El ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva habló con TSS sobre los reclamos de la comunidad científica frente al recorte presupuestario y a los ingresos de investigadores al CONICET. Por qué cree que una crisis era el momento para hacer un cambio y su discrepancia con el modelo productivo del Gobierno.
Agencia TSS – “Que me insulten o no, son gajes del oficio”, dijo Lino Barañao en medio de la entrevista con TSS. La frase del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCYT) resultó premonitoria: pocos días después se fue abucheado de un encuentro en el Centro Cultural de la Ciencia, en el mismo Polo Científico de Palermo donde está su oficina.
En algo más de un año de gestión como parte del actual Gobierno, el único ministro del kirchnerismo que atravesó en su cargo el cambio político en la Argentina debió enfrentar en diciembre pasado una serie de protestas que culminaron con la toma del MINCYT y es criticado por buena parte de la comunidad científica, que años atrás lo consideraba un actor fundamental en la revalorización de la ciencia y la tecnología en el país.
Algunas de las medidas que generaron esta reacción fueron el recorte al presupuesto para ciencia y tecnología –para este año representa el 1,4 por ciento del gasto total, por debajo de la participación de 2015 y 2014–, la reducción en el cupo de ingresos al CONICET –que dejó afuera a 500 investigadores que habían cumplido con los requisitos– y los cambios en la convocatoria a carrera de investigador, en la que, sobre un total de 450 vacantes, la mitad corresponde a temas estratégicos y tecnología, lo que deja con menos chances de ingreso a quienes se dedican a las ciencias básicas y sociales.
En diálogo con TSS, Barañao sostuvo que “la comunidad cientifica está a la defensiva porque se siente amenazada”, criticó la falta de compromiso del sector empresarial y se refirió a la política económica del Gobierno, en la que considera que “hay señales en un sentido y otras contradictorias”. También admitió que no cumplirán con las metas previstas durante su gestión y asimiló la formación de investigadores en el CONICET a una lógica de mercado: “Es un producto que no le están comprando”.
¿Qué lectura hace de los reclamos a su gestión por parte de la comunidad científica? Usted habló de intencionalidad política por parte de algunas agrupaciones, pero se conoció un petitorio firmado por el 53% de los directores de institutos del CONICET para que se revean la reducción de puestos para nuevos investigadores y el recorte de presupuesto. También hubo una declaración en el mismo sentido de científicos argentinos en Estados Unidos.
Había una prevención respecto de lo que podía ser la política de ciencia y tecnología de Cambiemos, una prevención que yo también tenía, basada en que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no había hecho nada en ciencia y tecnología.
Ahora tampoco hace nada, el presupuesto para este año es de 11 millones de pesos.
Bueno, sí. Entonces, eso, extrapolado al país, era una perspectiva complicada. Esa prevención se vio refrendada por un presupuesto que mostraba, analizado en detalle, que no se había actualizado a lo que históricamente tenía el MINCYT. Mucha gente salió a protestar, lo cual fue positivo. Lo que no conseguí como gremialista lo conseguí como ministro: la gente consideró que había que salir a defender el presupuesto para ciencia. En los noventa, cuando los investigadores cobraban 50 dólares y yo era gremialista, no conseguía tres tipos para ir a protestar. No cortábamos la calle porque no podíamos. Bueno, algo cambió.
¿Por qué deberíamos pensar que va a invertir en ciencia y tecnología a nivel nacional la misma alianza política que no lo hace en la Ciudad ni en la Provincia de Buenos Aires, donde renunció el titular de la CIC por falta de presupuesto?
El presupuesto para 2015 tampoco nos alcanzaba y nos dieron 2000 millones más que yo ejecuté. Además, hay un elemento de presión muy sencillo: yo firmo contratos plurianuales. Lo que se gasta está pensado en función de que vamos a recibir más de lo que está escrito. Basado en la experiencia del año pasado puedo decir “la plata estuvo”. Gran parte del déficit que tenemos es porque sacamos plata para asegurar los nuevos ingresos del CONICET.
En una reunión del Directorio de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, el presidente del CONICET, Alejandro Ceccatto, dijo que están en economía de guerra. ¿Entonces la situación es grave?
Hay que comprender que uno tiene que defender el presupuesto con todos los argumentos que puede. Y como el discurso es uno, tenés que tener un discurso que va a ser leído de distinta manera por la base y por el que está arriba. No podés decir “está todo bien, recibí toda la plata”, porque la gente hace cuentas y dice “no está la plata, me estás engañando”. Tampoco puedo decir “esto es un caos”, porque eso me granjea solidaridad desde abajo pero yo tengo que ser inteligente para conseguir los fondos, mi función es conseguir la plata. No hay manera elegante de salir de esto: tenés que tener un discurso que tenga un balance entre la realidad y las expectativas de una comunidad que es muy exigente. La comunidad científica está a la defensiva porque se siente amenazada. Además, es una comunidad que, ideológicamente, está mucho más identificada con el Gobierno anterior que con el actual.
