Haydeé Viola: “Debemos luchar para tener las mismas oportunidades que los colegas varones”

La neurocientífica e investigadora del CONICET fue la ganadora del Premio L’Oreal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”, que se entregó esta semana en el Centro Cultural de la Ciencia. TSS habló con ella sobre las brechas de género en el ámbito científico y sobre su proyecto para estudiar el impacto de la COVID-19 en la salud mental, la memoria y el aprendizaje.

Por Nadia Luna  
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Agencia TSS – Este martes, en el Centro Cultural de la Ciencia (C3), se realizó la ceremonia de entrega del Premio Nacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”. En esta ocasión, el certamen estuvo dedicado a las Ciencias de la Vida y la ganadora fue la doctora en Ciencias Biológicas Haydeé Ana María Viola, investigadora del CONICET en el Instituto de Biología Celular y Neurociencias “Profesor Eduardo de Robertis” (IBCN–CONICET/UBA), por su estudio acerca del impacto de la COVID-19 en la Argentina en la ansiedad, la depresión, la creatividad y la memoria.

El premio busca reconocer el trabajo de las mujeres en ciencia y visibilizar las brechas de género que enfrentan para avanzar en sus carreras. Según la investigación “Mujeres en STEM: cómo romper con el círculo vicioso”, realizada por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), si bien el 54% de los investigadores en la Argentina son mujeres, al poner la lupa sobre este número, la situación no es tan pareja. Mientras que el porcentaje de mujeres en ciencias biológicas y de la salud es del 61,2%, y en ciencias sociales y humanidades del 57,2%, en ciencias exactas y naturales solo alcanza el 41,7%. Por otro lado, las investigadoras que dirigen proyectos científicos reciben, en términos generales, un 25% menos de recursos que sus colegas varones.

En la categoría Beca, la ganadora fue la doctora Ana Sol Peinetti, investigadora del CONICET en el Instituto de Química, Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía (INQUIMAE – CONICET/UBA) y repatriada por el Programa RAICES, con un proyecto para el monitoreo de variantes de SARS-CoV-2 a través de la detección rápida de antígenos. También fueron galardonadas con menciones especiales las investigadoras María Rocío Meini (IPROByQ–CONICET / UNR) y Guadalupe Peralta (IMBIV–CONICET/UNC). TSS conversó con Viola sobre sus líneas de investigación, qué significa este reconocimiento y cómo fue su trayectoria en el área de las neurociencias, realizada totalmente en el país.

¿Qué la motivó a estudiar biología?

Desde chica siempre fui muy curiosa, me interesaba mucho la naturaleza y quería conocer el por qué de las cosas. Y, en el secundario, las materias que más me interesaban eran Biología, Física y Química. Me decidí finalmente por estudiar Biología y enseguida me di cuenta de que, efectivamente, era por ahí. Cuando entré en la carrera, apuntaba más a dedicarme a la Biología Molecular pero, luego de cursar más materias, supe que me interesaba mucho la Fisiología, en particular la animal. Para la tesis de licenciatura entré a un laboratorio que estudiaba ese tema y me pareció fascinante. Hasta el día de hoy, sigo en esa área y no he parado.

¿Siempre investigó en el país o hizo alguna parte de tu trayectoria en el exterior?

Mi formación fue completamente en el país. Tengo 30 años en la investigación. Hice un doctorado, un posdoctorado y luego entré a la carrera de investigador del CONICET.

¿En qué trabajaba antes de la pandemia?

Inicialmente, mi tesis doctoral había sido sobre el estudio de la caracterización de compuestos activos aislados de plantas de uso medicinal folclórico, como el tilo, la manzanilla y la valeriana. Sobre eso trabajé muchos años. Luego, en el laboratorio tenía otra línea de trabajo que era sobre la formación de memoria y para ingresar a la carrera de investigador me interesó seguir por el lado de las neurociencias, así que presenté un proyecto sobre aprendizaje y memoria, que es sobre el que actualmente sigo investigando. El proyecto que presentamos al Premio L’Oreal es una parte del trabajo pero, a la vez, sigo con mis líneas de investigación sobre los mecanismos de formación de memorias. La primera publicación salió en el año 2007, que fue cuando publicamos nuestra hipótesis del etiquetado conductual, que tiene que ver con una manera de analizar los mecanismos de formación de memoria de largo término, que es un poco distinta a lo clásicamente estudiado. Con ese tema, se doctoraron bajo mi dirección cinco doctorandos y actualmente hay tres haciendo sus tesis. Así que es un tema que se ha desarrollado mucho y me identifica como neurocientífica en el país y en el exterior.

El ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus, Viola y el director General de L’Oreal Argentina, Jean-Noël Divet.

¿De qué se trata la hipótesis sobre el etiquetado conductual de la memoria?

El dogma clásico dice que la formación de memorias de largo término, es decir, lo que los animales aprendemos y dura mucho tiempo, requiere de la síntesis de proteínas que se da en las células. Lo que nosotros proponemos con la hipótesis del etiquetado conductual es que, además de las proteínas, se necesita la identificación de los sitios que son necesarios para que esa memoria perdure en el tiempo y que esos sitios, a su vez, están relacionados con la experiencia que el animal atraviesa.

Con la llegada de la pandemia, ¿cómo adaptaron esta línea para vincularla de forma más específica con el impacto de la COVID-19?

