Danya Tavela es vicerrectora de la UNNOBA, candidata a diputada nacional y referente de Progresistas en el área de ciencia y tecnología. Habló con TSS sobre cómo mejorar la vinculación del sistema científico con el sector productivo.
Agencia TSS – La referencia en ciencia y tecnología del frente Progresistas es Danya Tavela, vicerrectora de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA), quien también es candidata a diputada nacional por el espacio político liderado por Margarita Stolbizer.
A diferencia de sus colegas del Frente para la Victoria y Cambiemos, Tavela no «pertenece» al sistema científico. «Soy contadora pública, magíster en Finanzas Públicas y estoy haciendo un doctorado en Ciencias de la Gestión. Si bien no vengo desde adentro del sistema científico tecnológico, siempre estuve en el ámbito universitario y he trabajado en proyectos con científicos», le dijo a TSS. Tavela lidera un equipo técnico del que también participan otras fuerzas como el Partido Socialista y Libres del Sur.
Recientemente compartió un encuentro con Carlos Gianella (referente del Frente para la Victoria, ver entrevista) y Carlos Melo (Cambiemos, ver entrevista), en una jornada organizada por el Encuentro Permanente de Asociaciones Científicas. ¿Existen coincidencias entre las miradas de los tres sobre las bases de una política de ciencia y tecnología?
Hay similitudes en lo que pensamos. Los tres espacios políticos coincidimos en la necesidad del desarrollo de la ciencia como una base sustantiva del desarrollo económico. Ninguno de los tres espacios concibe la posibilidad de que solamente se busque un desarrollo a través del control de las variables macroeconómicas. Un desarrollo a nivel micro implica agregar un valor a la producción primaria y para eso se necesita generación de nuevo conocimiento que se aplique a la producción. Y para eso todavía nos falta intervención del Estado como articulador mediante políticas públicas. Desde el frente Progresistas, cuando hablamos de políticas de ciencia y tecnología, nos referimos a tres cuestiones: una política en ciencia, una política en transferencia y una tercera pata que tiene que ver con la innovación: generar soluciones y adaptaciones del conocimiento aplicadas a la actividad económica. En todo eso creo que hay coincidencias con los otros espacios. Donde pueden aparecer disidencias es en aspectos como el rol del Estado, que para nosotros es el catalizador, el articulador y el que tiene que empujar, y a lo mejor otros partidos lo ven de otra forma. Esto no quiere decir un Estado sobredimensionado, pero sí con un rol muy activo, porque si no participa el Estado no hay forma de que esto se desarrolle. También coincidimos en la necesidad de incrementar la inversión. Hoy se invierte poco más del 0,6 % del PBI y nosotros consideramos que debería llevarse a 1 % esa relación, pero en la forma en que se llega a ese porcentaje también tenemos diferencias. Para nosotros es fundamental la participación del Estado y la creación de un esquema de incentivos tributarios para que los privados también inviertan en ciencia y tecnología, mientras que para otros sectores esa financiación puede venir de empréstitos internacionales.
¿Proponen beneficios impositivos atados a requisitos como la inversión en I+D, como se exige en algunos regímenes de promoción como el de la industria del software?
Sí, pero dentro de un marco más amplio. Progresistas plantea una revisión de todo el sistema tributario argentino. También creemos que hay que usar al sistema tributario como una herramienta de incentivos a la producción y al desarrollo de determinados sectores. Como nos parece que la inversión en I+D en el sector privado adolece de algunas debilidades, consideramos que es un camino para incentivar al sector privado a invertir en investigación. Si la empresa no tiene capacidad para generar nuevas cosas es muy difícil que sea competitiva. Tenemos una capacidad científica mundialmente reconocida que tenemos que ponerla al servicio del país.
¿Cuáles son los temas pendientes? Una de las críticas recurrentes es que el sistema científico tecnológico argentino está desconectado entre sus partes.