Más allá de la cuestión ideológica, en el Gobierno anterior hubo un impulso muy fuerte para el sector científico-tecnológico.
Sí, pero también había demandas. Lo que pasa es que antes eran directas: venían a golpearme la puerta. O le decíamos a la presidenta “los sueldos no alcanzan” y se arreglaba, pero no había manifestaciones. Ahora, un reclamo que es gremial toma estado público porque es coherente con una discrepancia ideológica. De hecho, hay todo un sector que piensa que, por más que logremos mejorar el presupuesto, no va a pasar nada porque el modelo no es compatible con el desarrollo científico-tecnológico, porque no hay apoyo a la industria nacional. Eso es atendible, pero tanto en el Gobierno anterior como en este, los únicos que apoyamos a la innovación en la industria nacional hemos sido nosotros, con nuestro presupuesto. Sin embargo, no pudimos tener una política coherente de articulación para la creación de empresas de base tecnológica. Yo tengo que reconocer eso: que lo intentamos pero seguimos con lo nuestro y sabemos que no alcanza. El ARSAT-3 está retrasado, está bien, pero pareciera que para algunos la industria es solo ARSAT.
Pero la industria está en problemas. En 2016 se utilizó la menor capacidad instalada desde 2003…
Es cierto que hay un retroceso importante en la actividad industrial, los números lo dicen. Nosotros estamos apostando a una matriz productiva distinta y hay que pensarla. Por ejemplo: la industria automotriz emplea a mucha gente pero este año estuve en Tesla y pensaba que era feriado porque había tres tipos laburando, el resto eran robots. Y es una empresa que produce todo: entra el bloque de aluminio y sale el auto. Alguien tiene que pensar de qué van a trabajar los chicos que hoy están estudiando. O lo que pasa en Tierra del Fuego, donde se abren las importaciones de computadoras y se pierden 1000 puestos de trabajo. Es un problema, sí, pero se van a perder todos esos puestos. En Tierra del Fuego estamos trabajando en un emprendimiento de acuicultura que podrá absorber a una parte de esa mano de obra.
Pero ese proyecto es de largo plazo. ¿Cómo se soluciona el problema actual? ¿No tendría que haberse puesto en marcha antes de tomar estas medidas?
La prueba piloto es ahora. Hay empresas, como Newsan, que tiene ensambladoras y tiene pesca, por lo que podría sumarse. Pero está la solución de fondo y la solución coyuntural, que probablemente tenga que ver con los REPRO (Programa de Recuperación Productiva) y esas cosas. Yo me hago cargo de que estas cosas tendrían que haber estado antes, pero en 2007 decía que había que reconvertir a Tierra del Fuego y me puteaban. Tenemos que pensar cuál va a ser nuestra inserción en la economía mundial dentro de 20 años. Estamos proponiendo a la Argentina como un lugar de desarrollo de la bieconomía, por la combinación de recursos naturales y recursos humanos, y estamos captando inversiones del exterior para eso. Lamentablemente, no podés contar con la inversión del empresario argentino. Me dicen que no es correcto que lo diga, pero es así, no hay cultura de reinversión. Y no los culpo, porque sobrevivió el que tenía habilidad financiera. En alimentos y energías renovables tenemos oportunidades que no se ven en otros lados.
Si uno mira las licitaciones en energías renovables, las empresas nacionales quedaron afuera.
Eso pasó en la primera etapa porque no se pueden satisfacer todos los objetivos al mismo tiempo. Había que empezar, tener un marco legal y bajar el costo del megawatt, que fue un logro. Pero las siguientes tendrán un porcentaje creciente de industria nacional. De hecho, estamos financiando a INVAP para las palas eólicas. Me consta que el presidente apoya este tipo de desarrollos siempre y cuando exista un rédito, le pide a INVAP que haga “cosas que se vendan”. Pero hay que entender que INVAP es una empresa de desarrollo, no de manufactura.
Sin embargo, a INVAP le suspendieron el desarrollo del ARSAT-3 y el proyecto SARA, entre otros, para los que tenía gente contratada y a la que le tienen que pagar los sueldos.
