La conectividad es un derecho humano

A horas del lanzamiento del ARSAT-I, TSS habló con Emmanuel Jaffrot, del Programa Argentina Conectada, sobre el proyecto tecnológico que busca asegurar el acceso de todo el territorio a los servicios de telecomunicaciones.

Federico Rey  
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Agencia TSS – Se dice que solo el tiempo pone la cosas en su lugar y determina qué sucesos son dignos de ser recordados por su importancia. También se sabe que la historia la escriben los que ganan, junto a los medios masivos de comunicación. Por todo esto, si bien resulta difícil ser contemporáneo y a la vez conciente del nacimiento de un hito, el lanzamiento del primer satélite de telecomunicaciones diseñado en el país parece acercarse demasiado a aquellos sucesos que supieron dejar huella y hoy generan nostalgia. En diálogo con TSS, el tecnólogo Emmanuel Jaffrot aborda y discute el rol de la tecnología en la sociedad y pone en valor desafíos como la plena conectividad, su impacto en el mercado y la necesidad de un Estado que desarrolle infraestructura.

«Mirar la tecnología desde la sociedad»

El jueves es el día D para que el cohete francés Ariane despegue de la base de Guyana Francesa y transporte al ARSAT-1, allá por los 250 kilómetros sobre la Tierra. A partir de ahí, el equipo de la Estación Terrena Benavídez tomará control del satélite y durante 30 días será dirigido hasta llegar a posicionarlo en su órbita geoestacionaria definitiva, a más de 35.000 kilómetros sobre el nivel del mar.

Sobre las bondades del aparato Jaffrot apunta: «Un primer dato es que es el primer satélite que está diseñado por y para Argentina. Cuando uno alquila un satélite, su pisada, o sea el área de cobertura de servicio, quizás no se adapte del todo a nuestra geografía. Este satélite tiene una antena que está hecha para la Argentina y también para los países vecinos. Hay una visión económica del lanzamiento del satélite, que tiene que ver con la posibilidad de vender servicios satelitales como hace cualquier operador a nivel internacional. Eso es tener una visión geopolítica de las telecomunicaciones, que no es otra cosa que lograr soberanía sobre la tecnología».

El jueves 16 de noviembre es el día D: el cohete francés Ariane despegará de la base de Guyana Francesa
transportando al ARSAT-1 a 250 kilómetros sobre la Tierra.

Cuando el satélite se encuentre en operaciones brindará servicios de televisión directa al hogar (TDH), acceso a Internet para su recepción en antenas VSAT, de datos y de telefonía IP. También transportará señales de video de los operadores de televisión de cable y será utilizado para las transmisiones de noticias desde unidades móviles de TV. Más allá de estas facilidades técnicas, Jaffrot insiste en que tomar únicamente a la tecnología como una herramienta es medirla al corto plazo, sin detenerse en los plazos de desarrollo, de diseño, etc. Y más allá de esto, resulta imprescindible interrogarse por lo que se quiere hacer, hacia dónde ir y cómo eso impacta en la actualidad. «Cuando se viene de una formación puramente científica se debe aprender a usar otros códigos y mirar la tecnología desde otro lugar, el lugar de la sociedad».

La ideología de la tecnología

El 8 de septiembre, bajo el título: «El satélite ‘100% argentino’ que se fabricó en Europa», El País de España descubría la trama secreta de un supuesto nuevo invento criollo. Según la publicación, en los créditos de la película del primer satélite argento se olvidaron de mencionar la participación de empresas europeas como Thales Alenia Space y Astrium, que, piadosas del sueño de un país del sur de América, prestaron sus probados conocimiento para tal empresa. No obstante, bien al final de la nota, y del título por supuesto, aclaran que: «Todo esto es habitual. Prácticamente ningún país del mundo dispone de la tecnología necesaria para construir un satélite “100% nacional».

«Hace 20 años China espiaba y copiaba todo. Después, copiando, empezaron a entender, y entendiendo empezaron a modificar. Y al modificar estaban innovando sobre cosas que ya otros vieron, y llega el momento en que de tanto innovar se obtiene tanta soberanía sobre la tecnología que se termina innovando para el mundo. Eso es lo que hicieron los chinos. Nadie dice que los satélites chinos no son chinos porque tienen una computador a bordo que hizo otro país. Entonces es necesario hacer propio el  conocimiento, apropiarlo para poder incorporarlo, eso es fabricar un satélite. Hay un legado y por suerte la humanidad progresa tomando conocimientos de otros lugares, teniendo transferencia tecnológica de otros sitios, y pudiendo crecer y dando trabajo local y calificado», asegura Emmanuel Jaffrot, doctor en electrónica y comunicación.

“Hay que a empezar a pensar que, a diferencia de internet, la conectividad sí es un derecho humano”, afirma Jaffrot.

