Sin becarios no hay ciencia

Las autoridades del CONICET publicaron el orden de mérito de quienes se presentaron a becas doctorales pero siguen sin aclarar la cantidad, a quiénes y cuándo se otorgarán. TSS conversó con postulantes de diversas provincias sobre la incertidumbre en la que viven y la falta de perspectiva a futuro. Algunos ya están pensando en buscar otros trabajos o emigrar al exterior.

Por Nadia Luna  
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Agencia TSS – La semana pasada, con un mes y medio de demora y tras las movilizaciones realizadas por la comunidad científica en todo el país, el directorio del CONICET finalmente publicó el orden de mérito de quienes postularon a becas doctorales del organismo pero aclaró que “en ningún caso se trata del otorgamiento de la beca”, ya que esa información “se publicará próximamente”. En otras palabras, se comunicaron los resultados del proceso de evaluación que ordena de mayor a menor puntaje a quienes aspiran a una beca pero no se aclara cuántas se otorgarán ni cuándo se harán efectivas, por lo que las y los candidatos continúan en el dilema de si seguir esperando o buscar otro trabajo.

“Tenemos mucha incertidumbre y ansiedad por saber los resultados, que estaban prometidos para el 12 de enero. Recién la semana pasada publicaron el orden de mérito pero seguimos sin conocer a quiénes se va a otorgar la beca ni cuándo lo van a decir”, cuenta a TSS Paloma Moreno, que trabaja en el Instituto de Investigación Médica Mercedes y Martín Ferreyra (INIMEC–CONICET/UNC/IMMF), de Córdoba, y postuló a una beca doctoral por el área de Psicología.

Desde Ushuaia, Joaquín Cano, postulante por el área de Biología para investigar en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC–CONICET), coincide con el diagnóstico de Moreno. “Es muy angustiante porque, después de tantos años invertidos en el estudio y en tener buenos promedios para ingresar al sistema científico nacional, todo desemboca en esta situación donde se va corriendo la fecha de una posible respuesta sin tener información”, señala. Lo que se sabe de forma oficial es que, en principio, de las 1300 becas doctorales prometidas en la convocatoria realizada el año pasado solo se otorgarán 600 y que en vez de comenzar el 1 de abril, recién podrán iniciar en agosto.

Por otra parte, lo que sí se otorgó el pasado miércoles son las 300 Becas de Finalización de Doctorado a la que podían aplicar investigadores con tesis avanzadas. Una de las que obtuvo esta beca es Vera López, que estudia la interacción entre plantas y animales vinculada a la conservación de los bosques en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA–CONICET/UNComa) de Bariloche. López forma parte de la Red de Becarixs Patagonia Norte, que nuclea a jóvenes profesionales que están a la espera de los resultados. “Es una situación estresante, están todos los grupos de compañeros saturados porque es una espera eterna. Yo hasta la semana pasada no sabía si iba a tener que dedicarme a otra cosa o irme a otro país a terminar mis estudios”, relata.

Investigadores del Instituto Tecnológico de Chascomús (CONICET/UNSAM) también sufren las consecuencias del ajuste del Gobierno en el sector científico-tecnológico.

Otras colegas no tuvieron la misma suerte que López. Rocío Márquez y Luciana Scatturice trabajan en el Laboratorio de Biología del Desarrollo del Instituto Tecnológico de Chascomús (CONICET/UNSAM). Ni las presentaciones en los congresos ni el grado de avance del proyecto alcanzaron para obtener una beca que les permita seguir investigando pese a que en el dictamen de evaluación se consigna que la “postulación es sólida, consistente y factible”. “Literalmente, me queda el laboratorio sin estudiantes”, se lamenta Pablo Strobl Mazulla, investigador del CONICET y director del laboratorio.

Márquez cuenta que están a la mitad de un proyecto de investigación en el que estudian las células de la cresta neural. Estas células tienen un rol importante durante el desarrollo embrionario, ya que dan origen a distintas estructuras y funciones que están vinculadas, por ejemplo, a movimientos y sensaciones de dolor en la zona de la mandíbula. Estudiar estos procesos ayuda a comprender mejor diversas cuestiones, entre ellas, profundizar el conocimiento sobre la formación de tumores y poder avanzar en posibles terapias.

“Por ahora, continuaré con el proyecto porque cuento con el apoyo de mi director y de la institución pero se dificulta por el hecho de no tener certezas y de tener que ponerme a buscar otras alternativas económicas a mitad del doctorado”, afirma Márquez. Y agrega: “Ojalá que la situación de las becas en general se solucione porque es imposible que un país crezca sin que haya formación e investigación científica”.

Proyectos científicos para un país soberano

Ciencias ambientales, biológicas, médicas, sociales: ninguna disciplina parece salvarse del ajuste. La historiadora Lucía Rigalli es docente en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y postuló a una beca doctoral del CONICET en el área de Historia, Geografía, Antropología Social y Cultural para estudiar la representación de las mujeres en la prensa socialista de principios del siglo XX. “En las ciencias sociales nos dedicamos a la elaboración del pensamiento crítico y la problematización de sentidos comunes. Yo sabía que estaba en desventaja porque pretendía trabajar en algo que va a contramano del programa político del Gobierno de Milei, ya que, como vimos, pretenden prohibir cuestiones vinculadas con la perspectiva de género. Todo lo que no está orientado a lo que ellos consideran útil o productivo se elimina, se prohíbe, se descarta”, sostiene.

En Rosario, en la UNR, también se realizan asambleas para debatir cómo seguir frente a los recortes en el sector científico.

