Daniel Filmus: “La ciencia no es apolítica”

El elegido por Daniel Scioli para asumir al frente del MINCYT, si el Frente para la Victoria gana el balotaje, habló con TSS sobre el rol de la ciencia y la tecnología en el debate político y sobre la necesidad de fortalecer la gestión ministerial en el área.

Bruno Massare  
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Agencia TSS – En una entrevista con TSS en La Cancillería, en la oficina que ocupa como secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Daniel Filmus dijo que el candidato a presidente por el Frente para la Victoria, Daniel Scioli, lo eligió como eventual ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) no solo por su anterior gestión como ministro de Educación, Ciencia y Tecnología (2003-2007), sino también por su peso político propio.

Filmus nació en 1955, es sociólogo –fue investigador del CONICET y director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)–, fue senador por la Ciudad de Buenos Aires y compitió dos veces por la Jefatura de Gobierno porteña frente a Mauricio Macri, quien lo derrotó en ambas oportunidades.

Durante la entrevista, Filmus hizo énfasis en los logros obtenidos en ciencia y tecnología durante los últimos 12 años y sobre la necesidad de debatir la política científica como parte de un modelo de país, de cara al próximo balotaje. También habló sobre la necesidad de tener un MINCYT con fuerza política, de profundizar su rol como organismo de articulación y sobre su intención de darle mayor protagonismo a las ciencias sociales.

¿Cómo recibió la comunidad científica local a un candidato a ministro proveniente de las ciencias sociales?

Lo que sucede es que me conocen, porque fui su ministro durante muchos años. Cuando Scioli me llamó, tuvo que ver con mi pasado en el área, pero también con que tengo participación política propia. Entonces, es distinto cuando uno tiene ese peso en la toma de decisiones. Voy a dar un solo ejemplo: la presencia de la ciencia y la tecnología en la campaña de Daniel Scioli. Hemos trabajado mucho en el compromiso que firmó de 20 puntos sobre educación, ciencia y tecnología y no lo encontré en otros candidatos.

En 2003, usted asumió como ministro de Educación, Ciencia y Tecnología. ¿Cuál era la situación en ese momento?

Había una Secretaría de Ciencia y Tecnología desmantelada. El ingreso a la carrera del CONICET y a la posibilidad de ser becario era una chance remota porque no había regularidad en los ingresos. Yo mismo ingresé a los cuarenta y pico de años al CONICET, mucho después de lo que me hubiera correspondido. Había una total desvinculación entre las universidades y el sistema científico-tecnológico y no había posibilidad de trabajo conjunto. Y pese a que estaba la Ley de Ciencia y Tecnología y se planteaba la existencia de un Gabinete Científico Tecnológico (GACTEC), en los hechos no funcionaba. La primera cuestión fue normalizar: nos propusimos esta cuestión de 500 ingresantes a carrera de investigador y de 1000 becarios por año en el CONICET. Comenzamos con el programa RAICES, para repatriar a los científicos que estaban afuera, y se empezó con una inversión creciente para tener insumos y espacios de investigación, porque no había lugar para los científicos que se incorporaban o volvían al país.

¿Cómo se decidió la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en 2007?

El área de ciencia y tecnología era una preocupación especial de Néstor Kirchner y también lo siguió siendo para Cristina Fernández, a diferencia de otros que antes los habían mandado a lavar los platos. En la última intervención como presidente de Néstor Kirchner en Estados Unidos, en las Naciones Unidas, hablamos con Cristina, que ya había resultado electa, y le sugerí hacer una reunión en Nueva York con investigadores argentinos que estaban allá. Ahí se gestó la idea y al regreso a la Argentina ella tomó la decisión de crear el MINCYT. Y coincidimos en que Lino Barañao, que venía haciendo un trabajo muy bueno al frente de la Agencia, era la persona adecuada para estar al frente.

«Nosotros no imaginamos en este proyecto otra perspectiva que no tenga a la ciencia y a la tecnología como una de las
columnas vertebrales», dice Filmus.

