Agroecología como un camino posible

A partir del estudio del comportamiento de aves, investigadores del Instituto Nacional de Limnología de la Universidad Nacional del Litoral demostraron que la biodiversidad favorece a los cultivos de arroz agroecológico en comparación con aquellos en los que se utilizan agroquímicos. Esto tiene un impacto doblemente positivo, tanto en la producción como en la conservación del ecosistema.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – Hace más de una década que especialistas de diversas áreas advierten sobre la posibilidad de la aparición de una pandemia como la que tiene al mundo en vilo desde diciembre de 2019, vinculada, entre otras cosas, al modo en que se producen los alimentos a escala global, al uso excesivo de químicos que impactan en el ambiente y a la pérdida de la biodiversidad.

Se estima que, desde la década del 80, junto con el avance acelerado de la frontera agropecuaria, no solo se multiplicaron los brotes infecciosos (muchos de ellos procedentes de animales, como las gripes porcina y aviar, el ébola, el hantavirus y el dengue), sino que, además, ha crecido la denuncia por tumores y otras patologías entre personas que viven en zonas fumigadas.

Frente a esto, existen experiencias agroecológicas que se están reproduciendo. Pero la transición es lenta y todavía genera dudas y resistencias, principalmente por parte de los productores que temen por los riesgos económicos que deben asumir, aunque en los últimos años han comenzado a aparecer evidencias que revelan lo contrario, como un reciente estudio del Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INTA), según el cual el trigo agroecológico permitió obtener cultivos con muy buena rentabilidad y menor riesgo productivo, con un costo directo total hasta un 50% menor que en los cultivos convencionales.

Los investigadores compararon las aves que se acercaban a dos campos cultivados con arroz, uno de manera agroecológica y otro convencional, situados a 14 kilómetros de distancia entre sí.

“Es necesario incluir a las áreas bajo manejo productivo en las estrategias de conservación de biodiversidad, mediante técnicas compatibles entre producción y conservación, ya que las áreas protegidas no son suficientes para la conservación de la biodiversidad”, dice Rodrigo Lorenzón, investigador del Instituto Nacional de Limnología, de la Universidad Nacional del Litoral (INALI-CONICET-UNL) y uno de los autores a cargo de un estudio publicado en la revista Biología Tropical, de la Universidad de Costa Rica, en el que comprobaron que la diversidad de aves y de funciones ecosistémicas son superiores en los cultivos de arroz agroecológicos, en comparación con los cultivos convencionales.

“Hay que diversificar la manera en que se mide el éxito de los sistemas productivos, y no evaluar solo los rindes en términos económicos, sino también desde la conservación de la biodiversidad”, considera Lorenzón, y destaca que la biodiversidad también aporta beneficios a los productores. Es lo que se conoce como “servicios ecosistémicos” que, en este caso, por ejemplo, sería el control de insectos que pueden perjudicar las plantaciones. “También hay aves que pueden generar perjuicios en los cultivos”, advierte el especialista, y agrega que eso también lo consideraron como parte del análisis en ambas arroceras. “Si bien el estudio es incipiente en varios aspectos, detectamos que, en general, las aves granívoras, que pueden estar relacionadas con ese daño, fueron más abundantes en la arrocera convencional”, afirma.

Para llegar a estos resultados, los investigadores compararon las aves que se acercaban a dos campos cultivados con arroz, uno de manera agroecológica y otro convencional, situados a 14 kilómetros de distancia entre sí. Para ello, viajaron alrededor de 150 kilómetros hasta la zona arrocera de San Javier, en nueve oportunidades cada 15 días, entre noviembre de 2017 y marzo de 2018 (en coincidencia con las épocas de siembra y cosecha del arroz), para realizar lo que se conoce como estudio observacional, mediante el cual es posible contabilizar qué especies de pájaros había y en qué cantidad. “Usamos una técnica que consiste en recorrer el borde de los cultivos mientras se va observando con binoculares y registrando todas las especies que vemos. Ese transecto tiene una distancia y un recorrido establecidos, que siempre son los mismos”, explica Lorenzon, que también estuvo involucrado en la posterior etapa de análisis de datos.

