Fuera de modelo: La industria para la defensa en la era libertaria

El proyecto de Ley Ómnibus que Milei envió al Congreso buscó la privatización de las empresas nacionales de defensa, lo que significaría que la Argentina liquide buena parte su industria militar, a contramano de lo que sucede en el mundo. La cuestión no está saldada porque el Gobierno insistirá con las privatizaciones.

Por Carlos de la Vega  
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Agencia TSS – En la Argentina se conoce bien desde la década de 1990 –durante la presidencia de Carlos Menem– qué significa el vocablo ”privatización” cuando se trata de empresas o sectores estratégicos. Es un eufemismo de “liquidación”.

El 27 de diciembre de 2023, el presidente argentino Javier Milei envió al Congreso de la Nación un proyecto de ley con múltiples temas con el declarado propósito de refundar la Argentina bajo las viejas premisas del laissez faire económico, que bien puede traducirse como “una destrucción planificada”.

En el Anexo I de ese intento de mega norma se enumeraban las empresas estatales del gobierno nacional sujetas a privatización. Eran 41, entre ellas, la Fábrica Argentina de Aviones “Brig. San Martín” S.A. (FAdeA), Fabricaciones Militares S.E. (FM) y Talleres Navales Dársena Norte S.A.C.I y N. (TANDANOR), la cual, se encuentra unida al Astillero “Al. Storni” en el Complejo Industrial Naval Argentino (CINAR). De la razia se salvaban INVAP, joya tecnológica indiscutida de Argentina, por ser una empresa de la provincia de Río Negro; e IMPSA, con porcentaje accionario minoritario de la provincia de Mendoza.

La ley finalmente se estrelló en la Cámara de Diputados de la Nación, tanto por la férrea oposición de la coalición Unión por la Patria, como por la sorprendente entropía del oficialismo y sus aliados más o menos explícitos. Sin embargo, la cuestión de las privatizaciones no está saldada ya que Milei ha proclamado que seguirá adelante con su plan.

La liquidación, vía privatización, del entramado industrial militar argentino, va a contramano de lo que están haciendo en el mundo los países que esperan tener algún lugar en él, por modesto que sea. En la nueva distribución internacional las industrias nacionales para la defensa cumplen un rol fundamental y están siendo apuntaladas desde y por el Estado. No se trata de hacer lo que el mundo hace con mentalidad de manada, sino en constatar como el poder nacional de los países en cuestión se ha ido incrementando merced a políticas públicas impulsoras del desarrollo y la producción local para la defensa.

Para ver que hacen los países que acumulan poder en lo militar y evaluar que tan lejos de eso está la gestión libertaria de la Argentina es posible distinguir los modelos más paradigmáticos que se pueden hallar en el mundo en la estructuración y gestión de los complejos de desarrollo y producción para la defensa.

En principio podríamos distinguir cuatro variantes: el estadounidense, el francés/israelí, el chino/ruso y el multifacético latinoamericano. Por supuesto, estos modelos son aplicables sólo a los países que tienen un sistema de producción para la defensa.

La Fábrica Argentina de Aviones “Brig. San Martín” S.A. (FAdeA) es una de las empresas que el Gobierno pretendió privatizar. Foto: FAdeA.

Estados Unidos, primacía privada con omnipresencia estatal

Es un modelo basado en empresas privadas pero con una injerencia estatal tan importante que aquellas compañías bien podrían ser llamadas corporaciones paraestatales con titularidad privada de la propiedad.

Estados Unidos es la mayor potencia militar del planeta y la injerencia del gobierno en sus empresas para la defensa ha sido tan alta que, tras la caída del Muro de Berlín, cuando se avizoraban fuertes recortes presupuestarios en el sector por parte de Washington, Leslie Aspin, secretario de Defensa en tiempos de la primera presidencia de Bill Clinton, organizó una cena durante 1993 con los ejecutivos de las principales compañías norteamericanas del rubro para indicarles que debían achicar sus estructuras y fusionarse para disminuir costos.

Ese encuentro se conoce en el mundillo militar internacional como “la última cena” y los lineamientos trazados en esa ocasión fueron cumplidos a rajatabla en las siguientes décadas. De libre iniciativa empresarial poco y nada, más bien el Estado orientando y ordenando.

