servir.

¿Cómo definir esas necesidades? Porque son muchas y hay intereses en juego…

Es necesario tomar decisiones. Cuba, por ejemplo, detrás de sus problemas de salud decidió que la biología molecular iba a ser una herramienta básica y que debía promover investigación en el área. La llevó a cabo y, en este momento, vende vacunas y productos transgénicos como no lo hace la Argentina. Pero acá se sigue el ejemplo básico de la teoría del derrame neoliberal, que postula que si se investiga en gran número, de todo eso tal vez hay un 10 por ciento que puede servir, y que cuando eso llegue la sociedad, ésta lo va a poder aprovechar. Deberíamos preguntarle un poco más a la sociedad sobre qué necesita y luego discutirlo para determinar qué temas estudiar.

«Con el aumento de los productos importados tras la devaluación, los laboratorios están quedando prácticamente
paralizados», dice Rovasio.

Junto con la elección del tema, ¿no sería necesario también definir desde qué enfoques sería más óptimo estudiarlo? En el caso del Chagas, por ejemplo, la investigación de laboratorio en ocasiones está alejada de lo que pasa en las comunidades afectadas.

Lo más difícil de todo es establecer límites. No se trata de tomar una posición extrema desde el Gobierno, que diga que todos deben trabajar en Chagas, como ocurrió a principios de los años setenta. Lo que quiero decir es que, si de miles que se ponen a trabajar en algo solo uno logra avances realmente significativos, entonces es un desperdicio de recursos.

Además, se podrían buscar otras soluciones más allá del laboratorio, por ejemplo, desde las ciencias sociales…

¡Por supuesto! El propio Carlos Chagas dijo que al Chagas no se lo va a combatir con medicamentos, sino reemplazando los ranchos con casas de material y luchando por una mayor equidad social. Pero, hay que destacar los casos en donde hay laboratorios que trabajan seriamente, lo que no invalida apoyar todo desde otras áreas como las ciencias sociales. El secreto está en que se trabaje con seriedad.

¿Le parece posible establecer políticas de ciencia y tecnología que perduren en el largo plazo?

Bueno, la política de estado por definición es eso, lo que pasa es que prácticamente no se ha dado en el país. Hace unos años, para el Bicentenario, dicté una conferencia que se llamaba “Sarmiento: ¿Primero y último presidente con concepto de política científica como política de Estado?”. No gustó mucho, pero bueno, Sarmiento tuvo una visión transformadora. En Córdoba instaló un observatorio astronómico y después la Academia Nacional de Ciencias (en 1869), y sabía que la UNC –fundada en 1613– era una institución clerical y dogmática que era necesario cambiar. También hizo la Exposición Industrial Argentina adonde hoy es el Parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba, cuya finalidad era evaluar los recursos naturales de toda la región centro del país para detectar cómo se podían aprovechar en la industria. Eran dos o tres objetivos que hacen que uno piense: ojalá Sarmiento estuviera de ministro ahora.

¿Qué opina sobre la continuidad del ministro actual, Lino Barañao, tras el cambio de gobierno?

El traspaso del ministro Barañao al actual Gobierno nacional, como política de estado, no es más que una excusa o un buen rótulo, porque ya se está viendo que hay investigadores que han dejado de cobrar dinero de subsidios, que éstos no están actualizados y que, además, con el aumento de los productos importados tras la devaluación, hay laboratorios que están quedando prácticamente paralizados, porque no hay forma de pagar un equipo o reactivos que hay que importar.

Muchos consideran que era preferible la permanencia de Barañao a la llegada de un ministro que discontinuara las políticas que se venían implementando…

Bueno, las alternativas que había eran peores y la que puede venir cuando él ya no esté, también. Por eso, creo que las cosas hay que discutirlas desde abajo y con gran participación, desde lo más general a lo más particular. Mi idea es que no hay que llegar al extremo de una ciencia totalmente planificada, pero sí con una organización que responda a las preguntas que la sociedad se hace y que el científico, como integrante de la sociedad, se tendría que hacer.