La I+D bajo la lupa

La importancia que tiene la inversión en investigación y desarrollo en el empresariado nacional, los modos de vinculación público-privados y el rol estatal en la promoción de los sectores de la economía del conocimiento fueron algunos de los ejes sobre los que debatieron referentes del Gobierno y de instituciones del sistema científico-tecnológico, a partir de los datos arrojados por una encuesta en empresas locales que ya lleva 10 años.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – ¿Cuáles son las proyecciones y desafíos para el sector de software y economía del conocimiento, incluidas las denominadas Ag-Tech, la agrobiotecnología y la convergencia tecnológica? ¿Invierten las empresas de este sector en I+D en el país?, ¿Qué está haciendo el Estado para incentivarlas a que lo hagan? ¿Cómo conciliar una agenda de investigación que responde a pautas globales con las necesidades del país? Estos fueron algunos de los interrogantes sobre los cuales reflexionaron diversos referentes del sector y el Gobierno durante el último conversatorio sobre “El potencial de I+D en sectores productivos de la economía del conocimiento”, que se desarrolló y se transmitió esta semana desde el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCYT), a raíz del cumplimiento de 10 años en que la Dirección Nacional de Información Científica comenzó a implementar la Encuesta sobre I+D del Sector Empresario Argentino (ESID).

La ESID busca relevar información para dimensionar los esfuerzos que realizan las empresas radicadas en el país en ese tipo de actividades. “Esta encuesta nos ha permitido cubrir un vacío de información oficial sobre las actividades de I+D, partiendo de la información primaria que nos brindan las empresas alrededor de 2000, y su continuidad ha fortalecido las capacidades técnicas del área, lo que contribuye a una mejor explotación de los datos y el análisis de los mismos”, le dijo a TSS Gustavo Arber, director Nacional de Información Científica del MINCYT, y subrayó que “la continuidad de este tipo de relevamientos contribuye a la generación de series históricas de estadísticas e indicadores que sirven de base para mejorar la toma de decisiones en materia de políticas públicas y nuevas líneas de investigación que retroalimenten la toma de decisiones, como también, el debate y la reflexión basados en la evidencia de los datos”.

La ESID es un relevamiento sobre la inversión en I+D que se realiza anualmente, en el que participan alrededor de 2000 empresas privadas radicadas en el país. Cada dos años, además, es complementada por un módulo específico sobre biotecnología, destinado a todas las empresas que han utilizado estas tecnologías como base para la producción o el desarrollo de I+D en sus empresas.

Entre los principales aspectos que surgen del análisis de los datos recopilados en estos años es que, si bien las principales inversiones en I+D provienen de esfuerzos del sector público, durante la última década se ha incrementado la inversión privada en estas actividades, principalmente en sectores como el farmacéutico y lo que podría denominarse como economía del conocimiento, que no solo incluye a la industria del software sino también a otros desarrollos de tecnologías digitales, principalmente vinculados con la llamada agricultura 4.0 o AgTech.

“Si queremos un sector más dinámico, con mayor generación de trabajo y mayores capacidades de competir y exportar, necesitamos mayor inversión privada”, advirtió Diego Hurtado, secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación del MINCYT, pero destacó que “un factor clave” que se mencionó durante el conversatorio se vincula con la necesidad de que el ministerio implemente estrategias de asociatividad público-privada. “Uno de los focos es abrir este concepto a todas las estrategias de políticas públicas disponibles, para incentivar e implementar el acercamiento y la sociedad entre las instituciones de investigación y desarrollo del Estado involucradas en la generación de conocimiento y las empresas del sector, en especial privadas”, sugirió.

En detalle, en 2021, el 39% de la I+D de nuestro país fue realizada por el sector empresario, que en conjunto invirtió más de 93.500 millones de pesos, que representan el 0,21% del PBI, equivalente a un promedio del 1,08% de las ventas de esas empresas. Entre ellas, las de la industria del software aportaron el 14% de la inversión en I+D, mientras que el cluster Ag-Tech concentró alrededor del 7% de esa inversión. Algo similar ocurrió con la generación de empleo para actividades de I+D que generaron estos sectores, que alcanzó a más de 20.000 personas, alrededor del 6% de su personal de esas empresas, lo que representa un 16% del total del personal abocado a estas tareas en el país.

En comparación con otros países, el sector empresario de la OCDE ejecutó, en promedio, más del 70% de la I+D y su inversión alcanzó el 1,99% del PBI, en 2021; mientras que, en América Latina, los indicadores fueron similares a los de la Argentina: el sector empresario latinoamericano ejecutó, en 2020, alrededor del 30% de la I+D de sus países, en promedio, y alcanzaron en promedio el 0,19% del PBI.

