La coordinadora del Laboratorio de Inmunología, Vacunas y Alergias de la Universidad Nacional de la UNSAM habló con TSS junto al grupo de investigación que lidera sobre las líneas de trabajo que llevan adelante y los desafíos y estrategias para sostener la actividad científica en el contexto del grave recorte presupuestario que enfrenta el sistema científico-tecnológico.
Agencia TSS – La doctora en Biología Alejandra Goldman volvió a la Argentina a comienzos de los 2000, cuando la investigación en asma y alergias todavía era muy incipiente en el sistema científico local. Por entonces, la UNSAM apenas comenzaba a desarrollar algunas de sus carreras. “Llevé mis cosas y fui armando el espacio desde cero”, recuerda Goldman. Desde entonces, formó y consolidó un grupo de trabajo que hoy enfrenta nuevas dificultades como recortes, falta de insumos y becas congeladas, pero que pese a las dificultades continúa activo y en expansión.
Actualmente, el Laboratorio de Inmunología, Vacunas y Alergias de la UNSAM, integrado a la red del Centro de Estudios en Salud y Medio Ambiente (CESyMA), se encuentran en proceso de dividirse en dos, con líneas enfocadas en inmunoterapia para enfermedades alérgicas y en el desarrollo de vacunas y tratamientos para la toxoplasmosis.
Entre las distintas líneas de trabajo que conviven en el laboratorio, Goldman se especializa en el desarrollo de vacunas e inmunoterapias aplicadas al tratamiento del asma. “Los medicamentos convencionales, como los corticoides, son paliativos pero no curan y, usados en exceso, pueden generar efectos secundarios”, explica. Su objetivo es diseñar terapias que permitan inducir tolerancia frente a los alérgenos y así evitar el uso prolongado de corticoides.
Nadia Orona, doctora en Biología Molecular y Biotecnología, y una de las investigadoras del laboratorio que lidera Goldman, estudia cómo la contaminación ambiental, especialmente en entornos rurales con exposición a agroquímicos, puede agravar cuadros de asma y dermatitis. “Siempre se habla de la contaminación urbana pero se deja de lado lo que pasa en el campo”, le dijo a TSS. Su investigación busca identificar cómo los contaminantes en el aire pueden desencadenar una respuesta inmunológica que deriva en patologías alérgicas.
El trabajo de Orona tiene especial relevancia en comunidades rurales y escolares expuestas a fumigaciones frecuentes, donde los efectos sobre la salud suelen estar invisibilizados. “Queremos concientizar sobre el efecto que puede tener en la comunidad. El uso de agroquímicos trae beneficios pero hay que hacernos cuestionamientos. Yo creo que cuando se investiga y se demuestran los efectos que puede tener en la población, la sociedad empieza a tomar más conciencia”, afirma Orona.

Alejandro Maruri, veterinario con doctorado en la Universidad de Buenos Aires, comenzó su vínculo con el laboratorio a través del estudio de patologías inmunomediadas en gatos. Desde entonces, su trabajo se orientó hacia las terapias regenerativas con células madre, que hoy se están probando también en modelos de ratones de laboratorio para el asma. Además, es el encargado de llevar adelante la tesis de una de las becarias que ingresó hace un tiempo en el equipo.
Daniela Scalzo es una estudiante de Biotecnología de la UNSAM que ingresó al laboratorio mediante una beca PEFI (de formación profesional para estudiantes de grado), inicialmente para trabajar en un proyecto sobre patologías inmunomediadas en gatos. Sin embargo, su línea de investigación se reorientó hacia el estudio del asma, utilizando terapias celulares. “Usamos células madre que, al cultivarlas, liberan un líquido que probamos como tratamiento”, explica.
Las consecuencias del ajuste
En un momento crítico para la ciencia y la tecnología en la Argentina, en el que el Gobierno desfinancia el sistema y congela los programas de financiamiento, el laboratorio se sostiene, en gran medida, gracias a la colaboración entre pares. Compartir insumos y materiales se volvió no solo una forma de trabajo, sino una estrategia de supervivencia. “Colaboramos entre todos y alguien recibe un subsidio se comparte y se va sumando para que avancen todas las líneas”, expresó. Además de la cooperación interna, también articulan con otras instituciones. “Nosotros colaboramos con la Universidad de La Pampa y los vimos dos veces, pero trabajamos juntos. Me parece que es la manera de seguir adelante, yo creo que ese es el rumbo”, dice Orona. Esa lógica de trabajo en red no solo se da con pares locales, sino también con ex becarios e investigadores que hoy están en el exterior, ya que muchas veces, cuando vuelven de visita, traen insumos o anticuerpos.
