En medio de la crítica situación que atraviesa el área de ciencia y tecnología en la Argentina, la socióloga renunció al directorio del CONICET, al que había ingresado en 2010. Su sucesor, Mario Pecheny, espera su designación por parte del Gobierno desde hace casi un año. Barrancos habló con TSS después de su conmovedora despedida y también se refirió al impacto que generó la participación de la bióloga Marina Simian en un programa televisivo de preguntas y respuestas.
Agencia TSS – Dora Barrancos renunció al directorio del CONICET entre aplausos, abrazos y sonrisas enormes en agradecimiento a su gestión. Sus colegas habían preparado una despedida pero ella se les adelantó: fue recorriendo el edificio del CONICET, piso por piso, para despedirse de cada uno de sus compañeros y compañeras.
“Fue muy conmovedor. La verdad es que soy un agente sensible y a veces me arroba el sentimentalismo”, le dijo a TSS horas antes de presentar formalmente su renuncia. “Tengo un afecto enorme por la institución y me duele este momento de retroceso. Me desgarra profundamente la no incorporación de tantos jóvenes que hoy tienen limitada su perspectiva de desarrollo en el campo de la ciencia y la tecnología. Ayer, eso fue una suerte de combustible para mí. Tengo entendido que los colegas están previendo una despedida formal pero siento que mi despedida fue ayer”.
Tal como lo había adelantado a TSS en febrero, Barrancos dejó la institución esta semana, tras nueve años y dos mandatos cumplidos: 2010-2014 y 2014-2018. A finales de mayo del año pasado, el investigador Mario Pecheny fue elegido para tomar su lugar en el directorio por el área de Ciencias Sociales y Humanidades, al mismo tiempo que Alberto Kornblihtt resultaba el más votado por el área de Ciencias Biológicas y de la Salud. Sin embargo, a casi un año, el presidente Mauricio Macri no ha firmado sus nombramientos. Algo similar había sucedido en el año 2016 con el actual diputado Roberto Salvarezza.
Más allá del mandato vencido, ¿la razón por la que deja el directorio tiene que ver con la crisis institucional que atraviesa el CONICET?
Eso es lo que potenció el fondo de la cuestión. El desencadenante es, sin dudas, el hecho de que ha transcurrido un año de la elección que catapultó a Mario Pecheny como director sustituto de mi mandato. Creo que hay un compromiso moral inexorable de que, quien está en ese lugar, pasada esa enorme cantidad de tiempo tiene que dejarlo porque, de lo contrario, habría una connivencia con esa situación y eso sería ilegítimo.
¿Qué justificación se da desde el Gobierno para no efectivizar la designación de los candidatos elegidos hace un año?
Los argumentos son “ya sale” y “ya va a salir”. Esa ambigüedad siempre es un ducto difícil de rebatir. En mi caso, por ejemplo, la resolución se demoró, como mucho, medio año, pero nunca un año entero. No hay argumentación posible que justifique este aplazamiento.
Usted siempre mantuvo una posición crítica sobre las políticas implementadas por el Gobierno en materia de ciencia y tecnología. Desde su rol en el directorio, ¿de qué manera intentó enfrentar la crisis en el CONICET en este último tiempo?
Blandiendo una esgrima fónica del lenguaje que, a veces, ha dado resultados. Hubo algunos combates de los que he podido salir victoriosa y otros en los que no pude modificar la situación. Por ejemplo, en lo que respecta a las asignaciones de vacantes en temas generales y estratégicos (N.R.: hoy están en un 50% para cada área, mientras que, hasta hace unos años, la proporción era 75% generales/25% estratégicos). Este año planteé con fuerza que había que reducir el número de oportunidades para los temas estratégicos al 30%, para darle más lugar a los temas generales, pero fui completamente derrotada. De todas maneras, creo que es muy interesante la resistencia en las márgenes porque ahí una se obliga de nuevo a forjar compromisos vertebrales. Yo sé que en ese punto me comporté con la mayor coherencia posible y eso me da mucha tranquilidad de conciencia.
Las ciencias sociales quedan por ahora sin representación en el directorio y es un área que ha sido vapuleada a través de diversas campañas de desprestigio. ¿Cómo es la situación actual?
En la última convocatoria, la avería la sufrieron más las disciplinas humanísticas: hay una circunstancia dolorosa de gran retroceso en las oportunidades de ingreso. Al resto de las ciencias sociales no les fue tan mal pero igual hemos perdido la cuota histórica del 25% y, en las Humanidades, muchísimo más.
En varias ocasiones, ha dicho que el CONICET estaba fuertemente sometido a las decisiones de dos sectores del Gobierno: la actual Secretaría de Ciencia (ex MINCYT) y la de Modernización. ¿Cómo afectó eso al funcionamiento de la institución?
Yo lo he dicho y lo sostengo: además de todos los procesos de retroceso en materia de presupuesto, recursos y merma de oportunidades de ingreso, hay una grave situación institucional en el CONICET que se subraya más con mi salida. Pero, además, hay una grave pérdida de autarquía del CONICET con la compresión que tiene, por un lado, del ex Ministerio de Ciencia y, por el otro, de la Secretaría de Modernización, que es quien hoy regula varias cuestiones, entre ellas, las cuotas de disponibilidad en los ingresos a la carrera.
Más allá de las medidas impulsadas durante sus años en el directorio, como el otorgamiento de prórrogas en la entrega de informes y en el límite de edad de ingreso al CONICET para las científicas que tuvieran hijos, ¿considera que le quedaron cosas pendientes?
El ciclo expansivo del sistema científico del período anterior fue una gran oportunidad de contexto para animarnos a encarar propuestas que fueron de gran significado para el CONICET. La verdad es que estoy muy agradecida de haber participado de ese ciclo de expansión. Sin embargo, el debe es gigante y es un balance que tengo que sentarme a hacer. Hubiera querido, por ejemplo, que fuera mucho más incisiva la capacidad actuante que tiene el actual protocolo contra las violencias. También hubiera querido convencer aún más a mis colegas del directorio acerca de que no se puede consentir este déficit que tienen hoy las ciencias básicas.
Antes de que Macri fuese electo presidente, muchos científicos y científicas como usted advirtieron sobre las graves consecuencias que iba a tener en el sistema científico. ¿Pensó que la crisis iba a llegar al punto de ver a una científica buscando fondos en un programa de televisión, como fue el caso de la bióloga Marina Simian?
No, ese punto extraordinario no estaba para nada en nuestra previsión. Es muy grave este clímax de deterioro. Pienso que es patético que una persona con íntima convicción de su labor tenga que ir a un programa de lotería. Y la otra cuestión patética, cuya gravedad subrayo más, es que haya elencos que aplaudan como si fuera una situación normal. Una cosa es señalar el hecho con consternación y otra es ‘la felicito, siga apostando a la lotería’. Es una barbaridad.
09 may 2019
Temas: Ciencias Sociales, CONICET, Humanidades, Política científica y tecnológica, Sistema científico-tecnológico