No obstante, la promiscua vinculación entre lo que el expresidente norteamericano Dwight Eisenhower denominara el “complejo industrial-militar” en su célebre discurso de despedida de la presidencia, del 17 de enero de 1961, y el gobierno estadounidense, incluidas sus versiones estaduales y hasta municipales; la relación entre ambos no ha sido, ni sencilla, ni lineal. La dinámica de las “puertas giratorias”, por la cual los funcionarios políticos pasan a ocupar cargos ejecutivos en empresas privadas al dejar sus puestos anteriores, y viceversa, favoreciendo en el camino, en general, a los intereses del sector privado, está sumamente difundido.

Otro tema que en ese país ha pasado de ser una preocupación a constituirse en un condicionante de la viabilidad de los proyectos tecnológico-industriales para la defensa, son los costos. La propiedad privada de las empresas del sector, con su búsqueda constante y a cualquier precio de la rentabilidad, ha llevado a muchos especialistas a señalar este hecho como una de las razones de la multiplicación exponencial del costo de los sistemas de armas en los últimos 50 años.

Por ahora, y apuntalado por la mayor economía del mundo, Estados Unidos no ha colapsado bajo el peso de sus gastos militares pero es perfectamente factible que ello pueda ocurrir en un lapso no tan lejano. La sombra de lo que le ocurrió en este aspecto a la Unión Soviética empieza a proyectarse sobre su otrora vencedor capitalista.

Talleres Navales Dársena Norte S.A.C.I y N. (TANDANOR), que se encuentra unida al Astillero “Al. Storni” en el Complejo Industrial Naval Argentino (CINAR) es una empresa clave de la industria naval local, que también forma parte del grupo de empresas estatales que el Gobierno quiere pasar a manos privadas.

Francia/Israel, conducción estatal, producción pública y privada

Aunque Francia e Israel sean dos países muy distintos, en el diseño de sus sistemas de producción para la defensa tienen una significativa similitud. En ambos hay un organismo estatal rector del sector, en los dos la columna vertebral del entramado productivo para la defensa es estatal, y también hay importantes empresas privadas.

En Francia, el organismo rector es la celebérrima DGA (Direction Général de l’Armement/Dirección General del Armamento) perteneciente el Ministerio de las Fuerzas Armadas galo.

La DGA es un organismo netamente técnico bajo conducción civil, que en 2022 ostentaba 18 delegaciones en toda Francia, 10.206 empleados, entre civiles y militares, 80 proyectos en gestión o supervisión, 16.000 millones de euros de adquisiciones militares a su cargo y 1.100 millones de euros en inversión en investigación y

desarrollo; que participa, a su vez, en la promoción comercial en el exterior de los bienes y servicios elaborados por la industria para la defensa francesa.

Con respecto a las empresas, dos de los principales bastiones de la defensa francesa y europea son Airbus y Thales. En la primera (cuya denominación societaria actual es EADS – European Aeronautic Defense and Space Company), especializada en el rubro aeroespacial y militar; en el año 2020 el Estado francés poseía el 11% de las acciones, el alemán el 10,9% y el español el 4,1%. Este porcentaje accionario le permite a los países socios controlar de hecho a la compañía, e incluso en los últimos años se ha estado negociando el incremento de esas participaciones societarias.

En Thales, especializada en cuestiones de electrónica e información para la defensa, aunque cotiza en bolsa, el control de la compañía es compartida entre el Estado francés y la empresa privada gala Dassault. En el rubro naval, Naval Group, es uno de los mayores astilleros de Europa, propiedad del Estado francés en un 62,2% y de Thales en un 35%.

El sector francés de la defensa, asimismo, cuenta con importantes empresas privadas de proyección mundial. Uno de los más paradigmáticos de estos grupos es la citada Dassault, otrora diseñador y fabricante de los aviones cazabombarderos Mirage que sirvieron en la Fuerza Aérea Argentina. Si bien empezó y tiene su eje en la aeronáutica, la empresa se diversificó en diversos rubros en las últimas décadas.

En el modelo israelí hay dos organismos públicos que se destacan: el DOPP (Department of Production and Procurement/Departamento de Producción y Adquisiciones) y el SIBAT (Internacional Defense Cooperation Directorate/Dirección de Cooperación Internacional para la Defensa). El primero se encarga de las adquisiciones de material militar y la supervisión e impulso de los programas de desarrollo y fabricación, tanto sea que se realicen en empresas estatales como privadas. El segundo promueve las exportaciones de armamento israelí.

