A pocos días de las PASO, los científicos volvieron a movilizarse en rechazo al recorte presupuestario que el sector sufre desde hace varios años. En el marco del segundo Cabildo Abierto en Defensa de la Ciencia hablaron sobre la necesidad de que el país invierta en investigación y desarrollo, la involución del presupuesto y los cambios en el directorio del CONICET.
Agencia TSS – La bandera celeste y blanca que cuelga del edificio que alberga dos institutos del CONICET en el barrio porteño de Belgrano es todo un símbolo. En letras mayúsculas, reza: “En defensa de la ciencia argentina. No a la desintegración del sistema científico. No al recorte del presupuesto”. Nació en plena crisis del año 2001, ante la posibilidad de que el gobierno de la Alianza cerrara el CONICET. Por entonces, científicos, becarios, técnicos y administrativos del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (INGEBI) y del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME) hicieron una colecta, la confeccionaron y salieron a la calle. Ahora volvieron a sacarla, ante la situación de ajuste que hoy vive el sector de ciencia y tecnología.
En ese mismo edificio se realizó este miércoles 7 el segundo Cabildo Abierto en Defensa de la Ciencia Argentina, bajo el lema “No extingan la ciencia”. Al igual que el primero, que se hizo el pasado 22 de mayo, fue a partir de una convocatoria del Plenario Nacional de Directoras y Directores de Institutos del CONICET. También hubo actividades en otras provincias, como Córdoba, Santa Fe y Río Negro, con un mismo objetivo: denunciar el recorte presupuestario e interpelar a los candidatos presidenciales a pocos días de las PASO sobre la importancia de invertir en ciencia y tecnología para el desarrollo del país.

Durante el encuentro, los expositores abarcaron diversos aspectos del ajuste en el sector. Uno de ellos fue Alberto Kornblihtt, director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE–UBA/CONICET) y miembro del directorio de CONICET desde hace dos meses, tras un año de espera para que el presidente Mauricio Macri firmara su designación y la de su colega Mario Pecheny. “Con los 500 millones de pesos anunciados por la Secretaría de Ciencia antes del Primer Cabildo Abierto solo podemos repartir miseria. El dinero para funcionamiento hace rato que no alcanza. Nuestro instituto subsiste gracias a que la universidad (por la UBA) paga los 400.000 pesos de electricidad mensuales”, explicó.
Kornblihtt se refirió a medidas que se tomaron en el directorio desde su asunción, como la publicación de las actas de las reuniones de directorio en la web del CONICET, en respuesta a un pedido mayor transparencia que vienen haciendo los científicos desde hace tiempo. También serán públicas las órdenes de mérito de los concursos de becas y de ingresos a carrera. Y se refirió a la situación del personal administrativo: “Sabemos de administrativos que terminan su horario y se van a limpiar casas. También sabemos que la Secretaría de Modernización actúa como policía y entra a la sede central para controlar hasta quién sale a fumar”.
Presupuestos en descenso

Fernando Stefani, vicedirector del Centro de Investigaciones en Bionanociencias (CIBION-CONICET) y profesor de la UBA, planteó que la Argentina tiene los recursos necesarios para tener un sector de ciencia y tecnología competitivo a nivel mundial pero que la inversión no solo tiene que ser pública, sino que el Estado debe estimular más la inversión privada y articular los dos ámbitos. Además, señaló que “el concepto de ciencia que ha primado en la Argentina a lo largo de los años, con breves intervalos excepcionales, es que es un bien cultural, algo neutro y lindo que nos gusta mirar cada tanto y para estar orgullosos, mientras que la tecnología es algo que podemos comprar cuando la necesitamos. Tenemos que salir de ese paradigma porque así no tiene sentido un sistema de la magnitud que nosotros queremos”.
Otra de las expositoras fue Marina Simian, la investigadora del CONICET y de la UNSAM que fue al programa de televisión “¿Quién quiere ser millonario?”, para conseguir fondos para su grupo de investigación y que hace pocos días volvió a ser noticia por apoyar la reelección del presidente Macri. La científica habló sobre el financiamiento que proviene de los créditos de organismos multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que representan una parte importante del presupuesto que reciben los investigadores para hacer ciencia, y alertó: “La Secretaría de Ciencia, al igual que todos los organismos del Estado, tendría que mostrar cuánto dinero entra, de dónde y cómo se gasta, pero desde 2018 no hay información sobre cómo se van a financiar los subsidios”.

En el mismo sentido, Fernanda Parborell, investigadora del IBYME, se refirió a cómo fue involucionando el presupuesto para el sector científico en los últimos años, al punto que la brecha entre el monto solicitado por los institutos del CONICET y el asignado se fue agrandando. El IBYME, por ejemplo, en 2018 pidió 3.227.000 pesos y sólo le adjudicaron 576.000: apenas el 17,8% de lo necesario para poder funcionar.
Finalmente, Diego Hurtado, docente de la UNSAM, recordó la lógica “pendular” que caracterizó el desarrollo de la ciencia argentina a través de los diversos gobiernos que alternaron sistemáticamente un modelo desarrollista y otro neoliberal. “Ese patrón permite entender la debilidad crónica del sector y la inestabilidad de sus instituciones. Para clausurar definitivamente la lógica pendular, la ciencia y la tecnología tienen que ser política de Estado”, concluyó.
08 ago 2019
Temas: Ciencia, CONICET, IBYME, INGEBI, Política científica y tecnológica, Presupuesto