El área de ciencia y tecnología no parece jugar un papel relevante en el debate electoral. ¿Hay responsabilidad en la dirigencia política en esto?

Deberíamos pensar también en qué rol juegan los medios de comunicación en la instalación de los temas que se debaten. Yo me animo a decir que, por lo que se avanzó en estos 12 años, el tema está instalado, principalmente en la agenda de Daniel Scioli. No escuché propuestas del otro candidato y Scioli lo plantea de manera permanente. Nosotros no imaginamos en este proyecto otra perspectiva que no tenga a la ciencia y a la tecnología como una de las columnas vertebrales de un nuevo modelo productivo. Porque si bien la Argentina es uno de los pocos países que no primarizó las exportaciones, tenemos asignaturas pendientes a pesar de los avances. No hemos logrado que las cadenas de valor, o muy pocas, se completen con ciencia y tecnología. Y esta crisis internacional, que hace bajar el precio de las materias primas, pone más en evidencia esta cuestión.

¿Por qué no se pudo avanzar en este aspecto en todos estos años?

La Argentina tiene, históricamente, atada su productividad a las ventajas comparativas de los productos primarios. En general, en América Latina, se ató la competitividad al tipo de cambio o al deterioro de las condiciones de trabajo. El MINCYT, con sus programas, ha hecho mucho por favorecer la transferencia de conocimiento a las empresas, lo mismo que organismos como el INTI y el INTA, por citar dos casos. Pero es un proceso, un cambio de cultura que lleva tiempo. Y si hablamos de lo que faltó, también faltó el sector empresario.

Si uno mira el presupuesto y los programas que manejan el MINCYT y el Ministerio de Planificación, pareciera que en los hechos el ministerio de tecnología es el segundo. Recientemente hubo una propuesta de un grupo de científicos en relación a fortalecer al MINCYT con la incorporación de organismos como la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) bajo su órbita. ¿Cuál es su posición al respecto?

He leído el documento y creo que cada uno de esos cambios propuestos requiere una discusión en particular. Considero que, en principio, con la actual estructura del MINCYT se pueden hacer muchísimas cosas y que no depende del organigrama de un ministerio u otro. Yo, en principio, no sería muy amigo de hacer este movimiento. Y en los puntos que elaboramos con Daniel Scioli no está previsto ningún cambio de estructura en este sentido.

El MINCYT tiene poca capacidad de articulación con otros organismos de ciencia y tecnología de la Argentina y a nivel interministerial. ¿Falló el rol del GACTEC?

Sí, depende del GACTEC, pero también pasa por tener presencia política. Yo creo que esa función la tiene que cumplir el MINCYT. Por ley, este tipo de cuestiones están, pero lo que hay que hacer es cumplirla. Hemos hablado de esto con Scioli. En la coordinación de la multiplicidad de organismos, no solo de los más grandes y de los ministerios, tiene que estar el MINCYT como articulador. De hecho, cuando creamos el MINCYT y discutimos su estructura, se pensó en que fuera un organismo con una fuerte impronta de coordinación, tanto con universidades como con institutos de investigación y el resto de los ministerios.

Carlos Melo, referente de Cambiemos en ciencia y tecnología, dijo que el MINCYT no tiene peso político y que por falta de coordinación se está gastando 10 veces más para obtener 10 veces menos. ¿Qué opina al respecto?