Las empresas para la defensa israelíes, a su vez, tiene dos grandes ramas: una protagonizada por la estatal Israel Aerospace Industries (IAI) y la otra por la privada Elbit. En ambos casos se trata de compañías que constituyen las cabeceras de holdings integrados por un numeroso conjunto de otras empresas. En medio de ellas se destaca Rafael, una compañía más pequeña perteneciente al Ministerio de Defensa israelí, especializada en la producción de sistemas de defensa aérea como los famosos misiles aire-aire Python.

Airbus (cuya denominación societaria actual es EADS – European Aeronautic Defense and Space Company) está especializada en el rubro aeroespacial y militar. En el año 2020 el Estado francés poseía el 11% de las acciones, el alemán el 10,9% y el español el 4,1%. Este porcentaje accionario le permite a los países socios controlar de hecho a la compañía.

China/Rusia, Estado omnipresente

Tanto en Rusia como en China las principales empresas industriales de la defensa están en manos del Estado. En el gigante asiático, las más importantes son: AVIC (Aviation Industry Corporation of China/Corporación de la Industria de Aviación de China), CETC (China Electronics Technology Group Corporation/Corporación Grupo de Tecnología Electrónica de China), Norinco (China North Industries Group Corporation/Corporación del Grupo de Industrias del Norte de China) y CSGC (China South Industries Group Corporation/Corporación del Grupo de Industrias del Sur de China).

En Rusia las más relevantes son Amaz-Antey, UAC (United Aricraft Corporation) y OCK (United Shipbuilders Corporation/Corporación de Fabricantes de Barcos Unidos).

Es obvio que en la vida de las empresas para la defensa de estos dos países late, todavía, la influencia del período comunista. Sin embargo, en ambos casos el

reposicionamiento internacional de Rusia y China en las últimas décadas llevó a profundos procesos de modernización en esas industrias.

El caso chino es particularmente interesante. Cuando Deng Xiaoping llegó en 1978 a la jefatura del gobierno puso en marcha un programa de eficientización y avance de sectores estratégicos denominado las “Cuatro Modernizaciones”, que abarcaron la agricultura, la industria, la ciencia y la tecnología, y la defensa. En este último,lo relativo a investigación, desarrollo y producción se encontraba especialmente desarticulado, obsoleto, con dificultades de calidad y productividad, y escasez de personal bien formado. Cuarenta años después, la industria para la defensa china, bajo conducción estatal, ha dado un salto cualitativo gigantesco, el cual, si bien aún no ha permitido superar todos sus problemas, la ha acercado a los estándares de las mejores del mundo.

América Latina, diversidades dispares

En América latina hay una diversidad de modelos, mucho de los cuales han mutado fuertemente a lo largo de la historia reciente. Entre los países de la región con industrias para la defensa significativas están Brasil, la Argentina y Chile.

Brasil ha edificado, por lejos, la industria de defensa más avanzada de la región y una de las más relevantes entre las naciones en vías de desarrollo. Aunque su diseño del entramado productivo para la defensa se ha basado en empresas privadas, el sector estatal ha cumplido un rol fundamental a través de incentivos y orientaciones precisas. Un caso paradigmático es el de EMBRAER, la empresa de aeronáutica y defensa brasileña de mayor importancia y proyección internacional. Privatizada en la década de 1990, el Estado conservó, no obstante, una acción de oro (goldenshare) por la cual el gobierno puede vetar cualquier decisión del directorio que considere inadecuada para los intereses estratégicos de la compañía o del país. Únicamente el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro se negó a emplear dicha facultad frente a la posibilidad de adquisición de EMBRAER por parte de Boeing, en 2019, operación que finalmente se frustró por problemas internos de la compañía estadounidense.

EMBRAER es la empresa de aeronáutica y defensa brasileña de mayor importancia y proyección internacional en América Latina. Privatizada en la década de 1990, el Estado conservó, no obstante, una acción de oro que puede vetar decisiones del directorio.

La Argentina, poseedora hasta la década de 1980 de una diversificada y amplia industria para la defensa construida a lo largo del siglo XX bajo el modelo de la autarquía militar; padeció durante el proceso privatizador de los ’90 el desguace del sector, llevándolo casi a su destrucción total. Sin embargo, a partir de la primera década del siglo XXI, se inició un proceso de recuperación y reconstrucción que permitió volver a contar con al menos una empresa rectora en la mayoría de los segmentos estratégicos (aeronáutica, naval y tierra). A esto se le sumó un nuevo actor, la estatal INVAP que en una década desarrolló desde cero radares militares y civiles habiendo alcanzado, 20 años después, la madurez para comenzar a exportar.

