Pese a las teorías negacionistas y antivacunas que circulan desde el inicio de la pandemia, un relevamiento a nivel nacional indica que la población argentina tiende a confiar en las recomendaciones científicas y a valorar el desarrollo de la ciencia local. Entre la minoría que teme o duda, solo una pequeña proporción no está dispuesta a vacunarse.
Agencia TSS – ¿Cómo creen los argentinos que se originó el nuevo coronavirus? ¿Confían en la seguridad de las vacunas contra la COVID-19? ¿Quién o quiénes consideran que deberían asesorar al Gobierno en la toma de decisiones? ¿Cómo califican al sistema científico argentino frente a la pandemia? ¿Cuáles son los medios que más influyen en la formación de creencias en torno a estos temas? Estas son algunas de las preguntas que busca responder el primer informe que surge de uno de los más ambiciosos proyectos de investigación en Ciencias Sociales más en torno a la COVID-19, del que participan más de 200 investigadores de 18 instituciones académicas de todo el país, organizados en distintas subredes según áreas temáticas.
“Este es un informe inicial con resultados que obtuvimos de las primeras entrevistas. Ahora estamos avanzando con miles de encuestas a la población”, adelanta el investigador del CONICET y la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) Pablo Pellegrini, a cargo de la coordinación de la Subred Ciencia del proyecto “Identidades, experiencias y discursos sociales en conflicto en torno a la pandemia y la postpandemia”, de la Red ENCRESPA (Estudio Nacional Colaborativo de Representaciones sobre la Pandemia en Argentina), que se propone comprender las representaciones sociales y creencias de la sociedad argentina en torno a la Covid-19. Es uno de los proyectos seleccionados por el Programa de Investigación de la Sociedad Argentina Contemporánea (PISAC), las Ciencias Sociales y Humanas en la Crisis COVID-19, lanzado el año pasado por la agencia I+D+i, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, para impulsar investigaciones en Ciencias Sociales que permitan una mejor comprensión sobre la relación entre la sociedad argentina y la crisis que está generando la pandemia por el nuevo coronavirus.
Del análisis de una muestra representativa de la sociedad argentina en cuestiones de clase, género y etnia, que incluye 47 entrevistas semiestructuradas realizadas entre marzo y junio de este año, se desprende que la mayoría de las personas consultadas sostiene que el virus fue producido por una manipulación humana. Entre las explicaciones que dan, algunos consideran que se liberó accidentalmente de un laboratorio, otros creen que es producto de un conflicto geopolítico, una parte responsabiliza a las grandes farmacéuticas y otra a los modelos industrializados de producción y cría de animales. En cambio, consideran ingenuo pensar que se originó naturalmente. “Esto se puede explicar por la gran cantidad de teorías que circulan, pero también entra en juego la prevalencia de una perspectiva antropocéntrica, en la que suele ser difícil creer que los virus muten, evolucionen y generen estas cosas”, considera Pellegrini, que es licenciado en Biotecnología con un doctorado en Ciencias Sociales y Filosofía del Conocimiento.
Frente a estas ideas, un tercio de los entrevistados cree que se trata de un fenómeno natural. Sin embargo, independientemente de cada postura, la mayoría tiende a dudar de su propia justificación y muestra inseguridad al respecto, debido a la diversidad de teorías que circulan. “La gran cantidad de teorías que sostienen, por ejemplo, que el virus fue liberado en un laboratorio a propósito para generar una vacuna, no solo alimentan posiciones conspiranoideas, sino que también erosionan aquellas explicaciones más cercanas a la evidencia científica”, advierte Pellegrini.
Sea cual fuera el origen, la mayoría (42/47) considera que el virus y sus efectos son reales, mientras que solo unos pocos (5/47) creen que el virus o sus efectos son inventados.
En cuanto al rol de la ciencia y los expertos en esta pandemia, la percepción es “positiva o muy positiva”, según lo describe el informe. “Lo que aparece en las encuestas es una mirada fuertemente positivista, donde la ciencia aparece por encima de lo partidario, como una voz autorizada que sería la que permite el acceso a la verdad. Hay un alto reconocimiento de la actividad científica. De hecho, aproximadamente, en un cuarto de las encuestas aparece una idea muy fuerte en términos del saber experto como el saber que tiene el derecho a tomar decisiones por encima de la política”, afirma el investigador Santiago Liaudat, de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP), y agrega que a esto se suma una fuerte identificación entre la figura del experto y la del médico, vinculada al modelo médico hegemónico, que en este caso se superponen.
Adonde sí aparece un posicionamiento político más evidente es a la hora de evaluar el rol de los expertos en las decisiones del Gobierno, sobre cómo prevenir o enfrentar la crisis que está provocando esta pandemia. “Cuando uno menciona al Gobierno, el encuestado rápidamente se posiciona con respecto a su postura partidaria. Entonces, tenemos un amplio reconocimiento de que el Gobierno se apoyó en la opinión de expertos, de 20 entrevistados sobre 47, pero 21 sobre 43 señalan que se debió haber apoyado aún más en los expertos”, detalla Liaudat, aunque advierte que fueron pocos los que pudieron decir qué otras disciplinas científicas deberían haber sido parte de la toma de decisiones.
De manera similar, los desarrollos científicos y tecnológicos locales vinculados a la COVID-19 también son valorados por la mayoría de los encuestados, que reconoce que estos tienen un rol importante durante la pandemia, aunque luego tienen dificultad para mencionar algún aporte en concreto. Por ejemplo, solo en una de las 47 entrevistas se mencionan los barbijos Atom Protect, apenas dos mencionaron las investigaciones con suero equino, tres se refirieron a los tests para pruebas diagnósticas y siete reconocieron que la ciencia local está haciendo un aporte en el desarrollo de vacunas. “Esto es muy interesante para pensar las políticas, ya que tiene que ver con fallas comunicacionales, no solo de los ministerios sino del dispositivo comunicacional del Estado y de la comunicación pública de la ciencia en general, incluyendo a los medios privados, adonde la cuestión científica suele aparecer en segundo término”, subraya Liaudat.
Las vacunas son la solución
Desde la aprobación de las primeras vacunas, a fines del año pasado, una de las principales preocupaciones, en la región en general y en la Argentina en particular, tiene que ver con la posibilidad de acceder a las inmunizaciones, y a derribar temores y falsas creencias en torno a ellas para poder alcanzar a la mayor parte de la población. Los movimientos antivacunas parecen tener un fuerte impacto en contra de las campañas de vacunación en algunos países, como Alemania, Estados Unidos y Francia, adonde incluso han hecho manifestaciones y reclamos públicos. ¿Qué ocurre en la Argentina?
Según este primer informe, no parecen tener la misma relevancia. Por el contario, la mayoría tiene expectativas positivas frente a las vacunas y solo un tercio de los entrevistados manifiesta temores o desconfianza, sobre todo debido a la velocidad con que se aprobaron y a los efectos que pueden llegar a producir. Aún así, “en ese tercio hay una diversidad de situaciones: algunas de las personas ya habían recibido la primera dosis al momento de la entrevista, y otras manifestaban que si tenían la posibilidad de vacunarse accederían a hacerlo”, advierte la investigadora Agostina Ludueña, del Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología del Departamento de Ciencias Sociales de la UNQ.
“Solo una minoría, 4 de 47 entrevistados, indicaron enfáticamente que no se vacunarían o que no estarían dispuestos a hacerlo, y habría que indagar en el futuro cómo se vincula esto con la edad, ya que los pocos que rechazaron la vacunación corresponden a un rango etario de adultos jóvenes, de entre 18 y 40 años”, dice Ludueña, y agrega que, en casi todas las entrevistas, las personas indicaron conocer a alguien, ya sea familiar o conocido, que manifestó haber dudado sobre la posibilidad de vacunarse o no.
Entre los motivos principales que generan dudas y desconfianza, están el proceso de elaboración de la vacuna, principalmente por su rapidez o el poco tiempo que demandó, y las reacciones adversas producidas por la vacuna y los efectos en el largo plazo. De manera menos recurrente, también se mencionan “dudas con respecto a la efectividad, desconfianza por el hecho de que se haya creado una vacuna para un virus ´que salió de un laboratorio´, miedo a que la vacuna produzca un contagio en la persona inoculada, desconfianza ante el hecho de que la vacuna es una mercancía dentro de la industria farmacéutica, y también desconfianza directamente hacia la vacuna de Sinopharm”, según detalla el informe.
Junto a los cuestionamientos a las vacunas, desde el inicio de la pandemia han circulado opciones de tratamientos alternativos, algunos sin ningún tipo de sustento científico que los avale (como el hidróxido de cloro), otros que no están aprobados para su uso en personas con COVID-19 (como la ivermectina) o que fueron desestimados como estrategias sanitarias (como la inmunidad de rebaño). Al respecto, la mayoría de los entrevistados tuvo una postura crítica, aunque poco más de un tercio dejó una posibilidad abierta al uso de tratamientos alternativos, “por las dudas”.
¿De dónde se obtiene la información para formar estas y otras creencias en torno a la pandemia? Las entrevistas también indagaron sobre este tema. De las respuestas se desprende que la vía de información predominante sigue siendo la televisión, aunque hay una percepción general de que “está politizada y toma partido, además de que tiene un enfoque que satura con lo negativo sin por ello promover mejores cuidados o dimensionar adecuadamente la gravedad de lo que está sucediendo”.
“De hecho, las redes sociales muchas veces replican contenidos televisivos”, afirma Liaudat y agrega que estas aparecen en segundo lugar, seguidas por los diarios o las radios, mientras que una minoría afirmó que recurre a fuentes de información más confiables para verificar datos que recogieron de la televisión o las redes sociales, como los decretos presidenciales, las cadenas nacionales y documentos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Estos son los primeros avances de esta investigación que continúa en elaboración. “Creemos que vamos a encontrar resultados muy interesantes, ya que somos parte de un proyecto muy amplio que no solo involucra representaciones y creencias sobre el conocimiento científico en torno a la pandemia, sino también otras cuestiones como valores, política y naturaleza”, concluye Pellegrini.
* Vanina Lombardi forma parte del Nodo UNSAM como investigadora en la Subred Ciencia del proyecto “Identidades, experiencias y discursos sociales en conflicto en torno a la pandemia y la postpandemia”, de la Red ENCRESPA (Estudio Nacional Colaborativo de Representaciones sobre la Pandemia en Argentina).
05 ago 2021
Temas: COVID-19. Ciencias Sociales, Pandemia, Vacunas
1 comentarios en “Las representaciones de la pandemia”-
Pedro Dudiuk
(06/08/2021 - 9:49)Coincido absolutamente