Yo creo que este Gobierno le da mucha importancia política al MINCYT. Me parece que no tiene toda la capacidad de articulación que debería tener, es necesario profundizar en ese aspecto. Pero la institucionalización de un ministerio no es de un día para el otro. Y creo que el papel de Lino Barañao ha sido muy importante en este sentido. El peligro es si se pasa a una dirección totalmente opuesta, como yo estoy seguro de que va a pasar si gana Macri. En ese caso, creo que todos los esfuerzos de estos años, por esa mirada de “para qué hacer satélites o radares si lo podemos comprar todo hecho” va a terminar en un proceso por goteo de un nuevo éxodo de científicos. El segundo razonamiento es peligroso: obviamente que siempre se pueden hacer mejor las cosas. Pero ese tipo de razonamiento, para el que toma decisiones en el Ministerio de Economía, significa que lo primero que debe hacer es recortar y más en un contexto de ajuste. Si alguien quiere saber qué pasará en ciencia y tecnología si gana Mauricio Macri tiene que ver qué se hizo en la Ciudad de Buenos Aires, donde hay varias leyes vetadas y un presupuesto ínfimo y subejecutado. Si se busca disfrazar por ciencia y tecnología a negocios inmobiliarios con desgravación de impuestos, también se los va a encontrar en la Ciudad de Buenos Aires.

«El área de ciencia y tecnología era una preocupación especial de Néstor Kirchner y también lo siguió siendo para
Cristina Fernández», dice Filmus.

¿Faltó un rol más activo del MINCYT en cuanto a las necesidades de las economías regionales?

A nivel federal queda mucho por hacer. Pero, por otro lado, la ciencia y la tecnología no se puede desarrollar solamente por la demanda local, que suele reproducir un modelo de desarrollo que está instalado. También son necesarios espacios de investigación de punta que ayuden a producir otro tipo de demanda que la establecida y que sean capaces de modificar procesos productivos. Hay que ayudar, pero el Estado tiene que diversificar la matriz productiva con su presencia, con cadenas de valor alternativas, como en el caso del litio.

¿Qué debería aportar el MINCYT a la discusión sobre la electrónica en Tierra del Fuego?

Es un tema donde el MINCYT puede ayudar, pero al fin y al cabo es una decisión de los ministerios de Economía e Industria. Es una situación muy compleja, porque no se la puede resolver únicamente por cuestiones económicas, de cadena de valor o por la cantidad de divisas que demanda, porque también juegan aspectos sociales, de conformación de un grupo poblacional y de soberanía. O volvemos a lo que decía (Domingo) Cavallo cuando hablaba de las provincias viables o inviables. Lo que tengo que hacer es pensar cómo cambiar el modelo productivo si no me cierra así como está. Pero eso requiere planificación regional y una silla privilegiada de esa discusión tiene que ser para el MINCYT, porque hace a una transformación productiva.

La propuesta del Frente para la Victoria es llevar al uno por ciento del PBI la inversión en ciencia y tecnología. ¿Qué proporción pretenden que sea inversión privada?

Hay un proyecto de ley que estamos elaborando, para pasar del 0,6 % actual de inversión al 1 %. Hoy se calcula que el 25 % de la inversión en ciencia y tecnología es privada. El uno a uno entre el sector público y el privado no lo vamos a conseguir. Nosotros aspiramos a llegar a un 40 % de inversión privada, pero para eso necesitamos traccionar a partir de la inversión estatal. Estamos trabajando con un equipo de economistas para ver cómo aumentar la inversión año tras año, porque es un momento distinto al de la década anterior, cuando la Argentina crecía a tasas mucho más altas.

A nivel presupuestario, algunos especialistas han criticado la dependencia de fondos provenientes de organismos de crédito multilaterales.

Yo creo que deberían aumentar los fondos del Tesoro porque son los que se pueden dirigir con mayor libertad. Pero, al mismo tiempo, tiene mucho sentido la inversión con créditos internacionales en ciencia y tecnología. Primero, porque es inversión, recursos y divisas que entran al país para un rédito futuro. Y segundo, por otra razón que debemos confesar: cuando hay recursos del BID o de cualquier otro organismo multilateral, uno puede estar seguro de que no los tocarán las restricciones que a fin de año suelen tener las cuentas nacionales.

Recientemente estuvo en el Instituto Leloir frente a un auditorio conformado por científicos y le reclamaron por el bajo nivel de salarios de los investigadores y las trabas a las importaciones. ¿Qué soluciones propone para estos problemas?

