Mempo Giardinelli: “La sociedad del conocimiento es de un cinismo total”

Mempo Giardinelli, uno de los intelectuales argentinos de mayor prestigio internacional, habló con TSS sobre la necesidad de contemplar los riesgos de los avances científicos y de tener una mirada más amplia de la ciencia y la tecnología, que incluya disciplinas como la filosofía y la ética.

Por Carlos de la Vega  
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Agencia TSS — Mempo Giardinelli interrumpió sus estudios de Derecho en el último año de la carrera para dedicarse al periodismo y la literatura. Escritor consagrado internacionalmente, analista político, militante ecologista y fundador del colectivo El Manifiesto Argentino, Giardinelli brindó el mes pasado una conferencia en la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (FAMAF) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y en un paréntesis conversó con TSS. Este singular intelectual argentino, que prefirió radicarse en su Chaco natal antes que dejarse tentar por la “gran capital”, abordó cuestiones vinculadas con la ciencia, la tecnología, el desarrollo y la educación en la Argentina con una perspectiva desde las humanidades que no suele ser frecuente y resulta imprescindible.

En el mundo contemporáneo parece ser que el paradigma hegemónico para que una sociedad se desarrolle y alcance el bienestar consiste en invertir en ciencia y tecnología. ¿Cuál es su visión sobre esta concepción?

Primero, yo hablo como hombre que viene del derecho y las humanidades. Vivimos en un mundo que en las últimas seis o siete décadas ha sido formateado y convencido de que la gran aspiración es el acceso y el desarrollo de la «sociedad del conocimiento». Esto, en mi opinión, en realidad es un engaño fenomenal, porque el conocimiento está hiperconcentrado y es completamente elitista. Lo cierto  es que el mundo actual es mucho más mediocre que el de la segunda posguerra europea. Quizás el planeta no aprendió de su tragedia. Algunos me dirán que Europa se convirtió en una comunidad pacífica, ordenada, culta, que cuida sus valores. Sí, pero andan detrás de los norteamericanos y con ellos bombardean Irak o cualquier país, como si nada. La sociedad del conocimiento es muy hipócrita. El país tecnológicamente más avanzado de la Tierra, que se supone es Estados Unidos, es un país de enormes injusticias incluso hacia adentro, pues tiene 45 millones de pobres. Es decir, toda una Argentina de pobres e indigentes cabe en Estados Unidos. A mí me parece que hay mucho de cuento en esto de la «sociedad del conocimiento», así como hay una enorme hipocresía en la aspiración de un mundo que alcanza sus mejores logros y posibilidades, pero donde los premios Nobel más resonantes son políticos. El medicamento más popular, la aspirina, es de una de las farmacéuticas más canallas; y el hambre y la indigencia son endémicos en decenas de países. Recuerdo, hace unos pocos años, el escándalo de la gripe aviar, que resultó ser el negocio oculto de un vicepresidente norteamericano. Es claro que, si uno compara el mundo actual con el del siglo XIX, cuando las grandes pestes estaban todavía vivas, han habido avances decisivos. Pero hoy, en Brasil, ha retornado la fiebre amarilla, enfermedad que en 1871 liquidó a la tercera parte de la Ciudad de Buenos Aires. Estamos en 2017 y la Argentina tiene 14 millones de pobres, y lo más relevante que se ve de la sociedad del conocimiento son los trolls de Durán Barba. ¿Cuántas represas tiene el río Paraná arriba de nosotros [por los habitantes de Resistencia]? Hay 22, de las cuales dos son gigantescas: Itaipú y Yacyretá, que tiene una coronadura de 60 kilómetros de ancho, y dos por tres aparece en los diarios que hay fisuras. Los ingenieros trabajan sobredimensionando las cosas, se sabe, y está bien, pero si aparece un agujerito o un terrorista… La sociedad del conocimiento tendría que haberle dado a la humanidad mayor bienestar, seguridad y confianza, pero cuando uno observa todo este esquema, sin idealismos ni propósitos propagandísticos, a mí me genera muchas dudas.

Giardinelli brindó el mes pasado una conferencia en la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación de la Universidad Nacional de Córdoba.

En este problema del riesgo, planteado por pensadores como Ulrich Beck, los daños que se producen no son fallas, sino que son intrínsecos a la aplicación de la tecnología. ¿Usted lo ve como algo connatural a ella o es resultado de la asociación entre la tecnología y un sistema socioproductivo como el capitalismo? ¿Habría otras formas de desarrollo tecnológico?