Ahora bien, el objetivo parece orientar las innovaciones hacia la resolución de problemas locales que, a su vez, permitan un desarrollo sólido de las capacidades tecnológicas, y así disminuir la dependencia que todavía se tiene de los grandes centros. «Ese es el desafío, pero atrás de todo esto hay un debate muy profundo que tiene que ver con si la tecnología es agnóstica o si tiene ideología. Y la tecnología tiene profunda ideología. Tiene profunda ideología porque los países que producen tecnología, tienen la capacidad de controlarla. Si yo soy comprador de esa tecnología soy comprador de un proyecto político que no es mío. Paso con la televisión analógica en su momento, se terminó siendo dependiente de algunos países porque se adoptó una tecnología que ató de manos al país con respecto a muchas decisiones que se hubieran tomado de forma autónoma», recuerda Jaffrot.

Conectividad versus peaje tecnológico

Desde el 2009 el Programa Argentina Conectada comenzó a instrumentar el tendido de la Red Federal de Fibra Óptica (REDFEFO). Se espera que a fines del año que viene 59.000 kilómetros de cables permitan, desde todas las latitudes del país, conectar a toda la población a través de unos cuantos megas. La iniciativa es complementaria de la puesta en órbita del ARSAT-I y, sin todavía haber sido puesta en funciones, el anuncio de la Red ya impactó sobre el oligopólico mercado mayorista, que de cobrar injustificados precios (1.800 dólares por el mega en Tierra del Fuego) para ofrecer el servicios pasaron a operar con tarifa plana.

El proyecto también fomenta la aparición de operadores locales, que al existir más competencia a nivel mayorista, pueden convertirse en actores del mercado de las telecomunicaciones. De esta forma, muchas pymes y cooperativas locales podrán convertirse en prestadores de servicios. Además, sobre la misma infraestructura avanza otra Red de Servicios Gubernamentales que se propone conectar a las escuelas de todo el país, los centros de salud, universidades, entre otros sectores de la comunidad.

El Programa Argentina Conectada comenzó a instrumentar el tendido de la Red Federal de Fibra Óptica (REDFEFO).
Se espera que a fines del año que viene 59.000 kilómetros de cables permitan conectar a toda la población.

«Hay que a empezar a pensar que, a diferencia de internet, la conectividad sí es un derecho humano. No son dos cosas iguales. Si yo tengo conectividad en mi casa, vinculado a la REDFEFO, vinculado al data center más grande de América Latina, yo puedo prestar un montón de servicios sin hablar de internet. De lo que se trata es de conectividad y de servicios de valor agregado sobre conectividad. Esto sugiere darle una nueva vida a los modelos de negocios de las cooperativas y las pymes, respondiendo a un proyecto político que impacte sobre el uso y valor de las tecnologías. Muchas veces esa tecnología está embebida en la infraestructura de las telecomunicaciones y el que tiene la infraestructura tiene el peaje. Entonces no hablamos de servicios, sino de peaje tecnológico. Lo importante es poner al ciudadano en el centro de la escena y desplazar un poco a las grandes empresas», afirma Jaffrot.

La amenaza de Google  

«A partir del momento que se empiece a prestar servicio  y que ARSAT se convierta en un actor del sector de las telecomunicaciones con contratos de prestación de servicio, el modelo no se puede romper más porque vamos a tener más defensores que detractores. Es importante que la gente se dé cuenta que es imprescindible que el Estado tenga una acción principal en términos de infraestructura», confía el especialista.

En este sentido, la propuesta de UNASUR de crear un anillo de fibra óptica que rodeara la región intentaba poner al Estado adelante del carro. Sin embargo y hasta ahora, el proyecto no avanzó en su implementación, aunque dejó en sus propósitos un claro espíritu de integración regional y soberanía en con respecto a las telecomunicaciones.

Sobre esto último, Emmanuel Jaffrot advierte que la todo poderosa Google «está invirtiendo en infraestructura al nivel regional, con todo el derecho, pero es preocupante que no haya respuesta de los Estados frente a ello. Al subsidiar conectividad, en un primer momento, van a lograr abaratar costos y después nos va a tener a todos del cuello porque todo el contenido va a pasar por ellos. Y eso es, consciente o inconscientemente, ceder derechos de propiedad intelectual, y de cada uno sobre sus datos, a una empresa multinacional estadounidense. Estamos viendo cómo Estados Unidos está utilizando determinados mecanismos no clásicos para someter económicamente a los países. Hoy hablamos de los buitres, mañana vamos a hablar de Google en la misma línea. A partir del momento en que los estados ceden el espacio, va a ser muy difícil recuperarlo. Ya es difícil recuperarlo cuando hay una soberanía territorial y una regulación sobre un cierto territorio de determinado servicio, pero cuando estamos hablando a escala supranacional, ¿quién lo regula?».


15 oct 2014

Temas: ARSAT, Jaffrot, REDFEFO, Telecomunicaciones