Medir el aire

La Universidad Nacional de Hurlingham desarrolló un medidor de dióxido de carbono sencillo y económico que indica cuándo es necesario ventilar un ambiente. El objetivo del proyecto es que las instituciones educativas puedan contar con una herramienta que ayude a reducir el riesgo de contagio de COVID-19 en lugares cerrados.

Por Nadia Luna  
__

Agencia TSS – Esta semana volvieron las clases presenciales en varias provincias y una de las principales preocupaciones es que haya una buena ventilación en las aulas, ya que la principal vía de transmisión del coronavirus se produce a través de los aerosoles, es decir, las partículas que emitimos cuando hablamos o tosemos y que quedan suspendidas en el aire. Es por eso que una buena ventilación de los ambientes cerrados disminuye el riesgo de contraer enfermedades respiratorias.

En la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) desarrollaron un medidor de dióxido de carbono (CO2) sencillo de usar y de bajo costo que indica cuándo es necesario ventilar mejor un ambiente. El objetivo es proveer una herramienta que, junto con la aplicación de los protocolos de higiene y distanciamiento social, ayude a reducir el riesgo de contagio de COVID-19 en los establecimientos educativos.

“La idea surgió hace algunos meses, a partir de conocer la experiencia de un equipo de investigadores españoles liderados por José Luis Jimenez, quienes impulsaron el proyecto Aireamos. Si bien yo fabriqué el prototipo, ellos son los que saben. Yo lo que hice es lo que hago con todo: uso mi conocimiento en ciencias y mi visión desde la experiencia política para darme cuenta cuándo un tema es importante y empujarlo”, dijo a TSS el físico e investigador del CONICET Jorge Aliaga, secretario de Planeamiento y Evaluación de la UNAHUR.

El equipo español diseñó un aparato que mide la cantidad de CO2 en el aire a través de un sensor y avisa cuando hay una concentración alta de este gas, ya que es un indicador de que no hay suficiente renovación de aire en el ambiente. Basado en ese concepto, Aliaga trató de replicar el desarrollo utilizando la plataforma de hardware libre Arduino. “Me fijé qué componentes podía conseguir acá, los hice funcionar y puse el circuito y el código libre en mi página web para que cualquiera pueda hacerlo”, cuenta.

El aparato cuenta con cinco componentes: un controlador, un display, el sensor de CO2, una alarma y una carcasa. El sensor emite una alarma cuando detecta que se superó el umbral de 800 ppm de CO2.

Se estima que la concentración promedio de CO2 en el aire es de unas 400 partes por millón (ppm). En tanto, el aire exhalado por una persona puede tener hasta 40.000 ppm de CO2. A partir de estos datos, la recomendación de los expertos es que un límite prudente para reducir el riesgo de contagio es evitar que la concentración de CO2 supere las 800 ppm.

El funcionamiento y la fabricación del equipo son muy simples. El aparato cuenta con cinco componentes: un controlador, un display, el sensor de CO2, una alarma y una carcasa. Cuando el sensor detecta que se superó el umbral de 800 ppm, emite una alarma para indicar que es necesario mejorar la ventilación, ya sea aumentando la apertura de puertas y ventanas o evacuando el ambiente momentáneamente para renovar el oxígeno.

“Una estimación posible es que si no se superan las 800 ppm de CO2 en un ambiente, tenés menos de un 1% de probabilidad de contagiarte. De todos modos, esto también depende de otros factores, como la cantidad de transmisión comunitaria que hay en la zona y que se cumplan las otras medidas, como el uso de tapabocas y el distanciamiento social. Esta es una herramienta que se suma a las otras”, explica Aliaga.

Para dar una idea del bajo costo que implican estos equipos, el investigador lo compara con los filtros de aire adquiridos recientemente por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para colocar en las escuelas. “Los medidores de CO2 comerciales cuestan entre 50 y 200 dólares. El filtro que compraron en CABA sale 1500 dólares. Y si se compran las partes y se fabrican los equipos acá, los costos bajan más, ya que el sensor solo, por ejemplo, sale 15 dólares. Además, los filtros suelen usarse cuando no se puede ventilar, como en un quirófano. Pero no es la solución más adecuada para un aula”, apuntó.

En ese sentido, Aliaga señala que lo más óptimo es que haya una ventilación cruzada, para lo cual lo mejor es tener puertas y ventanas en lugares opuestos de la habitación. Si no hay suficiente renovación de aire, se puede agregar un ventilador que empuje el aire hacia afuera. Recientemente, la UNAHUR firmó un convenio con los municipios de Hurlingham y Morón para proveer a las escuelas con unos 400 medidores de CO2 que ya están empezando a fabricar.

Además, hay varias empresas que también están fabricando estos dispositivos, entre ellas, WeSense, VNL Research y Ventilemos. Para Aliaga, el uso de estos dispositivos llegó para quedarse. “Es importante mejorar la ventilación de los ambientes porque la Argentina tiene una tasa alta de enfermedades respiratorias. Estos medidores deberían incorporarse en cualquier lugar cerrado, como escuelas, oficinas y restoranes. Tener aire que no esté viciado es algo saludable más allá de la COVID-19”, finalizó.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *