“Una Pyme no tiene cómo financiar I+D”

Desde los inicios de su carrera, Guillermo García busca construir un puente entre academia e industria. En una entrevista con TSS, este doctor en ingeniería eléctrica comparte su experiencia y propone soluciones a esta problemática.

Vanina Lombardi - Fotos interiores de nota: Gentileza de GEA  
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Agencia TSS – Cuando Guillermo García volvió a la Argentina luego de doctorarse en Ciencias de la Ingeniería Eléctrica en el Instituto de Investigación en Ingeniería (COPPE) de la Universidad Federal de Río de Janeiro, en Brasil, no conseguía trabajo. Era el año 1994 y recuerda que entonces sus colegas le decían «acá no se hace investigación en ingeniería». Sin embargo, no se quedó con esa afirmación. Ingresó a trabajar en el Departamento de Electricidad y Electrónica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), en Córdoba, y hoy dirige a 40 investigadores dentro del Grupo de Electrónica Aplicada (GEA) de esa misma institución.

García, que además es investigador del CONICET desde 1998, fue profesor visitante en el WEMPEC de la Universidad de Wisconsin y en la Universidad de Arkansas, ambas en Estados Unidos, y en la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Industrial de la Universidad de Zaragoza, en España. Más recientemente fue vicepresidente de INNOVA-T, la fundación del CONICET creada para promover la innovación y la transferencia tecnológica.

Actualmente, además de su cargo en GEA es coordinador de la Comisión de Ingenieros del CONICET y miembro del Consejo Directivo de la Asociación Argentina de Control Automático y del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE, por su sigla en inglés).

¿Que líneas de investigación trabajan en el GEA?

Tenemos tres líneas de trabajo: integración de energías renovables, tracción eléctrica y detección y diagnóstico de fallas en máquinas eléctricas. Pero no hacemos solamente investigación. Pretendemos que todo lo que hagamos tenga aplicación real en la sociedad, en la producción. Haber estado en Brasil cambió mi visión, porque allá es muy fuerte la transferencia y en Estados Unidos terminé de comprender que allá hay cosas que funcionan porque hay interacción con las empresas. Por eso volví pensando que teníamos que hacer vinculación.

¿Logró hacerla a fines de los ‘90, cuando volvió a la Argentina?

Tuve la suerte de contactarme con la fábrica de tractores Zanello, que luego quebró en la crisis del 2001, que estaba desarrollando un tren eléctrico y ya en aquel entonces tenía un proyecto de ómnibus híbrido. Con ellos hicimos muchas cosas, entre ellas un motor, junto con una empresa estadounidense.

¿Y luego continuaron trabajando con la industria?

Algunos proyectos fueron saliendo por requerimientos de empresas, como una que quería hacer un generador eólico: hicimos un proyecto de investigación y luego un prototipo. En otra oportunidad, empezamos a trabajar en detección de fallas y publicamos en un Congreso, allí lo vieron de Siderar, se interesaron y nos propusieron un proyecto. Finalmente hicimos un contrato y trabajamos con ellos alrededor de dos años. También tuvimos muchos subsidios, del FONCyT, PICT, participamos en una red iberoamericana, hicimos un desarrollo para INVAP, que es el diseño de un generador eólico, y tuvimos proyectos con Brasil. Tenemos muchos programas de colaboración con otras universidades y centros de investigación, de la Argentina y también de otros países, como Brasil, México, Alemania y Estados Unidos.

¿Entonces, todos los proyectos que desarrollan están vinculados con necesidades en la industria?

No. Otro problema que tenemos es que el CONICET siempre nos ha evaluado por cantidad de papers y eso hace que gente que yo formé con esta cultura que tengo y mantengo, haya cambiado por las presiones del CONICET.

Pero entendido el CONICET está tratando de impulsar la vinculación desde hace unos años…

El CONICET quiere que las investigaciones que se están haciendo tengan un impacto en la sociedad, en la producción. Eso no quiere decir que no se sigan valorando los papers y la ciencia básica, pero se está invirtiendo mucho dinero que sale de los trabajadores de este país y eso tiene que volver a la sociedad de alguna manera. A partir de esta gestión, se está tratando de cambiar y se está bajando línea a las comisiones asesoras para que valoren las transferencias tecnológicas correctamente comprobadas. Y el Ministerio de Ciencia y Tecnología (Mincyt) está invirtiendo mucho dinero en vinculación.

¿Se mantiene esa presión por las publicaciones científicas entre los investigadores?

