El Consejo Federal de Educación declaró de importancia estratégica a la enseñanza de la programación en las escuelas públicas argentinas. Autoridades y especialistas hablaron con TSS sobre el alcance y los desafíos de la medida.
Agencia TSS – “Aprender programación ayuda a los estudiantes a desplegar su creatividad. Un chico que tiene una idea interesante y sabe programar una computadora tiene una herramienta poderosa para llevarla a la práctica”, dice Santiago Ceria, director ejecutivo de la Fundación Sadosky y responsable de Program.ar, la iniciativa que impulsa la enseñanza de la programación en las escuelas argentinas. “Hoy, la tecnología está en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, por lo que estar dominado en términos tecnológicos es gravísimo”, considera Silvina Gvirtz, directora ejecutiva de Conectar Igualdad, el programa estatal que entrega netbooks a estudiantes y docentes de escuelas públicas desde 2010.
Estos argumentos, entre otros, intentan explicar el origen y el alcance de la Resolución N° 263/15 del Consejo Federal de Educación, que declara de importancia estratégica a la enseñanza de la programación en las escuelas públicas del país, primarias y secundarias. “Esto significa que la máxima autoridad en temas educativos en la Argentina nos da el marco formal para que algunas de las cosas que ya veníamos haciendo, como formar docentes en programación y dar cursos en las escuelas, se haga de una manera más institucional”, explica Ceria. En tanto, Gvirtz aclara que, si bien las provincias son autónomas en cuanto al diseño curricular de cada jurisdicción, esta normativa marca un primer paso para que se incluya de manera más masiva a la programación en los contenidos que se enseñan en las escuelas.
Además, la iniciativa le da impulso a la creación de la Red de escuelas que programan, el Premio Anual Clementina y el Repositorio Nacional de Producciones Informáticas. Pero, ¿es relevante que los chicos aprendan a programar? “Yo creo que el componente estratégico para el país radica en lo rápido que está cambiando el mundo y la importancia de que los chicos adquieran conocimientos y habilidades que son necesarias para desenvolverse en las profesiones del mundo moderno. Si no incorporan estos saberes, se hace bastante más cuesta arriba que haya chicos que elijan carreras con tecnología. Incluso los que no elijan este tipo de carreras pueden necesitar de todos modos ciertos conocimientos sobre cómo funciona la tecnología para poder desempeñarse en su ámbito laboral”, considera Ceria.
Por su parte, Gvirtz señala que no entender en profundidad lo que sucede en el campo de la programación lleva a chicos y grandes a ser consumidores pasivos de tecnología. “Por ejemplo, compramos aplicaciones de compañías extranjeras y no sabemos que en la página de Conectar Igualdad se pueden bajar gratuitamente. Tampoco sabemos, muchas veces, de qué se trata el software libre, aplicativos de código abierto que pueden ser modificados y mejorados por las personas que lo utilizan. Estamos hablando de la posibilidad de construir colectivamente el conocimiento, de producir democráticamente”, argumenta.
Además, los especialistas recalcan que lo que buscan no es formar programadores, sino que los estudiantes adquieran otras maneras de pensar y de resolver problemas. “Como decía Steve Jobs, aprender a programar es aprender a pensar, porque implica desarrollar la capacidad de abstracción y adquirir una serie de habilidades que son útiles más allá de que uno se quiera dedicar a la computación. La escuela no es un instituto de formación profesional y, si bien es esperable que cuando los chicos aprenden cómo funciona una computadora, muchos se entusiasmen y quieran seguir una carrera relacionada, la escuela está para prepararlos de modo que puedan desempeñarse en la sociedad desde un punto de vista más amplio”, señala Ceria.
Escuelas en red
La Red de escuelas que programan es una propuesta que tendrá por objetivo nuclear a las instituciones públicas primarias y secundarias que estén llevando adelante experiencias de programación o que deseen hacerlo, brindando la capacitación y apoyo necesarios. La iniciativa fue impulsada por el Secretario de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, en el marco del Plan Nacional de Inclusión Digital Educativa (PNIDE) del Ministerio de Educación de la Nación.
Esta red arrancará con una experiencia piloto en toda la Argentina de 300 escuelas, que se espera ir ampliando paulatinamente. “Es un trabajo que ya habíamos empezado a hacer a través de convenios con universidades nacionales para que formen docentes de informática de escuelas públicas. Ahora vamos a darle una estructura más formal, a nombrar explícitamente cuáles son esas 300 y armar la red de docentes que trabajan ahí”, indica el directivo de Fundación Sadosky.
