Jorge Aliaga fue subsecretario de Evaluación Institucional del MINCYT y decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Habló con TSS sobre su salida del ministerio y por qué cree que la inversión en ciencia y tecnología puede volverse irrelevante.
Agencia TSS – El domingo 22 de noviembre a las 10 de la noche, conocido el resultado de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, Jorge Aliaga (56) escribía una nota para retomar su carrera como investigador y docente en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) —de la que fue decano— y en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). “Aunque en los últimos 10 años me especialicé en gestión, por suerte tenía un lugar adonde volver”, dice este físico que dejó su cargo de subsecretario de Evaluación Institucional en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) tras el cambio de gobierno.
Aliaga es uno de los promotores de una carta firmada por más de 7000 integrantes del sistema científico-tecnológico y universitario argentino, en la que expresan preocupación por las medidas tomadas por el Gobierno durante los primeros meses de gestión. En diálogo con TSS, se refirió a los motivos de la carta, a su renuncia al Ministerio de Ciencia y a por qué considera que se está generando un modelo de desarrollo perjudicial para la industria argentina.
¿Qué los motivó a escribir la carta?
No dejábamos de sorprendernos con las noticias que veíamos cada día que pasaba y surgió la necesidad de volcar esa sensación. Sabíamos que, en el corto plazo, no habría muchas noticias con relación al sistema científico. Por eso, la carta que escribimos no es por cosas que nos afectan como científicos, sino como ciudadanos. Al igual que cuando, durante la segunda vuelta electoral, los científicos salimos a la calle, no queremos que esto se vea como una preocupación sectorial. Yo tuve muchas charlas en las plazas, y mi preocupación era dejar en claro que no se trataba de un reclamo corporativo, sino de visibilizar un esfuerzo que se hizo por avanzar en una cierta dirección en la Argentina, que se puede perder. Ahí reside la principal preocupación y el motivo de la carta.
Hace algunas semanas hubo una jornada de protesta por los más de 140 despidos en Fabricaciones Militares y usted fue uno de los oradores. ¿Por qué estuvo ahí?
A lo largo de los últimos 10 años, que fue cuando me dediqué de lleno a la gestión, primero en Exactas y posteriormente en el MINCYT, fui generando una percepción sobre cómo creo que se puede impulsar el desarrollo en un país como el nuestro. Ya sabemos que las empresas multinacionales suelen hacer investigación en sus países de origen y que las pymes, en general, no tienen espalda para hacerla. Por eso, muchas veces las herramientas que impulsa el MINCYT se quedan cortas. Entonces, la experiencia aquí y en otros países es que, si no hay un Estado que traccione el desarrollo, es muy difícil. Entonces, hay que identificar sectores estratégicos y empresas, y lograr que eso se extienda a pymes que funcionen alrededor de ese ecosistema. Un ejemplo es lo que pasó con YPF, después de la nacionalización, con Y-TEC, asociada a pymes y al sistema científico-tecnológico. Otro ejemplo es ARSAT, que generó una demanda importante en INVAP y, a su vez, en muchas pymes, o la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), con el desarrollo del Tronador, que permitió el crecimiento de empresas relacionadas con la industria aeroespacial en la provincia de Córdoba. Y para mí fue un hallazgo lo que se hacía desde la Secretaría de Ciencia, Tecnología y Producción para la Defensa. Porque antes había una cosa muy sectorizada, en la que cada fuerza manejaba las cosas por separado, sin articulación alguna. En ese contexto, Fabricaciones Militares estaba desarrollando una tarea estratégica, con industria pesada, y descabezaron todo el grupo de trabajo. La gente que asumió les dijo que no tenían interés en desarrollar cosas que no fueran para defensa o que se pudieran comprar más barato afuera. Pero lo barato o caro depende de cómo se hagan las cuentas. Seguro que puedo comprar un radar más barato afuera. ¿Y toda la ganancia indirecta que genera un desarrollo industrial, el trabajo de calidad que se le da a la gente y la adquisición de conocimiento cómo se contabiliza? Salvo que lo que se diga es que se quiere un país en el que se va a maximizar el desarrollo agroindustrial, algo de TIC (por tecnologías de la información y las comunicaciones) y servicios. Pero, por lo que he aprendido en todo este tiempo, eso no da trabajo para todos los argentinos.
Usted ha seguido de cerca la evolución de ARSAT por su tarea en el MINCYT. Allí también hubo un cambio de conducción, despidos e incertidumbre con respecto al futuro del ARSAT-3. ¿Qué evaluación hace del futuro de la empresa?
