Bio y nanotecnología: Un sector que juega en primera

Con 340 empresas biotecnológicas, la Argentina es uno de los 10 países con más emprendimientos de este tipo en el mundo. Más de la mitad de ellas se dedican a agro y salud, emplean a más de 20.000 personas y generan ventas por más de 5.000 millones de dólares. Los datos se desprenden del Primer Censo de empresas de Bio y Nanotecnología, que fue presentado esta semana.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – El sector biotecnológico nacional está compuesto por 340 empresas, ubicadas en su mayoría en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a las que se suman 33 compañías de nanotecnología y otras 74 que trabajan en nano y biotecnología de manera simultánea. Esto posiciona a la Argentina en el puesto número 10 en cantidad de empresas del sector a nivel mundial, por encima de países como Austria, Dinamarca y Noruega.

Estos datos surgen de los resultados del Primer Censo de Empresas de Bio y Nanotecnología, que fue impulsado en forma conjunta por la Agencia I+D+I, la Cámara Argentina de Biotecnología (CAB), la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN), el Consejo Federal de Inversiones (CFI), el Centro Interdisciplinario de Estudios en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIECTI) y la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), y los gobiernos de las provincias de Córdoba, Santa Fe y Tucumán, y que fue presentado el martes pasado en forma virtual.

“Este censo representa un antes y un después para seguir trabajando”, dijo Laura Toledo, vicepresidenta de la FAN, y agregó que, si bien la fundación que representa siempre trabajó con empresas que incursionaban en estas tecnologías, la cantidad no era representativa y no contaban con datos precisos del sector. Al respecto, destacó que estos datos permiten conocer los detalles de este sector en el cual muchas veces las tecnologías convergen. “En los modelos de negocio basados en ciencia y tecnología, esta última es fundamental porque hace el diferencial, pero termina siendo la herramienta y no el fin en sí mismo. En realidad, es una estrategia empresarial, pero lo importante es ser una empresa con un modelo de negocio centrado en la ciencia y la tecnología”, dijo la especialista.

El censo detalla que 42 empresas aplicaron a beneficios de la Ley de Economía del Conocimiento y 35 de ellas accedieron, mientras que 14 buscaron incentivos de la Ley de Biotecnología Moderna, de las que resultaron beneficiarias 10. Ocho de ellas aplicaron a la nueva Ley de Promoción de la Bio y Nanotecnología (sancionada en 2022), de las cuales cinco pudieron acceder a los instrumentos de promoción.

Según este relevamiento, en 2022 el sector de biotecnología argentino generó ventas por 1.323 millones de dólares y exportaciones por 216 millones de dólares; mientras que las empresas nanotecnológicas facturaron 88 millones de dólares y exportaron por 4.9 millones de dólares. Además, la mayoría de estas empresas son micro emprendimientos de hasta 10 empleados o pequeñas empresas de hasta 50 empleados. En conjunto, generaron más de 20.000 puestos de trabajo, de los cuales poco más del 10% corresponde a personal altamente calificado dedicado a actividades de I+D.

En detalle, las empresas biotecnológicas emplean a 19.821 personas, de las cuales 2072 se dedican exclusivamente a actividades de investigación y desarrollo. El 27% del personal que trabaja en estas empresas tiene al menos un título de grado universitario, un 6% alcanzó un título de doctorado y otro 6% tiene otros títulos de posgrado (maestrías y/o especializaciones). En estas firmas, la participación del empleo femenino alcanza el 36%.

Por su parte, las empresas de nanotecnología emplean 961 personas, de las cuales 117 se dedican a actividades de I+D. El 15% del personal que trabaja en estas empresas tiene al menos un título de grado universitario, un 4% alcanzó un título de doctorado y otro 2,5% tiene otros títulos de posgrado (maestrías y/o especializaciones). En este sector, la participación del empleo femenino alcanza el 40%.

“Las empresas que se crearon a partir del 2015 tienen más proyectos e inversiones en ciencia y mayor participación de mujeres”, dijo Fernando Peirano, presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+I), y destacó que la proporción entre I+D y ventas ligadas a biotecnología supera el 6%, “muy por encima del promedio industrial argentino, que es de 1,4%, y en línea con los sectores más dinámicos a nivel mundial”.

Otro dato relevante que se evidencia en los resultados de este análisis es que casi la mitad de las empresas biotecnológicas se vincula con universidades públicas y otras instituciones de ciencia y tecnología del país, con el objetivo de desarrollar actividades de investigación y desarrollo en conjunto. En el caso de las empresas nano, en cambio, la mitad de ellas se vincula con universidades públicas para llevar adelante pruebas y ensayos, mientras que casi un 40% lo hace para realizar actividades de inversión y desarrollo conjuntas.

“Nos llamó la atención que las empresas que están desarrollándose son las que aprovecharon las herramientas disponibles. Sin políticas públicas que alienten la vinculación y permitan generar nuevos conocimientos de base, sin universidades públicas y sin el aporte de capital inicial o capital semilla, estos resultados no se habrían concretado en el ámbito privado o empresarial”, destacó Peirano, y advirtió que la consolidación de este ecosistema requirió más de 20 años. “El desafío, en términos de desarrollo, es poder aprender de esta experiencia para impulsar acciones efectivas que permitan que otros ecosistemas similares se consoliden, como en el área de informática, inteligencia artificial, acceso al espacio o nuevas energías, y que el proceso se complete en 10 años en lugar de 20”, agregó.