No lo sé con exactitud, pero me imagino que podría haber habido otro tipo de control de riesgos, y de daños, si el desarrollo científico hubiese sido más consciente de lo social y sustentable. Con una concepción filosófica que incluya a la ética, posiblemente las salvaguardas hubieran sido mucho mayores y mejores. La filosofía de la ciencia es una disciplina que hoy los poderes político-económicos consideran una especie de molestia porque limita la gigantesca plusvalía de cualquier megaemprendimiento. Pero es un hecho que, en el mundo real del siglo XX, y cada vez más en el XXI, la lógica del poder fue y sigue siendo la lógica de los negocios, cuya eticidad es un chiste y en la que la propaganda mediática devino implacable sistema de engaño para someter a la población mundial, mediante el convencimiento de que van a estar mejor cuanto peor sigan estando. Así votan hoy los pueblos: miremos a Francia, Estados Unidos o la Argentina. Desde este punto de vista, aunque se jure que se toman recaudos, eso es una mentira. La prevención debería ser el factor número uno de cualquier avance tecnológico pero estamos cansados de ver que siempre es el último. No hay voluntad política para cambiar esto pero lo peor no es que no haya voluntad en los malos gobernantes, ¡no hay voluntad en la sociedad! La sociedad contemporánea ha sido formateada en y para la ignorancia. Por eso sostengo que la sociedad del conocimiento es de un cinismo total.

En este contexto, ¿cómo debería ser el desarrollo argentino?

Yo siento que en la Argentina hay una gran carencia en el estudio de la filosofía. Cuando yo estudiaba en el secundario, en el Colegio Nacional José María Paz, en Resistencia, en cuarto año teníamos una materia que se llamaba Filosofía y, en quinto, Ética. Cuando entré a la universidad, en la Facultad de Derecho había una materia fascinante que se llamada Filosofía del Derecho, pero además se empezaba desde el primer año con los debates filosóficos alrededor de la justicia y la verdad. La concepción de casi cualquier profesión incluía, y debería volver a incluir, la formación previa del individuo que iba a ejercer esa profesión. Si uno piensa en la medicina, ¿cómo es posible que la Argentina produzca miles de médicos y ninguno de ellos haya estudiado filosofía? No han estudiado el pensamiento humano ni la formación ética. Yo no sé si los que están ahora en el Balseiro o los que hicieron los satélites ARSAT tienen esta formación. Pero seguro no me hago ilusiones de ahora en adelante, con estas bestias a cargo del Gobierno nacional. Lo que trato de decir es que vos podés ser el mejor matemático del mundo, pero un poco de visión filosófica y social deberías tener para que te permita ver y ser consciente de dónde estás parado. Muchos de los grandes científicos de la humanidad han tenido esa formación. En la Argentina, uno de los que trabajó esto fue Mario Bunge y un tipo como Stephen Hawking sabe de todo esto. No es solo un genio, es alguien que tiene una visión integral. ¿Cómo los ingenieros que levantan esas represas gigantes para gigantescas corporaciones y que hacen puentes y edificios de 200 pisos no tienen esa formación?

El Estado debe disponer una educación científico-técnica más humanista y eso significa con mayor conciencia filosófica y ética. Foto: Carlos Bosch.

¿Qué opina del fenómeno ocurrido durante los tres gobiernos kirchneristas de poner un gran foco en la inversión en ciencia y técnica?

Yo diría que el kirchnerismo lo hizo bastante bien, sobre todo teniendo en cuenta que veníamos de Menem y De la Rua. El solo hecho de haber lanzado la consigna del retorno de los científicos argentinos fue muy importante. Sin embargo, como muchas cosas que hizo el kirchnerismo, tuvieron grandes comienzos y anuncios, pero después se paraban en el camino. En materia científica, uno de los grandes errores que tuvo fue, sin dudas, su política ambiental, que está muy vinculada con la tecnología y la ciencia. Soy un militante ambientalista desde hace muchos años y siempre critiqué el dislate que fue esa política. Los problemas ambientales no se reducen a tener los pajaritos sanos, eso es una distorsión enorme que tiene este país en materia ambiental. Está muy bien el ecologismo animalista, pero no para tapar el estructural. El problema de Córdoba [por la deforestación] y el del desierto de Santiago del Estero son estructurales. En el Chaco venimos librando una batalla tremenda. ¡Lo que ha costado salvar un pedacito de El Impenetrable, que ahora será parque nacional! Finalmente, se ocupó la semana pasada, pero todavía no se sabe en qué estado están esas 130.000 hectáreas. Es una maravilla que empiecen a ser cuidadas y estudiadas, sin duda, pero con la conciencia de que son un pedacito de un territorio de millones de hectáreas que ha sido y sigue siendo devastado. Y que en esencia tampoco es una gran cosa si recordamos que en el Chaco hay familias y empresas que tienen 100.000 o 200.000 hectáreas de soja. Yo recorro permanentemente El Impenetrable y me enfermo de rabia e impotencia cuando siento el ruido de las avionetas fumigadoras, que son igual de letales que las motosierras que continúan devastando bosques.

