Sin inversión no hay desarrollo

En vísperas de debatirse el presupuesto nacional para 2018, el investigador Fernando Stefani elaboró un trabajo en el que pone de manifiesto el vínculo entre el desarrollo de los países y la inversión en ciencia y tecnología. El especialista elogió el proyecto de financiamiento para el área que se aprobó en el Senado y comparó la necesidad de mayor inversión con los miles de dólares destinados al pago de deuda y la quita de retenciones al agro.

Por Carlos de la Vega  
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Agencia TSS — «A la Argentina le urgen estrategias para generar riqueza, trabajo de calidad y divisas. Me parece que la única solución es apostar a la investigación y al desarrollo, a la ciencia y la tecnología», le dijo a TSS el ingeniero en Materiales y doctor en Química Fernando Stefani, durante una presentación en la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (FAMAF) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), en la que comenzó preguntándose: «¿Hace falta invertir en ciencia y tecnología para desarrollar un país?». Su respuesta fue contundente.

Stefani es profesor de Física Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA), investigador independiente del CONICET y vicedirector del Centro de Investigaciones en Bionanociencias (CIBION). En un alto en su habitual actividad de investigación Stefani encaró una breve fundamentación de la importancia de la inversión en I+D para la mejora de las condiciones de vida de las sociedades modernas, que resumió en el trabajo «Financiamiento sostenido de la actividad científico-tecnológica como clave para el desarrollo económico».

Como asesor de la Cámara de Senadores de la Nación, Stefani ha colaborado en los últimos tiempos con el senador Omar Perotti (FPV) en la presentación de un proyecto de ley que propone el incremento gradual y sostenido de la partida presupuestaria dedicada a la función «Ciencia y Técnica» —que incluye toda la inversión del Estado en estos rubros y no solo los recursos que maneja el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT)— a fin de llevarla al 3% del PBI en 2030. Esta iniciativa obtuvo el 23 de agosto pasado media sanción en el Senado con el voto de todo los miembros del cuerpo, excepto los pertenecientes al interbloque PRO-UCR, que se opusieron. La cuestión presupuestaria toma una importancia especial en estos momentos en los que se comienza a debatir en el Congreso la Ley de Presupuesto para el año 2018.

Durante su presentación, Stefani distinguió entre tres clases de países: los rezagados, los desarrollados y los que se encuentran apostando al desarrollo basado en I+D. Los primeros son los que invierten pequeños porcentajes de su PBI en ciencia y tecnología y, a su vez, poseen bajos incrementos anuales de su PBI per cápita. Los segundos tienen posiciones consolidadas de desarrollo, invierten una parte importante de su PBI en I+D y cuentan con elevados ingresos per cápita. Los terceros son un grupo de pocos países que se encuentran intentando alcanzar o superar a los desarrollados con una apuesta fuerte en I+D, incluso por encima de las naciones con riquezas consolidadas, y es en este conjunto donde se está observando una evolución positiva más rápida del PBI per cápita (gráfico 1).

«Hay que crear centros con infraestructuras adecuadas distribuidos a lo largo del territorio nacional, de acuerdo con las áreas elegidas para desarrollar», dice Stefani.

La Argentina, ubicada entre los países rezagados, viene invirtiendo en I+D cerca del 0,58% de su PBI —la función “Ciencia y Técnica” del presupuesto nacional equivale a cerca del 0,4% del PBI— alrededor de 3.000 millones de dólares anuales, lo que representa entre cinco y siete veces menos que los países que más dinero destinan a estas actividades, como Israel (4,21%) o Corea del Sur (4,15%). En América Latina, el país con mayor inversión en I+D es Brasil, con el 1,25% del PBI.

Ahora bien, si se analiza cuánto invierte la Argentina en I+D, ya no como porcentaje del PBI, sino en función de la cantidad de dólares estadounidenses por habitante, estandarizada la moneda de comparación con la paridad de poder adquisitivo (Purchasing Power Parity —PPP—), para eliminar las diferencias de los precios relativos internos de cada país, se encuentra que destina 99 dólares por habitante, entre diez y catorce veces menos que los países que más se destacan, como Corea del Sur (1.378 dólares PPP) o Japón (1.132 dólares PPP).

Evaluación de los años kirchneristas

En términos de inversión económica en I+D, «no hubo un cambio cualitativo”, sostiene Stefani con respecto a los años kirchneristas, pero aclara que sí hubo, «una revitalización muy importante del sistema científico-tecnológico, que estaba en condiciones muy precarias». Y agrega: «Eso es muy valioso porque es lo que nos permite dar esta discusión. Gracias a eso tenemos hoy una ventaja comparativa con otros países. Ahora tenemos que dar el siguiente paso: encarar el desarrollo».

GRÁFICO 1: EVOLUCIÓN DEL PBI PER CAPITA EN 64 PAÍSES EN DÓLARES ESTADOUNIDENSES CON RELACIÓN A LA INVERSIÓN EN I+D COMO PORCENTAJE DEL PBI (2001-2014)

Fuente: Fernando Stefani en base a datos de UNESCO.

La ausencia de un cambio cualitativo en la inversión en I+D durante los gobiernos anteriores que menciona Stefani se refiere a que, si bien se incrementó sustancialmente y se le dio a estas actividades un espacio institucional que no habían tenido antes, los recursos no fueron de la magnitud necesaria para inducir un cambio cualitativo en la estructura productiva del país.

Respecto del rol desempeñado por el MINCYT, Stefani explicó que “hasta ahora se ha hecho mucho para revitalizar el sistema científico y se ha trabajado con redes virtuales en el territorio, agrupando científicos, actores industriales, sociales y gubernamentales para tratar diversos temas de ciencia y tecnología, a través de encuentros y distribución de información. Eso es muy práctico porque casi no requiere presupuesto y ha sido muy útil en este período porque permite identificar fortalezas y debilidades del sistema, pero para el largo plazo es muy volátil”. Y agregó: “Ahora hay que crear centros con infraestructuras adecuadas distribuidos a lo largo del territorio nacional de acuerdo con las áreas elegidas para desarrollar. Los nuevos centros deben estar vinculados desde el día cero a industrias, públicas o privadas. En algunas áreas ya hay, mientras que en otras habrá que fomentarlas desde el Estado”.

De aquí en adelante

Stefani considera que, “más que tener un plan preciso de actividades o sobre cómo desarrollarlas, lo más importante es definir áreas estratégicas. Una vez definidas esas áreas hay que invertir de modo sostenido durante períodos adecuados para la I+D, es decir, durante décadas”.

Stefani elaboró una serie de proyecciones sobre cómo evolucionaría la inversión en I+D en varios países desarrollados, las comparó con la trayectoria actual de la Argentina y evaluó cómo se posicionaría si adoptara la senda que marca el proyecto de ley de Perotti. Debe tenerse en cuenta que, para poder alcanzar a los países con desarrollo consolidado, la tasa de crecimiento de la inversión en I+D debe ser mayor que la de ellos.

Si la Argentina lograse un incremento de la inversión estatal en ciencia y tecnología que la llevase al 3% del PBI, presumiblemente, ello induciría al sector privado a sumarse a este movimiento aportando un 1,5% adicional en inversión propia, lo que elevaría el total de inversión en I+D a un 4,5%. De ese modo, se podría alcanzar a Israel o a Corea del Sur (gráfico 2).

También se podría aplicar una estrategia más moderada, como por ejemplo la de China, pero de todas formas la inversión debería aumentarse a una tasa anual mayor que las que aplican los países de desarrollo consolidado si se quiere superar el atraso.

GRÁFICO 2: PROYECCIÓN AL 2030 DE LA INVERSIÓN EN I+D EN UN GRUPO DE PAÍSES SELECCIONADOS EN BASE A TENDENCIAS DESDE 1996

Fuente: Fernando Stefani en base a datos de UNESCO. Nota: Las proyecciones son lineales.

Por supuesto, estos cálculos presuponen que el sector privado, el gran ausente hasta ahora del proceso de inversión en ciencia y tecnología en la Argentina fuera de algunos casos puntuales, pudiese ser inducido a modificar su comportamiento. En general, en los países de desarrollo tardío, como Corea del Sur, fue el Estado el que aportó durante décadas el principal flujo de inversiones en I+D y recién cuando estuvo avanzado este proceso las empresas privadas comenzaron a participar hasta tomar la delantera. Para Stefani, “la Argentina cuenta con un interesante capital empresario para acompañar un proceso de desarrollo, pero esto solo ocurrirá una vez que quede claro que el país va a transitar ese camino”.

¿Y dónde está el dinero?

Los procesos de desarrollo por incorporación de conocimiento y tecnología a la estructura productiva de un país llevan tiempo. Stefani distingue tres vías de esta dinámica, cada una con sus características, que no son excluyentes entre sí. De hecho, suele ser común que se den en forma sucesiva y que, a veces, hasta convivan en diferentes sectores.

En primer lugar está la aplicación de tecnologías existentes para lograr nuevos productos o procesos, lo que puede insumir de uno a siete años. La innovación tecnológica, fruto de la investigación aplicada, requiere entre cinco y treinta años. Por último, se encuentran las revoluciones tecnológicas que son el fruto de los descubrimientos que se realizan en investigación básica y tienen la capacidad de producir enormes transformaciones en la calidad de vida de las personas y las sociedades. Estos procesos pueden requerir de 20 a 120 años para madurar.

Si se siguiera la línea de inversión que propone el proyecto de ley de Perotti, la Argentina debería desembolsar en ciencia y tecnología alrededor de 860 millones de dólares más durante 2018, lo que elevaría el presupuesto en este rubro a cerca de 3.560 millones de dólares. ¿Es posible hacer eso?

Fuente: Fernando Stefani en base a datos de CEPA, La Nación y Ámbito Financiero.

Quizás la respuesta comience a clarificarse cuando se analiza en qué se gasta el dinero. La quita de las retenciones a las exportaciones de granos costó 3.000 millones de dólares y el pago de intereses a la formidable bicicleta financiera de las LEBAC en 2017 se llevará otros 14.000 millones de la moneda estadounidense. Como añadido, se prevé que una nueva reducción del 5% en las retenciones a la soja para el año 2018 resignaría otros 1.200 millones de dólares de recursos del Estado. Plata no es lo que falta. “Mi conclusión es que dependemos de una decisión política para encarar, o no, este proceso”, enfatizó Stefani.  Y finalizó: “A mí me gustaría apelar en este Gobierno, que tiene características empresariales, justamente, al espíritu empresario. Lo que hemos visto hasta ahora es que se han enfocado mucho en ahorrar, en reducir el déficit, pero ese no es el espíritu empresario. El espíritu empresario trata de generar riqueza. Buscar dónde ahorrar es más la actitud de un auditor, de un contador que viene a retar al empresario. El empresario quiere apostar, multiplicar su riqueza”.


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