Humedales en peligro

Según el Primer Informe de Impacto Ambiental presentado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, los humedales están entre los ecosistemas más degradados y amenazados en la Argentina. Su relevancia como fuente de biodiversidad exige reflexionar sobre cómo utilizarlos y protegerlos.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS En el Primer Informe de Impacto Ambiental, que el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación presentó a fines de abril, se destaca que apenas alrededor del 12% de las aguas residuales son tratadas antes de ser volcadas a cuerpos de agua y que al menos 106 millones de hectáreas de suelo se ven afectadas por diferentes procesos de erosión (como el cultivo intensivo, el uso de pesticidas y la deforestación) en todo el país.

El informe deja en evidencia el riesgo que corren los humedales, puesto que constituyen “uno de los ecosistemas más degradados y amenazados”. Un dato que no es menor si se tiene en cuenta que los humedales ofrecen innumerables beneficios o «servicios ecosistémicos» a las personas: sirven de fuente de suministro de agua dulce, alimentos y materiales para la construcción; preservan la biodiversidad; y ayudan a controlar crecidas, recargar aguas subterráneas y mitigar el cambio climático.

El informe de impacto ambiental indica, además, que se estima que un 23% del territorio nacional estaría ocupado por humedales (que incluyen diversos tipos como lagunas, mallines, turberas, bosques fluviales, esteros, bañados y marismas, entre otros), y entre ellos hay 22 sitios Ramsar que, en total, alcanzan unas 5,6 millones de hectáreas. Ramsar es una convención intergubernamental que, desde los años setenta, se ha propuesto conservar los humedales y sus recursos.

“Los humedales requieren contenedores de agua que les da la geoforma de la tierra, y pueden tener agua o no, según el régimen hidrológico del lugar”, explica Patricia Kandus, especialista en ecología y teledetección cuantitativa aplicada al estudio, relevamiento y monitoreo de humedales de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Y también aclara que en ellos habita una vegetación y una fauna específica.

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Se estima que un 23% del territorio nacional estaría ocupado por humedales (que incluyen diversos tipos como lagunas, mallines, turberas, bosques fluviales, esteros, bañados y marismas, entre otros).

Para contar con datos precisos, actualmente se está elaborando un Inventario de Regiones de Humedales de Argentina, del que se presentó un avance a principios de este año. Se trata de un trabajo que lleva décadas de desarrollo por parte de un equipo de especialistas que involucra a universidades e institutos de investigación, además de profesionales del área de Recursos Acuáticos del Ministerio de Ambiente.

“En todos lados hay humedales, y en todos los casos son lugares de provisión o almacenaje de agua, o garantizan la provisión de pesquería o de forraje. Los problemas asociados al cambio climático y los desbalances hídricos se agravan con los malos usos de la tierra, y los humedales pueden ofrecer una resistencia o solución, siempre y cuando no se pierdan”, dice Kandus, que fue pionera en el estudio de humedales en el país desde los años ochenta, «cuando ni se conocía el término», y que también participa en la elaboración de este primer inventario nacional.

“Es un primer elemento ordenador del país, con una mirada puesta en los humedales y no en las ecorregiones de sistemas terrestres”, destaca Kandus sobre el inventario que, se espera, sea publicado antes de fin de año.  Para la especialista, es importante valorar cada una de las regiones según los distintos usos de los humedales y el valor que tienen para el desarrollo de cada territorio. “No es lo mismo trabajar sobre mallines de la Patagonia o turberas de Tierra del Fuego, que sobre las lagunas de la pampa húmeda”, ejemplifica. Y discute una idea que considera “perversa”, basada en el presupuesto de que hay “humedales más importantes que otros, lo que proviene de una óptica del avasallamiento de un modo de producción. Un humedal, por más chico que sea, puede ser sumamente importante para una comunidad en el medio de la Patagonia”, ejemplifica Kandus y aclara que, “desde el punto de vista de los humedales de importancia a nivel internacional, va a ser la última prioridad para conservar. Sin embargo, para esa comunidad es muy útil”.

Otro de los aspectos relevantes que tuvieron en cuenta a la hora de definir cómo sería el inventario fue considerarlo como un proceso, ya que las regiones no son inamovibles, además de utilizar un enfoque hidrogeomórfico, es decir, que considere la geografía y el clima junto con los recursos acuáticos o hídricos, independientemente de las divisiones políticas provinciales.

“El estudio de los humedales derriba los paradigmas tradicionales sobre cómo se miran los ecosistemas, en cuanto a definir qué se conserva y qué se usa, porque son sistemas naturalmente usados por las comunidades. Por eso, hay que ver cómo gestionar el uso de esos sistemas, de dónde se derivarán las buenas prácticas que lleven a usos sustentables y a la conservación”, dice Kandus. Y concluye: “El real desafío de los humedales es lo que está fuera de los ámbitos de conservación, porque es lo que cotidianamente nos rodea. La provincia de Buenos Aires, por ejemplo, está llena de humedales. ¿Qué vamos a hacer para conservarlos? ¿Dejar de producir? No, la idea es que sea posible producir, pero discutamos qué pasa con la producción”.

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