En la Universidad Nacional de Río Cuarto y el CONICET trabajan en el desarrollo de suplementos alimenticios que buscan reemplazar a los antibióticos como promotores del crecimiento animal. Los primeros productos elaborados con esta tecnología están próximos a salir a la venta a través de una empresa creada por los propios investigadores.
Agencia TSS – El uso de antibióticos en animales es una práctica extendida en el mundo. A su vez, su uso masivo generó un problema que continúa creciendo: la proliferación de bacterias cada vez más resistentes a los antibióticos, también conocidas como súperbacterias. Esos antibióticos en muchos casos siguen presentes en el consumo de esa carne y es por eso que, en los últimos años, muchos países, entre ellos Estados Unidos y los de la Unión Europea, comenzaron a prohibir el uso de antibióticos para engorde animal. Además, son cada vez más las naciones que, a la hora de comprar, demandan carnes libres de antibióticos.
En búsqueda de una solución para este problema, investigadores de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) desarrollaron probióticos que buscan reemplazar a los antibióticos como promotores del crecimiento y del bienestar animal. Los primeros productos elaborados con esta tecnología están próximos a salir a la venta. “Los antibióticos se usan para promover sanidad en animales porque lo que hacen es ir controlando las patologías relacionadas con microorganismos. Pero llega un momento que, como se dan en dosis muy pequeñas pero constantes, terminan produciendo resistencia en muchas bacterias. En cambio, los probióticos promueven salud trabajando a nivel intestinal. Son microorganismos autóctonos, que no generan perjuicio para el animal porque se extraen de su propio intestino”, cuenta a TSS la doctora en Ciencias Biológicas Lilia Cavaglieri, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNRC y directora del proyecto.
Los probióticos son alimentos o suplementos alimenticios que contienen microorganismos vivos destinados a mejorar las bacterias benéficas que residen en el organismo de animales y humanos. Su acción consiste en modular esas poblaciones de microorganismos de forma tal que aumenten las benéficas y se reduzcan las que no lo son. Además de las ventajas sanitarias, un beneficio en términos productivos es que la carne que se obtiene de esos animales tiene menos grasa.
“Los principales consumidores de carne del mundo que le compran a Argentina ya están exigiendo carnes libres de antibióticos. También en la población hay una mayor conciencia sobre consumir alimentos sanos. Cuando hice estudios en la carne que se obtiene usando probióticos, es impresionante cómo se reduce la grasa y aumenta el porcentaje de magro”, indica Cavaglieri.
La investigadora dirige varios grupos de investigación que se dedican a diversas partes del proceso. Los microbiólogos son los encargados de la investigación y desarrollo: aíslan los microorganismos del intestino de los animales y, junto a un grupo de químicos, realizan ensayos para probar cuáles tienen mejores propiedades. Luego, los ingenieros químicos trabajan en la escala de la producción en los biorreactores de la universidad. Con ese producto, un equipo de la Facultad de Ciencias Veterinarias se encarga de los ensayos en animales, primero en las granjas de la universidad, y después en granjas comerciales más grandes, pertenecientes a productores de la zona.
Para evaluar el efecto de los probióticos, los investigadores dividen a los animales en dos grupos: a uno lo alimentan con probióticos y al otro no. Después, se miden diversos parámetros productivos y sanitarios, como la ganancia diaria de peso, el porcentaje de mortalidad y si tuvieron enfermedades. También observan si las poblaciones de microorganismos del intestino se han modificado benéficamente. Los científicos realizaron ensayos a gran escala en cerdos, pollos y bovinos, y ahora también lo están estudiando en acuicultura y en mascotas. En este caso, el objetivo no es productivo, sino generar sanidad y bienestar para el animal.
En estos años de desarrollo, Cavaglieri también comenzó a trabajar la parte de la transferencia del conocimiento, con el objetivo de que llegue efectivamente a la sociedad. Para ello, impulsó la creación de una empresa de base tecnológica, Biofeed, que será la encargada de comercializar los productos que se desarrollen con esta tecnología. De esta forma, la empresa es el lazo entre el sector privado y el público, compuesto por la UNRC y el CONICET. “Eso significa que cada vez que se venda un producto con esa licencia de tencología, la universidad y el CONICET recibirán un porcentaje en concepto de regalías, ya que el conocimiento surgió de ahí”, explica la investigadora.
Para ella, es importante que quienes trabajan en investigación aplicada puedan involucrarse también en la parte de la transferencia. “A veces, los investigadores sentimos que lo que hacemos queda metido dentro de los laboratorio y no termina de salir. Por eso, encaré este camino, que vengo haciendo desde hace cinco años y pudimos concretar este año. Además, para poder comercializar el desarrollo, al tener microorganismos que pertenecen a la biodiversidad biológica de Córdoba, tuvimos que pedir la autorización al Gobierno provincial”, cuenta Cavaglieri.
La bióloga señala que todavía hay resistencia por parte de los privados a invertir en el conocimiento público, pero no por falta de confianza sino porque los mecanismos para articular siguen siendo muy burocráticos. “También es cuestión de que el investigador quiera salir de la cueva, como suelo decir. En mis alumnos, yo promuevo el emprendedorismo, que se animen a proponer ideas y a acercarse al privado. Hay que cambiar la mirada desde los dos lados”, afirma.
El producto final obtenido por los investigadores se comercializará en forma de un polvo seco envasado en recipientes especiales que buscan mantener esas condiciones. También están trabajando en incorporar tecnología de vacío para que el producto esté en condiciones de ser exportado. Ese polvo puede ser usado en plantas de alimentos balanceados para animales o puede ser comprado directamente por el productor que lo necesite. Por ahora, estos productos solo son vendidos por algunas pocas multinacionales, por lo que Cavaglieri remarca que el desarrollo riocuartense servirá para sustituir importaciones.
Actualmente, los investigadores siguen trabajando en mejorar la línea de probióticos y están desarrollando nuevas líneas de posbióticos, que son productos que se usan para producir probióticos. Mientras trabajan en eso, ya tienen un stock de productos aprobados por SENASA, listos para comercializar una vez que terminen los requisitos burocráticos. Para poder producir a escala mayor, hicieron un convenio con otras empresas hasta poder armar la propia planta de escala industrial, otro objetivo en el que están trabajando.
“También empezamos a estudiar el uso de probióticos en alimentación humana. Hoy se los suele usar en productos lácteos y la idea es apuntar a otro tipo de alimentos. Uno de estos productos ya está en vía de aprobación por el Instituto Nacional de Alimentos. Luego de tener eso, vamos a ver qué matrices alimenticias usamos”, finalizó Cavaglieri.
16 jun 2022
Temas: Alimentos, Antibióticos, Biología, CONICET, Cría de animales, Probióticos, Público-privado, UNRC