ARSAT es un ejemplo de los emprendimientos estatales que vienen traccionando un incipiente desarrollo satelital en la Argentina y que no estaban tan relacionados con iniciativas del MINCYT. De hecho, una de las cosas que quedó firmada antes de irme y que el ministro Barañao dijo que iba a continuar es la relación entre ARSAT y el MINCYT. Porque los primeros satélites se hicieron para no perder las órbitas que estaban en juego, pero la idea era empezar a hacer investigación básica y desarrollar tecnología para el ARSAT-3. Se pretendía que la nueva línea tuviera al menos un motor secundario eléctrico, que es algo todavía incipiente a nivel internacional. Por eso, el acuerdo con el MINCYT implica líneas de subsidios para grupos de investigación sobre desarrollo de motores eléctricos y aspectos de materiales, entre otros. Si esto se interrumpe por decisión de la actual conducción de ARSAT, que no es gente cercana a la industria satelital sino gente de confianza del Gobierno, no va a tener problemas la empresa, que tiene poca gente y puede limitarse a operar los satélites que están en órbita, sino proveedores como INVAP, que tiene gente contratada a la que deben pagarle los sueldos todos los meses.

de ese ecosistema», dice Aliaga.
Usted dijo que, cuando decidió renunciar a su cargo en el MINCYT, le recomendó al ministro Lino Barañao no continuar. ¿Cómo fue su salida?
La última vez que nos vimos con Lino Barañao fue el 11 de diciembre, el día después de la asunción del nuevo Gobierno. Hubo un brindis de despedida y no volví a hablar con él. Yo fui al MINCYT porque, antes de finalizar mi gestión en Exactas, me contactó Barañao, con quien tenía una relación personal de muchos años. Fueron un poco raras esas últimas semanas, porque, en los meses previos, parecía que él se iba indefectiblemente. Eso generó que mucha gente se alejara de él, y otros seguimos apoyándolo y trabajando hasta el último día. La diferencia fue que yo entendí que esa invitación que él me había hecho era en el contexto de un Gobierno con el que me sentía identificado. Por más que Lino siga siendo el mismo, el contexto cambió. Algunos consideraban que había que quedarse para cuidar lo que se había hecho, pero yo creo que esa lectura es equivocada y corporativa, porque podría no ocurrir nada. Y, si ocurre algo, no es que van a destruir el CONICET o el MINCYT, sino que van a generar un modelo de desarrollo perjudicial para la industria argentina. Sin desarrollo industrial, el MINCYT es inútil. Yo veía difícil que el Gobierno de (Mauricio) Macri no produjera cambios como los que ha hecho en estos meses, como generar medidas macroeconómicas que quitan ciertas ventajas o protección para las industrias nacionales, ya sea por tener un dólar diferencial a través de las retenciones o por tener energía subsidiada, y lo que causa es un estrangulamiento como el que ya hemos vivido en otras épocas en la Argentina.
¿Considera que habrá una menor vinculación ente el sistema científico-tecnológico y el productivo?
Por lo que veo en la política económica de la Argentina, creo que todo lo que se haga desde el MINCYT o el CONICET puede volverse irrelevante. No por propia voluntad de estos organismos, sino porque no se puede inventar lo que no está, si no se articula con una demanda. No es que desde Economía le van a recortar el presupuesto al MINCYT para reducir el déficit, porque el financiamiento de la mayoría de los programas del MINCYT proviene de crédito externo. Y estamos ante un Gobierno que no parece tener problema en tomar deuda, así que no creo que tenga problema en tomar 200 millones de dólares cada dos años, que es lo que venía financiando al MINCYT. Sería una torpeza política tan grande que no creo que lo hagan. De hecho, el trabajo con ARSAT se iba a financiar con un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Y el CONICET es una estructura con mucha inercia, en el que hay un manejo de la línea gerencial muy autónomo. El tema pasa por si es posible vincular al científico con la empresa si no hay una demanda desde el otro lado. Se puede impulsar algo desde el Estado, pero esa actividad puede volverse un dispendio de recursos.
Dice que el MINCYT y el CONICET van a seguir más o menos igual. ¿Y las universidades?
Las universidades nacionales sí pueden perder, porque mucha de la gente que asumió en el Gobierno proviene de universidades privadas, y algunos tienen una actitud de desprecio hacia la universidad pública. La gente asocia investigación con el CONICET, pero la mayoría de los investigadores están en universidades públicas. Contra una inflación del 40 %, simplemente con subir el presupuesto un 15 % dos años seguidos se pueden estrangular las cuentas y generar un clima de conflictividad.
La CONAE quedó bajo la órbita del MINCYT. ¿Qué impacto puede tener?
La CONAE es una institución que se centra en aspectos no comerciales. Es cierto que los satélites de uso científico también generan información comercializable, pero es esencialmente un organismo de investigación.