En este mundo hegemonizado por las tecnologías, ¿qué aporte hacen las humanidades? Porque parece como si su campo de acción se acotara cada vez más.

Por un lado, diría que el Estado debe disponer una educación científico-técnica más humanista y eso significa con mayor conciencia filosófica y ética. Esto no es algo exótico, es sumar una materia por año a todas las carreras. A lo largo de 10 o 20 años eso daría un resultado extraordinario, porque formaría nuevas generaciones de científicos y técnicos con una visión mucho más universal que no iría en desmedro de su conocimiento técnico específico, sino que, al contrario, lo mejoraría. Otro elemento que quizás sería bueno que el Estado se ocupara de planificar es qué tipo de profesionales necesita el país. Esto puede ser criticado falsamente por autoritario, pero el Estado debería tener un plan. Hubo una época en que en la Argentina sobraban médicos; ahora faltan. No sé si no hay demasiados contadores y abogados, pero seguro que de comunicadores hoy estamos sobrados, a la vez que posiblemente nos falten matemáticos, geólogos… Un Estado consciente y democrático tiene el deber de planificar el futuro de la sociedad y para eso las ciencias sociales y el punto de vista humanístico pueden cumplir un rol extraordinario.

Sobre la educación, a la que se ha estado evaluando recientemente, ¿qué opina de la mala reputación que tiene la educación pública?

La educación pública en la Argentina ha contribuido ella misma a tener su mala prensa y es un problema serio. Se la critica a Cristina porque dijo que los maestros laburaban cuatro horas y tenían vacaciones de tres meses. Fue un error decirlo, pero sobre todo es un error pensarlo, porque no es así. La labor docente, sobre todo en la primaria y la secundaria, tiene una enorme responsabilidad. No obstante, es verdad que hay un desbalance con otras profesiones. Son dos verdades coexistentes, dialécticas. El Manifiesto Argentino propone, para la gran reforma de la Constitución que estamos promoviendo, que la educación, la salud y la previsión social sean obligaciones del Estado irrenunciables, indelegables e intercerizables. También pedimos la inmediata aplicación de la Ley de Financiamiento Educativo y de la Ley Nacional de Educación de 2004, con renacionalización de la educación. En este sentido, queremos que se retome el espíritu sarmientino, que tenía una visión nacional: una única educación para todo el país, y eso en una época en la que la información llegaba en carreta o por palomas mensajeras. Hoy en día, con las comunicaciones digitales, manejás la educación en Salta o en Santa Cruz así [chasquea los dedos]. Además, es mucho más económico y las características provinciales o regionales se pueden respetar y darles relieve sin perder el carácter nacional. Además, eso permitiría unificar una paritaria docente nacional con algunas pautas propias para las zonas marginales o la Patagonia, pero nunca más con la atomización que produjo el menemismo en los noventa. Y entonces sí se podrá plantear una reforma educativa en la que se proponga una relación con los gremios mucho más armónica. Una vez que se haya hecho todo eso, podemos ocuparnos de la calidad educativa, pero solo después de ordenar legislativa y salarialmente el magisterio argentino. Ahora, con todo mezclado, provincializado y con la pésima prensa que fogonea el Gobierno, ¿cómo no vamos a tener mala calidad educativa si además tenemos mala calidad de la enseñanza debido a años de maltrato y bajos salarios, a modas y cambios absurdos? ¿Para qué vamos a las pruebas PISA? Muchos venimos diciendo desde hace años que tenemos que salirnos de esas comparaciones economicistas que no nos aportan nada. En todo caso, hay que crear nuevas formas evaluativas a partir de estos cambios y del conocimiento de nuestra realidad. Tenemos 20 millones de jóvenes de entre 4 y 18 años, y un millón de docentes que hay que atender. Está claro que se puede, con sentido nacional y de justicia social inclusiva.


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Un comentario en “Mempo Giardinelli: “La sociedad del conocimiento es de un cinismo total”

  • Mario Gerard

    (09/05/2017 - 23:14)

    Sin duda un aporte más de Mempo para combatir al Neoliberalismo y la mediocridad general que este promueve, Siempre se extrae algo que recrea la condición humana por parte de este Argentino ilustre. Leyendo a Mempo uno no se acompañado.

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