Sí, hay problemas vinculados a temas de importaciones, de bienes de capital o insumos de importación. Y no estamos hablando de pagar impuestos. Porque hay problemas hasta con importaciones gratuitas que son imprescindibles. Esto exige una presencia política fuerte del MINCYT para que acuerde de igual a igual con organismos como la AFIP y la Aduana sobre este tipo de cuestiones. También hay otro tipo de problemas burocráticos que se tienen que resolver, desde financiamiento de proyectos que se retrasan hasta el ingreso de becarios e investigadores. En cuanto a los salarios, a partir de que me hicieron reclamos sobre ese tema hablé personalmente con el ministro Axel Kicillof para acelerar el proceso de jerarquización y que no sea una promesa del próximo gobierno. Ya está tomada la decisión, a la firma de Economía y a disposición de la Jefatura de Gabinete para que se implemente. Y otra cosa que mencioné fue la necesidad de equiparar salarios entre investigadores de universidades y del CONICET, porque por momentos ganan más de un lado y por momentos ganan más del otro. No tiene ningún sentido.

«Hubo pocas perspectivas de transferencias de las ciencias sociales a la resolución de problemáticas sociales», asegura.

¿Esta gestión postergó a las ciencias sociales?

A mi juicio no quedaron postergadas, pero hubo pocas perspectivas de transferencias de las ciencias sociales a la resolución de problemáticas sociales. Hay avances conceptuales en temas de violencia y pobreza que todavía no están puestos al servicio de las políticas públicas en esas áreas. Pienso en el tema de la pobreza y es preocupante. No es que se la resuelve como se plantea a veces, como que un pobre más un plan social es igual a un no pobre. Esa suma no te saca de la pobreza, sino que el tema debe ser abordado de manera más integral. Tenemos desarrollos en nuestros institutos de investigación y en las universidades con académicos de primer nivel, pero no hemos logrado transferir. No tenemos un INTA de las ciencias sociales para temas de pobreza o violencia, por ejemplo. Entonces, no hay una presencia que les de visibilidad hacia quienes toman decisiones. En el tema de la violencia también, porque entran a jugar una pluralidad de variables muy compleja, entonces no podemos esperar que resuelva el tema de la violencia el Ministerio de Seguridad.

¿Imagina un instituto de ciencias sociales con la entidad de un INTI o un INTA?

Sí, por supuesto. Creo que sería un avance enorme. Porque, insisto, tenemos los académicos, las investigaciones y mucho trabajo ya hecho. Hay que hacerlo porque hay prioridades sociales que hay que atender y se pueden articular investigaciones con políticas públicas.

En una entrevista reciente, Lino Barañao manifestó cierta inquietud sobre la necesidad de darle continuidad al equipo de trabajo que viene trabajando en el MINCYT. ¿Cuáles son sus planes al respecto de llegar a asumir como ministro?

Cualquiera que piensa en un equipo antes de ganar una elección no está pensando en el tema central. El que piense en equipos y en personas en este momento, que seguramente si estamos avanzando en la misma dirección van a seguir muchos, implica que no está pensando en lo fundamental. Nuestra preocupación es debatir por qué el otro modelo que compite en estas elecciones no necesita de la ciencia y la tecnología y nosotros sí. Y no es algo para asustar a los científicos, porque muchos fuimos hechos en la resistencia, tanto a la dictadura como al neoliberalismo. Pero hay un proyecto de país que avanza en ciencia y tecnología de manera incipiente, porque en el área 12 años es poco, y corremos el riesgo de que se frustre. La ciencia no es apolítica y alcanza con mirar lo que pasa en otros lados: cuando ganó (Mariano) Rajoy en España, una de las primeras cosas que hizo fue bajar de categoría al Ministerio de Ciencia y Tecnología y lo convirtió en una secretaría. O los ajustes que vemos ahora en Brasil. Cuando se practican políticas de ajuste, lo que no tiene impacto inmediato y no es tan popular es lo primero que se recorta. Cuando hablamos de ciencia y tecnología estamos hablando de política. Y un ministro hace política científica, porque lo que hace tiene que ver con un modelo de desarrollo de país.