Política nuclear para el desarrollo

En un conversatorio organizado por el Observatorio de Coyuntura Internacional y Política Exterior, especialistas del sector nuclear reflexionaron sobre los desafíos que plantean este tipo de proyectos y las discusiones que hay que dar para planificar políticas de largo plazo y avanzar hacia un horizonte de transición energética.

Por Nadia Luna  
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Agencia TSS – A lo largo de siete décadas, el sector nuclear de la Argentina se constituyó como un espacio estratégico para el desarrollo de capacidades tecnológicas soberanas, más allá de los altibajos sufridos durante los diversos gobiernos. ¿Cuáles son los desafíos actuales en el área? ¿Cómo trazar una hoja de ruta de largo plazo? Tres especialistas brindaron algunas herramientas para problematizar estas cuestiones en la charla  “Política nuclear para el desarrollo nacional”, que forma parte del Ciclo de Conferencias de Sectores Estratégicos organizado por el Observatorio de Coyuntura Internacional y Política Exterior (OCIPEx).

El encuentro virtual, realizado el martes 3 de noviembre, contó con la participación de la ingeniera nuclear Verónica Garea, directora ejecutiva de la Fundación INVAP; Diego Hurtado, secretario de Planeamiento y Políticas de CTI del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCYT); y la especialista en Relaciones Internacionales Agustina Sánchez, investigadora de OCIPEx. En tanto, el ingeniero Nicolás Malinovsky, investigador del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECYT) y miembro de Pueblo y Ciencia, fue el encargado de comentar las exposiciones.

Para introducir la problemática, el investigador de OCIPEx y moderador de la charla, Federico Sciorra Mei, señaló: “La historia de la tecnología nuclear en la Argentina es un ejemplo claro de desarrollo de capacidades tecnológicas estratégicas en el marco de las condiciones de debilidad propias de un país de la periferia. Sin embargo, no ha logrado completar su ciclo de industrialización. Esta imposibilidad está íntimamente relacionada con los ciclos políticos de nuestra nación, que pendulan entre el desarrollo tecnológico soberano y los procesos de desindustrialización y extranjerización típicos de gobiernos neoliberales”.

La construcción del CAREM es uno de los proyectos con mayor potencial del sector nuclear en la Argentina.

En el mismo sentido, Sánchez se refirió al sector nuclear como una “industria industrializante”, retomando el concepto del tecnólogo Jorge Sabato. “Desde el momento en que se decidió producir el primer reactor de investigación, se logró expandir un entorno institucional y empresarial que dio como resultado que hoy tengamos muchas empresas, pymes y centros de investigación abocados al desarrollo nuclear. A su vez, esto generó una cultura nuclear que permitió el desarrollo de otras industrias estratégicas, como la satelital y la nanotecnología, rompiendo con la lógica que se le asigna a nuestros países en la geopolítica mundial como importador de tecnología”, indicó.

Además, la especialista destacó que el sector nuclear adquiere una importancia central en el escenario actual de búsqueda de una transición energética. “Las fuentes renovables de energía, como la solar y la eólica, enfrentan numerosos desafíos para ofrecer energía a gran escala por ser fuentes intermitentes. Por eso, la energía nuclear resulta clave para pensar en una fuente que permita una generación a gran escala. Para eso, es importante que la política nuclear se efectivice como política de estado en el país”, apuntó.

Desafíos y discusiones

Garea, por su parte, remarcó la trayectoria de la energía nuclear en la Argentina al señalar que este año la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) cumplió 70 años e INVAP, empresa estatal líder en el desarrollo de tecnología nuclear, cumplió 44. “Es una buena energía de base para avanzar hacia la transición energética, con bajas emisiones y una tecnología consolidada y madura pero que todavía tiene espacio para la innovación”, sostuvo. También sostuvo que se trata de un sector que logró desarrollar toda la cadena de valor, desde el dominio del ciclo de combustible, pasando por el diseño y construcción de reactores de investigación y el desarrollo de materiales, hasta la aplicación industrial y la exportación de la tecnología.

“Tenemos varios desafíos para enfrentar. Si hay un problema que tiene la energía nuclear es la falta de licencia social. Lo vivimos con el freno a la quinta central que se iba a instalar en Rio Negro. Es algo que tenemos que abordar como sector de manera interdisciplinaria. Además, hay que ponerle fichas a los reactores modulares pequeños, que son la próxima ola de generación nucleoeléctrica. Otro desafío importante es encarar el desarrollo de la tecnología nuclear como una posibilidad de desarrollo tecnológico regional, aunando capacidades y promoviendo el desarrollo conjunto”, explicó Garea.

Según Garea, la fuente nuclear es una buena energía de base para avanzar hacia la transición energética.

Hurtado se refirió al debate que se viene dando en los últimos sobre qué tecnología se debería utilizar en una nueva central nuclear. La Argentina tiene una tradición en construcción y operación de plantas de energía nuclear del tipo CANDU, con uranio natural y agua pesada, pero que requiere una importante inversión. Por otro lado, China ofreció financiar una central de este tipo a cambio de que la Argentina comprase una central de diseño chino (Hua Long), que funciona con uranio enriquecido y agua liviana.

“Si la Argentina adquiere una central tipo Hua Long, hay que tener en cuenta que el combustible seria provisto por China por lo menos de cinco a ocho años, y recién podría empezar a ser nacional después de ese periodo si ese país califica como apto al proveedor local, pero el uranio enriquecido debería ser importado. Tampoco queda claro el interés de China por generar procesos de transferencia de tecnología”, señaló Hurtado. “Si pensamos en una CANDU, con un diseño que incorpore avances respecto de Embalse, lo más importante es que tenemos las capacidades locales para hacerlo. El problema sería quién financia la central, pero me parece que las capacidades que se generaron con la puesta en marcha de Atucha 2, entre otros desarrollos, son activos que no deberían perderse”.

Además, el físico se refirió al rol que debería ocupar la CNEA, a partir de la trayectoria que construyó a lo largo de sus siete décadas de existencia. “La CNEA debería liderar las agendas de investigación y desarrollo de una política de transición energética, coordinando con otras instituciones como el INTI, Y-TEC, Fabricaciones Militares y las universidades nacionales. Como contrapartida, lo que vemos es una tendencia al encapsulamiento, pero me parece que sería interesante aprovechar esas capacidades de gestión tecnológica para volver a colocar en el lugar que se merece al sector nuclear”, indicó.

Malinovsky hizo un repaso de los principales puntos de las exposiciones y dejó algunas pautas para continuar el debate. “Con la disputa acerca de qué tecnología queremos para la nueva central me parece que hemos perdido de vista la discusión de qué es lo que tenemos y hacia dónde estamos yendo con lo que tenemos. Con la política nuclear de Macri, se produjo un desgranamiento de los cimientos que se habían construido con el relanzamiento del Plan Nuclear en 2006. Hay que pensar cómo hacemos para volver a cimentar eso y robustecer al sector científico-tecnológico nuclear. Para eso, hay que apostar e incluir a las nuevas generaciones de profesionales y ver cómo planificamos con los recursos que tenemos un proyecto que trascienda los cuatro años de un gobierno y se pueda sostener a largo plazo”, finalizó.

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