Un llamado del gas invisible

Estudiantes de la Universidad Nacional del Sur desarrollaron un detector de monóxido de carbono, que suele ser generado por el mal funcionamiento de estufas y calderas. Diseñaron la electrónica desde cero y puede hacer llamados telefónicos para alertar ante una emergencia. El prototipo ya está en funcionamiento y el año que viene tendrá una versión comercial.

Por Matías Alonso  
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Agencia TSS — Cuando Juan Ignacio Ruiz Díaz (28) y Emanuel Córdoba (25) debieron decidir cuál sería el trabajo final de la materia Computadoras Digitales de la carrera de Ingeniería Electrónica de la Universidad Nacional del Sur (UNS)decidieron abordar el problema de los escapes de monóxido de carbono. La idea era combinar un detector de este peligroso gas generado por estufas y calderas que funcionan mal con una alarma que además permitiera llamar de manera automática a números previamente agendados.

El monóxido de carbono es un gas sin olor ni color, que no irrita las mucosas y que resulta imposible de detectar por quien lo está respirando, a diferencia de otros como el gas natural, que tiene un odorante para hacerlo fácilmente detectable.

El envenenamiento con monóxido de carbono se da porque este gas tiene mejor capacidad para unirse a la hemoglobina que el oxígeno y los síntomas de intoxicación son dolor de cabeza, náuseas, vómitos, agitación al respirar y mareos, que suelen confundirse con otro tipo de malestares o que no son advertidos en caso de que una persona esté dormida. Por esto resulta tan importante que la alarma sea capaz de alertar más allá del ambiente contaminado.

Ruiz Díaz y Córdoba diseñaron el dispositivo desde cero: usaron un microcontrolador de ocho bits Atmega 328, un sensor de monóxido de carbono, un módulo GSM para hacer las llamadas de teléfono, una pantalla LCD y una alarma sonora. Los estudiantes contaron con el asesoramiento del ingeniero Julio Paladino, coordinador regional de Seguridad y Medio Ambiente de Camuzzi Gas Pampeana en Bahía Blanca.

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Ruiz Díaz y Córdoba diseñaron el dispositivo desde cero: usaron un microcontrolador de ocho bits Atmega 328, un sensor de monóxido de carbono, un módulo GSM para hacer las llamadas de teléfono, un display LCD y una alarma sonora.

En las estufas, la combustión con baja presencia de oxígeno produce monóxido de carbono y se puede detectar cuando la llama del calefactor no es de color azul, sino amarillo. También es producido por combustibles que tienen gran presencia de carbono en su composición, como el kerosén y el carbón. Durante este año ya hubo 1750 casos notificados de personas intoxicadas con este gas y anualmente suele haber alrededor de 200 muertes en todo el país por esta causa.

Ruiz Díaz explicó a TSS: “El problema generalmente se asocia a gente humilde pero en las estadísticas se puede ver que la principal causa de intoxicación con monóxido de carbono son las calderas, que suelen estar en hogares de mayores recursos. Lamentablemente, todos nos podemos ver afectados y tenemos que tomar conciencia de esto”.

“DeteCtOr” —como lo bautizaron— puede medir la cantidad de monóxido de carbono, la temperatura y la humedad en el ambiente. Al llegar al límite de lo permitido por las normativas vigentes, comienza a sonar y a emitir alertas. Los parámetros de monóxido tolerables los tomaron de la normativa NAG 24, que establece diferentes tiempos de exposición al gas dependiendo de la concentración. La normativa considera que con menos de 30 partes por millón (PPM) de monóxido de carbono el aire está limpio, hasta 50 PPM la exposición no puede superar las dos horas, hasta 100 PPM no debería exceder la hora, hasta 300 PPM el top es de diez minutos y cuando supera ese límite ya es peligrosa la exposición superior a un minuto.

Ruiz Díaz (izq.) y Córdoba esperan tener una versión comercial del dispositivo para el próximo invierno y trabajan en aspectos de patentamiento y en la búsqueda de financiamiento para su producción en serie.

Actualmente, el prototipo está en funcionamiento y los futuros ingenieros de la UNS están en conversaciones con autoridades de la Secretaría de Bienestar Estudiantil para instalar detectores en los departamentos de la residencia estudiantil de la universidad. También están dialogando con asociaciones civiles y con municipios que quieran probar la tecnología.

Ruiz Díaz y Córdoba esperan tener una versión comercial del dispositivo para el próximo invierno y trabajan en aspectos de patentamiento y en la búsqueda de financiamiento para su producción en serie. El precio de los detectores de monóxido de carbono suele oscilar entre 1200 y 2200 pesos, mientras que el desarrollo de los estudiantes de la UNS rondaría los 1700 pesos, con el diferencial de poder dar una alerta no solo sonora, sino también a través de llamadas y mensajes. El equipo cuenta con una batería de litio que le permite seguir funcionando en caso de un corte de luz y el próximo paso será agregarle un módulo wifi para poder emitir alertas a través de Internet.

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