Con la innovación en la sangre

El Laboratorio de Hemoderivados de la Universidad Nacional de Córdoba es una empresa tecnológica pública que lidera en América Latina un sector estratégico de la salud: el de los derivados plasmáticos.

Por Carlos de la Vega  
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Agencia TSS – En América Latina solo existen tres empresas de producción de hemoderivados: Sueros y Hemoderivados (Cuba), Quimbiotec (Venezuela) y, en la Argentina, el Laboratorio de Hemoderivados (LH), de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). De estos tres productores plasmáticos, el más grande y moderno es el laboratorio cordobés, una empresa líder en un sector estratégico como la producción de medicamentos y en uno de los segmentos más sensibles y complejos: el de los derivados plasmáticos.

El LH es uno de los pocos ejemplos de empresas públicas argentinas que, además de generar importantes beneficios al conjunto de la sociedad, es económicamente autosuficiente y un ejemplo de innovación y eficiencia. En este sentido, podría decirse que es, en el rubro farmacéutico, el equivalente a INVAP en las industrias nuclear, satelital o de radares.

Si bien esta planta farmacéutica pública nació con la misión de producir medicamentos derivados del plasma sanguíneo, con el correr de los años su éxito y capacidad técnica la han llevado a desarrollar nuevas líneas de trabajo, como la elaboración de medicamentos inyectables de pequeño volumen para uso hospitalario y el procesamiento de tejido óseo para tratamientos traumatológicos y odontológicos.

Los hemoderivados y el nacimiento de un laboratorio

Los hemoderivados son medicamentos elaborados a partir del plasma humano, parte líquida de la sangre que se obtiene tras separar las células que contiene (glóbulos rojos, blancos y plaquetas). El plasma es rico en proteínas esenciales para el mantenimiento del correcto funcionamiento del sistema inmunológico (inmunoglobulinas), la coagulación de la sangre (factores de coagulación), la presión oncótica, el transporte de hormonas, ácidos grasos, bilirrubina y la regulación de líquidos extracelulares, entre otras funciones. Salvo casos muy específicos, este tipo de proteínas no pueden “fabricarse” artificialmente y la única forma de obtenerlas es a partir de la donación voluntaria y periódica de plasma o sangre por parte de la población. Además, las moléculas que las componen son extremadamente complejas y lábiles, lo que hace de su extracción, conservación y procesamiento una tarea delicada e intensiva en conocimiento.

Planta de Agua Calidad Inyectable del Laboratorio de Hemoderivados. Foto: gentileza LH.

El LH nació a partir de una iniciativa de Ricardo Landaburu, un bioquímico egresado de la UNC con una maestría en Derivados Plasmáticos de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) que en octubre de 1961 fue nombrado a cargo de la cátedra de Farmacología de la universidad cordobesa. Esta cátedra funcionaba en la Maternidad Nacional, uno de los hospitales escuela de la UNC, y allí entró en contacto directo con un fenómeno que preocupaba a mediados de la década de los sesenta: el alto porcentaje de mujeres embarazadas que morían en el parto como consecuencia de trastornos en la coagulación de la sangre. La solución, en ese momento, era administrarles fibrinógeno, una proteína plasmática que escasea o falta en esos casos, pero el problema era que solo la proveía un reducido número de laboratorios extranjeros a un precio inalcanzable para la mayor parte de la población. Ante esta situación, Landaburu formó un pequeño grupo de estudiantes y profesores que comenzaron a investigar la forma de producir el fibrinógeno. En el laboratorio no había mayores problemas, pero escalarlo a nivel industrial era un enorme desafío técnico y económico.

En julio de 1963, Arturo Illia resultó electo como presidente de la Nación. Illia residía en Cruz del Eje, en la provincia de Córdoba, y Carlos Lopresti y Nelson Muñoz, dos de los estudiantes del grupo de Landaburu, partieron en moto hacia esa localidad con la intención de hablar con el presidente electo sobre el proyecto de construir un laboratorio para la producción de hemoderivados. Los jóvenes consiguieron hablar con Illia, quien se comprometió a otorgarles, una vez en funciones, los fondos para comenzar la obra. El 21 de mayo de 1964, Illia firmó el decreto presidencial N.° 3681/1964, con el que se asignó una partida de 60 millones de pesos moneda nacional para erigir el nuevo laboratorio. Para ello, empleó los fondos reservados de presidencia, en un caso único en la historia del país. El aporte realizado por Illia estaba condicionado a que la UNC invirtiera una suma equivalente y a que el laboratorio permaneciera en la órbita universitaria, a fin de mantenerlo a salvo de los vaivenes de la política y de las presiones de los laboratorios extranjeros.

