Cuando las radiaciones intervienen en medicina, el rol de la física se vuelve central. Esta disciplina lleva décadas de desarrollo en la Argentina y enfrenta el desafío de generar mayor equipamiento e insumos locales.
Agencia TSS – Por motivos más o menos relevantes, ya sea para diagnóstico o para combatir alguna enfermedad, es probable que todos en algún momento de la vida necesiten hacerse un estudio o tratamiento médico con algún equipo que utilice radiaciones ionizantes, como es el caso de los equipos para radiografías, tomografías, resonancias magnéticas y radioterapia, entre otros.
La radiación ionizante es una forma de energía que se genera a través de partículas emitidas por material radiactivo, equipos de alto voltaje y reacciones nucleares. Entre las más utilizadas en salud se encuentran los rayos X, alfa, beta y gama. Todos ellos pueden ser útiles a la hora de detectar y combatir problemas como el cáncer u otros neuronales o cardiológicos. Y, aunque parezca contradictorio, también pueden provocarlos, si se los usa de manera inadecuada. Por eso es importante contar con especialistas de distintas disciplinas, entre las cuales no debería faltar la física, que estudia el comportamiento de las radiaciones ionizantes en la naturaleza y, en particular, la física médica, que “es la intersección entre las herramientas de la física con los problemas de la medicina y la biología”, dice Amalia Pérez, directora del área de Física Médica de la Escuela de Ciencia y Tecnología de la Universidad (ECyT) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
La Argentina ha sido pionera en el desarrollo de esta disciplina, que comenzó a desarrollarse de manera incipiente en la década de 1950, impulsada por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que ya a mediados de los ´80 concebía a la física medica como una disciplina a desarrollar. Así, en ese mismo período comenzaron a aparecer los primeros cursos de física médica y, ya en los ’90, se abrieron las primeras carreras y especializaciones en instituciones como las universidades nacionales de San Martin, de La Plata y de Buenos Aires, la Fundación Favaloro y el Instituto Balseiro. «En la universidad de San Martín, las carreras se crearon en función de cubrir áreas de vacancia y con un fuerte contenido innovador. Fue la primera vez que apareció la expresión física médica asociada a la palabra licenciatura”, recuerda Pérez y destaca que atravesamos “un período de auge para avanzar en la investigación en física médica. Necesitamos identificar cuáles son las líneas de investigación que nos tienen que poder juntar, para unir esfuerzos en formar recursos humanos y consolidar grupos de trabajo”.
Al estudiar el comportamiento de las radiaciones ionizantes, la física médica puede participar en el campo de la medicina de diversas maneras: en la fabricación y mantenimiento de los equipos, en la determinación de las dosis de radiación, en el análisis de resultados, en los procedimientos y el procesamientos de imágenes.
“La Argentina tiene instalada tecnología médica de última generación, con la que se pueden hacer prácticamente los mismos estudios que en cualquier lugar de Estados Unidos o Europa”, destaca Pérez, pero aclara que hay que tener en cuenta, por un lado, cómo están distribuidos esos equipos, “de manera muy dispar en el territorio nacional y casi en su totalidad en unidades de medicina privada”, y por otro, cómo está conformado el perfil profesional de quienes los operan, ya que en esos países suelen tener un departamento de física médica dentro del hospital, así como otro de ingeniería biomédica, ambos involucrados con el funcionamiento de lo tecnológico en el hospital desde sus respectivas áreas. “Hay complementariedad y también una delimitación bien clara entre lo que hacen los ingenieros biomédicos y lo que hacemos los físicos médicos, algo que aquí no ocurre pero que es necesario para un funcionamiento pleno de este tipo de tecnología médica”, puntualiza.
Los grupos interdisciplinarios de especialistas también son necesarios para la fabricación y el mantenimiento de este tipo de maquinarias para la salud, que en general se trata de costosos equipos que suelen ser fabricados por contadas empresas a nivel mundial, lo que obliga a instituciones públicas y privadas a importarlos, junto con los servicios técnicos y de mantenimiento que estos necesitan. “La relación con las firmas que venden esos equipos es muy conflictiva”, advierte Pérez y manifiesta que “cada vez se profundiza más esa situación: antes era posible tener un ingeniero propio que arreglara el equipo y en general solían estar hechos para durar; ahora se hacen con el mismo criterio que las computadoras: pasan cuatro años y no es posible renovar una parte porque se discontinuó o vino otra versión”.
Pero la especialista también se enorgullece porque en la Argentina “los recursos humanos siguen siendo buenos y hay condiciones para desarrollar estos equipos”. Tal es el caso del diseño y armado de un tomógrafo por emisión de positrones que se espera esté en funcionamiento a fines de este año, a cargo de Claudio Verrastro, jefe de la División Sistemas Digitales y Robótica del Centro Atómico Ezeiza; y el desarrollo de tecnología de aceleradores de iones y de sus aplicaciones a problemas biomédicos, a cargo del especialista en física nuclear experimental Juan Andrés Kreiner, investigador de CNEA y CONICET.
Además de su participación en el uso y mantenimiento de equipos, así como su rol imprescindible en el desarrollo de estas maquinarias, la física médica también puede tener un aporte importante en el desarrollo de fármacos, tanto en los que se utilizan en medicina nuclear como en otros de uso común. Al respecto, Pérez explica que, durante los últimos años, la industria farmacéutica ha demostrado ser “fuertemente dependiente” de los métodos de diagnóstico por imágenes.
“Tradicionalmente, antes de lanzar un nuevo medicamento al mercado se hacen pruebas con animales que son inyectados con un fármaco marcado y luego sacrificados para hacer observaciones mediante técnicas biológicas y de imagen específicas”, explica Alejandro Valda, profesor e investigador de la ECyT de la UNSAM, y adelanta que, con la aparición de los nuevos equipos de imágenes que se utilizan en personas, pero con tecnologías más recientes y elaboradas, en el futuro también será posible aplicarlos a escala pequeña en animales de laboratorio. “Es posible hacer el estudio en un mismo animal a lo largo del tiempo, sin necesidad de sacrificarlo. Es ahí, en el desarrollo de esos equipos y en el análisis de datos e imágenes, adonde el físico médico tiene un papel que jugar”, concluye.
13 ago 2014
Temas: CNEA, Energía nuclear, Física médica, Tomógrafo, UNSAM