Nuestra idea es fortalecer herramientas que se han creado en estos años, que tienen que ver con la creación de consorcios público-privados y el desarrollo de programas específicos, programas como el FONTAR, FONCYT y FONARSEC. Sabemos que la plataforma de partida es muy buena, que esta década ha servido para el desarrollo de la ciencia y la tecnología, que es muy positiva la creación del MINCYT y que ahora llega la etapa de fortalecerlo y de articularlo con el resto de los ministerios: Industria, Agricultura, Educación, con las universidades nacionales y con los organismos científicos provinciales, mediante una interacción real. Falta un espacio de articulación de todos los organismos, porque el GACTEC no funciona. Las provincias han desarrollado organismos propios, casi todas. A esto hay que articularlo de alguna manera, porque si no lo hacemos nos cruzamos, nos solapamos y no aprovechamos los recursos de manera eficiente. Por otro lado, todo esto es bastante lógico, porque el Ministerio fue creado en 2007, es una institución relativamente nueva. Notamos un esfuerzo del MINCYT por federalizar la ciencia, de la mano del CONICET y de las universidades nacionales. Pero falta que esa federalización de la ciencia llegue al sistema productivo. Por ejemplo, que los doctores ingresen a las empresas, hay que lograr eso. Por ahora eso no es una prioridad para el sector privado y entonces hay que incentivarla, ahí juega un rol el Estado. Porque eso puede impactar en la competitividad de las empresas.
Para llevar la inversión en ciencia y tecnología al 1 % del PBI, ¿qué rol debería tener la inversión en I+D del sector privado?
Con la estructura empresaria que tenemos hoy es casi imposible pensar en una inversión uno a uno en I+D entre el sector público y privado en la Argentina. Y está bien pensar en el mediano y largo plazo, así se desarrollan los países, pero no podemos poner esa meta muy cerca porque es irrealizable. En la ciencia y en la educación nunca hay resultados rápidos y la estructura empresaria argentina no tiene capacidad de hacer ese giro en el corto plazo. Por eso hablamos de incentivos tributarios, de conglomerados de innovación tecnológica relacionados con las economías regionales a través de parques industriales y de polos de desarrollo. Todo eso lleva muchísimo tiempo. Tenemos mucha pyme y mini pyme en el interior. Por eso es utópico que esas empresas inviertan en esto sin un apoyo y estímulo del Estado.
Ustedes han sido muy críticos del financiamiento de la ciencia con fondos internacionales. ¿Por qué?
Porque condicionan la continuidad de los proyectos. Yo hablo desde mi experiencia personal en la universidad: tengo proyectos con financiamiento internacional y quedamos atados a la variabilidad de las decisiones de carácter macroeconómico que toma el Gobierno. La participación de los fondos internacionales y nacionales tiene que ser más equilibrada, porque esto hace también a un desarrollo genuino. Puedo pedir prestado para obras de infraestructura, por ejemplo. Pero lo que tiene que ver con el desarrollo genuino del país, con la educación, con el apoyo al sector productivo, eso lo tengo que hacer con fondos nacionales. Eso está desequilibrado hoy en día: prácticamente todos los programas de la Agencia (de Promoción Científica y Tecnológica) están financiados con empréstitos internacionales. Entonces se hace muy difícil garantizar la continuidad de algunos proyectos y eso afecta la sustentabilidad. Son compromisos de mucho dinero que después el Estado no puede sostener si se interrumpe ese flujo por alguna razón. Hay una publicación reciente del MINCYT que habla de unos 2.000 millones de dólares de financiamiento externo, es un monto relevante.
¿Debería mejorarse la asignación presupuestaria del MINCYT?
Sin dudas. Si uno hace la participación deflacionada de la inversión en el área es prácticamente la misma que hace unos diez años. Hay un poco de maquillaje de los números. Lo que no quiere decir que el sector no se haya desarrollado muchísimo. Hay una muy buena plataforma de partida, hay que profundizar los programas que funcionan, hay que federalizar más la ciencia y creemos que hay que cambiar algunas cosas, como los montos y el origen del financiamiento.
¿Qué relevancia le dan a profundizar una política de patentamiento como propone Cambiemos? En ámbitos académicos y de gestión está en discusión la eficacia del patentamiento como herramienta de protección y medida de innovación. ¿Qué posición tienen al respecto?
En primer lugar, considerarlo como un indicador central de la producción científica y tecnológica no sirve porque en la Argentina no hay cultura de patentamiento. Y hay cuestiones que tienen que ver con la generación de pequeños cambios en una tecnología, adaptaciones, que no son patentables, pero a la vez son muy valiosas.También hay un profundo desconocimiento de su normativa: hay que analizar si el patentamiento es algo que vale la pena impulsar o no con políticas concretas por parte del Estado. Muchas veces, en los países llamados periféricos, tendemos a comprar estándares e instrumentos que se validan a nivel internacional. Y cada país tiene su realidad y hay que trabajarla más en profundidad. En primer término hay que revisar normativas, aclarar zonas grises con respecto al patentamiento y la propiedad intelectual y repensar estas políticas.
