Eyal Ben-Dor: “La teledetección tiene un futuro brillante”

El profesor y director del Laboratorio de Teledetección de la Universidad de Tel Aviv visitó la UNSAM y ofreció una conferencia sobre el uso de la espectroscopía por imágenes y los desafíos en el estudio de las características fisicoquímicas y biológicas en el suelo y el ambiente.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – Eyal Ben-Dor dirige el Laboratorio de Teledetección de la Universidad de Tel Aviv y se especializa en el estudio y desarrollo de estas tecnologías desde hace más de 25 años. Este investigador experto en el monitoreo de suelos estuvo de visita en la Argentina y participó de actividades en la UNSAM para potenciar el trabajo conjunto con investigadores locales.

Como director del Laboratorio de Teledetección, Ben-Dor es el responsable de impulsar estudios tendientes a usar la información espectral para el desarrollo de aplicaciones en el campo de las ciencias aplicadas y, particularmente, para el monitoreo de suelos. “La teledetección es una herramienta muy potente. Algunos sensores registran la luz reflejada del sol, lo que permite analizar elementos de la superficie terrestre, como la vegetación o el agua, para detectar la presencia de contaminantes o especies invasoras sin necesidad de ir al campo para realizar mediciones de cada punto de la superficie”, explicó Patricia Kandus, doctora en Ciencias Biológicas y directora del Laboratorio de Ecología, Teledetección y Ecoinformática (LETyE) en el Instituto 3iA de la UNSAM, que tiene líneas de investigación en conjunto con el área que dirige Ben-Dor, en el marco de un acuerdo entre ambas universidades.

Durante su visita al Campus Miguelete, Ben-Dor ofreció la conferencia abierta “El uso de la espectroscopía por imágenes y los desafíos en el estudio de las características fisicoquímicas y biológicas en el ambiente”. Durante la charla, el especialista habló sobre el potencial de la teledetección, la espectrometría de imágenes y el desarrollo de librerías espectrales, herramientas que permiten identificar y comprender el comportamiento de las denominadas “firmas espectrales” de los elementos de la superficie terrestre según sus características físicas, químicas y biológicas.

¿Cómo percibió el potencial de estas tecnologías hace más de 20 años, cuando su desarrollo era incipiente?

Tuve la supervisión de un ingeniero que supo ver a largo plazo y me orientó en esta dirección. Posteriormente, estudié en Estados Unidos con quienes realmente fueron iniciadores de esta disciplina y, al volver a Israel, introduje la tecnología al país. En 25 años dedicados a ella pude entenderla, aprenderla y estudiarla, y ahora estoy bastante adelantado en cuestiones que otros recién están estudiando. Lo interesante es que puedo llevarla un paso más allá, porque la infraestructura de hoy es muy distinta a la de hace 20 años, tanto en computación como en óptica.

Ben-Dor ofreció la conferencia abierta “El uso de la espectroscopía por imágenes y los desafíos en el estudio de las características fisicoquímicas y biológicas en el ambiente”.

¿A qué se refiere?

Yo uso equipos que ya han sido desarrollados, como el sensor y el equipamiento básico, y los adapto a mis necesidades. También construyo accesorios que se ajusten a mi experiencia, que es principalmente en agricultura y ciencias del suelo. La teledetección también puede aplicarse en otras disciplinas, como medicina, ciencias de la alimentación, veterinaria e ingeniería civil.

¿Cuáles son las barreras de acceso a esta tecnología? ¿Qué volumen de inversión requiere?

Los sensores están disponibles y la infraestructura puede involucrar teléfonos, drones, aviones y satélites. Lo principal es desarrollar las aplicaciones para usar los sensores y, para eso, es importante preguntarse qué se necesita. Un granjero probablemente necesite saber qué fertilizantes poner en el suelo, en qué dosis exactas. Es lo que llamamos agricultura de precisión, y para eso hay sensores que pueden trabajar muy bien. También se pueden usar para detectar contaminación en áreas urbanas o en el agua. Esta tecnología permite detectar el contenido y la concentración de la contaminación y distinguir cosas que para el ojo humano se ven iguales. Harina o polvo de cocaína, por ejemplo, para tus ojos son un polvo blanco, pero un sensor puede decirte cosas sobre su composición.

En su presentación habló sobre el potencial de este tipo de desarrollos…

Creo haber mencionado que todavía no conocemos el 80% de las aplicaciones que pueden tener, por lo que la teledetección tiene un futuro brillante. Si tenés imaginación, tenés las herramientas y conocés un poco sobre cómo explotarlas, podés trabajar sin problemas en el área. En esta universidad, por ejemplo, podría usarse en áreas de ingeniería, ecología, química e incluso biotecnología, pero también para la restauración de arte. Es necesario que participen otras disciplinas, como la matemática y las ciencias de la computación, en el procesamiento de esas grandes cantidades de datos y en el desarrollo de algoritmos que permitan encontrar patrones que los humanos por sí mismos no pueden discernir.

¿El análisis de datos es la clave, entonces?

Exacto. Ya tenés los sensores para recolectar datos, pero necesitás procesarlos. Si se toma una foto de la manzana y se quiere saber cuánta azúcar tiene sin mandarla al laboratorio, es necesario un algoritmo. Entonces, se recolectan datos que hay que procesar y para eso se necesitan matemáticos, estadísticos y físicos, entre otras profesiones.

¿En qué consiste el acuerdo de cooperación con la UNSAM?

El acuerdo es entre universidades, es un acuerdo de cooperación e intercambio para los estudiantes. Con Patricia –Kandus– estamos trabajando en varios temas interesantes y estoy aquí para compartir con los alumnos el conocimiento que he adquirido en 25 años de carrera. Hoy existe una colaboración muy buena a nivel científico, que por ahora se está desarrollando con dinero donado por ambas universidades y otro tanto de mi propio presupuesto, pero nuestra intención es encontrar un financiamiento con el que podamos sostener actividades por al menos tres o cuatro años y poder becar a los estudiantes para que puedan viajar.

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