Proyectos de país sin tecnología

Declaraciones recientes de dos precandidatos presidenciales sobre el valor de hacer ciencia y tecnología generan una enorme preocupación sobre la capacidad para lograr consensos en cuestiones vitales para la sociedad. Por Carlos de la Vega.

 
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El lunes 1 de septiembre, en una jornada organizada por la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), el ingeniero Mauricio Macri, manifestó “Hay mucho despilfarro. Nunca vi un gobierno que malgaste tanto los recursos. Hacen empresas tecnológicas que no hacen falta, se generan empresas satelitales que no funcionan…” (Página/12, 2/09/2014). Se refería obviamente a las empresas INVAP y ARSAT, que acababan de protagonizar un hito histórico el sábado anterior (30/08/2014), cuando el país pudo ver por la Televisión Pública cómo el primer satélite geoestacionario diseñado y fabricado en América Latina era enviado desde Bariloche a la Guayana francesa, desde donde será puesto en órbita a mediados de octubre. La empresa estatal rionegrina INVAP y ARSAT, compañía del gobierno nacional, fueron las responsables de semejante logro.

Otro precandidato a la Presidencia de la Nación en 2015, el ex intendente del Municipio de Tigre, en el conurbano bonaerense, y actual diputado nacional, Sergio Massa, no se había quedado atrás en la carrera por denostar la ciencia y la tecnología argentina. En un mensaje enviando desde su cuenta de Twitter, el 31 de agosto de 2014, había exclamado: “Pagarle el 82% móvil a los jubilados No, poner una heladera en órbita Sí”.

Días después, ante el aluvión de críticas a las palabras de Macri, éste se retractó tácitamente de sus dichos, alabando la trayectoria de INVAP y destacando la inversión en ciencia y tecnología como un “motor fundamental del país”. Massa simplemente borró el tuit a los pocos minutos de haberlo publicado. Ninguna de las dos reacciones puede evitar la consternación que causan las palabras dichas por dos precandidatos a la Presidencia de la Nación sobre una cuestión central para el futuro de Argentina. La inversión y los logros en ciencia y tecnología son dos de los pilares del desarrollo de las sociedades modernas y del bienestar de sus poblaciones.

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En un mensaje enviado desde su cuenta de Twitter, el precandidato a la Presidencia Sergio Massa, había exclamado:
“Pagarle el 82% móvil a los jubilados No, poner una heladera en órbita Sí”.

No hay que engañarse, las declaraciones originales de ambos políticos exponen el proyecto que desean implementar si llegan a la Casa Rosada. Las rectificaciones o “borradas” posteriores son un reflejo electoralista. En ambos casos, otros comportamientos y declaraciones dejan muy en claro que no fue un extravío momentáneo la propuesta de un país en donde la generación de valor no pase por la producción de conocimiento. Macri, por ejemplo, ya había manifestado abiertamente su acuerdo con las resoluciones del juez neoyorquino Thomas Griesa ante la demanda de los “fondos buitre” contra Argentina.

Contradicciones flagrantes

Tanto Macri como Massa no sólo obvian que no hay país que no se haya desarrollado en los últimos 200 años sin basar buena parte de sus logros en la inversión en conocimiento y producción, sino que sus propias acciones los contradicen.

Héctor Otheguy, gerente general de INVAP, puso en evidencia, en el comunicado que elaboró en nombre de su empresa como respuesta al ingeniero Macri, lo incomprensible que se torna que alguien que eligió como profesión la ingeniería, disciplina que se caracteriza por la búsqueda de soluciones tecnológicas a los problemas de la sociedad, se dedique a menospreciar precisamente los avances tecnológicos del país donde vive y que pretende gobernar.

A pesar de su explícita identificación con un modelo de sociedad sin mucho lugar para el saber, lo cierto es que, como jefe de gobierno porteño, Macri también se ha visto forzado a reconocer el valor social del desarrollo tecnológico. En diciembre de 2008, mediante la Ley C.A.B.A Nº 2.972, había puesto en marcha el Distrito Tecnológico en los alrededores de Parque Patricios en Capital Federal, un espacio para fomentar la radicación de empresas dedicadas a las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación).

El ingeniero Mauricio Macri, manifestó: “Hay mucho despilfarro. Nunca vi un gobierno que malgaste tanto los recursos.
Hacen empresas tecnológicas que no hacen falta, se generan empresas satelitales que no funcionan…”

La situación de Massa tampoco es más airosa en este tema. Se hizo popular por sus recetas para combatir la inseguridad en Tigre con fuertes inversiones en cámaras de videovigilancia en las calles y un centro operativo de control (COC), a lo que sumó recientemente la incorporación de drones (vehículos no tripulados) aéreos. O sea, tecnología por doquier. Sin embargo, se muestra en desacuerdo con la inversión exitosa que realiza el Estado nacional en ese campo. La contraposición que esgrime entre el pago del 82% móvil a los jubilados y el desarrollo tecnológico es una falacia mayor. Si la Argentina pudo incrementar, desde 2003 hasta la fecha, el valor real de las jubilaciones, incluso por encima de la inflación, y a su vez extender los beneficios previsionales, fue precisamente porque tenía una base productiva originada en las inversiones tecnológicas de todo tipo, previas al período neoliberal, que le permitieron disponer de una reserva de recursos para poner en marcha la economía luego de la crisis terminal del 2001.

