Lo que el viento se llevó del pozo

Como parte de sus estudios en matemática, alumnos de la Universidad Nacional de Río Negro crearon un molino de viento para que una pobladora rural pueda obtener agua potable con solo accionar una palanca, en lugar de tener que usar una bomba manual.

Nadia Luna  
__

Agencia TSS – Yolanda es una pobladora rural de la localidad de Cinco Saltos, en la provincia de Río Negro. Su casa, dos corrales con cabras y una huerta incipiente cortan vigorosamente la monotonía del paisaje semidesértico. Ante la escasez de agua potable, hasta hace apenas unas semanas Yolanda debía extraer agua de un pozo de dos metros de diámetro y ocho de profundidad con una bomba manual. La situación de esta pobladora se repite, no solo en esta ciudad, sino también en muchas otras de la Argentina. Sin embargo, algo cambió para Yolanda, su huerta y sus cabras: ahora, el agua es bombeada por el viento y con solo accionar una palanca.

Unos 30 estudiantes del primer año de la Tecnicatura en Mantenimiento Industrial de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) construyeron un molino para que esta pobladora rural pueda extraer el agua. El trabajo fue el eje propuesto por el docente de la asignatura de Matemática, Pablo Carranza, y fue ejecutado como proyecto de extensión de la UNRN. El objetivo era vincular a los alumnos con las problemáticas de la comunidad y, al mismo tiempo, abordar de una manera más eficaz conceptos de matemática, estadística y física, así como el uso de nuevas tecnologías para los cálculos y modelizaciones.

En diálogo con TSS, Carranza, doctor en Didáctica de la Matemática, resume cuál era el espíritu del proyecto: “La idea en este tipo de trabajos es que sean un elemento del cual se desprendan los conocimientos. No es aprender matemática y después aplicarla, sino ponerse a estudiar a partir de una necesidad”. El año pasado, Carranza ya había desarrollado un proyecto con fines comunitarios con estudiantes de primer año de la tecnicatura: la fabricación de cinco hornos solares que, a través de una curva matemática determinada, concentran los rayos solares en un punto y posibilitan la cocción de alimentos.

El molino es cilíndrico y tiene un rotor que hace andar a una bomba de tipo diafragma ubicada al pie del molino.

Para el molino en cuestión, Carranza dividió a los estudiantes en varios grupos y asignó la construcción de una parte a cada uno. Al final, se ensamblarían todas. El molino elegido es del tipo Savonius, que se caracteriza por un rendimiento moderado pero, también, por su facilidad constructiva y sus costos reducidos. Es de forma cilíndrica y tiene un rotor que, al girar, hace andar a una bomba de tipo diafragma ubicada al pie del molino, que extrae agua del pozo.

Según el docente, uno de los mayores desafíos que tuvieron los alumnos fue utilizar la matemática, física y estadística para tomar acciones fundamentadas, es decir, que si tenían que cortar o soldar, supieran por qué tal medida y no otra, o por qué debían seleccionar un determinado material. “Los chicos eran los encargados de calcular todo. Entonces, tenían una responsabilidad que iba más allá de la nota que yo les ponía, que pasó a ser algo secundario. No aprendían por la calificación sino porque, de lo contrario, el molino podía romperse o no funcionar”, indica el especialista.

Como la tecnicatura aún no cuenta con un taller para realizar este tipo de proyectos, los estudiantes debieron armar cada una de las partes en sus casas. Una vez que estuvo todo listo, lo ensamblaron para probarlo. Posteriormente, volvieron a desarmarlo para llevarlo al campo donde vive Yolanda. “Fuimos en las vacaciones de invierno y nos llevó dos días instalarlo. Acá suele haber heladas fuertes, con unos ocho grados bajo cero. Aún así, los chicos llevaron carpas y dormimos en el campo. Como no hay electricidad, llevamos un grupo electrógeno y todas las herramientas necesarias para armarlo”, relata el docente.

Yolanda, con alguna que otra lágrima en su rostro, convidó con mates y tortas fritas en señal de agradecimiento.

Finalmente, el molino se erigió triunfante como otro objeto que corta la monotonía amarillenta de los campos, junto a los corrales y a la huerta, ya no tan incipiente. “Hace unos días fui a ver cómo funcionaba todo y algo muy importante para nosotros es que los hijos de Yolanda ya plantaron diez eucaliptos y están preparando la tierra para la huerta. Estamos muy contentos de que esto sea posible gracias al molino que construimos”, cuenta Carranza.

El docente dice que piensa presentar el proyecto a otras convocatorias para poder replicar la experiencia y fabricar más molinos para pobladores con la misma dificultad para obtener agua. Además, explica que el mantenimiento es muy sencillo de realizar, ya que no cuenta con piezas sofisticadas. En cuanto a la parte didáctica, sostiene que este tipo de proyectos benefician la capacidad de aprendizaje de los jóvenes.

“Los chicos aprenden con una motivación natural, a diferencia de la ficción de un examen. Proyectan el conocimiento de una manera más amplia y ejercitan mucho la investigación. Eso es fundamental porque lo que se aprende en la universidad es el inicio de un conocimiento que cambia con el avance de la tecnología. Nosotros queremos que retengan esa capacidad de investigar y de aprender nuevos conocimientos. En esto, la construcción del molino ha sido muy importante”, concluye.