Más de 30 universidades participaron del Foro Universitario por el Bicentenario de la Independencia Nacional. TSS estuvo en la jornada de cierre, en la que se debatió sobre modelos de desarrollo y políticas de ciencia y tecnología.
Agencia TSS – El pasado 7 de julio fue el final de un ciclo de charlas que registra pocos antecedentes por su dimensión. El Foro Universitario por el Bicentenario de la Independencia Nacional arrancó el 20 de julio y de él participaron más de 30 universidades, que organizaron mesas temáticas en diversos puntos de la Argentina y que reunieron a docentes, investigadores y estudiantes para debatir sobre el significado y los desafíos de estos 200 años de independencia argentina.
Algunos de los temas que ocuparon estas jornadas fueron las matrices productivas argentinas; la deuda externa; los debates sobre lengua y emancipación; la universidad pública; la conquista de los derechos humanos, civiles y sexuales; la ciencia y la tecnología y los modelos de desarrollo; autonomía y soberanía; la participación de las mujeres del siglo XIX al XXI; y la democracia y sus desafíos.
El pasado 7 de julio, TSS estuvo presente en la jornada de cierre del foro en la sede de Constitución de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y presenció dos mesas temáticas. La primera fue “Modelo de desarrollo y matriz productiva”, en la que expusieron tres economistas: Mercedes Marcó del Pont, Fernando Porta y Claudio Lozano. La coordinación estuvo a cargo de otra colega, Paula Español, exsubsecretaria de Comercio Exterior de la Nación.
Lozano, exdiputado nacional y dirigente del partido Unidad Popular, sostuvo que, “por primera vez en mucho tiempo, un integrante de la elite económica gobierna con legalidad y legitimidad en la Argentina. Muchos funcionarios del gabinete son representantes directos de empresas y bancos, en su mayoría, extranjeros. Lo que vemos hoy es una política que busca endeudamiento externo para sostener la actual matriz productiva y se postula que la inversión extranjera directa (IED) puede ser el motor de desarrollo del país, algo que es ingenuo si se tiene en cuenta que la fuga de capitales es constante e histórica en la Argentina”.
Según Lozano, “si miramos el panel de las 200 firmas más importantes de la Argentina, lo que hubo en las últimas décadas fue concentración y extranjerización. Las primeras 50 de estas empresas son fijadoras de precios, concentran el 62 % de las exportaciones e influyen en la distribución del ingreso. Por lo tanto, tienen capacidad de veto en las discusiones sobre la economía”.
Para el dirigente de Unidad Popular, “las políticas que estamos viendo se basan en ideas y definiciones que ya conocemos, pero que logran volver porque en la etapa pasada no se modificó la matriz productiva. Pese a que la gestión kirchnerista enarboló la bandera de la industrialización, no se asoció la política de acumulación de divisas con cambio productivo”.
Porta, director del Doctorado en Desarrollo Económico de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), coincidió con Lozano en que “el kirchnerismo mostró un intento de redistribución que demostró tener límites cuando no pudo hacer cambios de fondo. No alcanzó con el crecimiento de la economía”. Y se refirió a que la actual fase de la economía mundial “plantea desafíos muy grandes para un desarrollo sostenido e inclusivo”. Según el especialista, en el caso de la Argentina, “eso implica un camino de cambio estructural y mejor distribución del ingreso que suele ser una tarea compleja y conflictiva, en el marco de una democracia que tiene sus propios tiempos políticos y de una estructura productiva extranjerizada con baja intensidad de I+D y productividad”.
Para Porta, “lo que vemos por parte del Gobierno es un diagnóstico equivocado y un shock de transferencia de ingresos. Se quiere hacer creer que la inflación es por exceso de gasto público cuando no es así y la estrategia parece ser la de un país inserto en el capitalismo mundial, con apertura de las importaciones y especialización en recursos naturales. Todo eso lleva a un país más desigual”.
Según el economista, “es sabido que con los recursos naturales no alcanza para incluir al conjunto de la población en la Argentina”. En la búsqueda de modelos de desarrollo para la Argentina, Porta descartó el de las economías de nicho, muy especializadas, que han adoptado en general países pequeños. También la de privilegiar crecimiento por encima de redistribución, porque implica un modelo indeseable basado en salarios bajos. “Un camino posible es el de una fuerte política estatal de desarrollo productivo, con una economía lo más diversificada posible, ya que la Argentina no puede darse el lujo de elegir unos sectores por sobre otros”, sostuvo.
En este punto no coincidió Del Pont —exdirectora del Banco Central—, quien dijo que “es necesario identificar sectores y actores para promoverlos. Reivindicamos el rol del Estado con intervención directa y asociatividad, como se hizo con YPF y Arsat”.
Del Pont defendió políticas del Gobierno anterior, como la estrategia de desendeudamiento y el bloqueo al ingreso de capitales especulativos, y coincidió en que al crecimiento industrial no le siguió una etapa de transformación necesaria para evitar la restricción externa. “La restricción es producto de la especialización productiva. Un país subdesarrollado detiene su crecimiento cuando empiezan a faltar los dólares, por un desequilibrio industrial y energético producto de una transformación insuficiente de la matriz productiva”.
La exdirectora del Banco Central criticó las políticas del actual Gobierno por considerarlas regresivas y planteó que “buscan volver a la financiarización de la economía y a un modelo agroexportador alineado con las prioridades de las empresas multinacionales”.
Ciencia, tecnología y desarrollo
El segundo panel que presenció TSS tuvo su eje en la problemática de “Ciencia, tecnología y modelo de desarrollo”, con la participación de Alicia Fernandez Cirelli, Sandra Carli, Roberto Salvarezza, Fernando Peirano y Víctor Santa María, y la coordinación de Jorge Aliaga.
Carli, doctora en Educación e investigadora Instituto de Investigaciones Gino Germani (UBA), destacó el papel que cumplen las ciencias sociales, las universidades y las instituciones de ciencia y tecnología en la configuración de modelos de desarrollo y manifestó su preocupación “sobre qué pasará con los resultados de la investigación generada en años anteriores en el área de ciencias sociales”. También se preguntó sobre “cómo avanzar en el uso de las ciencias sociales para ampliar derechos e influir en la agenda, así como en el fortalecimiento de instituciones en un contexto de ajuste”.
Salvarezza, doctor en Bioquímica, director del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA) y expresidente del CONICET —que recientemente fue elegido por sus pares del área de Ciencias Exactas y Naturales para integrar el directorio del organismo— sostuvo que, “si uno habla de un sistema de ciencia y tecnología, habla de un país que tiene un plan. No tiene sentido mantener un sistema de estas características en un país periférico que no requiere de la ciencia. A partir de 2003 hubo un proceso de recuperación de la industria que requirió la incorporación de conocimiento y, desde entonces, se multiplicaron los presupuestos de ciencia y tecnología. Ahora se desacelera este cambio y se vuelve a la situación de los años 90. Pero lo curioso es que sucede con las autoridades que impulsaron este cambio”.
Salvarezza criticó un giro en la política de asignación de recursos del CONICET, que considera “más endogámica, en la que el organismo vuelve a mirarse el ombligo, cuando lo que se había intentado era construir un organismo más transversal, en el que la demanda la definían otros sectores e instituciones y el CONICET los apoyaba”.
Peirano, quien hasta diciembre fue subsecretario de Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT), consideró que los primeros meses de este Gobierno “muestran un enorme retroceso y la apuesta por la ciencia y la tecnología puede convertirse en un elemento disfuncional en este contexto”. Para el economista, si bien la Argentina “tiene el PBI industrial más alto de América Latina, también tiene un techo claro en las actuales condiciones”. Y agregó: “No podemos vivir de los recursos naturales y debemos lograr la transición a un modelo económico que recurra al conocimiento. Hay un sentido histórico que tiene que tener el MINCYT, y que todavía no cumplió, en el que básicamente debe armar redes en base a demandas y no solo ofrecer subsidios. Hemos avanzado, pero encontramos límites en un modelo tradicional de ciencia y tecnología, en el que la innovación no solo debe ser una herramienta, sino un camino a la reducción de la brecha social”.
14 jul 2016
Temas: Bicentenario, Desarrollo, Desarrollo industrial, Política científica y tecnológica, UBA, Universidades