El precio de publicar

El sistema de publicaciones científicas está cada vez más concentrado y cuestionado. Frente al tradicional modelo de suscripción, las publicaciones de acceso abierto ganan territorio. ¿Cuáles son las estrategias de publicación de los científicos argentinos? ¿Qué ventajas y desventajas ofrece la publicación en revistas internacionales? ¿Qué rol juegan las revistas científicas locales?

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – “Una de las cargas presupuestarias más importantes que tenemos es la de la biblioteca electrónica y nos lleva largas discusiones conseguir precios accesibles”, dijo el secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, durante el último encuentro del Ciclo de Talleres y Charlas sobre Ciencia Abierta organizado por el Centro de Investigaciones para la Transformación (CENIT), Cientópolis y el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología. Durante el encuentro en el C3, en el Polo Científico de Palermo, se repasaron los cambios y controversias en torno al modelo de comercialización y financiamiento de las publicaciones científicas, hoy concentrado en manos de unas pocas empresas.

“Solo cuatro grandes grupos editoriales en ciencias naturales (Elsevier, Wiley, Springer Nature y Taylor & Francis) y uno en humanidades y ciencias sociales (SAGE), concentran más del 50% de las principales revistas indexadas y se llevan más del 70% de la facturación, que ronda entre 10.000 y 15.000 millones de dólares por año”, detalló Lucas Luchilo, responsable del Programa y del Portal de Datos Abiertos de Ciencia y Tecnología de la Argentina. Según Luchilo, durante los últimos años se han generalizado algunos signos de tensión que permiten discutir si habrá transición al acceso abierto y con qué características.

Esas mismas editoriales también concentran las publicaciones científicas, entre las cuales se encuentran las más prestigiosas. A principios de este año, Luchilo publicó un trabajo en la Revista CTS en el que analizó la participación de esas cinco editoriales en la cantidad de publicaciones, que pasaron de representar el 20% del total de artículos publicados en 1973, al 53% cuarenta años más tarde, en el área de las ciencias médicas y naturales. En las ciencias sociales y humanidades, ese crecimiento pasó del 10% al 51% en el mismo período.

“Estamos hablando de más de tres millones de artículos por año y es necesario corregir algunas distorsiones profundas que se produjeron en los últimos 20 años. La principal editorial científica, Elsevier, es dueña de Scopus, la principal base de datos que se usa para la evaluación de las revistas”, le dijo Luchilo a TSS, que también coordina el Sistema Nacional de Documentación Histórica y la Comisión Asesora en Publicaciones Científicas. Y agregó que otro de los cuestionamientos al modelo surge porque “el crecimiento del costo de suscripción por paquete se lleva gran parte del presupuesto de las bibliotecas, que además se quedan sin capacidad de decisión sobre qué comprar”.

El último encuentro del Ciclo de Talleres y Charlas sobre Ciencia Abierta se realizó en el Centro Cultural de la Ciencia y fue organizado por el Centro de Investigaciones para la Transformación (CENIT), Cientópolis y el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología.

Frente a esta situación, y acompañado por el avance de la bibliometría y la digitalización de las publicaciones, en los últimos años se han incrementado las publicaciones de acceso abierto así como la distribución de trabajos científicos en redes sociales académicas. “Estamos en una etapa de renegociación de los contratos entre el mundo de la investigación y las editoriales científicas”, explicó Luchilo.

Hay dos iniciativas principales que intentan salir del modelo tradicional de suscripciones. Una de ellas es el denominado Plan S, sostenido por 11 organismos de financiamiento junto con la fundación Bill Gates y Welcome Trust, cuya meta es acelerar la transición al acceso abierto para que todos los documentos científicos publicados en Europa estén disponibles libremente en 2020. Se caracteriza porque atribuye los derechos de autoría a los mismos autores y elimina lo que se conoce como período de embargo, que actualmente suele ser de uno o dos años desde que el artículo se publica en una revista científica hasta que puede ser publicado con acceso abierto.

Otro caso es el de los acuerdos de publicación y lectura, que igualmente buscan promover la transición para que en el futuro todos los artículos científicos estén disponibles en acceso abieto. Esta modalidad es impulsada por el llamado Projekt-Deal, que a principios de este año logró que 700 instituciones académicas de Alemania que se habían unido para negociar firmaran un contrato con Wiley, mediante el cual la editorial se compromete a darle acceso abierto a todos los artículos alemanes que se publiquen en la editorial, lo que permitirá que cualquier investigador de cualquier lugar del mundo pueda acceder a ellos.

