De la mano de la inteligencia artificial y la robótica, el modo de producir está cambiando en todo el mundo, con más de un millón de robots industriales en actividad. ¿Qué impacto tendrá esta tendencia sobre el empleo y cómo repercute en los países latinoamericanos?
Agencia TSS — Cuando Isaac Asimov escribió la primera ley de la robótica (“Un robot no hará daño a un ser humano”), posiblemente haya estado más preocupado por las posibles consecuencias de una inteligencia artificial que preveía cada vez más sofisticada, que por la expansión que la robótica tendría en las industrias de todo el mundo, tanto en tareas rutinarias como en otras más complejas.
Los más optimistas consideran que la denominada cuarta revolución industrial incrementará las posibilidades de desarrollo de la especie humana. Pero el avance de la robótica sobre las tareas que hacen los seres humanos también plantea nuevos desafíos y temores. ¿Cuánto del trabajo humano desaparecerá en el futuro? ¿Generarán estas tecnologías nuevas formas de trabajo que no imaginamos? ¿Quiénes resultarán beneficiados y cuáles son los riesgos que se avecinan con este cambio estructual en el mundo del trabajo?
El Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe del Banco Interamericano del Desarrollo (INTAL-BID) organizó un seminario de reflexión y debate sobre el impacto de la robótica en el mundo laboral en el que se anunció el lanzamiento de la publicación Robotlución, que agrupa el trabajo de más de 40 expertos mundiales, algunos de los cuales participaron durante el encuentro al que asistió TSS.
Según la Federación Internacional de Robótica, actualmente hay más de 1,3 millón de robots industriales en fábricas de todo el mundo, liderados por los sectores automotriz, electrónico y metalúrgico, de los cuales solo 27.700 se encuentran en América Latina y el Caribe, mientras que el 75% se concentra en apenas cinco países desarrollados. Entre ellos, Corea, Alemania y Japón presentan la mayor densidad de robots por obrero industrial.
“La inteligencia artificial reduce la ineficiencia y el desperdicio, y aumenta la productividad, así que es una buena noticia: el 50% de los puestos se han destruido pero se han creado otros nuevos que han mejorado la economía”, dijo Jacques Bughin, director del McKinsey Global Institute, quien junto con sus colegas Andrés Cadena, Susan Lund y James Manyika reflexionaron sobre el vínculo entre nuevas tecnología, productividad y empleo en América Latina.
Durante el encuentro, el especialista sugirió que es necesario estar preparado para enfrentar los cambios venideros, sin temerle al desempleo que pueda generar la automatización, puesto que permitiría aumentar la productividad y generar puestos de trabajo diferentes. Para ejemplificar esta idea, se refirió al temor de muchas personas frente a la posibilidad de que los vehículos automáticos conduzcan a los taxis de hoy en día a la desaparición y lo contrastó con la situación de los aviones, que actualmente “pueden automatizarse en un 99% pero que, sin embargo, siempre se necesita un piloto humano e, incluso, hoy hay más que antes, cuando no había aviones automáticos”.
Irmgard Nübler, coordinadora del programa de Tecnología, Transformación Estructural y Trabajo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), analizó el rol de los robots industriales en la producción y sus efectos sobre el empleo, asi como las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para los países en desarrollo, e invitó a reflexionar sobre cómo y dónde se generarán nuevos puestos laborales. “En los países en desarrollo, en especial en los de medianos ingresos, hay que pensar en cuáles son las ventanas de oportunidad para lograr una revolución industrial productiva que lleve a ingresos más altos”, dijo la especialista y destacó que “el desafío para países de medianos ingresos es aumentar la diversificación del empleo, y para eso es necesario dar un salto a la alta tecnología, mejorar la productividad y capacitarse, no solo a nivel individual, sino también en las empresas”.
TSS le preguntó a la especialista cuáles serían esas ventanas de oportunidad. Nübler se refirió al desafío que representa la economía informal (que según la OIT alcanza a aproximadamente 130 millones de trabajadores en América Latina y el Caribe) y cómo se podría incorporar tecnología en este sector. También destacó el potencial del mercado regional, “en el cual se habla un mismo idioma, lo que puede crear un mercado original que sirva a necesidades originales”, y advirtió que no todo es exportación. “¿Por qué no elaborar productos de buena calidad para el mercado doméstico? Creo que hay mucho por hacer en los mercados locales, porque estoy segura de que hay necesidades que se pueden satisfacer con productos locales, como alimento y vestimenta”.
Para el caso de la Argentina, los expositores coincidieron en que las capacidades locales existen, tanto en educación como en desarrollo científico y tecnológico, y plantearon la necesidad de promover la participación público-privada, la capacitación de los recursos humanos y la inversión en investigación y desarrollo, que hoy proviene mayoritariamente de fondos públicos.
La especialista de la OIT también se refirió al rol de los gobiernos en cuanto a la implementación de estrategias y políticas para lograr la creación de nuevas industrias y actividades, y a la importancia de crear un nuevo consenso social sobre el tipo de futuro deseado y las capacidades que se requieren para transitar los cambios que permitan adaptarse a la evolución tecnológica.
24 ago 2017
Temas: BID, Desempleo, Empleo, INTAL, Inteligencia Artificial, Mercado laboral, OIT, Robótica