En Misiones cuentan ovejas

Artesanos, productores e investigadores unieron esfuerzos para impulsar la cadena de producción ovina en el sur de Misiones. Con capacitaciones y la incorporación de tecnología, obtienen hilados y tejidos con lana que antes se desechaba.

Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – Misiones no solo es conocida por el turismo y sus Cataratas del Iguazú. También lo es por su producción de yerba mate, tabaco y madera. Lo que tal vez no sea tan notorio es que, en la zona sur de esta provincia, predomina la cría doméstica de ovejas. “Cada zona de Misiones tiene una producción que la identifica, pero en la zona sur no la había, y recién ahora se están auto reconociendo como productores ovinos”, explica Miryam Millán, artesana e impulsora del proyecto Lanas de Misiones, una iniciativa que comenzó hace unos años con el apoyo de diversas instituciones como la Fundación Artesanías Misioneras, la Municipalidad de Profundidad y el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia. La región está compuesta por pequeños productores, con chacras de alrededor de 20 hectáreas, que en general tienen una ganadería estimada de entre 25 y 30 ovejas.

“Un amigo se enteró y me preguntó qué podríamos hacer con la lana de un productor que se había instalado en la zona con la intención de criar ovinos para la producción de carne, porque su objetivo era llegar a 1000 o 1500 cabezas”, dice Millán y advierte que cada oveja, según su tamaño, produce un promedio de tres a cinco kilos de lana por año. Entonces, el potencial se volvía atractivo. “Hicimos un relevamiento de ovejas en las chacras de la zona y vimos que un montón de lana se desperdiciaba. Entonces elaboramos un proyecto y lo presentamos en la Fundación Artesanías Misioneras. Así empezamos en el año 2010, desde cero”, recuerda.

En el taller de Profundidad, en Misiones, desarrollaron tinturas minerales.

Uno de los pasos siguientes fue convocar a artesanos o personas interesadas en capacitarse sobre las posibilidades de la producción de hilados. “Hicimos una convocatoria para las capacitaciones destinada solo a mujeres de campo. Nunca fuimos a la ciudad porque el objetivo era capacitar a quien tenía contacto con la oveja en forma directa, ya fuera productora o la mujer del dueño o del capataz, para que dejaran de tirar la lana”, explica Millán y destaca que esta iniciativa aspira a lograr que “esto sea como una rueda productiva, que hoy ya se está gestando. Por ejemplo, logramos que dentro de una escuela familiar agraria se incorpore, en la currícula, la materia de Esquila y Producción Ovina, para que los chicos puedan comprender el valor de la oveja y, así, poder aprovechar tanto la carne como la lana”.

Al inicio, probaron diversas técnicas de lavado de la lana (antes se hacía a mano y en arroyos) y consiguieron fondos para derivar el trabajo a la Cooperativa de Productores Laneros (COPROLAN). “La intendenta de Profundidad llevó las fibras de la esquila con su propia camioneta y gestionamos el dinero para pagar el servicio de lavado, y así empezamos a trabajar con lana lavada industrialmente: la calidad de los productos y la velocidad de producción era totalmente diferente”, recuerda Millán y destaca que fue entonces cuando comenzaron a lograr mayor repercusión. Por ejemplo, participaron en el catálogo de la Bienal Iberoamericana de Diseño, comenzaron a interactuar con El Centro de Investigación y Desarrollo Textil del Instituto Nacional de Tecnología Industrial y lograron que Misiones fuese incluida en el Mapa Textil Argentino.

Al mismo tiempo, se acercaron a la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Misiones (UNAM), donde se contactaron con un equipo de diseñadores industriales liderado por Javier Balcaza, docente del Taller de Diseño 4, entre otras materias, que junto con los alumnos comenzó a estudiar las posibilidades de este material, y con un equipo de investigación compuesto por dos auxiliares y tres becarios diseñó e instaló cuatro máquinas que facilitan el trabajo de las hilanderas y artesanas.

A través del vínculo con un grupo de investigación se diseñaron e instalaron cuatro máquinas que facilitan el trabajo de
las hilanderas y artesanas.

“Empezamos a diseñar objetos con los alumnos e hicimos dos talleres con la comunidad. En ellos desarrollamos una serie de prototipos que nos permitieron comenzar a entender las posibilidades de la lana, que es muy buen aislante del frío pero también del calor, y absorbe bastante bien los malos olores”, explica Balcaza. Y ejemplifica: “Con vellón se hicieron algunos mobiliarios pequeños y con fieltro se elaboró una maceta orgánica que incorporaba la semilla en el afieltrado y, después, con agua o humedad, se podía activar la planta para que creciera dentro de ese fieltro. Otro producto se colocaba dentro de la heladera para absorber malos olores y también había un fieltro que incorporaba lavanda para ahuyentar polillas e insectos en roperos y otro con citronella, que se colocaba en lámparas para espantar mosquitos”.

En cuanto a las máquinas, el especialista explica que diseñaron una desmotadora (que desarma el vellón recién esquilado y orienta mínimamente las fibras), una lavadora (que lava y centrifuga la lana), una cardadora (que es la que “peina” las fibras y las deja completamente orientadas para elaborar el hilado o el fieltro) y una filtradora, “que ya está en funcionamiento”.

Todas estas máquinas se están instalando en un galpón que lograron construir gracias al apoyo del Ministerio Desarrollo Social de Misiones (que también les facilitó la compra de muebles, estanterías y ruecas para las hilanderas, estas últimas construidas en Córdoba por Horacio Jáuregui, de tres tipos: eléctricas, a pedal y con doble pedal), en un terreno que les cedió la Municipalidad de Profundidad, a través del Instituto Provincial de Desarrollo Habitacional de la provincia de Misiones (IPRODHA).

Cada oveja, según su tamaño, produce un promedio de tres a cinco kilos de lana por año, que antes se desperdiciaba.

De este modo, la lana que antes se desechaba, hoy las artesanas la procesan “de acuerdo a las habilidades de cada una: algunas solo hacen hilado natural sin tinte, otras solo hacen tintes naturales y otras hacen tejido a telar o a dos agujas. En Profundidad, donde está el taller, también desarrollamos tintes minerales y otros productos de fieltro elaborados con una técnica que se llama agujado”, detalla Millán y dice que, si bien a lo largo de estos años ya se capacitaron más de 30 mujeres, hoy hay cuatro que trabajan activamente en el proyecto, mientras que el resto lo hace de manera intermitente.

Los productos elaborados por estas mujeres se comercializan a través de ferias, ya que todavía no cuentan con personería jurídica. “La parte más difícil es lograr que ellas se elijan a sí mismas para responsabilizarse por esto. Que reconozcan el potencial de esta actividad, ya que es una materia prima valorada en todo el mundo”, sostiene Millán.