FONARSEC: cuestión de fondo

El Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC) fue creado en 2009 para transferir conocimiento a la industria y crear empresas de base tecnológica. Cómo se distribuyen y a qué áreas pertenecen los 121 consorcios conformados por empresas y universidades.

Bruno Massare  
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Agencia TSS – En 2009, la creación del Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC) buscó zanjar una deuda histórica en la transferencia de conocimiento al sector productivo en la Argentina. Nacido como parte del plan nacional Argentina Innovadora 2020 –elaborado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCYT)– el programa buscó, desde su origen, vincular a científicos, tecnólogos y empresarios con el objetivo de incorporar tecnología a la industria.

Uno de los principales objetivos del FONARSEC es apoyar la creación de nuevas empresas de base tecnológicas, a través del Programa de impulso a las Empresas de Base Tecnológica, conocido como EMPRETECNO. Así, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT) contó con una herramienta de apoyo a proyectos público-privados para impusar el desarrollo de capacidades críticas en áreas de alto impacto potencial, como salud, energía, agroindustria, desarrollo social, TICs, nanotecnología y biotecnología, entre otras.

En una entrevista con TSS en octubre de 2013, Isabel Mac Donald, directora del FONARSEC, sostenía que el programa “es el fruto de un proceso de aprendizaje que se inició con las primeras líneas de financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción, hace más de 15 años. Son modelos asociativos donde cada proyecto tiene características distintas y en el que participan actores e instituciones diversas. Seguramente van a ir cambiando a medida que avancemos y sigamos aprendiendo. Creo que el FONARSEC todavía es un modelo en construcción”.

Poco más de dos años después y con el comienzo de una nueva etapa en el MINCYT, TSS ofrece un análisis sobre las convocatorias del FONARSEC en las que se vieron involucradas las universidades nacionales –en base a información provista especialmente por el Ministerio– y volvió a hablar con Mac Donald para hacer un balance del programa.

«Hubo un aprendizaje para todas las partes y en los proyectos más recientes vemos que las empresas toman la
responsabilidad principal», dice Isabel Mac Donald, directora del FONARSEC.

En total, el FONARSEC adjudicó financiamiento para 252 proyectos aprobados, sobre datos disponibles hasta 2013 inclusive. El compromiso de financiamiento público del FONARSEC exige una contraparte de inversión privada y los financiamientos totales van desde los 2 millones de pesos (un EMPRETECNO), hasta los 50 millones de pesos (un Fondo de Innovación Tecnológica Sectorial –FITS– para áreas como salud o energía).

Sobre un total de 121 consorcios de los que participan universidades, la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) es la que más presencia tiene, con 15. Le siguen la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), que integra 14 asociaciones público-privadas, y la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y la Universidad Tecnológica Nacional UTN), en ambos  casos con participación en nueve iniciativas. “Con las universidades más tradicionales, es decir, con las más antiguas, hemos tenido proporcionalmente menos proyectos que con las más nuevas, donde el desarrollo de tecnología está más arraigado”, sostiene Mac Donald.

Los restantes 131 proyectos tienen participación de organismos de ciencia y tecnología (la mayoría son organismos como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y otras instituciones como el Instituto Nacional de  Tecnología Industrial (INTI), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), dependencias gubernamentales locales (secretarías de ciencia provinciales o municipalidades), hospitales, fundaciones y empresas.

Cómo se reparte

En la distribución geográfica del FONARSEC con participación de universidades, la provincia de Buenos Aires es la que congrega la mayor cantidad, con 32. Le siguen Córdoba (18), Mendoza (17) y Santa Fe (14). Y llama la atención la escasa presencia de la ciudad de Buenos Aires, con solo 4.

“Sabemos que la distribución financiera a nivel geográfico todavía no es equilibrada”, dice Mac Donald. Y agrega: “El año pasado cerró la convocatoria para los proyectos regionales y eso cambiará un poco la ecuación. Tuvimos casi 180 presentaciones y terminamos recientemente la etapa de evaluación. Hay 57 proyectos regionales aprobados y estamos firmando los contratos. Se mantuvieron los mismos sectores, con áreas temáticas un poco más amplias y se incorporó el área de tecnologías para petróleo y gas”.

Con respecto a las áreas de interés, la distribución es algo desigual. Energía es la que más iniciativas público-privadas ha reunido, con 31. Le siguen los proyectos relacionados con salud (21), ingeniería e industria (14), agroindustria (13), desarrollo social (12) y biotecnología (8). Segmentos que han sido establecidos como prioritarios, como nanotecnología y TICs, todavía tienen escasa representatividad dentro del total de los proyectos financiados.

El desarrollo del NANOPOC, un kit de diagnóstico para enfermedades infecciosas creado por la UNSAM, el INTI y un
grupo empresas, fue posible gracias al apoyo de un FONARSEC.

“Son áreas que no hemos logrado impulsar todo lo que queríamos. Nos pasó también con la convocatoria en energía solar, en la que al principio recibíamos presentaciones débiles. En TICs nos faltaron propuestas. Además, por ejemplo, nosotros no financiamos proyectos de desarrollo de tecnologías para móviles”, dice Mac Donald.

Los fondos provienen de organismos de crédito como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial. “No tuvimos nunca una restricción con respecto al financiamiento, salvo en petróleo y gas, pero ni siquiera era algo tan explícito. Muchas veces, esos condicionamientos están más en el imaginario que en cosas concretas. La restricción en general viene más por los recursos humanos disponibles en algunas áreas”, sostiene la funcionaria del MINCYT.

Mac Donald considera que todavía es temprano para un balance general del FONARSEC. “Recién ahora tenemos proyectos que cumplieron cuatro años de ejecución y esos son relativamente pocos, por lo que el impacto todavía es difícil de medir a nivel general. La masa crítica de proyectos tiene uno o dos años de ejecución”.

Sin embargo, la responsable del FONARSEC dice que hubo una maduración en la gestión y en la forma en que se desarrollan estos consorcios público-privados. “Al principio, se trataba por todos los medios de meter a la empresa, porque a los proyectos los tenían al hombro en el sistema científico. De a poco, las empresas empezaron a interesarse y a involucrarse más. Hubo un aprendizaje para todas las partes y en los proyectos más recientes vemos que las empresas toman la responsabilidad principal. Eso es bueno también para la ejecución de los proyectos, porque los investigadores suelen ser muy ambiciosos a la hora de plantear sus objetivos y los empresarios suelen ser más pragmáticos, con lo que brindan un aporte muy interesante”, asegura.