Los candidatos

Alberto Kornblihtt, en Ciencias Biológicas y de la Salud, y Mario Pecheny, en Ciencias Sociales y Humanidades, fueron los candidatos elegidos por sus pares para integrar el directorio del CONICET, en una elección que tuvo un inédito 80% de participación. Sus críticas a la gestión actual y cuál es la política científica que buscan promover frente al ajuste en el sector.

Por Nadia Luna y Bruno Massare  
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Agencia TSS — Cae la tarde en Ciudad Universitaria y desde las ventanas del edificio todavía a medio construir que ocupa el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA apenas se distingue el Río de la Plata. Su director es Alberto Kornblihtt, quien recibió a TSS en su oficina, acompañado por Mario Pecheny. Ambos son investigadores del CONICET pero su objeto tiene poco en común: Kornblihtt es doctor en Ciencias Químicas y Pecheny doctor en Ciencia Política (se desempeña en el Instituto Gino Germani de la UBA). Pero ahora tienen algo que los une: ambos resultaron electos como candidatos al directorio del CONICET por las áreas de Ciencias Biológicas y de la Salud, y de Ciencias Sociales y Humanidades, respectivamente.

El CONICET es el principal órgano científico del país y su directorio está integrado por nueve miembros: un presidente, dos vicepresidentes y seis directores (cuatro de ellos deben ser investigadores activos). La elección que tuvo como triunfadores a Kornblihtt y a Pecheny probablemente haya sido la más politizada en la historia del organismo, tanto por la situación de ajuste que vive el sistema científico-tecnológico como por el antecedente del hoy diputado Roberto Salvarezza, quien en el año 2016 ganó los comicios como representante de Ciencias Exactas y Naturales pero nunca fue nombrado por el Poder Ejecutivo.

Los dos candidatos fueron elegidos por el 66% de los votantes, con una diferencia importante respecto de los segundos. Sin embargo, en el caso de Kornblihtt (1626 votos), se trató del candidato más votado en la historia del CONICET para integrar el directorio, en una elección en la que se pasó del histórico 60% de participación a un 80% en esta oportunidad.

Durante la campaña, tanto Kornblihtt como Pecheny fueron sumamente críticos de la gestión actual del MINCYT y el CONICET y también tuvieron un rol activo en el debate sobre el proyecto para la legalización del aborto –ambos expusieron en las audiencias– que recientemente obtuvo media sanción en Diputados. En esta entrevista hablaron sobre la situación actual del sistema de ciencia y tecnología, los reclamos de la comunidad científica, la herencia y las deudas del Gobierno anterior, y la necesidad de debatir el rumbo de las políticas para el sector.

«La reducción de ingresos a carrera y la falta de fondos para el mantenimiento de institutos son realidades impactantes, pese a que por las declaraciones del ministro Barañao parece como si no pasara nada», dice Kornblihtt.

¿Por qué decidieron presentarse como candidatos al directorio del CONICET? ¿Es la primera vez que lo hacen?

Pecheny: Sí, es la primera vez. La idea surgió a partir del malestar que teníamos ante lo que veíamos como una degradación de nuestras condiciones de trabajo. Sentimos la necesidad de tomar las riendas de los lugares donde trabajamos y ocuparnos de que no se vengan abajo. Durante ese proceso surgió la posibilidad de que yo fuera candidato, pero fue una construcción colectiva.

Kornblihtt: En mi caso, también es la primera vez. Un poco por insistencia de mis compañeros, quienes consideraban necesario tener un representante que pudiera defender al CONICET de ataques que se manifiestan a través de un ajuste presupuestario y un desprestigio de los investigadores que ha surgido desde el seno de las autoridades. Yo lo considero una carga pública, un trabajo que no es mi ambición máxima porque me gusta mucho hacer investigación, pero también me importa la política académica. Algo fundamental es que nuestras plataformas no fueron algo individual, sino que respondieron a una elaboración colectiva junto con nuestros respectivos comités de campaña.

¿Evaluaron el costo académico que implicaría dedicarle tiempo a esta nueva actividad?

