Gabriel Baum, uno de los directores del Laboratorio de Investigación y Formación en Informática Avanzada de la UNLP, analiza la evolución de la industria del software y la necesidad de reafirmar la soberanía en el manejo de los datos.
Agencia TSS – Gabriel Baum es investigador y miembro de la junta directiva del Laboratorio de Investigación y Formación en Informática Avanzada (LIFIA) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). En 1991 comenzó a trabajar como profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Exactas, fue docente en la Escuela Superior Latino Americana de Informática (ESLAI) y posteriormente, desde su creación, en la Facultad de Informática de la UNLP. En diálogo con TSS y en ocasión de recibir su diploma Konex 2013 a la Ciencia y la Tecnología en el área de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, el especialista brindó su visión sobre el estado de la industria argentina de software, los proyectos que actualmente involucran al LIFIA en el despliegue de la Televisión Digital Abierta (TDA) y con el desarrollo de sistemas de información geográfica.
TSS: ¿Cómo ve el desarrollo de la industria local de software?
Creo que la industria argentina de software es una muy buena noticia para la Argentina. Porque un país que venía destrozado encontró en el software una forma de agregar valor de manera rápida y directa. Tiene un montón de virtudes, ya que genera empleo calificado y promociona que la gente joven se interese por lo tecnológico. Lo que no hay que creer es que la industria argentina del software está en la punta de la tecnología, pero es una industria que se viene consolidando y si uno mira las empresas jóvenes puede ilusionarse.
Hace una semana estuve coordinando una iniciativa del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (Mincyt) sobre big data y uno de los temas fuertes que apareció en agenda fue lo que pasó con (Edward) Snowden y Evo Morales. Hicimos una convocatoria con el Mincyt y la Fundación Sadosky, que es una fundación que busca la articulación entre lo público y privado, con la que reunimos a grupos de investigación en empresas y organismos públicos. Y la sorpresa fue que hubo 24 expositores que hablaron sobre lo que es el manejo y el análisis de grandes volúmenes de datos con un muy buen nivel.
Lo más innovador viene desde las empresas chicas, de jóvenes egresados de universidades que se han metido en temáticas sofisticadas que tienen que ver con machine learning (aprendizaje de máquina) e inteligencia artificial. Es un área que recién empieza en el mundo, tenemos una masa crítica de investigadores que publican papers y hay empresas que están al menos sobreviviendo, que no sé si ganan mucha o poca plata, pero que existen.
TSS: Entonces, ¿la industria del software argentina es o no es de vanguardia?
La respuesta global es que no, porque la mayoría están vendiendo horas hombre más o menos calificadas, o bien calificadas a multinacionales y eso explica la exportación tan mentada. Pero hay otra parte, que es lo nuevo que se está generando, que sí es de alta tecnología. De todo este movimiento que se generó a partir de 2003, que tuvo que ver con la devaluación y con gente capacitada que cobraba poco si se lo medía en dólares, terminamos con el resultado de que una parte de esa industria tiene capacidad de competir con innovaciones.
TSS: El LIFIA tiene un gran componente de transferencia tecnológica. ¿Cómo hicieron para generar ese contacto con el sector privado, algo tan difícil desde la academia?
A comienzos de la década del ‘90, en un entorno de crisis tremenda, nosotros éramos un grupo académico como tantos otros que había, pero empezó a suceder que se desarmaban todos los grupos porque la gente no podía vivir de su salario y mucho menos investigar. Entonces decidimos que nos íbamos a autofinanciar como se pudiera, no para aumentar nuestros sueldos, sino para poder comprar bibliografía o viajar a los congresos con los becarios. Salimos al mundo y dimos muchas charlas y ciclos de capacitación. Como nos hicimos conocidos, el sector privado se acercó para ver si podíamos capacitarlos o podíamos resolverles algunos problemas y se comenzaron a hacer algunos trabajos.
TSS: Salieron a ofrecer servicios casi como una empresa privada…
Salimos a mostrarnos, a ver de dónde se podía sacar financiamiento. No teníamos ni plan ni estrategia, pero podíamos ofrecer algún servicio de capacitación o una consultoría para poder viajar a un congreso.
TSS: ¿El mundo académico no suele ver con buenos ojos la relación con el sector privado?
Al principio no lo tomaron con mucha simpatía y tuvimos nuestros problemas. Pero ahora la UNLP está bastante abierta a este tipo de actividades. Las autoridades nos alientan a continuar haciendo lo que hacemos. Me parece que la universidad va tomando noción de que el conocimiento tiene que usarse para algo y que eso es bueno y enriquece a la institución. Cada uno tiene su rol en el mundo. Pero nosotros no somos una consultora que se dedique a ganar plata.
