Más de cien organizaciones e instituciones de 80 localidades bonaerenses participaron del último encuentro de pueblos fumigados y por la agroecología. Allí, se debatieron las consecuencias del actual modelo de producción de alimentos y se analizaron propuestas que buscan preservar la salud de productores y consumidores.
Agencia TSS – La tranquilidad habitual de Bolívar, en la provincia de Buenos Aires, se llenó de banderas y cantos: alrededor de 300 manifestantes se expresaron en contra de las fumigaciones y en pos de promover la producción agroecológica de alimentos que permita proteger la salud de quienes viven rodeados de emprendimientos agroindustriales basados en transgénicos y agrotóxicos.
La movilización se desarrolló en el marco del décimo Encuentro de Pueblos Fumigados y el tercero de los Encuentros por la Agroecología. Allí, representantes de más de 100 organizaciones e instituciones de 80 localidades bonaerenses, incluyendo colectivos de vecinos, universidades públicas, institutos del CONICET y agrupaciones ambientalistas, sindicales y políticas, se reunieron para compartir preocupaciones y experiencias, así como promover acciones en pos de modificar el modelo de producción de alimentos actual por uno menos contaminante y que genere más empleo y mayor acceso a la tierra, para mejorar la calidad de vida de productores y consumidores.
“Muchas veces, en los pueblos lo que más nos cuesta es romper con determinados paradigmas, no solo en ciencias agrarias, sino también el paradigma cultural. Es un proceso en el que las organizaciones solemos sentirnos solas. Por eso, lo que más rescato de estos encuentros es que hace que nos llenemos de proyectos y que no nos sintamos tan solos”, agrega Guadalupe Gerea, del Colectivo Tierra Viva de Bolívar, quien tuvo a cargo la organización de estas jornadas de reflexión y debate que estuvieron divididas en diez “caminos” o grupos de trabajo sobre diversas problemáticas como salud, educación, género, construcción ciudadana, agroecología y ciencia digna. “Consideramos que todos los temas son importantes y deben ser tratados en paralelo”, explicó Juan Urrutia, del Colectivo Tierra Viva de Bolívar, y ejemplificó: “Es notable cómo la cuestión de género va tomando trascendencia en todos los caminos y la comisión de Asuntos Legales es siempre álgida, porque tratamos de recurrir a la Justicia siempre como última instancia”.
Entre las principales preocupaciones que rondaban los caminos del encuentro estaban la necesidad de que se reglamente la Ley de Reparación Histórica para la Agricultura Familiar (sancionada en 2015), los riesgos de que se modifique la actual Ley de Semillas y la reciente aprobación de la Resolución N° 246-MAGP en la provincia de Buenos Aires, que, desde enero pasado, habilita fumigaciones con agrotóxicos en proximidad de zonas habitadas y escuelas rurales.
“Más de 50 ingredientes activos de los agrotóxicos que se utilizan en la Argentina han sido prohibidos en Europa por razones de seguridad. Esto se enmarca en un contexto de total desregulación, ya que no existe una ley nacional que prohíba o restrinja su uso en zonas pobladas. Si bien algunos pueblos lograron ordenanzas municipales que establecen zonas libres de agrotóxicos, en enero el Gobierno bonaerense aprobó una resolución que invalida estas ordenanzas y habilita las fumigaciones a distancia cero de las escuelas, las viviendas y las fuentes de agua”, se lamentó Florencia Arancibia, que es investigadora del CONICET e integrante del Grupo de Epidemiología por la Salud, el Territorio y el Ambiente (GESTA), y destacó que, ante las denuncias de las comunidades y las pruebas científicas que demuestran la asociación entre la exposición a los agrotóxicos más utilizados en el país y graves patologías como cáncer, hipotiroidismo, malformaciones y abortos espontáneos, “es importante que los profesionales de la salud y científicos no perpetúen la crisis sanitaria con un silencio cómplice, sino que se involucren y colaboren en visibilizar y resolver el problema”.
El rol del Estado, tanto para velar por la salud de la población en general como para promover un modelo productivo menos contaminante y que promueva el acceso a la tierra, así como la participación de la ciencia y la tecnología, incluidos los conocimientos que producen las mismas comunidades en su hacer cotidiano, estuvo entre otros temas que recorrieron varios de los caminos del encuentro.
Tras dos días de debates, el grupo dedicado a «Economía ecológica», que se incluyó por primera vez en estas jornadas, concluyó que es necesario que desde el Estado se impulsen nuevos y diferentes criterios económicos e impositivos, más ferias de productores y que se incorporen conocimientos de economía solidaria y agroecología en escuelas y universidades. Asimismo, expresaron la necesidad de que desde la investigación haya una nueva forma de valorar a la agricultura, “que haga visible lo que actualmente es invisible en términos económicos”.
El rol de la ciencia y la tecnología fue una de las preguntas centrales entre quienes se agruparon para reflexionar sobre ese tema en particular. “Avanzamos en el aporte que podemos hacer desde esta comisión y salimos enriquecidos, con ideas y proyectos focalizados en la accesibilidad a un repositorio de saberes y experiencias, y la producción de conocimientos originales en las áreas de ciencia y tecnología vinculadas con la agroecología”, dijo el físico Víctor Furci, que forma parte del colectivo Ecos de Saladillo y moderó el debate en el camino que llamaron «De la ciencia digna y las tecnologías comunitarias».
“El aporte que el camino de la ciencia digna intenta realizar es socializar los conocimientos de las diversas trayectorias de sus participantes con los de los otros caminos”, explicó el biólogo Pablo Rosi, del Grupo de Extensión Universitaria Impenetrable Chaqueño (GEUIC) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, y recordó que la denominación misma del camino fue una de los primeras cuestiones que pusieron en debate: “¿Quién decide qué es ciencia digna y qué no? En definitiva, se trata de considerar cómo se lleva a cabo la actividad científica, si quien la hace se reconoce como actor en una comunidad múltiple y diversa, con contradicciones e intereses políticos y culturales”.
Este grupo también reflexionó sobre la generación de conocimientos en ámbitos no académicos. En busca de ellos, realizaron una breve encuesta entres los participantes de otras comisiones, tratando de encontrar tecnologías comunitarias que ya se estén usando, como, por ejemplo, la elaboración un herbario que da cuenta de modificaciones en las plantas de la zona en Trenque Lauquen, o técnicas de construcción con barro. Al respecto, se mencionó la necesidad de promover la elaboración de certificaciones comunitarias que revaloricen ese tipo de tecnologías.
“Estoy terminando la carrera de Biología y siento que se dan muy pocos espacios de debate sobre lo que significa hacer ciencia para, con y en la comunidad. Es algo que, lamentablemente, no se está dando en los espacios de ciencia más formales, lo que indica una falencia de cómo se piensan modelos científicos. Por eso, tener este espacio fue muy enriquecedor, el encuentro me abrió muchos horizontes y fue clave para contactarme con colegas que tienen búsquedas similares y así empezar a construir esas redes tan necesarias para un proyecto científico más inclusivo”, dijo Agustina Varela, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
“Los encuentros de pueblos fumigados y agroecología articulan y ponen en contacto a personas de distintas edades, ideologías y prácticas, que ocupan diversos espacios territoriales, culturales y profesionales. Pero todos están vinculados por una preocupación y un compromiso común: detener las fumigaciones del modelo agroindustrial y promover la agroecología”, concluyó Furci.
21 mar 2019
Temas: agricultura, Agro, Agroecología, Agrotóxicos, Alimentos, Contaminación, Ética, Medio ambiente, Pueblos fumigados