Pecheny: No lo evalué pero tampoco me preocupa. Voy a seguir investigando y dando clases, quizás no a la misma velocidad.

Kornblihtt: Yo tampoco pienso dejar de investigar ni de dar clases. Creo que los investigadores que somos directores de grupos o institutos tenemos, de por sí, una tarea burocrática y de gestión inmensa, y me apoyo en la hipótesis de que, cuando una persona tiene capacidades múltiples y agrega algo más, lo puede hacer.

¿Creen que hay posibilidad de que se repita lo que pasó con Salvarezza y que el Poder Ejecutivo no los designe?

Pecheny: No debería pasar. Las comunidades respectivas de investigadoras e investigadores se han expresado en un proceso electoral del que participó más del 80%, cuando la participación histórica ha sido del 60%. Lo de Salvarezza fue grave y si eso se repite rompería la institucionalidad del CONICET de manera flagrante.

Kornblihtt: Para mí, hubo discriminación política e ideológica aunque lo nieguen. Pienso que el expediente para el nombramiento va a salir hacia el Poder Ejecutivo. Lo que no puedo predecir es si el presidente o el jefe de Gabinete pueden llegar a optar por estirarlo todo lo posible para no nombrar a nadie. Tampoco creo que nombren a un candidato que no haya sacado la mayoría de votos y pienso que esas personas no aceptarían. Por otro lado, existen rumores de que se quiere modificar la composición del CONICET, con lo cual también se estarían cambiando las reglas del juego porque no es lo mismo presentarse a elecciones para un directorio de ocho personas que para uno de doce, donde el peso específico sería menor.

Durante la campaña visitaron institutos de investigación de diversas provincias. ¿Cuáles fueron los reclamos?

Pecheny: En términos de urgencia, dos caras del mismo problema son la reducción drástica de las vacantes para ingresar a la Carrera de Investigador del CONICET y la incertidumbre ante la falta de claridad en las reglas de juego. Esto produce malestar en los jóvenes y también en quienes ya estamos en la carrera y se nos corta la posibilidad de crear equipos para seguir desarrollando líneas de trabajo. Hoy está el concurso en marcha otra vez y no está claro qué tipo de postulación hay que preparar. También aparecía la incertidumbre sobre las fechas (los resultados de esta convocatoria se conocerán recién en 2019) y el desequilibrio regional. En ciencias sociales, el CONICET está muy concentrado en el área metropolitana de Buenos Aires.

Kornblihtt: En mi área específica, la preocupación por la pérdida de poder adquisitivo de los subsidios es muy recurrente. También lo son las dificultades para importar insumos, que nunca fueron solucionadas y que ahora se han hecho más críticas porque los subsidios no alcanzan. En las provincias hay situaciones específicas, como problemas edilicios graves y vehículos que no se pueden reparar. Muchos se sienten desfavorecidos a causa de la distancia del lugar donde se toman las decisiones, que es Buenos Aires. Algunos son reclamos históricos pero ahora se agudizaron porque hay una coyuntura de desesperanza. La reducción de ingresos a carrera y la falta de fondos para el mantenimiento de institutos son realidades impactantes, pese a que por las declaraciones del ministro Barañao parece como si no pasara nada.

Para Pecheny, «el directorio se ha manifestado más bien como un organismo disciplinador».

¿Qué piensan con respecto a los temas estratégicos en la convocatoria? Son la mitad de los que se concursan…

Kornblihtt: No está mal que haya temas estratégicos pero no pueden ser un número tal que haga que, a una sábana que de por sí es corta, la reduzca todavía más. Por otro lado, un tema estratégico tiene que tener, en todo caso, no solo la designación de un puesto con un sueldo, que es bajo, sino también una inversión estratégica, como sucedió, por ejemplo, con la creación de Y-TEC o de ARSAT. Sin embargo, no vemos que eso esté sucediendo. En este contexto, el directorio no ha tenido, salvo raras excepciones con Dora Barrancos, una voz disidente frente a estas iniciativas de irresponsabilidad y ajuste en el diseño de políticas.