“El laboratorio nació de una mezcla de necesidad y pasión”, dice Pascual Fidelio, actual director ejecutivo del LH y bioquímico de formación. El inicio de la producción del primer lote de albúmina tardó diez años: comenzó en agosto de 1974. “Esto es un indicador de los tiempos de esta industria. A veces vienen y te dicen: ‘Necesitamos antineoplásicos, ¿en cuánto tiempo los podemos tener?’ Y son cosas que llevan muchos años”, explica Fidelio.

En el año 2002, ante la crisis generalizada del país, el Gobierno de la provincia de Córdoba acudió a la UNC y a su laboratorio para la producción de medicamentos inyectables de uso hospitalario (agua destilada, ranitidina, dexametasona, furosamina, diazepam, cloruro de sodio, entre otros). Un año después, se inauguró la planta procesadora de tejidos humanos, destinada al trabajo con piezas óseas, de donantes vivos o cadavéricos, para su empleo en tratamientos odontológicos y traumatológicos.

A partir de 2007, el LH inició un fuerte proceso de inversión y crecimiento. El plan de expansión y modernización permitió pasar de tres plantas con 5.000 metros cuadrados de superficie cubierta, en diciembre de 2007, a cinco plantas con 11.600 metros cubiertos, a fines de 2015. Entre el año 2000 y el 2015, la producción creció considerablemente. El procesamiento de plasma del laboratorio creció de 61.000 a 130.000 kilos por año; la producción de inmunoglobulina G endovenosa (IVL) pasó de 50.000 a 560.000 gramos; la de albúmina sérica humana (ASH), de 135.000 a 260.000 frascos; la de medicamentos inyectables de pequeño volumen, de 780.000 a 3.100.000 ampollas; y el procesamiento de tejidos óseos, de 800 a 6.200 centímetros cúbicos, con picos, en este último caso, de hasta 16.000 centímetros cúbicos en los años 2011 y 2012.

CRECIMIENTO EN LA PRODUCCIÓN DEL LABORATORIO DE HEMODERIVADOS ENTRE LOS DOS EXTREMOS DE LA SERIE (2000-2015)

Fuente: Elaboración propia en base a datos del «Informe de Gestión Período 2008-2015», Laboratorio de Hemoderivados (UNC). Porcentajes calculados en base a valores netos de producción redondeados.

Autofinanciamiento y cooperación creativa

El LH no solo se autofinancia, sino que también genera excedentes que se reinvierten en forma completa. Entre los períodos 2000-2007 y 2008-2015, las ventas crecieron un 334% en cantidades y la inversión lo hizo en un 368%. Estos logros han sido acompañados por una presencia líder en los mercados en los que opera, especialmente en el de derivados plasmáticos, en el que compite con el laboratorio alemán Behring, el norteamericano Baxter y el español Grifols. El LH detenta el 43,2% del mercado local de IVL y el 45,2% de ASH.

El objetivo primordial del LH ha sido el de producir medicamentos de alta sensibilidad accesibles para el conjunto de la población. Este objetivo se logra a través de dos vías principales: la regulación de precios de mercado mediante la fijación de valores máximos para los medicamentos que produce —lo que implica límites fácticos a los precios de la competencia si esta no desea quedar fuera del juego— y un esquema de intercambio de plasma por derivados plasmáticos o medicamentos hemoderivados que no requiere de transacciones monetarias.

MERCADO ARGENTINO DE LOS DOS PRINCIPALES DERIVADOS PLASMÁTICOS (2015)

Fuente: Elaboración propia en base a datos del «Informe de Gestión Período 2008-2015» del Laboratorio de Hemoderivados (UNC).

