Adriana Serquis: “El éxodo en la ciencia ya empezó”

La doctora en física Adriana Serquis, jefa del departamento de Caracterización de Materiales del Centro Atómico Bariloche, habló con TSS sobre su búsqueda de materiales para lograr una mayor eficiencia energética, acerca de cómo proteger y transferir el conocimiento, y sobre el impacto que tiene en su laboratorio la crisis que atraviesa el sector de ciencia y tecnología.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – Adriana Serquis es doctora en Física, investigadora del CONICET y jefa del Departamento de Caracterización de Materiales (DCM) del Centro Atómico Bariloche (CAB). Serquis se doctoró en el Instituto Balseiro (IB) y realizó estudios de posgrado en Estados Unidos a partir del año 2000, donde en apenas cuatro años logró que sus desarrollos vinculados con materiales superconductores obtuvieran dos patentes. En el año 2004 volvió al CAB junto con la primera camada de científicos repatriados. Allí, lidera un equipo de 20 especialistas que trabajan en distintas líneas de investigación aplicada vinculadas con sectores como la metalurgia, el nuclear y el energético. Además, es docente de la Universidad Nacional de Río Negro, desde donde está desarrollando un proyecto de extensión que busca promover el trabajo de los pequeños productores de la zona.

Serquis llegó a Buenos Aires para participar de las actividades de divulgación que el IB llevó a cabo en la Feria del Libro, adonde interactuó con niños, jóvenes y adultos interesados en conocer más sobre ciencias de los materiales y cristalografía. “Me interesa la inserción de la investigación en la comunidad y buscar modos de mejorar las técnicas educativas porque creo que pensar nos hace bien a todos”, le dijo la especialista a TSS, tras una larga jornada de talleres y todavía con esferas y cilindros plásticos en sus manos, con los cuales el público de la feria armó metafóricas estructuras cristalinas.

¿Cómo es la transición de su trabajo en el laboratorio a la divulgación en un ámbito como el de la Feria del Libro?

Me encanta ver la curiosidad que tienen los niños y la complicidad que surge entre padres e hijos al armar cosas. Debo estar dispuesta a contestar preguntas que humanizan un poco la actividad. En el laboratorio, solemos pensar que todos saben de todo y no es cierto, te acostumbrás a vivir en un mundo en el que das por sentado que todos entienden de qué hablás cuando hablás de oxígeno o de hidrógeno y te das cuenta de que no hay que darlo por sentado, que hace falta educar mucho. Creo en la educación y en que el Estado tiene que invertir mucho en eso.

¿De qué manera se vincula la cristalografía con el trabajo que desarrollan en el CAB?

La cristalografía es una herramienta transversal a muchas disciplinas. La usamos quienes hacemos ciencia de materiales y también se usa en geología, mineralogía y biología porque permite entender cómo están acomodados los átomos y cuáles son las propiedades del material. En nuestro caso, estudiamos materiales que permiten hacer conversiones de energía y necesitamos entender cómo están acomodados esos átomos en los materiales que estudiamos. También diseñamos materiales nuevos que puedan cumplir con determinadas funciones o mejorarlas.

¿Con qué objetivo?

En el grupo hay varias líneas de trabajo. Una tiene que ver con materiales para aplicaciones nucleares, por ejemplo. Con mis estudiantes de doctorado trabajamos con una línea de materiales superconductores que se pueden usar en diversas aplicaciones. Por ejemplo, para crear imanes para hacer imágenes por resonancia magnética, para almacenamiento de energía o para molinos eólicos. Otra línea de trabajo se relaciona con materiales para el desarrollo de pilas de combustible, que permiten transformar la energía para obtener mayor eficiencia que la que se logra directamente con el uso de los combustibles fósiles.

«La cristalografía es una herramienta transversal a muchas disciplinas», dice Serquis.

¿Cómo funciona una pila de combustible?