En cuanto a las áreas a las que se dedican las empresas de este sector, más de la mitad lo hacen en tecnologías agropecuarias y para la salud. En detalle, 77 empresas biotecnológicas y siete nanotecnológicas trabajan para el sector agropecuario, mientras que 73 biotecnológicas y 13 nanotecnológicas lo hacen en el sector de la salud humana. Otros áreas en las que se desenvuelven estos emprendimientos son: procesamiento industrial, salud animal, ambiente, energía y recursos naturales e industria química, petroquímica y materiales biobasados y/o biodegradables.

El censo detalla que 42 empresas aplicaron a beneficios de la Ley de Economía del Conocimiento y 35 de ellas accedieron, mientras que 14 buscaron incentivos de la Ley de Biotecnología Moderna, de las que resultaron beneficiarias 10. Por último, ocho aplicaron a la nueva Ley de Promoción de la Bio y Nanotecnología (sancionada en 2022), de las cuales cinco pudieron acceder a los instrumentos de promoción. “Las leyes acompañan los desarrollos sectoriales y estas promociones tienen que ver con el estímulo a las empresas para que aprovechen estos recursos que el Estado pone a disposición. Tal como apareció en el censo, eso después implica un montón de cosas: empleo calificado, potencial exportador y una cascada de consecuencias positivas para el país”, dijo Toledo.

«Sin políticas públicas que alienten la vinculación y permitan generar nuevos conocimientos de base, sin universidades públicas y sin el aporte de capital inicial o capital semilla, estos resultados no se habrían concretado en el ámbito privado o empresarial”, destacó Peirano.

De los resultados de este primer censo, que se espera actualizar de manera bianual, también se desprende que la cantidad de empresas de estos sectores casi se triplicaron en los últimos 15 años, ya que pasaron de 120 en 2008 a las 340 registradas en la actualidad. “La primera empresa biotecnológica argentina, Biosidus, nació en 1983. Hoy, 40 años después, en una macroeconomía que tal vez no fue de la más favorable, se ha desarrollado una actividad que utiliza estas tecnologías de frontera en diferentes actividades productivas como salud humana y animal y procesamiento industrial”, dijo la investigadora Lilia Stubrin, del Centro de Investigaciones para la Transformación (CENIT) de la UNSAM, que se encargó de llevar adelante este censo, y destacó que el 43% de estas empresas fueron creadas a partir 2015 y, en particular, con un modelo de start up.

“Son firmas que piensan en la exportación y el mercado mundial, que desarrollan productos y procesos nuevos para el mercado internacional y están comenzando internacionalizarse”, agregó Stubrin, y destacó también el grado de innovación: “El 66% de las firmas que relevamos lograron una innovación de producto nueva para el mercado internacional entre 2020 y 2022. Tres veces más en términos de capacidad de innovación con respecto al promedio del sector manufacturero, que es del 20% en la Argentina”, puntualiza.

En cuanto a los obstáculos a la innovación, un 85% de las empresas relevadas lo atribuye al contexto macroeconómico, caracterizado por la incertidumbre económica y financiera así como dificultades para la exportación; un 73% lo adjudicó a dificultades para acceder a financiamientos; un 62% a cuestiones de infraestructura para I+D y/o escalabilidad; un 60% a cuestiones regulatorias y un 51% a procesos burocráticos.

“El desafío que hoy tenemos es que estas empresas crezcan y se desarrollen desde la Argentina. En ese sentido, contar con un contexto macroeconómico favorable y mayor financiamiento a la innovación, y mejorar los procesos burocráticos, que hoy son un poco largos y costosos para estas empresas, son elementos clave, así como la generación de infraestructura. Estas empresas necesitan laboratorios e infraestructura científica para desarrollarse, y ahí están hoy los principales cuellos de botella para el desarrollo de la actividad, según las propias empresas”, afirma Stubrin.

“En la medida en que podamos seguir asignando los recursos que necesitan esas leyes, así como respetando a las instituciones que tenemos, como la Agencia, se podrán acompañar los procesos de acceso al financiamiento”, afirmó Toledo. “Eso también puede apalancar la innovación, porque muchas veces, cuando uno formula un proyecto de ciencia y tecnología, necesita hacer ensayos para validar determinados desarrollos y, si tiene la capacidad de acceder a una infraestructura pública más fortalecida y robusta, probablemente baje la inversión que tendría que hacer si tuviese que encarar todo por sí misma o si tuviese que ir a certificar un producto al exterior”, ejemplificó la especialista. Y también advirtió que este tipo de proyectos son propuestas de largo plazo, de apuestas a mercados que llevan mucho tiempo de desarrollo y que tienen que ir acompañados de una estrategia de protección de propiedad intelectual específica, acorde al mercado al que se destina.

“Hoy, el desafío sigue siendo construir las alianzas entre la academia y la industria, para que todo ese conocimiento que la academia ya reúne se convierta en productos que las empresas puedan colocar en el mercado a un precio competitivo, y que son efectivamente productos diferenciales”, subraya Toledo y agrega que también es importante que se siga ampliando la difusión de estas plataformas tecnológicas, para que puedan ser aprovechadas en todo su potencial. “El mayor desafío está en que cada rubro industrial pueda recoger lo que está disponible, que es lo que hacen muchas compañías grandes en todo el mundo, la llamada vigilancia tecnológica, en la que van identificando los hallazgos científicos y los terminan convirtiendo en productos, patentes y desarrollo. Eso creo que es lo que tenemos por delante como sector para seguir profundizando”, concluyó.

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