En el primer caso, el LH contribuye a regular el mercado manteniendo el valor de sus productos entre un 5 y un 40% más bajo que los elaborados por el sector privado. Aún con esta dinámica, la empresa de la UNC logra una rentabilidad suficiente como para sostenerse y mantener un fuerte ritmo de inversiones. Un cálculo realizado en 2015 por las autoridades del laboratorio indicaba que el mantenimiento de precios más bajos que la competencia privada le permitió ahorrar durante ese año al sistema de salud argentino cerca de 200 millones de pesos en los principales derivados plasmáticos (IVL, ASH, Factor VIIIantihemofílico, gamma antitetánica y gamma anti Rho). A esto debe añadírsele alrededor de 5,6 millones de pesos en medicamentos donados a personas sin recursos a través de las instituciones hospitalarias en las que se hacen atender (no se realizan donaciones directas a particulares).

Para la obtención de plasma sanguíneo, el laboratorio de la UNC posee convenios con los bancos de sangre de todas las provincias del país y con numerosas instituciones públicas y privadas. Como el plasma no se suele usar en forma directa, sino que se procesa en instituciones como el LH, se suele descartar.Quienes lo colectan lo mandan al laboratorio y, a cambio, este les devuelve una cantidad proporcional de medicamentos elaborados a partir del plasma remitido. Esta cantidad es determinada por una ecuación en la que se calculan aspectos como los costos de procesamiento y la búsqueda del producto (se realiza con una flota de camiones propia).

En el intercambio entre el proveedor y el laboratorio no interviene el dinero. Incluso, se ha desarrollado un esquema para las instituciones que pueden proveer plasma pero no tienen un destino para los medicamentos que recibirían a cambio. En estos casos, el plasma se cuantifica en términos monetarios y se compensa al proveedor enviándole equipos o insumos (heladeras, centrífugas, bolsas de recolección de sangre) equivalentes al valor del plasma enviado. El Hospital Garrahan, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ha equipado gran parte de su servicio de Hemoterapia con equipos provenientes de este intercambio.

Solidaridad y futuro

Uno de los mayores problemas de la industria de derivados plasmáticos es disponer de la materia prima, que solo se puede obtener de donantes vivos. Si bien el LH está incursionando en técnicas de ingeniería genética para la elaboración de algunos medicamentos, mediante métodos recombinantes que no requieren plasma —como el Factor IX para el tratamiento de la hemofilia tipo B—, para la mayor parte de los derivados plasmáticos esta solución no es tecnológicamente viable en el futuro cercano. Por eso, el fomento a la donación de plasma es una tarea que el laboratorio ha encarado de manera activa. “El país debe apuntar a un sistema de donación voluntaria y repetida de sangre o plasma, y no a hacer solo donaciones por reposición, como ocurre ahora”, dice Romina Paiaro, del departamento de Comunicación del LH.

Sector productivo de fármacos inyectables del Laboratorio de Hemoderivados. Foto: gentileza LH.

Actualmente la donación de plasma se puede realizar a través de un sistema denominado plasmaféresis, en el cual una máquina extrae la sangre, separa el plasma y le devuelve al donante los elementos celulares en la misma sesión. Esto posibilita que pueda donarse plasma con mucha mayor frecuencia que sangre y es incluso factible llegar a una donación mensual. En el LH, la mayor parte del personal dona con frecuencia y el laboratorio tiene un amplio programa de concientización a la comunidad para que se difunda esta práctica.

El LH no es solo una piedra basal del sistema de salud argentino, sino que también procesa, en su planta en Córdoba, gran parte del plasma de Uruguay, Chile, Paraguay. Recientemente, también se sumó Ecuador, a través de la Cruz Roja de ese país. Con esos países existen convenios de intercambio de plasma por productos hemoderivados y, en casos como el de Uruguay, los medicamentos hemoderivados que recibe por intercambio con el LH cubren más de la mitad de las necesidades de su población. A su vez, en todos los países latinoamericanos con los que trabaja el LH, su presencia también permite mantener los precios de los productos con los que opera por debajo de los internacionales.

El futuro de esta empresa farmacéutica de la UNC parece promisorio y es un ejemplo de visión estratégica en un sector tecnológico clave, además de una práctica que sería deseable multiplicar en otros ámbitos.


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