¿Qué evaluación hacen de los cambios impulsados en el CONICET con respecto a vinculación y federalización de sus actividades?
Creo que el CONICET ha tenido un viraje muy importante en los últimos años. Avanzó muchísimo en federalizar su actividad, han radicado investigadores en todo el país. Me parece que han logrado una buena articulación con el sector universitario y empiezan a caminar un poco más cerca del sector productivo. Hay que profundizar eso con programas de radicación de investigadores en empresas y no solo en institutos y universidades. Los necesitamos en el sector productivo y en las economías regionales. Y hay cosas para mejorar en su funcionamiento: garantizar el acceso transparente a carreras, mejorar el mecanismo de evaluación, y darles garantías y derechos a los becarios, entre otras.
¿Percibe cambios en la actitud del sistema científico en cuanto a vincularse con problemáticas señaladas como estratégicas por parte del Estado?
En primer lugar, coincidimos en que hay que lograr que nuestros científicos pongan más la cabeza en cómo generar soluciones y aplicaciones de su conocimiento en problemas productivos del país. Yo estoy en una universidad y veo que ha cambiado muchísimo la relación de los investigadores con la orientación de la demanda, hay otra mirada. Yo estoy en una universidad muy particular, regional, donde trabajamos codo a codo con el sector productivo local, y veo que hay otro nivel de involucramiento que el de una década atrás. Por supuesto que sigue habiendo una barrera cultural entre el sector académico y el empresario, pero se avanzó muchísimo. Yo he participado de proyectos entre empresarios y científicos y es una experiencia muy interesante poder ver cómo cambia la valoración que cada uno hace de la otra parte durante el proceso de traducción de la tecnología. Ahí es fundamental el rol del articulador y el Estado tiene que asumir ese rol con herramientas para vincular y con el aporte de financiamiento.
¿Qué postura tienen con respecto al conglomerado de electrónica radicado en Tierra del Fuego?
Siempre es importante seguir avanzando. Lo hecho hasta acá en Tierra del Fuego es lo que hay y es deseable que avance hacia algo mejor. Ahora hay una universidad que tiene que tener un rol. Hace falta un acuerdo del Estado, de la provincia, sobre cómo se puede lograr un proceso sustentable en el tiempo. Y no se lo va a lograr ensamblando partes, sino que hace falta radicar recursos humanos, invertir en infraestructura y equipamiento. Y para eso hace falta un plan articulador. Hay que hacer un análisis detallado de las cadenas productivas, yo creo que siempre hay algún margen para integrar localmente algún componente. Pero antes hay que estudiar en detalle qué aporte podemos hacer y qué competitividad se puede alcanzar en cada una de las líneas.
¿Qué cosas quedan por hacer en cuanto al rol de la mujer en el ámbito de ciencia y tecnología?
En toda la política de género, en lo que tiene que ver con el rol de la mujer en el sistema de educación superior y en el sistema científico-tecnológico, siempre hay mucho por hacer. Eso no quita que las mujeres hemos crecido dentro del sistema de ciencia y tecnología. En el CONICET, las investigadores adjuntas son el 60 % del total. Pero cuando se sube en la pirámide ya empezamos a hablar solo de un 30 % de mujeres. Esto tiene mucho que ver con que en el momento en que la mujer puede pegar el salto en la carrera científica, alrededor de los 40 años, es justo el momento en que el reloj biológico le dice que tiene que ser madre. Y eso es incompatible con nuestro sistema científico tal como está diseñado. Las mujeres hacemos un enorme esfuerzo para que sea compatible, pero es muy difícil. Hay que trabajar en un régimen de licencias compartidas y en que los espacios de educación, de investigación, tengan guarderías para el cuidado de los niños y quedan cosas por hacer para equiparar legalmente al hombre y a la mujer. Se han hecho cosas en el CONICET y en la CIC para que la maternidad no sea una restricción para la carrera de una investigadora, pero falta un camino por recorrer.
15 oct 2015
Temas: Elecciones, Elecciones 2015, MINCyT, Política científica y tecnológica, UNNOBA