TSS: ¿Cómo es el proyecto de Televisión Digital Abierta y la aplicación del Ginga? ¿Qué desarrollos son propios y qué se tomó de lo hecho en Brasil?
Ginga es una especificación, no es un programa de computadora. Es una especificación de qué debería ser un middleware, un software que se haga cargo de la interactividad de la televisión digital según la norma japonesa-brasileña. Sobre la base de esa especificación, la gente de la Universidad Católica de Rio de Janeiro (PUC-Rio) liberó un software de referencia, que en realidad no es un software que funcione cien por ciento, sino que es un núcleo. Nosotros, desde el LIFIA, lo que hicimos fue desarrollar una versión ejecutable de Ginga, que funciona. Además, lo hicimos pensando en el Sistema Argentino de Televisión Digital que, a diferencia del sistema brasileño, tiene un fin social.
El sistema brasileño está dirigido por las empresas, mientras que en el caso argentino la idea es hacer llegar la televisión de la mejor calidad posible a los pobres. Nosotros necesitábamos un software que funcionase bien en decodificadores económicos y, por lo tanto, con bajas especificaciones de hardware. Por eso hay diferencias entre nuestro Ginga y otros tantos que hay en Brasil, que suelen estar pensados para otros fines, como por ejemplo para televisores inteligentes. Lo que hicimos fue desarrollar la versión Ginga.ar y liberarla. Cualquiera la puede tomar de nuestro sitio y bajarla.
TSS: ¿Por qué decidieron liberarlo bajo una licencia GPL (licencia pública general, del proyecto GNU)?
Es una licencia libre, en primer lugar, porque acordamos eso con la gente del Ministerio de Planificación. Y además por convicción. Nos parece que una tecnología con un fin social, como ésta, necesariamente tiene que ser libre y poder crecer con aportes de todas las partes interesadas. Además de Ginga hicimos otras cosas relacionadas con la TDA. El software que van a tener los próximos televisores que salgan al mercado permitirá funcionalidades más amplias, como el video on demand o conectividad a Internet. Van a salir con el Ginga que hemos hecho y con otro software que tiene la misión de interactuar con el televidente, lo que llamamos el zapper, que se llama Zamba.
Creo que la Argentina y toda la región latinoamericana pueden ser un buen lugar para utilizar la televisión con fines un poco mejores que el solo entretenimiento.
TSS: También están trabajando en sistemas de información geográfica, que es un tema de moda y en el que se involucran empresas como Google. ¿Qué aporte diferencial se puede hacer?
Frente a esos monstruos no tenemos nada que hacer. Nosotros estamos trabajando con el Ministerio de Planificación en una aplicación que pasará a explotar Arsat. Hemos hecho la interfaz de datos espaciales, que es una forma de mostrar la información geográfica de áreas estratégicas nacionales. Uno puede pensar que si tengo Google Maps no necesito nada más. Bueno, como tenés Google Maps, la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) se entera de todo lo tenés. Es muy importante que un país tenga sus propios datos y tenga una forma racional de entender esos datos.
Nosotros hicimos un desarrollo que no es investigación de punta, pero creemos que es muy importante trabajar en iniciativas que agreguen valor no solamente en lo tecnológico, sino en la gestión pública. Mi opinión sobre los proyectos alrededor de grandes cantidades de datos es que hay que desarrollarlos por una cuestión de soberanía. Lo mismo pasa con el anillo de fibra óptica de la UNASUR.
Es una locura lo que está pasando, donde todos los e-mails, desde uno de la presidenta hasta uno del último habitante de la Argentina tienen que pasar por Miami y los está “chupando” la NSA. Sudamérica le regala todos sus datos sin cobrarles nada. Todos esos datos que tienen que ver con la infraestructura y el manejo de datos relevantes son cuestiones que tienen que ver con la soberanía nacional. Los datos geográficos están en el Instituto Geográfico Nacional, en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) o en la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Una gran parte de los organismos nacionales que tienen extensión territorial tienen datos y por eso debería haber una iniciativa del Gobierno para sistematizarlos, porque tiene fines estratégicos.
Es muy importante poder ubicar, por ejemplo, una capa de información de energía y de petróleo y una capa de información de caminos, para saber de dónde estamos sacando energía y adónde lo podemos llevar o explotar. Hay que aceitar esos mecanismos y compartir los datos. Está la ley, pero hay que generar las políticas.