El control de enfermedades transmitidas por insectos vectores, como dengue y chagas, involucra desde la capacitación de personal militar en tareas de prevención, hasta el desarrollo de trampas para larvas de mosquitos entre el CONICET y el INTI.
Agencia TSS – Los insectos no suelen gozar de buena fama. Pican, molestan y hasta asustan. Pero hay algunos que, además, son pequeños portadores de grandes males. Se trata de los insectos vectores, que portan microorganismos patógenos en su interior y transmiten enfermedades. En la Argentina, los exponentes más tristemente célebres de este clan son el mosquito del género Aedes, vector del dengue y chikungunya; y la vinchuca, vector del chagas. En tanto, la zona más afectadas es el norte del país, ya que las regiones más propicias para el desarrollo de estos insectos son las de clima tropical y subtropical, con escaso acceso al agua potable y a condiciones de saneamiento.
A raíz de este problema sanitario, el Ministerio de Defensa de la Nación decidió poner el foco en la prevención y control de enfermedades vectoriales a través de la implementación de cursos de capacitación para el personal militar. Involucrar al sector de Defensa en la iniciativa resulta crucial porque se trata de actores que llegan a lugares remotos del país, como ríos y zonas de frontera donde es fundamental monitorear y controlar a la población de insectos vectores.
La capacitación forma parte del Proyecto Estratégico de la cartera de Defensa y abarca dos grandes aspectos. Uno es el aspecto médico, destinado a profesionales de la salud, que tiene que ver con el diagnóstico y tratamiento de estas enfermedades. Está a cargo de Alfredo Seijo, jefe del Servicio de Zoonosis del Hospital Muñiz. El otro aspecto es el entomológico, que se ocupa del insecto vector: saber en qué lugares está, cuál es la población y cómo se la puede controlar. Esta parte está destinada a personal que no necesita una especialización previa y es impartida por expertos del Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas (CIPEIN-CONICET).
“El personal que recibe la capacitación conforma equipos de trabajo que tienen como función monitorear poblaciones de insectos vectores, detectar cuáles están circulando y la posibilidad de tomar acciones de control. Esa formación está prevista para los ámbitos militares, pero estamos articulando con el Ministerio de Salud de la Nación para que también pueda ser utilizada por la población civil”, le dijo a TSS el doctor Eduardo Zerba, director del CIPEIN, en el marco de las jornadas Nuevos Escenarios Sanitarios del Siglo XXI, realizadas en la Escuela de Defensa Nacional el 16 y 17 de septiembre pasados.
Los especialistas ya realizaron capacitaciones en Tartagal (Salta) y en Posadas (Misiones), y también se harán en la provincia de Santiago del Estero. “Es full time y dura una semana, pero lo que hacemos es dejar una agenda de continuidad de capacitación local”, indica Zerba. El proyecto comenzó este año y se tomó como objetivo a la zona norte de la Argentina, por ser la más afectada. Para seleccionar a las regiones en las que se darían los primeros cursos se basaron en la presencia de actores civiles que pudieran continuar con la capacitación.
Zerba hace hincapié en que algo fundamental para mejorar el control y la prevención de este tipo de enfermedades es la participación de los distintos sectores de la población en su conjunto. “La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que para poder controlar a los insectos vectores hay que hacer un manejo integral, con un enfoque multisectorial. No se le puede dejar toda la responsabilidad a un solo actor como el Ministerio de Salud. Tiene que haber contribución desde la propia población que está en riesgo y hasta de distintos tipos de efectores institucionales, como el personal militar”, remarca.
Mientras definen junto al Ministerio de Defensa las próximas zonas a las que llevarán las capacitaciones, en el CIPEIN desarrollan herramientas tecnológicas para la lucha contra los insectos vectores. “En este momento estamos trabajando en una ovitrampa larvicida, junto a especialistas de INTI Plásticos, como herramienta de control. Es un recipiente que libera pequeñas cantidades de un biolarvicida que es muy efectivo e inocuo, recomendado por la OMS para ser utilizado en agua potable. El año pasado empezamos con los ensayos de campo en la provincia de Jujuy y ahora estamos trabajando también en Buenos Aires”, concluye Zerba.