El Tronador demanda una inversión importante…
Sí, pero (Conrado) Varotto (presidente de la CONAE) tomó decisiones que no le molestan a Estados Unidos, como el uso de combustible líquido. Sin embargo, el hecho de tener ese desarrollo, que implica capacidad de telecomando, de equipos que toman decisiones de corrección en tiempo real, tiene sentido si se va a aprovechar esa tecnología. Pero, para poner cada tres años un satélite de órbita baja de 300 kilos, no sé si se justifica. También hay que ver qué rumbo toma la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Por el discurso del Gobierno, pareciera ser que los contratos para la construcción de las nuevas centrales nucleares están en duda porque, geopolíticamente, no le gustan los convenios con Rusia y China, que iban a financiar las centrales. Y Macri dijo que iban a impulsar parques eólicos y fotovoltaicos. ¿La infraestructura para eso la van a comprar en la Argentina? ¿O es un negocio para los que venden estas cosas afuera? En este tipo de decisiones se juega el modelo de país.

Argentina? ¿O es un negocio para los que venden estas cosas afuera?», se pregunta Aliaga.
Usted formó parte del Consejo de Administración de la Fundación Sadosky. ¿Cree que cumplió con sus objetivos? Hay críticas con respecto a que no logró vincular a la industria con el sector académico ni tener un alcance federal.
Yo creo que Santiago Ceria (el director ejecutivo anterior de la Fundación Sadosky) hizo una gestión espectacular. Pero hay una realidad, y es que estaba previsto un financiamiento por parte de las cámaras del sector (CESSI y CICOMRA) que nunca llegó. El aporte de capital para el funcionamiento de la Fundación siempre lo puso el MINCYT. No es fácil involucrar a las empresas, sobre todo a las pymes. Y a las grandes, a las multinacionales, no les interesa lo que pueda hacer la Fundación Sadosky. Más allá de todo eso, se lograron hitos importantes. Por dar dos ejemplos, hubo un trabajo muy fuerte de impulso de las vocaciones y de enseñanza de computación, así como también se logró armar un grupo muy bueno de seguridad informática.
¿Por qué el MINCYT no logró articular iniciativas con otros ministerios y organismos de ciencia y tecnología?
Bueno, hay que separar las cosas. El Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología (CICYT), que lideraba Alejandro Ceccatto (por entonces secretario de Articulación del MINCYT y actual presidente del CONICET), funcionó y yo fui a varias reuniones, a las que también iban representantes del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), del Instituto Antártico, de las universidades…
Pero ¿salía algo de esas reuniones?
Bueno, algo que salió de ahí, firmado por todos, fueron los Proyectos de Desarrollo Tecnológico y Social (PDTS), que son muy valiosos. Pero sí pasaba que no iban los presidentes, que era lo que originalmente estaba planteado. Y no es lo mismo si va un funcionario de segundo orden que si va el máximo responsable de un organismo.
Y el Gabinete Científico Tecnológico (GACTEC) nunca se reunió…
Es cierto, y probablemente a eso responda la falta de articulación fuerte del MINCYT con otros ministerios, como el de Industria. Había algunas relaciones personales entre algunos ministros, y se cruzaba alguna información, pero nada más. Ahora quizás haya una articulación mayor entre Barañao y (Francisco) Cabrera (ministro de Desarrollo Productivo de la Nación), porque se conocen y tienen alguna relación.
El MINCYT ha sido criticado por las demoras en los plazos de aprobación y asignación en sus diversos programas. ¿Se justifica esa crítica?
Hay cierta burocracia, tanto en el caso de la Agencia con las empresas como con los investigadores, pero tiene que ver con el hecho de que hay una tensión natural entre que las cosas sean expeditivas o pasen por cualquier auditoría. La gente de la Agencia que yo conozco es muy profesional y no quiere tener problemas con una auditoría. A veces, por agilizar, las cosas se hacen de manera más informal y después puede venir un juicio. Todo financiamiento internacional se maneja de manera burocrática, con revisiones y controles, y la contracara es que es un sistema lento y con un costo de administración alto. El investigador o la empresa que no conoce todo esto consideran que esa gente es incompetente. Y yo creo que el problema, así planteado, no tiene solución. Una posibilidad es dedicar mucho más dinero para tener una administración más veloz. Y, si no, que cada uno se administre lo suyo y se controle de manera estadística. Pero eso tiene sus riesgos, y hoy las cosas están hechas para que el que pone su firma tenga tranquilidad.
A poco más de dos meses de haber renunciado a su cargo, ¿se encuentra con el país que esperaba?
Todavía no hubo cambios notables en el ámbito universitario o de la ciencia y la tecnología. En las líneas de lo que tiene que ver con la industria nacional, los cambios van en la dirección que yo esperaba. Lo que sí me sorprendió fue la represión a la protesta social y el uso de instrumentos como los decretos. Yo pensé que un nuevo Gobierno iba a ser más cuidadoso, respetuoso y republicano.
25 feb 2016
Temas: ARSAT, CONAE, Desarrollo, Desarrollo industrial, Fabricaciones Militares, MINCyT, Política científica y tecnológica, UBA