Tenemos que ver cómo garantizamos la supervivencia de INVAP en ausencia de un proyecto como el del ARSAT-3. Es un tema a resolver, para el cual estoy haciendo lobby. Yo entiendo el motivo por el cual conviene hacer un satélite nuevo, de hecho ahora estamos en plena convocatoria de proyectos para el diseño de partes satelitales. Hablás con INVAP y te dicen “tengo 700 empleados que vivían de esto y tienen que comer”. Esto es un recurso estratégico del país, estamos hablando de gente muy formada, que puede construir casi cualquier cosa. Y no tenemos dos INVAP, por lo que hay que mantener esos recursos. Estamos analizando dos proyectos de envergadura, de varios millones, para poder involucrarlos. De hecho, estamos flexibilizando al máximo las cosas, sin romper las reglas, para que puedan tener los dos al mismo tiempo, y viendo qué otra cosa más pueden hacer. Me junto periódicamente con ellos y conozco la situación en la que están.
Hace poco más de un mes anunciaron un relanzamiento del Plan Argentina Innovadora 2020 y que empezarán a trabajar en otro plan para el año 2030. ¿Qué piensan cambiar?
El plan se ha venido ejecutando, no es que estuvo muerto y ahora lo volvemos a poner en marcha. Relanzar implica evaluar lo hecho y tener en cuenta las adecuaciones, porque hubo mesas de implementación que modificaron cosas. Hubo iniciativas que no se llevaron adelante por distintos motivos y otras que no estaban especificadas, como Pampa Azul y Bioeconomía. Ambas son emergentes de diagnósticos, son iniciativas interministeriales y tienen que ser incorporadas porque están en desarrollo.
¿Qué pasa con los 34 núcleos socio-productivos que se definieron en el plan?
Siguen, pero tenemos que analizar la dinámica que se generó en cada provincia, cómo evolucionaron las cosas. Hay novedades importantes, como la instalación del centro en Palpalá para trabajar en litio (el Centro de Investigación y Desarrollo en Materiales Avanzados y Almacenamiento de Energía de Jujuy), que ya estaba definido pero tuvo avances particulares. Otro tema que nos parece relevante a la luz de los acontecimientos de diciembre pasado es el tema de los recursos humanos para la investigación. El plan establecía un horizonte de crecimiento con determinadas condiciones de contorno. En teoría, durante este año teníamos que llegar a 14.000 investigadores en el CONICET, pero esa meta se iba a alcanzar si todas las demás cosas ocurrían de una determinada manera. El objetivo se mantiene, pero se adecuó la curva de crecimiento porque uno no crece al mismo ritmo que en la adolescencia. Dijimos que íbamos a crecer al 10% y no va a ser así. ¿Hasta cuándo se podía crecer a ese ritmo? Uno esperaba que el propio CONICET estableciera pautas pero es muy raro que un organismo se autolimite. Si en tres años llegamos a 14.000 no entra una persona más por mucho tiempo, no se puede crecer indefinidamente. El déficit que hay, la diferencia, está en el sector privado y en los organismos públicos.
Ese crecimiento estaba asociado a otra meta del plan, la de llegar a 4,6 investigadores por cada mil integrantes de la población económicamente activa, con el objetivo de acercarse a la proporción de los países más desarrollados.
Bueno, pero también habíamos dicho que tenía que haber una mejor distribución por tema porque había proyectos estratégicos que a la vez eran áreas de vacancia, como acuicultura. Necesitamos crecer en investigadores en las áreas definidas como relevantes. El CONICET asumió un rol de formador de científicos para todo el sistema, pero cuando uno mira la proporción de doctores en organismos que tienen investigación, el CONICET tiene 95% y el resto un promedio del 6%. Eso significa que el proveedor de recursos humanos no está siendo efectivo en formar recursos humanos para el sistema. Es un producto que no le están comprando. ¿El producto no es apto o hay un problema de mercado? Por eso decidimos hacer algo a partir de esta crisis, que es el único momento en que uno puede hacer un cambio. Porque si todo va bien y uno sigue nombrando gente, esto se extiende de por vida.
¿No se podía hacer al revés? ¿Trabajar antes sobre la demanda de los organismos y recién después hacer cambios tan drásticos?
La discusión tomó estado público, se armó un debate a nivel nacional y pudimos elevar este problema a nivel de Jefatura de Gabinete y de Presidencia. Entonces, me dijeron: “¿Por qué el CONICET le paga a los investigadores en las universidades y en organismos como la Comisión Nacional de Energía Atómica? Ah, no, no puede ser, o les pasamos la plata o cambiamos el esquema”. Pero no nos quedamos en la queja, sino que decidimos tomar un rol activo y negociar con cada organismo. Entendemos que hay lógicas distintas, sabemos que hay perfiles diferentes, pero hay gente a la que le firmaron el plan de trabajo y que está haciendo algo útil. ¿Cuál es el problema entonces?
Esos organismos difícilmente tengan presupuesto para absorber a 500 investigadores que no pudieron ingresar al CONICET.
Más allá de lo que se les pueda asignar, todos los años hay al menos 400 vacantes por jubilaciones. Entonces, pedimos una cosa sencilla: que haya una cláusula en la que, ante una nueva vacante, tenga prioridad el que tiene un doctorado.