La iniciativa es una especie de continuación de lo que comenzó con el programa Conectar Igualdad en 2010 y que hoy lleva entregadas 5.173.186 netbooks a estudiantes y docentes de escuelas públicas, alumnos de escuelas especiales y futuros docentes de los diversos profesorados. “Es un programa que se está convirtiendo en política de estado. No hay dudas de que se va a continuar el año que viene. Hemos logrado reducir muy fuertemente la brecha digital, porque antes solo quienes podían acceder al mercado podían tener una computadora”, destaca Gvirtz.
Por otro lado, el Premio Anual Clementina, llamado así en conmemoración de la primera computadora universitaria del país, busca incentivar el interés de los jóvenes en la programación a través del reconocimiento a las producciones informáticas más destacadas realizadas en las instituciones pertenecientes a la Red de escuelas que programan. En tanto, a través de la conformación del Repositorio Nacional de Producciones Informáticas dichas escuelas podrán compartir sus producciones como otra manera de democratizar el conocimiento.
Ceria dice que la resolución del Consejo Federal de Educación no es algo usual en otros países del mundo, sino que son pocas las naciones que han tomado este tipo de medidas a nivel federal, como Reino Unido, Nueva Zelanda, Israel y Vietnam. Sin embargo, “hay iniciativas interesantes en algunos países de América Latina en esta dirección, como Costa Rica, Colombia y Uruguay”, apunta.
Enseñar a los que enseñan
Consultado sobre cuál sería el mayor desafío de esta iniciativa, Ceria es contundente: “La gran dificultad es llegar a todo el sistema educativo en un tiempo relativamente corto y el problema crítico es la formación docente: cómo preparar a quienes van a enseñar todo esto en las aulas”. Para esto, la Fundación Sadosky realizó convenios con una decena de universidades nacionales para que dicten un curso de enseñanza de la programación para docentes de escuelas públicas.
Al respecto, Pablo “Fidel” Martínez López, coordinador del curso que se dicta en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), comenta: “En general, los cursos tradicionales enseñan a personas que quieren ser programadores. Un chico de primaria no puede aprender programación de la misma forma que aprende una persona adulta y tampoco ninguno de los dos tiene que aprender como si fuera a ser programador. Todos los chicos aprenden matemática desde los seis años, pero no todos van a ser matemáticos. Nuestra intención es la misma: queremos que tengan los conceptos rudimentarios de computación. Por eso, formar docentes es crucial y el desafío más grande para ellos es perder el miedo”, asegura.
¿Dónde están?
La industria de software y servicios informáticos de la Argentina factura alrededor de 3200 millones de dólares por año y un tercio de ese monto corresponde a exportaciones. Estos datos corresponden a las más de 4000 empresas de software existentes a nivel local, que emplean a unas 90.000 personas. Los datos estadísticos indican que las exportaciones en el rubro se quintuplicaron en los últimos 10 años, mientras que los datos empíricos arrojan una importante escasez de programadores.
“La demanda de programadores es tremenda. Lamentablemente, tanto la inscripción a carreras de informática como la tasa de graduación están estancadas desde hace más de 15 años y la demanda sigue creciendo, con lo cual la brecha también. Hace dos años, la Cámara de Empresas de Software (CESSI) estimó que quedaron 5000 puestos de trabajo sin cubrir. En Estados Unidos, por ejemplo, ya estiman que les van a faltar un millón de programadores al 2020. Así que es un problema en el país y en el mundo”, plantea Ceria.
Esta situación hace que las empresas compitan muy fuerte entre ellas para conseguir a los graduados y estudiantes avanzados, ofreciendo cada vez mejores condiciones de trabajo, como mayores sueldos, posibilidades de viajar y oficinas con todas las comodidades. A su vez, esta competencia provoca una deserción de los estudiantes avanzados que comienzan a trabajar y terminan abandonando los estudios. “Hay dos grandes fuentes de deserción”, cuenta Ceria. “La temprana, porque es común que, en este tipo de carreras, se pierda la mitad de alumnos en las primeras materias; y la tardía, de estudiantes a los que les faltan pocas materias para recibirse pero ya están insertados en el mundo laboral. Ese problema es muy grave, estamos con tasas de graduación de apenas un 20 por ciento”.
Con respecto a los próximos objetivos, el directivo indica que esperan concluir pronto la capacitación de la primera tanda de docentes y que la red de las primeras 300 escuelas que programan comience a funcionar el año que viene. “El despliegue completo en todo el sistema educativo del país va a llevar varios años”, indica. Para Gvirtz, “no podemos darnos por satisfechos con estos primeros pasos que estamos dando, que son muy importantes, pero esto recién empieza”.
10 sep 2015
Temas: Computación, Conectar Igualdad, Consejo Federal de Educación, Educación, Fundación Sadosky, Programación