A la incertidumbre por las becas se suman a otros problemas que ya venían teniendo algunos investigadores vinculados a las condiciones de trabajo, dice Rigalli. “En Rosario, hay compañeros que se tienen que turnar para poder trabajar porque no hay suficientes oficinas. No tener un espacio de trabajo o una computadora es una avanzada en la precarización laboral y las ciencias sociales han sido golpeadas por todos los gobiernos en general, porque se considera que no producen capital y problematizan muchos discursos”, apunta la especialista.

Los temas ambientales tampoco parecen tener mucha cabida en el Gobierno de un presidente que ha expresado abiertamente que “el calentamiento global es un invento del socialismo”, pese a la abundante evidencia científica que existe respecto al tema. Sin embargo, Joaquín Cano, que postuló a una beca dentro del Laboratorio de Ecología y Conservación de Vida Silvestre del CADIC para estudiar la dinámica espacio temporal de la carroña de pingüino en la Isla Observatorio, argumenta por qué es necesario invertir en conocimiento sobre temas ambientales y el cuidado de ecosistemas.

“Es importante financiar proyectos de este tipo porque la conservación de los ecosistemas nacionales tiene que estar dada desde una perspectiva de lo propio: argentinos decidiendo como se manejan los espacios argentinos. Sobre todo en lugares como la Isla Observatorio, que están cercanos a zonas de conflicto y de soberanía en disputa, como las Islas Malvinas. Es fundamental tener información científica de calidad para tomar decisiones y determinar qué impacto tienen las acciones humanas en la biodiversidad, que es una de las principales preocupaciones para el futuro del planeta”, dice Cano.

Muchos proyectos de investigación también tienen un fuerte vínculo con el territorio donde están insertos. En el Noroeste Argentino (NOA), Laura Herrera postuló a una beca para estudiar las dinámicas de trabajo en los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo, Tucumán, entre 1930 y 1960. Su objetivo es recuperar un proceso histórico que ha modelado la identidad de la ciudad de Tafí Viejo, identificada con talleres donde en su época de gloria trabajaban más de 5000 obreros. “El proyecto incluye la recuperación de documentación histórica y la organización de un archivo que formará parte del Museo Ferroviario de Tafí Viejo”, cuenta Herrera, que hoy trabaja como profesora de Historia en escuelas secundarias.

Moreno, que en el INIMEC, en Córdoba, investiga en las consecuencias de la disminución de serotonina durante el periodo embrionario y su efecto en alteraciones de la conducta y el desarrollo en la infancia y la adolescencia, sostiene que “es importante seguir luchando hasta que den las 1300 becas que habían prometido, o que al menos haya noticias de cuándo las van a dar. Es un derecho que tenemos como postulantes”, señala.

Movilización del sector cientítico-tecnológico en la explanada del Polo Científico de Palermo en rechazo a las políticas del Gobierno para este sector.

¿La salida es Ezeiza?

La fuga de cerebros es una realidad que ocurrió en otras épocas de desfinanciamiento del sistema científico del país, como la década del ’90, y es una posibilidad que inevitablemente vuelve a aparecer ante un contexto de crisis económica y de ajuste como el actual. “Es triste decirlo pero estoy pensando en otras alternativas laborales. No me gustaría tener que cambiar mi rumbo porque la investigación me gusta mucho pero si no quedo seleccionada tendré que hacerlo. Además, las becas comenzarían en agosto y son muchos meses más tarde de lo que estaba prometido, va a ser difícil aguantar”, afirma Moreno.

En tanto, Cano, que vive en Ushuaia, está pensando en buscar trabajo en el sector turístico, aprovechando el conocimiento que tiene sobre la fauna y flora del lugar para trabajar, por ejemplo, como guía. “El turismo es una actividad económica muy importante acá y vengo pensando en eso desde noviembre. Además, estoy viendo opciones de poder seguir la carrera científica en otros lugares, buscando convocatorias en el exterior. No es lo que más quisiera porque soy fueguino, cursé todos mis estudios acá y mi horizonte era seguir apostando a mi provincia”, aclara.

Una posibilidad que se abre para profesionales de diversas disciplinas es la docencia pero Rigalli señala que tampoco es un camino sencillo. “Para tener un salario que más o menos cubra un alquiler, una compra de supermercado, una obra social, tenés que tener unas 44 horas titulares, algo imposible para profesionales jóvenes porque la titularidad se construye con antigüedad y lleva tiempo. Yo soy reemplazante, tengo solo algunas horas, ¿cómo hago para pagarme un doctorado?”, plantea la historiadora y apunta así a otro aspecto clave de obtener una beca del CONICET, ya que la mayoría de los posgrados son muy costosos.

Herrera destaca que el reclamo de postulantes, becarios, investigadores y técnicos del CONICET no es solo sectorial. “Defendemos una causa mayor, la de una nación moderna y soberana. En esto el Gobierno debería copiar a los países económica y tecnológicamente más avanzados, en los cuales la inversión pública en ciencia nadie cuestiona”, asevera. Por su parte, López remarca que las becarias y becarios son la base del sistema científico y que, sin ellos, ningún proyecto podría avanzar. “Somos los investigadores del futuro de la Argentina y no estaría bueno que nuestra salida sea irnos al exterior porque acá se decide desfinanciar el sistema de ciencia”, sostiene.

Cano coincide y agrega algunas cuestiones sobre la importancia que tienen los becarios dentro de los equipos de trabajo. “Son parte de la mano de obra que genera conocimiento científico y también son fundamentales para que los investigadores de planta puedan ascender de categoría. Cortar la posibilidad de tener becarios es cortar la rueda virtuosa de la incorporación de jóvenes profesionales y la formación de investigadores consolidados, ya que ellos solos no pueden llevar a cabo todo el trabajo. Lo mismo sucede con los trabajadores administrativos que han sido despedidos de CONICET. Todos son parte necesaria para que el engranaje funcione”, finalizó.

 

Foto portada: Mariano Diez


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