¿Eso está reglamentado?
Hay una confirmación a nivel verbal, lo hemos hablado. El Ministerio de Modernización exige una preparación previa antes de ingresar a la administración pública. Bueno, más que un doctor no hay. Obviamente, estamos hablando de institutos donde se hace investigación, no de un banco. Aunque no sería malo, de hecho, hay muchos físicos que trabajan en bancos.
Pero habría que ver si la demanda de esos organismos tiene que algo ver con la línea de trabajo de esos investigadores, ¿no?
Bueno, se dice que la gente tiene que continuar con su línea de trabajo y que si no se pierden líneas de investigación. Ahí tenemos un problema porque se supone que un becario se está formando para el sistema científico-tecnológico, no para el jefe de un laboratorio. Esto es importante porque estamos viendo un alto grado de endogamia: el 66% se queda donde hizo su tesis de doctorado. Queremos corregir esto y probablemente empecemos con un número creciente de becas posdoctorales, para que se vayan al exterior y se especialicen. Seguramente, cuando se presenten van a tener prioridad con respecto al que se quedó.
No todos vuelven…
Hasta los más exitosos quieren volver si se les dan las condiciones adecuadas de trabajo. La gente no se queda por la guita. Queremos fomentar que se inserten en distintas instituciones y lugares del país, porque tenemos asimetrías muy grandes. También tenemos que tender a un balance entre la investigación fundamental, motivada por la curiosidad, y la que tiene que ver con los problemas de nuestra sociedad.
¿No es un debate viejo el de ciencia básica versus aplicada? ¿No le parece que la definición de ciencia útil es problemática y arbitraria?
Sí, es algo viejo. Lo que decimos es lo siguiente: muchos investigadores se hacen preguntas teóricas que están muy bien pero tenemos una proporción relativamente baja de gente abocada a resolver problemas. Queremos balancear, que las ciencias aplicadas levanten un poco y sean consideradas. Hay gente que hace cosas muy básicas pero que busca resolver un problema. Tenemos el ejemplo del grupo de Ernesto Calvo en el Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía, que fue premiado por su proyecto para extraer el litio de manera sustentable. Ellos no dejaron de hacer ciencia de primer nivel.
Las ciencias sociales quedaron desplazadas con la última convocatoria…
Las ciencias sociales no están siendo marginadas. Tienen el 25% de la convocatoria, tienen el presupuesto adecuado y cuentan con sus institutos. El objetivo final de este ministerio es solucionar el problema del trabajo ahora y en el futuro. No estamos pensando en que debemos encontrar el origen de la materia en el cosmos, sino que queremos una ciencia que satisfaga una necesidad social. La gran mayoría de los problemas en la Argentina no son tecnológicos, por lo que las ciencias sociales tienen una tarea que cumplir. La ciencia y la tecnología son condición necesaria pero no suficiente para que haya desarrollo. Podría invertir cinco veces más en un modelo de ciencia que no esté inserto en la economía sin obtener resultado alguno.
¿En qué tipo de economía? ¿No cree que todas las señales apuntan a una reprimarización de la matriz económica? ¿No quedará el ministerio pedaleando en el aire con políticas para un sector productivo que no las demandará?
Yo hablo de la línea que mantenemos en el MINCYT. Tenemos que garantizar la inercia porque, sea un gobierno de derecha o de izquierda, va a necesitar ciencia y tecnología. Con respecto a la matriz económica, yo tengo una visión en la que discrepo, como es esperable en un gabinete de 22 personas. Me consta que hay interés en que nosotros participemos en lo que tiene que ver con modelos productivos y eso no había pasado antes. Estaba en el discurso, pero a la hora de tomar decisiones económicas jamás nos llamaron. Es como que hay señales en un sentido y otras contradictorias, que apuntan hacia otro lado. No puedo negar algunas y muestro las que tengo. Me parece que hay mucho de ensayo y error, y también es cierto que este Gobierno asumió con un libreto sobre cómo sobrevivir y ser exitoso en el siglo XXI y cambió todo, se quemaron los papeles. Creo que hay que discutir al interior del Gobierno la importancia de apoyar un desarrollo tecnológico nacional.
Los hechos indican que no parece existir una visión definida sobre esto.
No, no hay una visión homogénea. Pero no es que yo esté contradiciendo la visión del Ejecutivo. Tendría problemas si el presidente hubiera dicho “ésta es la política”. En ese caso me callaría la boca porque mi misión es otra. Pero es un tema que se está discutiendo.
20 mar 2017
Temas: ARSAT, CONICET, Economía, INVAP, Lino Barañao, MINCyT, Modelo productivo, Política científica y tecnológica, Sistema científico-tecnológico