Ingeniería Sin Fronteras es una organización sin fines de lucro que realiza obras en conjunto con comunidades marginadas. Su propósito es que puedan aprender cómo llevar a cabo un proyecto en forma autónoma.
Para lograr el desarrollo de un país es necesario que todos sus habitantes puedan acceder a condiciones mínimas para su crecimiento personal. Entre muchas otras variables, las obras de ingeniería pueden ayudar a disminuir la brecha de desigualdad. Con esta problemática en mente, en febrero de 2012 se creó una organización sin fines de lucro con el objetivo de ayudar a que los avances técnicos puedan llegar a los rincones más olvidados del territorio argentino. No se trata de acceder a la última tablet, sino de contar con agua potable o un puente seguro para conectar a poblaciones aisladas.
La principal tarea de Ingeniería Sin Fronteras Argentina (ISF) consiste en darle visibilidad a una necesidad de la población, organizar un proyecto de ingeniería y aportar el eslabón técnico que puede estar faltando para que una obra se lleve a cabo. La principal preocupación de esta organización es que el proyecto ayude a la comunidad a lograr autonomía a través de la generación de procesos de organización y aprendizaje que capaciten a sus habitantes para llevar a cabo una iniciativa propia. “Promovemos que la población se organice para poder diagnosticar una necesidad y que la solución que pensamos nosotros no sea una solución que uno lleva y la aplica, sino que sea una propuesta que se va modelando entre todos” explica Adán Levy, fundador de ISF. Y agrega: “La solución que surja del conjunto de los actores va a ser mucho más completa y tal vez va a ser una solución apropiable por parte de la comunidad”. Los proyectos, que en principio son de ingeniería, son en realidad una excusa para trabajar sobre el desarrollo de capacidades autónomas de las comunidades, para que se puedan desarrollar y tomar sus propias decisiones.
ISF está conformada en un 70 por ciento por ingenieros y el resto por profesionales que provienen de las ciencias sociales, ya que en este tipo de proyectos es muy importante el vínculo que el proyecto pueda tener con la comunidad a la que pretende desarrollar. Levy explica que “como ingeniero, uno se manda solo y dice ‘el análisis social es accesorio y yo voy y hago’, pero muchas veces hay que frenar y un proyecto que tiene todas las cuestiones técnicas resueltas puede requerir incorporar la mirada de otras personas”. Así, “pareciera que uno está jugando en contra del proyecto, pero en realidad no, porque después uno se da cuenta que si la comunidad no es parte, no es posible que el proyecto sobreviva”. En tanto, los profesionales de las ciencias sociales deben hacer el esfuerzo por reconocer la experiencia de los ingenieros para llevar a cabo un proyecto y cumplir con sus tiempos, por eso es que todos los miembros de la organización deben tener plasticidad para negociar entre ellos y con las comunidades para llegar a un punto de acuerdo en común.
En la actualidad, ISF tiene más de 10 proyectos en marcha en diversas provincias de la Argentina, que involucran a unos 120 voluntarios activos. La organización promueve que las comunidades participen de todas las instancias del proyecto. “Si hay que buscar fondos y, para eso hay que escribir un documento para presentarlo a la herramienta de financiamiento, la comunidad lo escribe junto a nosotros y, cuando se lo presenta, parte de esa comunidad es parte de la comitiva. Necesitamos que conozcan esa vía porque si no yo me quedo con una parte de la información que es vital”, explica Levy. Cuando los proyectos están terminados, la comunidad no sólo tiene la obra de ingeniería terminada, sino también los conocimientos sobre cómo se realiza un trabajo de esas características y la confianza de ver que entre ellos se pueden organizar para llevar a cabo nuevos proyectos.
Además, se busca integrar a las dependencias estatales locales que puedan ser pertinentes. El último proyecto en el que trabajaron fue la construcción de un puente para la comunidad rural de Colonia Dora en Santiago del Estero, para el cual se convocó a la Dirección de Vialidad y a la de Recursos Hídricos de esa provincia. Estas dependencias aportaron piedra, arena y la maquinaria para poder hacer el pozo para instalar el nuevo puente y el canal de desvío. Por su parte, el municipio aportó camionetas y autos para moverse por la zona y personal para las jornadas de hormigonado. “Ellos, los pobladores locales y estudiantes de las distintas facultades de ingeniería, junto con nosotros, fuimos convergiendo en ese puente. El mayor aporte que se pudo hacer es que la comunidad, que estaba muy golpeada, pudiera reconocer sus capacidades. Esa comunidad no es la misma antes y después. Y nosotros tampoco, porque ahora sabemos que podemos hacerlo; fue un logro muy grande”, comenta entusiasmado Levy.
Actualmente, se están iniciando los planes para hacer un consorcio de riego en Colonia Dora, ya que el puente permitió, no solamente el acceso del camión cisterna de agua potable, sino también el poder vender los excedentes de producción fuera de la comunidad, por lo que ahora quieren aumentar su producción agrícola.
17 jul 2014
Temas: Ciencias Sociales, Comunidades marginadas, Ingeniería, Santiago del Estero