Pecheny: Yo diría que el directorio se ha manifestado más bien como un organismo disciplinador, como si trataran que los investigadores y becarios hagamos caso a una política en lugar de tratar de nutrirse de nuestras propuestas.

Desde el área de las Ciencias Sociales también han sido muy críticos con respecto a que el establecimiento de áreas estratégicas las dejó bastante de lado.

Pecheny: Sí, el listado de temas no es consistente y tiene distintos grados de generalidades, donde las ciencias sociales y las humanidades tienen un peso muy reducido, incluso dentro de temas como salud.

¿El Ministerio de Modernización ha estado realizando visitas a institutos del CONICET? ¿Cuál creen que es el objetivo?

Kornblihtt: Están yendo a cuantificar cuestiones administrativas y de presentismo que van en contra de la dinámica de la investigación. La actitud de Modernización va de la mano con la campaña de desprestigio que existe sobre investigadores y becarios, que en cierta medida es permitida por las autoridades cuando hablan de ciencia útil e inútil. El propio presidente del CONICET dijo que los investigadores no han hecho otra cosa que publicar papers y toda una serie de afirmaciones que tienden a hacer que el ciudadano común desconfíe del aporte de la ciencia a la sociedad argentina. La injerencia de Modernización permite ver que los sectores del poder no entienden muy bien qué es la actividad científica.

Pecheny: Es ridículo controlar cosas como el presentismo. En las ciencias sociales, cuando un historiador trabaja puede estar en un archivo y una antrópologa puede estar haciendo trabajo de campo. No van a ser más productivos por cumplir horarios de oficina.

En sus apariciones públicas, el ministro Barañao niega que haya un ajuste pero en la última reunión con directores de institutos del CONICET reconoció que hay una situación comprometida en cuanto a fondos. ¿Por qué este doble discurso?

Kornblihtt: Yo entiendo que el ministro no saque los pies del plato pero lo que no puedo entender es que el presidente del CONICET no se ponga al frente del reclamo de presupuesto, como sí lo hace un decano o un rector.

Pecheny: Ante un ajuste presupuestario, los ministros suelen tener una actitud genuina de explicar a otros funcionarios por qué la actividad es importante para el Estado. Sin embargo, no pareciera ser el caso de las autoridades de ciencia y técnica.

Kornblihtt: Pensándolo bien, me retractaría de no pedirle al ministro que se juegue, porque en otras áreas sí sucede. El ministro de Salud habló en la Cámara de Diputados con un discurso a favor de la legalización del aborto que no coincide con el pensamiento del presidente Macri. Ser ministro no implica que no se pueda tener una voz disidente. Bastaría que reconociera que la plata no alcanza para que se habilite el reclamo por más presupuesto en el Congreso.

El ajuste también afecta a la innovación en las empresas, ya que se dará de baja la línea de subsidios (ANR) que otorgaba el MINCYT a través de la Agencia.

Kornblihtt: Durante el Gobierno anterior, algunos de nosotros éramos muy críticos acerca de que para promover la transferencia tecnológica se generaran subsidios para empresas privadas, porque, en realidad, lo que debiera ocurrir es que las empresas tendrían que invertir dinero de sus ganancias para promover proyectos de investigación en conjunto con la academia. La crítica era porque eso implicaba menos fondos para otros programas de financiamiento de la ciencia, pero en la situación actual hago otra lectura: ni siquiera invierten para sostener el discurso de la transferencia tecnológica.

«Lo que vemos en la Argentina es una característica bastante triste de nuestra comunidad científica organizada en sociedades», dice Kornblihtt (derecha).

¿Qué cosas faltaron en la gestión del Gobierno anterior?

Kornblihtt: Las deudas tuvieron que ver con el decaimiento de los salarios, que se sintió y ahora se siente mucho más. Tampoco hubo un empuje suficiente para la incorporación de doctores, ni en la industria privada ni en la administración pública. Otro aspecto importante fue que había unos 2000 administrativos de CONICET con un régimen de contratación anual a los que no se les dio la oportunidad de pasar a planta a través de un concurso y hoy dependen de la buena voluntad de sus jefes. Pero había un aliciente: durante la gestión anterior se construyeron 90.000 metros cuadrados de edificios en todo el país y la justificación que daba el ministro en su vida anterior era: “Si estamos repatriando científicos tenemos que tener lugar”. Yo rescato ese marco epistemológico en el que se desarrollaba la actividad del científico, más allá de las dificultades, que las había. Antes ocurría en un marco de expansión, mientras que ahora es en uno de ajuste, retracción y disciplinamiento.

¿Qué efecto tiene este nuevo marco en los grupos de investigación? ¿Impacta en términos de producción científica o de investigadores que se plantean no regresar?

Kornblihtt: Con respecto a gente que no quiere volver, tengo evidencias de que está ocurriendo. Siempre fue dificultoso regresar al país pero ahora es mucho menos atractivo. En el caso de mi laboratorio, no somos un ejemplo de una situación crítica, pero sí ocurre en otros y creo que hay cierta desesperanza generalizada.

Pecheny: Lo que sucede es que quienes están a las puertas de un ingreso empiezan a evaluar otra opción ante la posibilidad de no poder tener una vida académica. La actividad profesional siempre pagó mejor y la incertidumbre vuelve a transformar la carrera académica en una quimera.

¿Qué importancia tiene que los científicos hayan sentido la necesidad de organizarse, de salir a la calle a reclamar?

Kornblihtt: Yo siempre tuve una posición política bastante clara pero siempre digo en chiste que a este Gobierno debo agradecerle que me haya juntado con gente que piensa parecido pese a tener distintos orígenes políticos. Yo vengo de una familia comunista, en CyTA (Ciencia y Técnica Argentina) hay muchos que vienen del peronismo y también hay gente independiente. La lucha que llevamos adelante tiene que ver con tener una posición digna frente a la realidad que nos circunda y eso es lo que encuentro en común con muchas personas.

Pecheny: Hay una repolitización y hemos visto una movilización inédita en el sector científico. Es una realidad muy distinta a la de hace 20 años, cuando entré al CONICET y éramos muy pocos.

Sin embargo, no parece existir una respuesta articulada de manera institucional, como la que encarna, por ejemplo, la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia.

Kornblihtt: Lamentablemente, salvo la Asociación Física Argentina, las sociedades científicas en el área de ciencias biológicas son terriblemente prescindentes. En general, la gente que ocupa cargos directivos es muy temerosa de manifestarse frente a grandes problemas y eso es una gran diferencia con Brasil pero también con Estados Unidos, donde, cuando peligran los presupuestos de investigación, las sociedades científicas van a golpear la puerta de sus legisladores. Lo que vemos en la Argentina es una característica bastante triste de nuestra comunidad científica organizada en sociedades.

¿Cuáles serán sus prioridades a la hora de asumir?

Pecheny: Debemos articular hacia adentro y hacia afuera. Recuperar un papel de representantes en un sentido fuerte, de traer la voz de la comunidad científica y que el directorio recupere un papel rector. Y hacia afuera, de ir a ver a los actores que toman las decisiones en materia presupuestaria. Considero que hay margen para que salga una ley de financiamiento de ciencia y tecnología.

Kornblihtt: Otra prioridad es que haya más transparencia para que quienes son destinatarios de las decisiones que toma el directorio del CONICET puedan entenderlas y no aparezcan como meras arbitrariedades. También, jugar un papel catalítico sobre otros actores del directorio para que no asuman posiciones totalmente condescendientes con lo que propone la presidencia. Este no es un momento para entrar al directorio del CONICET y ser un mero administrador, sino que es un momento de plantear los problemas políticos ligados con la ciencia y la tecnología. Por eso, una tercera cuestión importante para mí es el blanqueo del discurso de la máxima autoridad: el presidente del CONICET tiene que poder decir que estamos en una situación crítica y que se quiere trabajar en conjunto para salir de ella.

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