Bacterias para prevenir COVID

En Tucumán, investigadores del CONICET estudian el uso de lactobacilos para potenciar la respuesta inmune del tracto respiratorio. Buscan asociarse con otro equipo que tenga experiencia en desarrollos biotecnológicos y el objetivo final es desarrollar un spray nasal que sirva como herramienta preventiva para el organismo frente a virus como el SARS-CoV-2.

Por Nadia Luna  
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Agencia TSS – El acceso a las vacunas frente a la COVID-19 se da de forma desigual en el mundo y los países más perjudicados son los que tienen menos recursos para comprar o producir las cantidades necesarias para proteger a su población. Sin embargo, más allá de la inmunidad que otorgan las vacunas, hay otras herramientas que podrían ayudar a contener la situación epidemiológica al actuar sobre otra parte importante de la estrategia sanitaria: la prevención.

En esa línea, investigadores del Centro de Referencia para Lactobacilos (CERELA) del CONICET, en Tucumán, trabajan en el desarrollo de un método basado en el uso de bacterias lácticas para fortalecer la inmunidad innata del tracto respiratorio. El objetivo final es obtener un spray nasal que pueda utilizarse como estrategia de prevención para mejorar las defensas del organismo frente a virus como el SARS-CoV-2.

“Hay microorganismos presentes en nuestras mucosas que tienen funciones beneficiosas. Si bien lo que más se ha estudiado es la microbiota intestinal para el desarrollo de probióticos y su aplicación en alimentos, en el último tiempo se empezó a conocer más sobre la microbiota respiratoria. Como en el instituto tenemos experiencia en bacterias lácticas, decidimos ver si algunas de las que están presentes en el tracto respiratorio podrían ser utilizadas para mejorar la inmunidad de las personas”, le dijo a TSS el doctor en Bioquímica Julio Villena, director del proyecto.

Cuando llegó la pandemia, el trabajo de los investigadores estuvo frenado por un tiempo. Por un lado, por las restricciones de circulación y, por el otro, porque parte del equipamiento de los institutos del CONICET se cedió a los hospitales para tratar de cubrir la gran demanda que tenían.

Antes de la pandemia, los ensayos de los investigadores estaban centrados en la acción de estas bacterias frente al virus sincicial respiratorio, causante de infecciones sobre todo en niños. En esos estudios, encontraron que una cepa de la bacteria Dolosigranulum pigrum lograba aumentar la resistencia de los ratones frente a ese virus. Básicamente, lo que estimulan estas bacterias es lo que se conoce como inmunidad innata, que es la primera línea de defensa que tiene el organismo contra los virus.

“Esta inmunidad no es específica, sino que reacciona de modo similar ante un virus sincicial, de influenza o un coronavirus. La célula que está infectada trata de producir interferones para combatir el virus. A veces, esta respuesta es suficiente y ni llegamos a enterarnos de que habíamos sido atacados por el virus. En tanto, si esa respuesta falla, se pone en marcha la inmunidad adaptativa, que es específica, se dirige a un virus determinado y es la que se logra, por ejemplo, cuando nos vacunamos”, dijo Villena.

Cuando llegó la pandemia, el trabajo de los investigadores estuvo frenado por un tiempo. Por  un lado, por las restricciones de circulación y, por el otro, porque parte del equipamiento de los institutos del CONICET se cedió a los hospitales para tratar de cubrir la gran demanda que tenían. Pero a su vez, surgieron muchos trabajos a nivel mundial sobre la inmunología del SARS-CoV-2. Entre ellos, algunos demostraban que cuando los interferones (proteínas que pertenecen al grupo de las citoquinas y ayudan a combatir infecciones) se producen de manera temprana en un paciente infectado, las formas de COVID tienden a ser más leves.

En cambio, si se producen tarde o en bajas concentraciones, el sistema inmunológico trata de compensar produciendo lo que se conoce como“tormenta de citoquinas”, una respuesta inflamatoria elevada que complica el cuadro del paciente. Esto se correlacionaba con los ensayos que venían realizando los investigadores tucumanos, donde observaron que si administraban la bacteria a las células antes de desafiarla con el virus, aumentaba la producción de interferones y esto promovía luego una menor replicación viral.

El acceso a las vacunas frente a la COVID-19 se da de forma desigual en el mundo y los países más perjudicados son los que tienen menos recursos para comprar o producir las cantidades necesarias para proteger a su población.

Al mismo tiempo, los científicos se contactaron con un grupo de colegas de Irlanda que estaba realizando estudios clínicos sobre los cambios que se producían en la microbiota respiratoria en pacientes con COVID asintomático, leve y grave. “Lo que vieron es que los que tenían menos abundancia de Dolosigranulum pigrum en la cavidad respiratoria eran los que desencadenaban las formas más graves de COVID. Eso nos entusiasmó porque sus estudios clínicos se complementaban muy bien con nuestros ensayos en el laboratorio”, explicó Villena.

Por eso, comenzaron a trabajar en colaboración con el equipo irlandés, de manera de ir corroborando sus avances en el laboratorio con los datos obtenidos en pacientes por parte de los científicos europeos. A su vez, están buscando asociarse con otro equipo que tenga experiencia en desarrollos biotecnológicos, para poder aplicar la bacteria en un spray nasal y avanzar hacia una futura transferencia.

“Para obtener buenos resultados es necesario administrar el producto de forma preventiva, de manera de fortalecer el sistema inmune antes de que ocurra la infección. Por eso, lo ideal sería realizar aplicaciones masivas antes de que lleguen los meses fríos, que es cuando más circulan los virus respiratorios. Podría aplicarse, por ejemplo, en lugares donde haya un brote, para proteger a la población, o dentro de un hospital, para fortalecer la defensa de las personas más expuestas a los virus”, agregó el científico.

Un aspecto importante que están investigando es la duración de la defensa. Hasta el momento, observaron que el efecto de una aplicación podría durar al menos de 20 a 30 días. Para avanzar con los ensayos, los científicos solicitaron subsidios tanto en la Argentina como a la Unión Europea. “Una ventaja de trabajar con bacterias lácticas es que la industria alimentaria tienen mucha experiencia en su producción para quesos, yogures y otros lácteos, por lo que no sería difícil su producción a gran escala. Lo que va a llevar un poco más de tiempo es producir la formulación para el spray nasal y verificar sus funcionalidades, pero esperamos obtener los subsidios para seguir avanzando”, concluyó Villena.

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