Coronavirus: Oportunidad para una salud mejor

Un informe de la Fundación Soberanía Sanitaria analiza las políticas del Gobierno argentino para enfrentar la pandemia de COVID-19 y señala que el manejo de la crisis brinda la posibilidad de construir un sistema sanitario solidario, mejor articulado y más equitativo.

Por Nadia Luna  
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Agencia TSS – La emergencia sanitaria generada por el avance del coronavirus en la Argentina también puede ser una oportunidad para transformar el sistema de salud y construir instituciones más democráticas que perduren más allá de la pandemia. Así lo expresa el último informe de la Fundación Soberanía Sanitaria: “Coronavirus, crisis y Estado”, que analiza las políticas públicas que el Gobierno ha tomado para reducir la cantidad de nuevos casos de COVID-19.

“Esta emergencia nos da la posibilidad de que el Estado nacional empiece a tomar las riendas del sistema de salud. Hace unas semanas, hubo gobernadores que se quejaron de que no podían adquirir respiradores porque Nación estaba centralizando la compra. Sin embargo, centralizar la compra de insumos es fundamental para poder distribuirlos según las necesidades de cada jurisdicción, en vez de dejarla librada a la capacidad de compra de cada provincia. También hubo quejas de las empresas de medicina prepaga cuando se sugirió que las camas estén disponibles en caso de necesidad. La búsqueda de consensos hacia este tipo de políticas son oportunidades para reducir el nivel de fragmentación que tiene el sistema y disminuir la inequidad en el acceso a la salud”, le dijo a TSS Leonel Tesler, médico sanitarista y presidente de Soberanía Sanitaria.

En el informe, los especialistas señalan que hay cuatro tipo de intervenciones que los gobiernos están tomando para frenar el avance del coronavirus: inacción, emisión de recomendaciones apelando a la responsabilidad individual, medidas moderadas (como el cierre de instituciones educativas y la implementación de teletrabajo) y acciones severas, como el aislamiento social preventivo y obligatorio con cese total de actividades que no resulten esenciales. En la Argentina, este último tipo de intervención se tomó de manera bastante temprana, ya que el aislamiento comenzó el 20 de marzo, cuando había 128 casos confirmados y tres muertes.

La Argentina tiene 3,9 médicas/os cada mil habitantes, una proporción similar a la de países europeos y solo superada por Cuba a nivel regional. Sin embargo, la distribución de estos profesionales es muy desigual.

De todos modos, el informe indica que, si bien las medidas de aislamiento más estrictas tienen un potencial efecto positivo para manejar la pandemia, los resultados dependerán también de la situación previa de la que parte cada país, especialmente en materia sanitaria y económica. “Además de los problemas estructurales, hay que tener en cuenta que la salud pública fue bastante perjudicada por los últimos cuatro años de desfinanciamiento. Tenemos un déficit muy grande en términos de equipamiento, insumos y fuerza laboral”, explicó Tesler.

Pese a los embates del ajuste, hay algunos números que resultan alentadores. La Argentina tiene un promedio de cinco camas de internación por cada mil habitantes, la segunda tasa más alta del continente americano después de Cuba. Esta proporción es mayor que en Italia, España y Estados Unidos, donde hay alrededor de tres camas cada mil habitantes y cuya situación sanitaria a raíz del coronavirus está desbordando la capacidad de los sistemas de salud. En cuanto a la fuerza laboral, la Argentina tiene 3,9 médicas/os cada mil habitantes, una proporción similar a la de países europeos y solo superada por Cuba a nivel regional. Sin embargo, la distribución de estos profesionales es muy desigual: mientras que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay casi 16 médicos cada mil habitantes, en las provincias del noreste argentino hay menos de dos cada mil.

En en el área de enfermería, quienes tienen formación suficiente son solo 2,5 por cada mil habitantes a nivel nacional. “Lo deseable sería que por lo menos hubiera alguien de enfermería por cada médico. A eso se le añade el problema de que el grado de formación muchas veces es deficiente. Se estima que el 10% son licenciados, el 40% enfermeros profesionales (nivel de tecnicatura) y el 50% son auxiliares en enfermería (que implica un curso de un año). Además, estos últimos se concentran en el subsector estatal, en salitas y centros de atención primaria municipales, que es el primer lugar donde mucha gente acude cuando tiene una emergencia”, dijo el especialista.

