Los efectos del glifosato en el agua

Una investigación del CONICET y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA es la primera en evaluar la recuperación de comunidades acuáticas de microbiota tras haber sido expuestas a diversas cantidades de glifosato. En cantidades altas de aplicación del herbicida, aunque sus rastros hayan desaparecido, encontraron que no se logró volver al estado anterior.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – El uso de herbicidas como el glifosato se ha extendido de manera masiva durante las últimas décadas: se estima que su aplicación se ha incrementado en un 250% entre el año 2000 y el año 2015. Esto se debe, principalmente, a que su uso está asociado a los cultivos transgénicos que son resistentes a ellos, y la Argentina es el tercer productor mundial de este tipo de semillas, detrás de Estados Unidos y Brasil. En detalle, en el país hay 61 “eventos transgénicos” aprobados, principalmente de maíz, soja y algodón, entre los cuales alrededor del 60% de ellos es resistente al glifosato, al glufosinato de amonio (otro herbicida que es cinco veces más tóxico que el glifosato y cuya venta ha sido prohibida en la Unión Europea, aunque en la Argentina se sigue usando) o a ambos.

Estos cambios transformaron la forma de producir y vivir en el campo, y también comenzó a surgir evidencia sobre el impacto que tiene la aplicación de estos herbicidas y plaguicidas en la salud y el ambiente. Algunas investigaciones, por ejemplo, toman como referencia el daño que produce en anfibios o cómo los efectos nocivos se potencian al entrar en contacto con microplásticos y con arsénico; otros dan cuenta de que estos herbicidas que se escurren en los suelos llegan hasta los ríos pero no se diluyen en el agua, sino que se acumulan en sus sedimientos.

Un nuevo estudio desarrollado por Investigadoras del CONICET y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEyN-UBA) analiza si es posible volver al estado de pre-exposición cuando la presencia del glifosato desaparece. “En trabajos anteriores habíamos visto que el glifosato no es inocuo para el perifiton (una comunidad acuática de microbiota) ni para otras comunidades acuáticas; por eso, queríamos ver si se podía recuperar luego de la exposición a este herbicida y nuestro objetivo era estudiar su potencial de recuperación”, afirma la investigadora Solange Vera, del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la FCEyN-UBA, y una de las autoras de este trabajo.

Para evaluar la capacidad de recuperación de esta comunidad acuática, las investigadoras obtuvieron la comunidad perifítica de un mesocosmos, que son piletas que reproducen sistemas acuáticos naturales que nunca han estado expuestos a herbicidas, que están en el campo experimental ubicado en el predio universitario.

“El perifiton incluye algas, bacterias, hongos, animales y detritos, por ejemplo, y es la que se encuentra adherida a un sustrato que está sumergido en el agua, es como el verdín pegado en la superficie de una piedra sumergida”, dice Vera, y agrega que esta comunidad no necesariamente muere al entrar en contacto con glifosato. Por el contrario, “algunos organismos sí se mueren pero otros tienen diferente mecanismos que les permiten sortear el efecto de este herbicida y aumenta su número, como las cianobacterias”, ejemplifica.

Para evaluar la capacidad de recuperación de esta comunidad acuática, las investigadoras obtuvieron la comunidad perifítica de un mesocosmos, que son piletas que reproducen sistemas acuáticos naturales que nunca han estado expuestos a herbicidas, que están en el campo experimental ubicado en el predio universitario. Posteriormente, trasladaron los sustratos colonizados con perifiton y el agua del mesocosmos al laboratorio, para conformar las unidades experimentales, a las que les aplicaron tres tratamientos. Uno de ellos fue con una concentración baja de glifosato (de 0,4 miligramos por litro mg/l); otro, con una concentración alta (de 4 mg/l); y un tercero como control, sin agregado de glifosato (de 0mg/l). Entonces, hicieron mediciones de conductividad, turbidez, oxígeno disuelto, concentración de fósforo y distintas variables estructurales del perifiton, a lo largo del tiempo.

“El perifiton incluye algas, bacterias, hongos, animales y detritos, por ejemplo, y es la que se encuentra adherida a un sustrato que está sumergido en el agua, es como el verdín pegado en la superficie de una piedra sumergida”, dice Vera.

Por último, tras estudiar la respuesta a la exposición, pusieron el perifiton en agua sin glifosato y evaluaron si se recuperaban los valores control, a lo largo de 21 días. “Lo que vimos es que cuando el perifiton había sido expuesto a una concentración baja de glifosato podía haber una recuperación de la comunidad al valor de los tratamientos control, pero si había sido expuesta a una concentración de 4mg/l, ya no pudimos ver una recuperación de las variables que estudiamos de la comunidad perifítica”, subraya Vera, que es investigadora del CONICET en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA).

“Al plantear el ensayo, intuía que ante una exposición a alta concentración, el perifiton se iba a recuperar más lentamente que ante una baja concentración, pero no que no íbamos a ver recuperación”, afirma Vera y advierte que estos resultados podrían implicar o que el perifiton se recupera en un período de tiempo mayor o que nunca recuperará los valores control, porque ya hubo un recambio en la comunidad, adonde cambiaron de especies que eran sensibles a otras especies más tolerantes al glifosato, que encontraron otro estado de equilibrio.

Por eso, esta primera investigación “es un puntapié para que se hagan otras”, afirma Vera y destaca que, por el tipo de estudio, este trabajo puede ser útil para evaluar la restauración de ambientes contaminados a los que se les aplique algún tratamiento de remediación, utilizando como indicador la recuperación de las diferentes comunidades, como el perifiton. En este sentido, además, adelanta que también están trabajando en la detección de un método de remoción de glifosato y arsénico, mediante la utilización de zeolitas, que son unos minerales que, por su estructura, tienen la capacidad de adsorción de compuestos como el glifosato.

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