Se basa esencialmente en tres elementos: un cátodo, un ánodo y un electrolito. Como si fueran tres placas, del lado del cátodo hay aire u oxigeno; del lado del ánodo está el combustible, que puede ser biodiesel, biogás o hidrógeno puro; y el electrolito es capaz de transportar los iones de oxígeno para que se junten con el hidrógeno que viene de alguno de estos combustibles, forme agua y en esa reacción se libere energía eléctrica. La reacción mas conocida es la inversa, la electrólisis, que usa energía eléctrica para separar la molécula de agua del oxigeno. En forma inversa, si logro juntarlos, puedo obtener energía eléctrica.

¿Cuáles son los desafíos para poder lograr una aplicación práctica de esta tecnología?

Lo complicado es conocer todo el entorno de la celda. Se necesita llegar a temperaturas muy altas, de 700 grados centígrados, y saber cómo entran y salen los gases, por ejemplo. Queremos hacer un prototipo y sabemos desarrollar los materiales que van adentro, como si fuera el corazón, pero no encontrábamos socios para todo lo externo, hicimos una propuesta pero los tiempos de desarrollo eran muy largos y las empresas nos decían que no.

¿Finalmente consiguieron un socio?

Sí. Tenemos un acuerdo con el Gobierno de Santa Fe, que surgió a partir de haber sido premiados en el concurso IB50K. Hace unos años, un grupo de investigadores de nuestro equipo participó con la idea de tratar de armar un pequeño prototipo que fuera capaz de convertir gas natural en energía eléctrica con esta pila de combustible, para alimentar zonas remotas sin acceso a la red de electricidad. Y una vez obtenido un desarrollo para gas natural se lo podría usar también para biogás o biocombustible.

¿En qué consiste el acuerdo con Santa Fe?

Santa Fe nos ofreció una oportunidad única porque ellos piensan comprar la celda entera a una empresa que desarrolla todo menos el corazón, que es lo que nosotros sabemos hacer. Entonces, nos dan la oportunidad de hacer ingeniería inversa mientras esté funcionando y analizar todos los parámetros de funcionamiento. Eso nos acelera mucho el tiempo para que el desarrollo llegue a ser una tecnología más madura como para poder ser comercializada.

¿Con qué objetivo se trae esa celda?

La empresa AVL tiene un acuerdo con la Secretaría de Energía de Santa Fe, que tiene la idea de desarrollar todas las empresas que hacen falta alrededor de esa tecnología para que pueda producirse en la provincia, tanto la parte de metalmecánica como la de hidrocarburos. El objetivo inicial sería el autoabastecimiento de las zonas rurales. Sin embargo, hay que pensar que grandes compañías que por alguna razón necesitan estabilidad eléctrica frente a los cortes de luz, como Ebay o Google, ya optaron por esta tecnología hace varios años y están usando las pilas que funcionan a muy alta temperatura, que son caras y hay que reemplazar muy seguido. Nosotros, en cambio, buscamos innovaciones que nos permitan bajar la temperatura y que haya que reemplazar con menor frecuencia, es decir, buscamos innovaciones más accesibles.

«A veces el secreto industrial o no publicar es una mejor estrategia antes que patenta», sostiene la investigadora.

¿Si tienen éxito con este desarrollo piensan en patentarlo?

Es difícil definir cuándo es el momento adecuado para iniciar el trámite de una patente. En la Argentina es muy complejo y, si lo hacés solo en el país, en el fondo no ganás demasiado. En definitiva, no se buscan ganancias por una patente, simplemente protege de que alguien más pueda hacer lo que vos estás haciendo y en algún momento pasará a ser de dominio público. Por eso, a veces el secreto industrial o no publicar es una mejor estrategia antes que patentar. Además, en ocasiones una única patente no sirve, es necesario hacer un conjunto de patentes para proteger algo.

¿Por qué el área de materiales del CAB estuvo a cargo de analizar las pruebas utilizadas por la Justicia en el caso del asesinato de Rafael Nahuel en Villa Mascardi?

