Ciencia abierta para América Latina

La ciencia abierta busca promover la participación ciudadana en la generación de conocimiento y la apertura de los datos de la investigación. ¿Cuáles son sus desafíos y qué rol podría jugar en el desarrollo de América Latina? Durante un encuentro en la UNSAM se mostraron experiencias de uso de datos abiertos y tecnologías colaborativas.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – La generación del conocimiento no solo ocurre en el laboratorio, sino que también se deja entrever en movimientos sociales y organizaciones civiles, en actividades vinculadas con la salud, el ambiente, la vivienda y el trabajo. En ciertos casos, la población involucrada se relaciona con especialistas para resolver diversas problemáticas con ayuda de la ciencia y la tecnología. En otros, son los investigadores quienes acuden a la sociedad civil para que aporten datos que permitan profundizar sobre alguna problemática en particular que, de otro modo, sería prácticamente imposible rastrear. Una forma de llevar a cabo este último proceso es mediante el desarrollo de aplicaciones que permitan la participación de cualquier individuo con ganas de aportar información, más allá de si cuenta o no con conocimientos específicos.

Durante CIACIAR 2018, el II Congreso Argentino de Ciencia Abierta y Ciudadana, el investigador Mariano Fressoli, (CENIT/UNSAM), mencionó el caso de eBird como un ejemplo masivo de ciencia abierta. “Es el caso con más científicos ciudadanos, ya que tiene más de 300.000 en todo el mundo, con alrededor de un millón de datos actuales que la gente aporta mediante una recolección distribuida, desde su celular o computadora, con los que lograron modelar la migración de las aves”. Fressoli destacó que eBird tiene muchos beneficios como modelo de ciencia ciudadana “porque los datos son abiertos, porque las notas las puede recolectar cualquiera y se pueden compartir y, en tercer lugar, porque esos datos se pueden usar para muchas cosas”, detalló.

Durante el encuentro se realizaron talleres participativos, conferencias y presentaciones de proyectos y aplicaciones digitales, como GeoVin (una aplicación para georreferenciar poblaciones de vinchucas y conocer sobre ellas), HORNERO (otra aplicación que busca conocer más sobre el comportamiento de estas aves típica del sur de Sudamérica) y MUMIN (un museo interactivo de minerales).

Pero no solo se puede participar a través de aplicaciones. Bioleft, por ejemplo, es un sistema de innovación abierta y colaborativa en semillas que propone una licencia que las proteja, al mismo tiempo que garantiza su libre circulación, que incluye una plataforma digital para promover el mejoramiento participativo. “El desafío para Bioleft es pensar qué pasaría si le sumáramos hardware libre, sensores abiertos y big data, es decir, si empezamos a usar la misma tecnología de las grandes empresas pero para la agricultura familiar”, dijo Fressoli y mencionó que otro de los proyectos que están llevando adelante indaga sobre la producción de medicamentos con código abierto.

Durante el encuentro se presentó Bioleft, un sistema de innovación abierta y colaborativa en semillas que propone una licencia que las proteja, al mismo tiempo que garantiza su libre circulación.

Otro caso particular es el que analizó la investigadora Lucía Romero, del Instituto de Estudios de la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (IESCT/UNQ), sobre cómo la presión de distintas organizaciones de la sociedad civil posibilitó el tratamiento y la sanción de la Ley 27.350 del Uso Medicinal de la Planta de Cannabis y sus derivados. Asimismo, “las agendas científicas, sobre qué cuestiones relacionadas investigar, también surgieron por una demanda ciudadana”, agregó Romero, que es doctora en Ciencias Sociales y docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Construcción conjunta

La arquitecta Paula Peyloubet trabaja desde hace al menos dos décadas en un programa de estudio denominado Co-construcción del Conocimiento que, “se asume como un instrumento para la producción de un hábitat socialmente justo, económicamente suficiente y ambientalmente posible”. A través de este programa se construyeron casas con madera de álamo en Villa Paranacito y Concordia, en Entre Ríos, y un centro recreativo con madera de pino en la ciudad de Bariloche.

“La intención de nuestro grupo de investigación tiene que ver con una construcción conjunta del conocimiento, apelando a que hay sectores que estamos desvalorizando en términos de poder llevar a cabo soluciones a problemas de desarrollo”, afirmó Peyloubet y explicó que el concepto de desarrollo también ha sido construido desde el punto de vista de determinados sectores en particular, pero no de otros. A partir de esa premisa, la tecnología para este grupo interdisciplinario es considerada no solo como producto, sino también como un proceso y una gestión, es decir, que no solo incluye al artefacto –como en este caso es la vivienda a construir– sino también al modo en que los actores intervinientes se relacionan entre sí y toman las decisiones.

«El modelo de ciencia convencional no va a resolver los problemas de desarrollo», dijo Fressoli.

“El proyecto se armó con los productores a partir de una problemática que nos plantearon, que tiene que ver con diversificar el uso de la madera para dinamizar su economía. Nosotros trabajamos con ellos, con las familias y con quienes desarrollan esas tareas, exponemos todos los saberes y se decide qué usar”, explicó Peyloubet. Y destacó: “Estamos trabajando con sectores productivos chicos, de manera que queden vínculos con los productores forestales, que constituyen un actor más grande. Entonces, el actor grande sostiene al que es pequeño, y el Estado también hace de sostén porque participan el CONICET, el INTA y las escuelas técnicas en la generación de oficios”.

Fressoli, que es investigador del CONICET especializado en ciencia abierta y participativa, explicó que actualmente “vivimos en un mar de información, pero nuestras universidades y centros de investigación son islas. Hay una tensión entre la información disponible, dónde estamos situados los investigadores y el acceso a la información que tiene la gente con otros saberes”. Y agregó: “No es casual que la ciencia y la educación sean un punto caliente en torno a la posverdad. Hay corporaciones y poderes establecidos que no tienen interés en que el modelo de desarrollo se cambie, que son los mismos que están ayudando a que la posverdad sea un fenómeno global. El modelo de ciencia convencional no va a resolver los problemas de desarrollo, porque está pensado para un modelo de gobernanza y gestión estatal direccionado a que se beneficien unos pocos. No es posible tener una cultura democrática si no abrimos la práctica científica, y no vamos a construir una cultura científica y democrática si no compartimos lo que estamos haciendo”.


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