Simulación de escenarios posibles de la evolución de la epidemia

Fuente: Fundación Soberanía Sanitaria.

A ese problema, se le suma la fragmentación del sistema de salud, cuyo financiamiento está dividido entre el Estado, las obras sociales y las empresas de medicina prepaga. Lo estatal, a su vez, se descompone entre la Nación –que financia pero casi no tiene hospitales ni centros de salud–, las provincias y los municipios. Tesler sumó otro detalle relacionado con las obras sociales estatales. “La más grande del país (y de América Latina) es PAMI, que depende del Estado y de los aportes de los jubilados. La segunda es IOMA, que recibe aportes de la provincia de Buenos Aires y de los trabajadores. Estas obras sociales usan gran parte de esos aportes para pagarle a clínicas y consultorios privados. Entonces, además de tener un presupuesto restringido, parte de lo que hay se va hacia afuera del sistema de salud pública y eso también es algo que sería bueno revisar”, indicó.

Además de las condiciones del sistema de salud, el éxito de las medidas de aislamiento dependerá de la situación económica del país. Los problemas de vivienda y de acceso a los servicios sanitarios hacen que las consignas “quedate en tu casa” o “lavate las manos con frecuencia” sean casi impracticables en muchos barrios. “Un factor importante para poder sostener el aislamiento tiene que ver con implementar políticas paliativas del daño económico que esas medidas producen. Las acciones del Gobierno son pertinentes, el tema es que venimos de una situación económica tan mala que todo resulta insuficiente”, dijo Tesler.

El informe señala que mientras el Gobierno argentino está implementando políticas como la entrega de alimentos por diferentes medios y auxilio financiero para los sectores más vulnerables, en Brasil, el gobierno federal decidió hacer caso omiso a las medidas de aislamiento y aprovechó la oportunidad para profundizar la flexibilización laboral. En tanto, en Estados Unidos se priorizó el auxilio al sector financiero y a las grandes industrias, al mismo tiempo que se retaceaba la ayuda económica a los más pobres.

Determinación de la viabilidad de las medidas de aislamiento

Las medidas de aislamiento, al mismo tiempo que frenan la expansión del virus, provocan un daño económico que termina limitando la viabilidad del aislamiento. La dimensión del daño económico está a su vez determinada por las condiciones previas a la pandemia y por las medidas paliativas generadas desde el Estado. La posición política de quienes estén a cargo del Poder Ejecutivo definirá las prioridades, los tiempos y el alcance de las medidas de aislamiento y las acciones de reducción del daño económico. Esquema de elaboración propia. Fuente: Fundación Soberanía Sanitaria.

Otro factor importante para combatir la pandemia es la capacidad del sistema de salud de contener otros brotes epidémicos. En la Argentina, el arribo de la COVID-19 coincidió con el peor brote de sarampión en veinte años y con el pico de casos de dengue, que al 27 de marzo sumaba 2.942 casos con seis muertos a nivel nacional. El informe señala que, en el caso del sarampión, la respuesta articulada entre ministerios logró menguar la expansión mediante la vacunación masiva en zonas de mayor incidencia. En cambio, el dengue continúa en expansión y la única forma de controlar su expansión es cortar el ciclo de reproducción del mosquito que lo transmite. A estos brotes habrá que agregar el de la gripe, que todos los inviernos genera miles de internaciones.

Sin embargo, los autores afirman que es posible salir de esta emergencia sanitaria con un sistema nacional integrado de salud solidario y equitativo. “Esta situación nos brinda la oportunidad de pensar a la salud como un derecho colectivo y no como un servicio cuya calidad depende de las posibilidades de pagarlo. Son aspectos que en otro contexto ni siquiera se plantean y que nos permiten aprender mucho. Un ejemplo de eso son los niveles de articulación que se están logrando. Con mis colegas siempre comentamos que están saliendo cosas que en otro contexto hubiesen tardado meses pero que dada la necesidad salen, y salen bien”, finalizó Tesler.

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