En el futuro no sólo no será posible llegar al 82% móvil, sino ni tan siquiera sostener un régimen previsional justo y equitativo, si esa base productiva no se continúa ampliando y mejorando, y para ello la inversión en investigación y desarrollo (I+D) es fundamental.

La riqueza de las naciones y sus pueblos

Cada vez más la prosperidad de las naciones depende menos de lo que los economistas denominan “ventajas estáticas” (riquezas naturales, posición geográfica) y más de las “ventajas dinámicas” (productividad, innovación) en donde la inversión en I+D es decisiva.

Desde los tiempos del neoliberalismo rampante ha pasado bastante agua bajo los puentes argentinos y el país también ha recorrido un virtuoso camino en el campo del desarrollo científico tecnológico. Desde el año 2000, la inversión en ciencia y técnica (CyT) creció desde el 0,4% del PBI al 0,6% en 2011 (datos del Banco Mundial: 2011; último año relevado hasta el momento). La Argentina es actualmente el segundo país en América Latina en inversión en CyT, sólo superado por Brasil y seguido de cerca por México y Cuba (Gráfico I).

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Como sostienen algunos economistas heterodoxos, es bueno ver lo que hacen los países desarrollados y no tanto escuchar lo que recetan para los más rezagados.  En cuestiones de CyT, el promedio de inversión en algunos de los países tecnológica e industrialmente más potentes, para el período 2000-2011, fue del 2,83% del PBI. Sin embargo, cuando uno ve lo que ocurre en las economías más dinámicas y vanguardistas, la inversión en CyT en 2011 llegó al 4% (Corea del Sur e Israel), 3,8% (Finlandia) y 3,4% del PBI (Japón y Suecia). El Gráfico II muestra también la evolución en el tiempo de dichas inversiones.

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América Latina aún se encuentra lejos de los valores de inversión en CyT de las naciones desarrolladas (Gráfico III), pero lo interesante es que la Argentina ha continuado incrementando este indicador, incluso cuando, en los países del “Primer Mundo” seleccionados para este artículo, el mismo se ha estancado en los últimos años (Gráfico IV).

Y debe tenerse en cuenta, además, que la Argentina no sólo aumentó su inversión en CyT como porcentaje del PBI, sino que este último creció un 58% en los 11 años contemplados.

Soja y satélites

Las desafortunadas expresiones de Macri y Massa quizás tengan su origen en la pervivencia del mito de la prosperidad de la Argentina agropecuaria, según el cual la nación vivió sus mejores tiempos cuando sólo se dedicaba a cultivar, o criar, los productos de la pampa fecunda. Este mito es casualmente funcional a una minoría que desea preservar sus privilegios a costa de las mayorías. En realidad, es imposible retornar a ese pasado. La historia del país y del mundo ha andado mucho desde entonces. Pero incluso para que un modelo agroexportador mantenga e incremente su competitividad se requiere una fuerte presencia de I+D. El boom sojero de los últimos años es inexplicable sin las semillas genéticamente modificadas y los paquetes tecnológicos asociados a ello.

Al cierre de este artículo (15/09/2014) el valor la tonelada de soja en el mercado de Chicago fue de 362,94 dólares (es decir, 0,37 centavos de dólar el kilogramo). En el mundo de los satélites se calcula que el precio del kilogramo de estos artefactos es de aproximadamente 15.000 dólares. La fría operación contable que deja afuera un montón de otras variables, aún más importantes que las económicas, expone con contundencia por qué los países que prosperan son los que apuestan al conocimiento y a la producción de alto valor agregado. El valor de los bienes y servicios intensivos en conocimiento no sólo es más alto que el de los recursos naturales, sino que se encuentra mucho más protegido de las fluctuaciones del mercado que estos últimos.

Esto no implica desdeñar los recursos naturales, sino que fuerza a colocarlos en el lugar que les corresponde. Un país puede iniciar su vida económica a partir de ellos, como lo muestran los casos de Canadá y Australia, pero no alcanzará el desarrollo sin el manejo de áreas importantes de la ciencia y la tecnología. Que a estas alturas del avance de la civilización todavía existan políticos argentinos que no puedan asumir un consenso básico como éste, es un alerta que la sociedad en su conjunto no puede dejar pasar.


23 sep 2014

Temas: ARSAT, INVAP, Macri, Massa