A pesar de que Chile, tras la dictadura de Pinochet en los ‘70, se ha mostrado como el ejemplo paradigmático de sociedad neoliberal, lo cierto es que en materia de defensa, mantuvo e hizo crecer empresas estatales, tanto en lo aeronáutico (ENAER), como en lo naval (ASMAR) y lo terrestre (FAMAE).

Aunque Chile ha mantenido la propiedad de esas empresas en manos de las fuerzas armadas según cada rubro, un modelo arcaico y poco recomendable; esta práctica ha tenido algunas particularidades que han buscado conjurar los típicos problemas que aparecen en las empresas productiva en manos de militares. Por ejemplo, una de las prácticas que hace sumamente difícil constituir una gerencia profesionalizada y especializada en las empresas de gestión militar es la rotación típica de los puestos

castrenses. Chile ha tratado de evitar caer en esta dificultad dando a los militares en puestos de conducción de las mencionadas compañías una continuidad en sus roles que no tienen en otras posiciones castrenses. Para citar sólo un caso, el Gral. Henry Cleveland, presidente de ENAER, hace 11 años que presta servicios en la empresa.

Múltiples variantes

El mundo ya está plenamente inmerso en una confrontación entre bloques geopolíticos. Esto tiene impactos concretos en la reorganización de los entramados productivos para la defensa de los distintos países, que se tornan fundamentales para la disputa por el poder y la preservación de la soberanía. Algunas de estas consecuencias poseen antecedentes previos. Por ejemplo, el agrupamiento de empresas que surgió de la “ultima cena” para obtener escalas productivas más grandes a fin de enfrentar los achicamientos presupuestarios en los años posteriores a la caída del mundo soviético, que no sólo se realizó en Estados Unidos, sino que se replicó también en los complejos industriales del resto de los países de la OTAN. Esto llevó a un esfuerzo de internacionalización de las principales empresas occidentales para la defensa, con el propósito de compensar en los mercados foráneos lo que perdían de ventas en los nacionales. La británica Bae Systems se destacó en este proceso, expandiéndose en Estados Unidos con tal éxito que en la actualidad es la única empresa extranjera considerada oficialmente como parte de la base industrial para la defensa norteamericana.

También se ha dado el surgimiento de nuevos actores nacionales, como Corea del Sur y Turquía. En todos estos casos, aunque haya empresas privadas involucradas en algunos nichos específicos de actividad, son las compañías estatales y el propio Estado quienes sostuvieron el esfuerzo para la creación y consolidación de un entramado de investigación, desarrollo y producción para la defensa moderno y eficaz.

Turquía es uno de los casos con una trayectoria llamativa que puede ser un referente a tener en cuenta por los países latinoamericanos que aspiren a contar con una industria para la defensa propia que sea competitiva. En 1952, tras unirse a la OTAN, prácticamente desmanteló su industria para la defensa para pasar a depender de las compras a empresas estadounidenses. Pero, en 1974, a causa de su intervención en la guerra civil de Chipre, se declaró contra ella un bloqueo armamentístico propiciado por las potencias occidentales que obligó a Ankara a reconstruir la industria para la defensa turca. Desde entonces comenzó un rápido proceso de desarrollo que ha sorprendido recientemente con sus logros, como los drones provistos a Ucrania en su enfrentamiento con Rusia.

Claridad y determinación

Las auguradas privatizaciones del complejo industrial argentino para la defensa por parte del Gobierno de Milei vuelven a dejar al país en el peligro cierto de quedar fuera del mapa de la construcción de poder internacional. Sin negar que muchas de las empresas que conforman ese entramado productivo requieren importantes modernizaciones, sobre todo desde lo organizacional y cultural, además de proyectos significativos para incrementar sus capacidades; lo cierto es que en el seno de un Gobierno que sistemáticamente denosta la generación de valor que proveniente del conocimiento y la tecnología, no se puede esperar otra cosa que las privatizaciones anunciadas sean sinónimo de involución y pérdida, y no del progreso necesario y anhelado.

De todas formas, la resiliencia argentina ha demostrado ser alta y la última palabra lejos esta de haber sido dicha. Ahora bien, sea que estas empresas puedan ser preservadas, o deban ser reconstruidas en un futuro, el conocimiento sobre cómo se está moviendo el sector en el mundo y los entramados geopolíticos en disputas en el mismo, debe ser muy diáfano, así como la voluntad para volver a avanzar cuando llegue un momento más propicio tiene que ser bien determinada, si es que no se quieren perder las oportunidades que puedan forjarse.

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