Bueno, esta hipótesis del etiquetado conductual dio mucha tela para cortar. Incluso hicimos actividades con estudiantes de escuela primaria y secundaria, por lo que ya teníamos cierta práctica trabajando en el tema de la memoria en humanos. Entonces, cuando surgió la pandemia, uno de mis becarios que se había doctorado conmigo hace muchos años, Fabricio Ballarini, tuvo la idea de hacer una encuesta para estudiar qué estaba pasando con la pandemia. Cuando obtuvo algunos resultados propuso juntarnos a analizarlos y darle forma a la investigación. Así, formamos un grupo de cinco investigadores y cinco estudiantes del CONICET, UBA y del Instituto Tecnológico de Buenos Aires. La primera encuesta se difundió por redes sociales a fines de octubre del 2020, después hicimos otra en mayo de este año y recientemente difundimos una tercera encuesta para ver cuál es el impacto de la COVID-19 a medida que pasa el tiempo en los parámetros que planteamos, que son ansiedad, depresión, creatividad, y aprendizaje y memoria.

¿En qué consisten las encuestas y qué buscan averiguar con ellas?

Son formularios que las personas responden de manera voluntaria y se preguntan determinadas cuestiones de referencia, como género, edad, localización, si tuvo COVID, si se vacunó, si trabaja y en qué modalidad, si guardó distanciamiento social y si hace actividad física, entre otras cosas. Hasta ahora, lo que hemos analizado son los niveles de ansiedad generalizada y depresión. Para estudiarlo, usamos cuestionarios estructurados que se utilizan en todo el mundo y que son breves. Se le pregunta a la persona cómo se autopercibió en las últimas dos semanas con respecto a determinados ítems, si se sintió nervioso, si se preocupó mucho, por ejemplo. Las preguntas apuntan a los síntomas asociados a la depresión o ansiedad y a saber con qué frecuencia los sintió. A mayor frecuencia, mayor puntaje. Cuando se superan los diez puntos de la escala quiere decir que el nivel de ansiedad o de depresión pasa a ser de moderada para arriba.

Una vez que obtengan los primeros resultados, ¿el objetivo es que sirvan para tomar políticas públicas más específicas referidas a la salud mental y COVID?

Actualmente, tenemos dos trabajos terminados, que enviamos para su publicación pero aún no están publicados. El objetivo es poder tener un intercambio con áreas del Gobierno a partir de estos datos pero, más allá de eso, la idea final es disponer de la información en sí. Nos parece interesante identificar cuál es el problema y los factores que puedan representar riesgos para la salud mental, así como también los que puedan presentar beneficios. Hasta ahora, se viene estudiando lo que pasa con el transcurrir de la pandemia pero va a ser interesante ver qué sucede en el futuro. También ver cómo impacta en la creatividad, el aprendizaje y la memoria, y como estos parámetros se pueden asociar a diferentes niveles de ansiedad y depresión. Eso lo vamos a estudiar a través de testeos y es una parte del estudio que nos motiva mucho.

Una parte importante del trabajo de los y las científicas es el de formación de estudiantes y becarios. ¿Qué representa este rol y cómo lo desarrolla?

Yo siento que formar recursos humanos es la faceta más importante de mi trabajo. Tengo 30 años de actividad docente y lo disfruto mucho, tanto la formación de estudiantes en la facultad como la de becarios en el laboratorio. Creo que estar ahí para educar, para hacer pensar y generar conocimiento junto con las y los estudiantes es una tarea importantísima. Yo me dedico tiempo completo a ambas cosas, a la ciencia y a la educación.

El Premio Nacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” busca reconocer el trabajo de las mujeres en ciencia y visibilizar las brechas de género que enfrentan para avanzar en sus carreras.

¿Cuáles son las metas que se plantea de acá a unos cinco o diez años?

A futuro, me gustaría avanzar con una línea de investigación que inicié recientemente. Tiene que ver con las fases dinámicas de la memoria. En particular, con el aporte de la glia (células no neuronales del sistema nervioso) en  las fases de formación de la memoria. Es un tema que creo que va a dar para muchos años de trabajo y me motiva avanzar con eso, que es algo novedoso en mi carrera.

Teniendo en cuenta que desarrolló toda su trayectoria en el país, ¿cómo vivió los vaivenes presupuestarios que atravesó el sistema científico a lo largo de los diversos gobiernos? 

La ciencia argentina ha pasado por momentos muy bravos, en los que había menos recursos para trabajar, no solo en lo referido a insumos sino también a recursos humanos para armar y sostener grupos de investigación. En particular, no lo sufrí de una manera drástica. Pero es cierto que, si bien nunca hubo excelentes condiciones para investigar, sí hemos tenido etapas de mucha mejora, donde se le imprimió mucha voluntad política a la ciencia y eso es algo que celebro mucho.

El Premio L’Oreal-UNESCO busca destacar el trabajo de las mujeres en la ciencia y visibilizar las barreras que enfrentan en su trabajo cotidiano. En su caso, ¿sintió que hubo obstáculos vinculados a una cuestión de género?

La verdad es que me puse a pensar en eso y creo que no, o no me di cuenta o particularmente no lo viví. Esto no quiere decir que esas diferencias no existan. Las mujeres tenemos muchas veces el doble de trabajo que los varones para avanzar en la carrera. Pero en mi caso, no creo haber tenido ese tipo de dificultades para acceder a los puestos que he obtenido. Sé que hay colegas que sí las han tenido y es por eso que hay que luchar para tener las mismas oportunidades que los colegas varones.

¿Qué significa este reconocimiento?

Es como una recarga de combustible. Te llena de energía de nuevo y te motiva para continuar con la investigación. Yo lo vivo también como que estoy representando a un montón de mujeres que merecen haberlo ganado porque hay muchas científicas muy trabajadoras y talentosas. Así que, de alguna manera, lo siento como un premio compartido con todas ellas.


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