La Argentina cuenta con una normativa de acceso abierto desde finales de 2013, la Ley Nº 26.899, que fue reglamentada en el año 2016 y que establece la creación de repositorios de publicaciones y datos por parte de diversas instituciones científicas y académicas del país.

En cuanto a las suscripciones, las negociaciones son centralizadas desde la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, que hasta hace unos años invertía alrededor de 20 millones de dólares anuales para acceder a las publicaciones científicas internacionales. Esa cifra se redujo “drásticamente”, según Luchilo, debido a un cambio en la estrategia de negociación con las editoriales y por el impacto de la devaluación. “El presupuesto ya se había reducido en comparación con años anteriores y el planteo que les hicimos a las editoriales fue que desde hacía varios años los costos de las suscripciones subían de manera sostenida, mientras que las consultas no. Por diferentes razones, teníamos una brecha cada vez mayor entre lo que nos cuesta y lo que lo usamos”, explicó.

“Solo cuatro grandes grupos editoriales en ciencias naturales (Elsevier, Wiley, Springer Nature y Taylor & Francis) y uno en humanidades y ciencias sociales (SAGE), concentran más del 50% de las principales revistas indexadas», dijo Luchilo.

Publicaciones del fin del mundo

“Los esquemas de publicación están fuertemente influidos por los criterios bibliométricos, que son usados por el CONICET para evaluar a los investigadores y no dejan más opción que publicar en revistas de prestigio internacional, al menos en las ciencias exactas y naturales”, dijo Miguel Blesa, doctor en Química, miembro de la Asociacion Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC) y ex Secretario de Planeamiento y Políticas del exMINCYT.

Para corroborar esa hipótesis, le bastó con buscar las revistas mejor posicionadas del país en SCImago (el sitio de indicadores científicos desarrollado en base a datos de Scopus). Así, detectó que, entre las publicaciones de América Latina, la revista argentina mejor posicionada es Ameghiniana, que se ubica en el puesto 32 y tiene un Scopus SCR (indicador de impacto de publicaciones científicas) de 0,60, mientras que revistas como Nature pueden obtener un índice de 20 o más. A nivel global, en cambio, esa misma revista ocupa el puesto 7867, mientras que la publicación de América Latina mejor posicionada es Memorias do Instituto Oswaldo Cruz, de Brasil, que se ubica en la posición 3452 del ranking global de SCImago.

“Las revistas de América Latina tiene bajo impacto porque reciben artículos de segunda, tercera o cuarta selección. Lo que no pudimos publicar en Nature tratamos de publicarlo en Elsevier, y lo que no, intentamos publicarlo en la Argentina”, se lamentó Blesa y advirtió que, incluso cuando los contenidos que están en una revista de la región son de primer nivel, la difusión es limitada como para que puedan ser referenciados y citados a escala global.

“Las revistas de América Latina tiene bajo impacto porque reciben artículos de segunda, tercera o cuarta selección», dijo Blesa.

“Tenemos que instalar la necesidad de publicar a nivel local y elevar la calidad de las revistas locales. Tal vez, tener menos cantidad de publicaciones pero de mejor calidad”, dijo Gabriela Henning, directora del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química e integrante de la Comisión Asesora en Publicaciones Científicas de la Secretaría encabezada por Barañao. Henning advirtió que también hay un buen número de investigadores a quienes no les interesa publicar en revistas ya que en el área que representa muchas veces son más importantes los congresos que las revistas.

“Es necesario repensar cuál es el rol de las publicaciones locales, que no necesariamente tienen que estar dedicadas a explorar las fronteras del conocimiento. Muchas cumplen una función importante que no es medida por los indicadores tradicionales”, dijo Blesa y propuso que las revistas científicas locales compartan recursos e incluso generen una especie de federación de editores, “en la que ninguna pierda su entidad pero que les permita tener un logo en común y una presencia mucho más importante”.

Otra iniciativa, surgida desde la AAPC y el Centro Redes, apunta a una publicación a la que denominaron Science reviews from the end of the world (Revisiones científicas del fin del mundo), una publicación que buscará que autores de primer nivel internacional que no van a publicar sus artículos originales en revistas argentinas hagan una reseña crítica de sus resultados de investigación y del estado del arte de la disciplina. “Será una revista electrónica de acceso libre y con estrategias de divulgación novedosas, que buscará generar una publicación argentina con un índice h (un indicador de impacto de un investigador en una determinada disciplina) de por lo menos 5, que sería 10 veces más que la revista más citada en América Latina en este momento”, adelantó Blesa.

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