En cuanto a la generación de empleo, a pesar de que en las universidades y los organismos de CyT hay más investigadoras mujeres, la participación femenina en las actividades de I+D en estos sectores es de apenas poco más del 20%. Otra característica del perfil de los recursos humanos en el conjunto de empresas que hacen I+D en el país es la baja proporción de participación de doctores y doctoras en sus actividades: sólo el 9% de los y las empleadas en el sector empresario cuentan con formación de doctorado y sólo el 12% de las empresas tienen un doctor o doctora entre sus recursos humanos en I+D.

“El diagnóstico muestra una altísima concentración del sector y por eso es importante pensar en la generación de estrategias que den espacio a las pymes y que permitan mejorar las condiciones laborales, ya que el sector es un importante generador de empleo pero en muchos casos precarizado. La generación de un marco regulatorio adecuado para estos rasgos de desequilibrio es clave”, consideró Hurtado.

Entre el software y las tecnologías digitales

Si bien ambos sectores comparten algunos rasgos, también tienen sus particularidades a tener en cuenta. En el caso del software y servicios informáticos, por ejemplo, si bien el 90% de las empresas son pymes, la mayor parte de la inversión se concentró en apenas cinco empresas grandes, que explican alrededor del 65% de la inversión del sector. En este sector, la I+D se caracteriza por una alta demanda de recursos humanos, que alcanzó a 6.305 personas (que equivalen al 31% del total de personas haciendo I+D en todo el sector empresas del país). En conjunto, las empresas del sector software emplean aproximadamente el 13% de su personal total en actividades de I+D e invierten el 3,4% de sus ventas para realizarlas.

“El sector de software tiene características particulares que requieren que sus incentivos sean distintos a los del resto de la economía basada en el conocimiento. Tenemos que tener una ley que, entre los incentivos, no sólo considera a la exportación directa sino que ponga la dinamización de otros complejos exportadores; por ejemplo, que considere a una empresa de software que le venda servicios locales a otra empresa argentina, para que esa otra empresa sea la que exporte”, sugirió Fernando Schapachnik, director Ejecutivo de Fundación Sadosky. De ese modo, se cubriría la escasez de desarrollos de software para el mercado interno y se evitaría, como suele ocurrir en la actualidad, que sus costos estén dolarizados.

“También tenemos que pensar en la sustitución de importaciones tecnológicas: la Argentina gasta un montón de dinero en patentes de software. Tenemos que incentivar el desarrollo tecnológico que permita que alguna de esas compras, en vez de ser a patentes de productos extranjeros, sean a productos nacionales”, dijo Schapachnik, y sostuvo que también es importante que haya incentivos diferenciales para las empresas que exportan productos terminados, “en lugar de revender horas de programador para empresas que exportan licencias, que es un ingreso recurrente al país”.

En cuanto a las empresas que componen la denominada economía del conocimiento, en donde se incluyen, por ejemplo, la bioinformática y la nanotecnología, la situación y los requerimientos son diferentes. Las empresas del cluster Ag-Tech , por ejemplo, son mayoritariamente de capital privado nacional (el 75% de ellas) y más del 60% son pymes. Sin embargo, más del 90% de la inversión en I+D proviene de empresas grandes, entre las cuales más del 60% son de capital extranjero. En términos de intensidad, estas empresas invierten alrededor del 0,3% de sus ventas en actividades de I+D y para ello emplearon a más de 1.100 personas, durante 2021, lo que equivale a alrededor del 5,5% del total del personal empelado para I+D en el sector empresario argentino.

“Desde el Estado se han hecho muchas cosas, pero hay que considerar cómo ve el empresario al Estado y, en ese sentido, hay que simplificar muchas cosas porque el empresariado en estos sectores es muy dinámico”,  comentó durante el conversatorio María Victoria Nagel. responsable de Desarrollo de Negocios de la empresa del rubro Ag-Tech INFIRA, que también se desempeñó como coordinadora de un cluster de software en Santa Fe. Nagel advirtió que “es clave escribir buenos contratos al inicio, que tengan cláusulas que no le impidan a la empresa crecer y firmar otros acuerdos o firmar su licencias, por ejemplo, pero que impidan que todo quede en el sector privado o en una empresa en particular”.

El primer encuentro de este ciclo se realizó el 4 de octubre y estuvo dedicado a reflexionar sobre las actividades biotecnológicas y farmacéuticas. Este segundo y último conversatorio, en cambio, se centró en el análisis de las características, necesidades y desafíos de la industria del software, el cluster Ag-Tech y otras actividades productivas vinculadas a la economía del conocimiento. Se desarrolló el 11 de octubre, poco después de que se conociera la aprobación del Plan Nacional de Ciencia y Tecnología 2030 en el Congreso.

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