La reducción de subsidios nacionales, el congelamiento de ingresos a la carrera de investigador del CONICET y la precarización de las becas afectan directamente la continuidad de las investigaciones. “La Agencia (I+D+i) nos había otorgado subsidios que dejaron de pagar. En mi caso, la universidad se hizo cargo de una de las cuotas”, dice Goldman. A pesar de algunas soluciones puntuales, el panorama general sigue siendo incierto porque las convocatorias están frenadas o, en muchos casos, no se ejecutan. “Es como si no existieran”, dice.

Maruri, veterinario e investigador del grupo, suma otra dimensión del problema que es la imposibilidad de continuar trayectorias dentro del sistema. “Mi beca termina el año que viene y ya sé que no tengo posibilidad de seguir en el sistema científico, al menos en CONICET. Ingresar está bloqueado, te podés postular pero sabés que no vas a entrar”, explica. Aunque reconoce que podría buscar desempeñarse en otros ámbitos, expresa su frustración: “A mí me gusta lo que hago pero no alcanza con las ganas”.
Para quienes están dando sus primeros pasos en la carrera científica, la incertidumbre es aún mayor. “Tengo compañeros que proyectaban hacer el doctorado, estaban muy seguros, no ganaron la beca y, ¿qué hacen ahora? Porque si no les gusta la industria, entonces inevitablemente terminás yéndote al exterior porque es lo que hay”, cuenta Scalzo.
La falta de recursos también impone límites a la proyección científica. “Nos entristece no poder empezar proyectos porque ideas sobran”, reconoce Goldman. “Nos miramos y decimos: bueno, ya veremos. En algún momento”. Aun así, el equipo intenta adaptarse al contexto del país buscando enfoques más aplicados o menos explorados. “Tenemos que ser más ingeniosos con lo que investigamos. Si voy a hacer inmunología básica, me quedo atrás. Es difícil competir”, afirma Goldman. “Hago esto, llego hasta acá y después veo cómo sigo”, dice Orona.
En cuanto a la conformación del equipo, la mayoría está conformado por mujeres, un dato que refleja una tendencia general dentro del sistema científico argentino. Sin embargo, persisten desigualdades en los espacios de decisión y jerarquía. “Somos muchas mujeres, pero son pocas las que acceden a los cargos jerárquicos. Es el famoso techo de cristal”, comenta Goldman. Aunque reconoce que hubo avances, todavía observa una brecha en el acceso a roles de conducción. “Hay más investigadoras que investigadores, pero en el directorio del CONICET siguen siendo más los varones”, apunta.
“Hoy se contempla que una mujer haya tenido uno, dos o tres hijos y que eso haya afectado su desarrollo académico. Antes, eso no se consideraba. Ahora existen guarderías en algunos institutos y criterios más justos en las convocatorias”, dice Orona. Aunque los avances son valorados, las investigadoras coinciden en que es necesario sostener y profundizar estas políticas para que no se conviertan en retrocesos en contextos de ajuste.
En cuanto al panorama nacional y el futuro de la ciencia, la vocación científica convive con la realidad del contexto actual. “No va a desaparecer el CONICET, lo que van a hacer es achicarlo. No te van a decir que lo van a sacar porque es un problema también para ellos. Entonces, nos van a apretar y cada vez vamos a tener menos presupuesto, nos van a ahogar”, sostiene Goldman. “Me lo había imaginado pero no tanto. Está pasando lo que pensé pero peor”, se lamenta.
Orona lo resume con un mensaje optimista para quienes recién empiezan: “Cuando elegimos esta profesión, elegimos seguir nuestra curiosidad. Y aprendés un montón, es un trabajo donde nunca dejás de aprender. Por más que tengamos un panorama gris, vale la pena. Porque a mí me pasó también cuando estaba estudiando que el panorama era así y en un momento pudimos estar mejor”.
23 may 2025
Temas: Biología, Células madre, Desfinanciamiento de la ciencia, Inmunología, Salud, UNSAM, Vacunas