Durante un seminario se debatió sobre los efectos de la flexibilización en la productividad de las empresas. Especialistas locales y del exterior pusieron en duda la lógica ortodoxa de que condiciones laborales más laxas y salarios más bajos configuren un escenario deseable para ganar competitividad.
Agencia TSS — El seminario internacional “Liberalización comercial, flexibilización laboral y productividad”, organizado por las universidades nacionales de Quilmes, General Sarmiento y San Martín, no podría haber sido más oportuno. En los últimos meses, el Gobierno festejó un alza en el empleo, aunque la mayor parte de este incremento se explica solamente por nuevos inscriptos como monotributistas, incluida la categoría de monotributo social, lo que no denotaría la creación de empleo formal sino en condiciones precarias. Además, ya se comenzó a plantear desde el Ejecutivo y algunas cámaras empresarias la necesidad de una reforma laboral —en línea con la que Brasil aprobó recientemente— para ganar competitividad.
Durante el seminario, en el que TSS estuvo presente, se abordó, entre otros temas, la problemática que se genera al buscar competitividad mediante la baja de los salarios. Diferentes expositores postularon que la flexibilización laboral va en contra de la mejora de los niveles de productividad e innovación que se consideran necesarios para lograr competitividad en el mercado internacional actual.

Alfred Kleinknecht, profesor emérito de la Universidad de Delft (Holanda), fue uno de los invitados al seminario. Durante su exposición indicó que el aumento de la productividad por trabajador está bajando en todo el mundo desde la década de los setenta e incluso afirmó que algunos países han dejado de aumentarla a pesar de los avances tecnológicos. Según Kleinknecht, el último gran aumento de productividad se produjo en Estados Unidos, en el área del Silicon Valley, entre mediados de los años noventa y hasta 2005. El especialista comparó también los mercados de trabajo de países anglosajones (Estados Unidos, Gran Bretaña, Nueva Zelanda y Australia) con los de Europa y marcó sus diferencias: si bien los segundos ofrecen más protección a los trabajadores, quienes en promedio trabajan menos horas, en ambos casos el aumento de sus productos brutos ha sido similar desde los setenta.
Kleinknecht sostuvo que el aumento de los salarios mejora la productividad y no al revés, “como suelen pensar los economistas ortodoxos”. Y agregó que, al interior de las empresas, los trabajadores con contratos temporales tienden a ser menos productivos e innovadores que aquellos que gozan de mayor estabilidad. También dijo que, entre los países anglosajones, los supervisores son, en promedio, hasta el 12% del personal total, mientras que los países que menos recurren a ellos son los nórdicos, donde la supervisión no supera el 4% del promedio de la planta total de trabajadores, lo que además evita costos y burocracia.
Eduardo Crespo, politólogo y economista argentino radicado en Brasil, y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, presentó las conclusiones de un trabajo en el que buscó demostrar que, aun en el hipotético caso de que los salarios fueran iguales a cero, es imposible garantizar la competitividad de un país debido al rol sumamente importante de la infraestructura en este aspecto.
La directora del Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA) de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), Marta Novick, afirmó que los sueldos bajos ya no son una ventaja suficiente para las empresas en el marco del avance tecnológico en las fábricas. Novick mencionó el caso de la empresa Adidas, que cerró una planta en India con 6.000 trabajadores para trasladar su producción a Alemania, a una planta de 400 trabajadores.
Robert Blecker, del departamento de Economía y del Centro de Estudios sobre América Latina de la American University (Washington), expuso sobre las consecuencias negativas que tuvo para México el tratado NAFTA en términos de desigualdad, ya que afectó principalmente a los empleos de los trabajadores menos escolarizados, mientras que el capital tuvo grandes ganancias. A partir de este tratado, entre 80 y 90% de las exportaciones mexicanas tienen como destino Estados Unidos, por lo que se encuentra en una situación de gran vulnerabilidad frente a las decisiones que pueda tomar la administración Trump.

Verónica Robert, directora del Centro de Estudios Económicos del Desarrollo (IDAES-UNSAM), presentó un estudio sobre flexibilización de las condiciones de trabajo y productividad en la Argentina. Según se detalla en el trabajo, en las empresas locales baja considerablemente la productividad cuando se flexibilizan las condiciones laborales de trabajadores calificados, pero este efecto no es tan apreciable cuando se hace lo mismo con trabajadores no calificados. En diálogo con TSS, Robert dijo que “cuanto más flexibles son las condiciones laborales dentro de una empresa, menor es el nivel de productividad. Para poder ser competitivo hay que tratar de mejorar los niveles de innovación y la flexibilización laboral no es el camino”.
Desde el Gobierno afirman que se buscará aumentar la competitividad del país en los mercados internacionales mediante la baja del costo laboral con una ley que se presentará tras las elecciones de octubre. Frente a esta idea, Robert sostuvo: “La pregunta es si la Argentina puede ser competitiva a través de un sistema de bajos salarios. Yo creo que no, por el tamaño y la tradición de nuestra economía. Los sectores en los que tenemos capacidad productiva y comercial, e incluso internacional, se basan en habilidades, en diferenciación por calidad y no por salarios, así que no es la forma de competir para nuestro país”.
24 ago 2017
Temas: América Latina, CITRA, Economía, Empleo, Flexibilización laboral, Mercado laboral, Salarios, UNGS, UNQ, UNSAM