Capuchino garganta café (Sporophila ruficollis), una especie vulnerable, alimentándose en el borde de los lotes de arroz. Foto: Gentileza INALI.

Este trabajo, del cual también participaron investigadores del laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL, es uno de los primeros en el país que evalúa la interacción entre el modelo productivo y la fauna silvestre, no solo para analizar el impacto ambiental de estas prácticas, sino también para detectar y demostrar cómo la producción puede verse beneficiada a causa de una mayor “diversidad funcional” de especies.

Biodiversidad o autodestrucción

En la Argentina existen alrededor de 200.000 hectáreas cultivadas con arroz, según datos de la Fundación Proarroz, para el período 2018/2019, que produjeron casi 1.230.000 toneladas de este cereal. La principal provincia productora es Corrientes, seguida por Entre Ríos y, en tercer lugar, Santa Fe, adonde 30.000 hectáreas de la provincia están ocupadas con cultivos de arroz, distribuidas desde el norte al centro de la provincia. Una de las principales áreas arroceras de la provincia es San Javier, adonde el cultivo es casi por completo convencional. Solo un par de familias decidieron implementar métodos agroecológicos, una de ellas es la que consideraron los investigadores del INALI y la UNL para desarrollar esta y otras investigaciones anteriores.

“Afectar la biodiversidad nos está llevando a un camino de autodestrucción. Sin transgénicos ni agrotóxicos se puede producir sano y con biodiversidad”, agrega el investigador Rafael Lajmanovich, profesor titular de la Cátedra de Ecotoxicología en la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL, y comenta que, junto con otros colegas, hace años que se interesan en la relación entre la fauna silvestre y los agroecosistemas. “En el año 2005, ya habíamos publicado uno de los primeros trabajos de la Argentina, en el que demostrábamos cómo es el control biológico que ejercen las ranas y los sapos en los cultivos, y la paradoja era que estas especies se alimentan de los insectos plaga, pero son afectadas por los pesticidas”, ejemplifica el especialista, y recuerda que ese fue el tema central de la tesis doctoral de Andrés Atademo, que es primer autor de otro estudio de este grupo, publicado en el año 2015, que aporta datos sobre el rol de la biodiversidad en producciones agroecológicas.

Curutié colorado (Certhiaxis cinnamomeus), un ave predominanemente insectívora registrada con mayor frecuencia en la arrocera agroecológica. Foto:Gentileza INALI.

“Fue un trabajo similar al de aves, en el que demostramos que en el cultivo agroecológico hay mayor diversidad de especies silvestres de anfibios, que son controladores naturales de plagas”, detalla Lajmanovich, que participó en ambas investigaciones. “El trabajo con anfibios tuvo un enfoque taxonómico: comparamos número y diversidad de especies. En el caso de las aves, usamos un enfoque funcional”, aclara Lorenzón y agrega que, para publicaciones futuras, están usando ambos enfoques, ya que desde los dos se obtiene información complementaria que puede contribuir a responder diferentes preguntas acerca del funcionamiento de los agroecosistemas.

«Nuestro equipo se ocupará de evaluar la diversidad taxonómica de las aves con mayor profundidad», ejemplifica el investigador del INALI y adelanta que, dentro del marco del mismo proyecto, otro grupo de colegas ya está investigando sobre insectos, algo que va a aportar “mucha luz” a la producción, ya que algunos se alimentan de otros que son dañinos para las plantaciones. “Estas investigaciones son beneficiosas desde el punto de vista de la biodiversidad, ya que dan cuenta de cómo las arroceras pueden apoyar a la conservación de la biodiversidad y, también, hay que seguir estudiando qué beneficios se obtienen en términos productivos”, afirma Lorenzón, y concluye: “Con estos pequeños aportes queremos ayudar a los productores a valorizar su forma de producción, con todo lo que cuesta llevar adelante las iniciativas agroecológicas”.


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