El Gobierno apuesta a reprimir los salarios para controlar la inflación, mientras la actividad industrial continúa en descenso y crece la desigualdad. Especialistas del Centro CIFRA presentaron el último informe de coyuntura económica en la escuela pública itinerante frente al Congreso.
Agencia TSS – Tomar una clase en la escuela itinerante que montaron los docentes frente al Congreso Nacional es como viajar un rato en el tiempo y jugar a ser alumno de la escuela pública. Ante cada clase que comienza en esa carpa, que hace las veces de aula, un público heterogéneo olvida sus diferencias y se concentra en escuchar, reflexionar y debatir sobre los temas que ofrecen los maestros y maestras de turno, como fue el caso de Carlos, el cartonero que se acercó para aprender a leer y escribir.
Este lunes 24 de abril, una de las clases ofrecidas fue “Análisis de coyuntura económica”, dictada por los investigadores Mariana González y Pablo Manzanelli, del Centro de Investigación de Formación de la República Argentina (CIFRA). González y Manzanelli presentaron el Informe de Coyuntura N° 23, que elaboraron junto con su colega Mariano Barrera, y que forma parte de una serie de trabajos que publica CIFRA –un instituto vinculado a organizaciones gremiales adheridas a la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), así como a otros centros de estudios– bajo la premisa de que “la evaluación del primer año del Gobierno resulta sumamente útil para advertir sobre el nuevo esquema de ganadores y perdedores que se tiende a configurar en la economía argentina”.
González resaltó la importancia de debatir sobre la coyuntura económica en el marco de la escuela itinerante. “La lucha de los docentes está enmarcada en un contexto nacional con ciertas características que tratamos de exponer en el informe. Estas características derivan de un cambio de políticas, que tuvieron lugar en el último tiempo, que vienen resultando en la baja de salarios y la destrucción de empleos”, explicó. Y agregó: “Los docentes son un símbolo para el Gobierno, que busca que bajen los salarios en toda la economía. También lo son para muchos trabajadores, que ven en este sector la posibilidad de doblegar un poco esa voluntad de represión salarial”.

Para los especialistas de CIFRA, las políticas del Gobierno están insertas en una estrategia para bajar el nivel de inflación sin necesidad de un incremento de la actividad económica. Además, señalaron que las medidas adoptadas el año pasado, que incluyeron una devaluación y la quita de retenciones a exportaciones primarias, junto con el aumento de las tarifas de los servicios públicos y la apertura de las importaciones en ciertos sectores, generaron una importante caída en la participación de los asalariados en el ingreso: del 37,4% en 2015 al 34,3% en 2016. “Para dar una dimensión de lo que implican esos tres puntos porcentuales –precisó Manzanelli– se puede recordar que la gran crisis de 2001, y la forma en que se salió de ella en el año 2002, habían generado una caída en la participación de los trabajadores del 5%, apenas dos puntos por encima de lo que sucedió el año pasado”.
La producción industrial también cayó: un 6,6% en el uso de la capacidad instalada en 2016 –el año pasado llegó a su nivel más bajo desde 2003– afectada por la apertura comercial, la caída del consumo y la suba de los costos de los servicios. Si bien todos los rubros experimentaron descensos, el más pronunciado fue en las industrias metálicas básicas (-14,6%), seguido por las industrias del tabaco (-8,4%) y automotriz (-8,3%). También sufrió un impacto negativo el sector de la construcción (-11,3%). Por el contrario, hay sectores que se beneficiaron a raíz de la inflación en los precios de producción, que fue del 41% según datos del INDEC. Así, los que pudieron aumentar sus precios relativos por encima del promedio fueron el agro (83,9%), la intermediación financiera (60,9%), electricidad, gas y agua (57,4%) y minas y canteras (49,9%).

“Este esquema de ganadores y perdedores permite visualizar el modelo que se busca establecer en la Argentina, donde el sector industrial y el de la construcción, altamente generadores de empleo en otros momentos de la historia argentina, se ven fuertemente perjudicados”, subrayó el investigador. También, indicó que se observó una reprimarización de las exportaciones. De hecho, el único componente de la demanda agregada que tuvo un desempeño positivo significativo durante 2016 fue el de las exportaciones, que aumentaron 3,7% como consecuencia de las mayores ventas primarias.
Asimismo, las cantidades importadas de bienes industriales crecieron el 5,4%. Esto, en el marco de la recesión y la caída del consumo privado, muestra un proceso de sustitución de producción local por externa. Según detallan los investigadores en el informe, este aumento de las importaciones puede dividirse en dos bloques. El primero está vinculado a bienes con escasa o nula integración local de componentes (aires acondicionados, celulares, televisores), cuyo impacto está asociado a la destrucción de puestos de trabajo en empresas ensambladoras de Tierra del Fuego. El segundo bloque está constituido por productos de línea blanca (estufas, heladeras, calefones y cocinas) o calzado, marroquinería y juguetes, con un alto grado de integración local, cuyas importaciones tienen impactos regresivos en el entramado industrial nacional.

La mentada “lluvia de inversiones” esperada por el Gobierno, tuvo una característica: hubo una lluvia de inversiones financieras que contrastó con una sequía en aquellas orientadas a la economía real. Así, la tasa de inversión productiva cayó desde el 16% hasta el 13,9% del PIB entre 2015 y el cuarto trimestre de 2016. Además, se inició un nuevo ciclo de endeudamiento externo destinado a financiar el déficit del sector público y la fuga de capitales. La deuda externa pública aumentó, en términos netos, en 41.051 millones de dólares. “Esto tiene límites de corto plazo y no se puede sostener por mucho más de dos años”, sostuvo Manzanelli.
Finalmente, los expertos señalaron que los primeros indicadores de 2017 todavía no dan indicios de reactivación, ya que en febrero la industria tuvo una caída interanual del 6% y la construcción del 3,4%, cuando en enero la contracción había sido de 1,1% y 2,3%, respectivamente.
“El eje prioritario del Gobierno, de cara a las elecciones de octubre, parece ser bajar la inflación más que apostar a aumentar el nivel de actividad. Ante esto, la respuesta de la clase trabajadora tiene que ser la respuesta de los docentes: más lucha y más unidad para lograr un cambio estructural”, consideró Manzanelli. Por su parte, González recordó que “las políticas que ha querido implementar el Gobierno tuvieron sus límites. El ajuste tarifario iba a ser mucho más fuerte de lo que fue y pretendían que la baja de salarios fuese mayor. La clase trabajadora es la que va marcando los límites”.