La Universidad Nacional de Hurlingham inauguró un laboratorio en el que se podrán producir miles de copias de plantas de interés tanto productivo como ambiental. La biofábrica será utilizada para actividades de docencia, investigación y también para la transferencia a los pequeños productores de la zona.
Agencia TSS – El predio de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) está situado en Villa Tesei, en la zona oeste del conurbano bonaerense, sobre lo que antes era el frigorífico Tres Cruces. Construir una casa de altos estudios pública y gratuita sobre un predio fabril es todo un símbolo en ese territorio: representa una posibilidad para miles de jóvenes de ser primera generación de universitarios y de proyectar un futuro mejor a partir del conocimiento. Es el caso también de otras universidades nacionales como las de La Matanza (UNLaM) –edificada sobre la antigua planta automotriz Chrysler– y las de San Martín (UNSAM) y Lanús (UNLa), que ocupan terrenos de viejos talleres ferroviarios.
En la UNAHUR, la mitad de los alumnos trabaja, el 40% tiene hijos y el 70% son mujeres. Es la segunda universidad nacional más joven del conurbano: fue creada a fines del año 2014 y tuvo su primer ciclo lectivo en 2016. La oferta académica se basa en cuatro ejes: salud, educación, producción y ciencia. Tiene unos 6700 estudiantes y una gran porción de los edificios todavía en construcción, que pronto se transformará en nuevas aulas, laboratorios y espacios verdes.
En este marco, la UNAHUR inauguró su biofábrica: un laboratorio de micropropagación de especies vegetales que estará destinado a tareas de docencia, investigación y transferencia. TSS participó de una visita a la biofábrica con la guía de la bióloga Valeria Rudoy y de los biotecnólogos Leandro Imanishi y Marcela Pillof. “Vamos a poder producir miles de copias de una planta a partir de cultivos que sean de interés productivo o ambiental”, contó Rudoy. Durante la recorrida también estuvo presente el rector de la UNAHUR, Jaime Perczyk.
La biofábrica fue construida en Misiones y se encuentra en la fase de puesta a punto. Allí se formarán los alumnos de las carreras de Biotecnología, Tecnología de los Alimentos y Gestión Ambiental. Además, los investigadores mantendrán una articulación constante con los productores de la zona, quienes seleccionarán el cultivo que deseen clonar. El uso de la biofábrica les permitirá a ellos acortar los tiempos de producción y asegurarse que los nuevos brotes serán copias idénticas del mejor ejemplar.
Para “fotocopiar” un cultivo, los científicos toman un fragmento (denominado explanto) de la planta madre, lo estudian, lo limpian y lo depositan en un medio de cultivo preparado especialmente para cada especie. Un parte de la planta que suele usarse para esto es el meristema, el tejido responsable del crecimiento de la planta y de gran potencial para la multiplicación. “Los fragmentos que usamos miden apenas un centímetro, o a veces milímetros, y la técnica depende del cultivo”, explicó Imanishi.
Al entrar a la biofábrica, se accede primero a un área de ingreso que contiene un monitor donde se visualizan las condiciones ambientales. Al lado, hay a un vestuario, donde el personal se coloca la vestimenta necesaria para no contaminar el interior: cofia, barbijo, guardapolvo y cubre-calzado. El proceso consta de tres partes con divisiones físicas. En la primera instancia se realiza la preparación y esterilización de los materiales y medios de cultivo. En este punto, es importante despojar al explanto de toda carga microbiana, ya que, de lo contrario, al introducirlo en el medio de cultivo no solo crecerá la planta sino que el medio también funcionará como alimento para bacterias y virus.
En la segunda habitación se realiza la inoculación o siembra de los cultivos. Arriba de los flujos laminares que funcionan como mesadas hay cámaras y dos pantallas que muestran el trabajo que los científicos hacen allí. “La idea es que los docentes realicen los procedimientos acá y los alumnos de los primeros años de carrera observen desde el aula. Cuando sean más avanzados van a ingresar a la biofábrica para hacer las prácticas”, indicó Pillof, directora de la Licenciatura en Biotecnología de la UNAHUR.
El tercer recinto alberga la cámara de crecimiento de los plantines, que posee condiciones especiales de temperatura, iluminación y humedad. Una vez que los fragmentos multiplicados comienzan a crecer, retornan al segundo cuarto para volver a ser divididos. “Esto sería la clonación propiamente dicha. La cantidad de fragmentos a copiar va a depender de lo que se pida en cada caso pero no hay un tope. Hay cultivos donde se hace diez veces el proceso de multiplicación y empieza a haber malformaciones. Entonces, hay que recurrir de nuevo a la planta madre”, señaló Rudoy.
El tiempo que transcurre desde que comienza el ciclo hasta que se obtienen los clones listos para plantarlos fuera del laboratorio varía según la especie y la cantidad de copias. “Lo que el productor se lleva del laboratorio necesita luego una etapa de adaptación. Una vez que el cultivo se aclimató y tiene un tamaño apto puede ser plantado fuera del vivero”, dijo Pillof. Imanishi agregó que uno de los primeros trabajos que van a realizar va a estar orientado a plantas ornamentales, que son relevantes en la zona y además está relacionado con su tema de investigación.
13 sep 2018
Temas: Biofábrica, Biología, Biotecnología, Cultivos, Genética, UNAHUR