Porque nuestro departamento también tiene un área de servicios. Cuando vino el pedido de parte del juez, fueron a negociar el gerente y el director del CAB. A mí, solo me preguntaron si podíamos hacerlo y mi respuesta fue que sí. Se firmó un acuerdo y se requirieron muchísimas horas de uso de equipamiento, tuvimos dos técnicos que hicieron muchas horas extra para poder cumplir con todas las tareas. Pero nosotros no hacemos la pericia ni hicimos análisis de resultados. Fue notable cómo se filtró información porque habíamos puesto en nuestro cronograma cuándo terminábamos de hacer los estudios y en Clarín publicaron resultados que ni siquiera nosotros sabíamos. Ni siquiera habíamos analizado los datos que teníamos y mucho menos lo que querían decir esos resultados.

¿Que otros servicios brinda el laboratorio?

El área de servicios maneja dos microscopios electrónicos de barrido y dos equipos de difracción de rayos X que están dentro de lo que se llaman los Sistemas Nacionales. Con ellos damos servicios a otras instituciones y dentro de poco se va a incorporar un espectómetro de masas por tiempo de vuelo, que será el primero de ese tipo que habrá en América Latina.

¿Qué permitirá ese equipo?

Permite ver la composición elemental de muestras, tanto superficialmente como en tres dimensiones, y detectar todos los elementos de la tabla periódica, distinguiendo entre distintos isótopos. Por ejemplo, permite diferenciar si el uranio es enriquecido o no, ver cómo se difunde el oxígeno dentro de un material o analizar las diferentes capas de un semiconductor. También se puede usar en medicina, para ver diferentes tipos de material orgánico absorbido en la superficie de un material o para analizar tejidos. Es un equipo muy avanzado, para cuyo uso estamos armando un grupo de trabajo con colegas del área de colisiones atómicas que tienen mucha experiencia. De a poco tratamos de sumar gente para que el equipo pueda operar de la mejor manera posible.

¿Cómo fue la adquisición de este equipo?

Conseguirlo fue una gran pelea porque en 2015 se abrieron los Proyectos de Mejora de Equipamiento (PME) del ex MINCYT, que tenían un financiamiento máximo de un millón y medio de dólares. Desde que se presentó el proyecto hasta que se aprobó la licitación, en 2017, ese monto se fue devaluando. Finalmente, financiaron alrededor de 600.000 euros, pero la empresa que ganó la licitación cotizó el equipo en 970.000 euros. El resto lo está poniendo como contraparte la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), pero si las cosas se hubieran hecho en tiempo y forma no habría sido necesario poner contraparte alguna, salvo en todo lo que es la infraestructura para instalar el equipo.

¿Cómo los afecta la crisis que está atravesando el sector de ciencia y tecnología?

En una sobrecarga de trabajo enorme. Hay pocos recursos y, pese a que nuestro grupo ha sido muy exitoso en obtener subsidios, hoy no se están pagando. Da una tristeza enorme ver que los investigadores jóvenes evalúan irse al exterior, el éxodo en la ciencia ya empezó. A veces miro a los más jóvenes y me pregunto cuáles son sus posibilidades de crecer, de tener nuevos estudiantes, nuevos becarios. Hacemos un esfuerzo para optimizar recursos, muchas veces hasta comprando cosas con dinero de nuestro bolsillo. Es mucho lo que estamos poniendo porque tenemos pasión por lo que hacemos, pero hay veces en que te preguntás: ¿Tendría que ser así? Al mismo tiempo, al mirar alrededor, veo cómo se empiezan a perder capacidades y la idea de que la Argentina pueda ser sustentable en su propio conocimiento. Hay gente que piensa que todo se tiene que mirar como una empresa, adonde solamente vale lo que entra y lo que sale en caja y no el valor del conocimiento y el valor de la independencia tecnológica. Entonces, al mirarlo a escala más macro también pensás cuáles son las estrategias con los países de alrededor y hasta dónde podríamos llegar si nos pusiéramos de acuerdo y pudiéramos hacer algo conjunto en la región. En ese caso, también se empiezan a cerrar puertas y a diluir todo lo que soñábamos hace unos años como posible, no por mérito de uno sino porque se daba una situación de contexto favorable.

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