Está cambiando, pero lentamente. Desde hace muchos años hay un comando de Presidencia de la Nación al directorio del CONICET para que eso cambie. Esa bajada de línea va a los coordinadores de cada comisión y los coordinadores la llevan a las comisiones, pero éstas son autónomas. Entonces, como hay una cultura instalada de “paperismo” y como hay reglas de evaluación que no son públicas, las comisiones siguen evaluando con su cultura. El directorio está eligiendo a los miembros de las comisiones con criterios para que cambien, pero un cambio cultural de una sociedad demora generaciones.

Volviendo a GEA, ¿en qué proyectos están trabajando ahora?

Estamos haciendo partes de generadores solares eólicos, ya que queremos generar y almacenar energía en baterías e interconectarlas con el sistema eléctrico, para que cuando sobre energía se venda al sistema y cuando falte se le compre. Además, queremos hacer esto para alimentar nuestro laboratorio, para que sea autosustentable. Otro proyecto es con una empresa familiar de la Ciudad de Buenos Aires que importa dispositivos UPS (sistemas de alimentación ante cortes de energía) y quiere fabricarlos en el país. Eso nos está generando temas de tesis para tres becarios y pretendemos que alguno vaya a trabajar a la empresa, para que el que estuvo investigando y sabe pueda estar en la empresa, porque sin recursos humanos es imposible. Estamos tratando de compensar la falta de ese eslabón que no tenemos en la Argentina, transfiriendo lo que nosotros podemos hacer en la universidad, más los recursos humanos que estuvieron involucrados, para que completen el proceso dentro de la firma con nuestra colaboración.

¿Cuál es el eslabón que falta entre universidad y empresa?

En la Argentina nos cuesta muchísimo hablar el mismo idioma con las empresas. El empresario está acostumbrado a apagar incendios todos los días, no tiene tiempo para pensar en el futuro y hablar de investigación y desarrollo es pensar en el futuro. El investigador normalmente está en una burbuja de cristal, en un ambiente protegido, totalmente utópico y teórico, trabajando en prototipos de laboratorio que la universidad no puede llevar a la producción. Y el industrial quiere el prototipo industrializable, pero la universidad y el investigador no saben, no pueden y no tienen el financiamiento para llegar al prototipo industrializable. Y el industrial tampoco sabe, no entiende o no quiere entender cómo se llega a ese prototipo, sino que le resulta más fácil comprar llave en mano: compra, aprieta un botón y empieza a producir.

¿Se necesitan más inversiones en I+D por parte de las empresas?

No, porque el industrial, una Pyme, no tiene cómo financiar un departamento de I+D. Tenemos investigadores con capacidad para hacer un prototipo de laboratorio y un industrial que lo puede producir. Pero ¿cómo llegamos del prototipo de laboratorio al industrializable? No hay cómo, porque falta un eslabón en el medio.

¿Cómo se resuelve eso?

Nosotros no tenemos grandes industrias, sino que las grandes industrias dependen de sus empresas madre en el exterior, que deciden qué se fabricará en la Argentina y mandan los planos y todo. Pero nosotros no tenemos el conocimiento de ese proceso, estamos comprando y a veces compramos espejitos de colores. La única forma de dejar de hacerlo y de desarrollar nuestros propios productos es crear ese eslabón, y ahí viene una discusión de cómo hacemos para crearlo. Porque no es función de las universidades. Y las empresas, en los países desarrollados, lo hacen porque tienen departamentos de I+D propios, pero porque tienen cómo financiarlos.

Y aquí eso no es posible…

Acá, las empresas no pueden financiar eso, salvo en algunos casos contados de empresas que tienen escala y capacidades financieras. Pero una Pyme no puede. Entonces, el Estado debería crear algunos pocos o un único gran centro de desarrollo que se nutra del conocimiento de los investigadores y entregue a las empresas lo que falta, que construya el eslabón que está faltando.

Mientras tanto, ¿hay iniciativas para tratar de construir ese eslabón?

Hay una bajada de línea de la Presidencia al Mincyt y al CONICET, que además se ocupa de identificar necesidades en empresas y encontrar a los investigadores que le den una respuesta a esa necesidad y hasta se ofrece a buscarles subsidios. También hay un programa que se llama ROECYT, que cuando se trata de un proyecto de investigación y desarrollo permite comprar equipamiento e insumos en el exterior sin pagar impuestos y al dólar oficial.

¿Los empresarios aprovechan estos incentivos?

Todo esto que estoy contando es absolutamente desconocido para el 99,9 por ciento de los empresarios argentinos, porque no tienen tiempo de buscar, no saben, no creen y no confían. Y bueno, me consta porque estuve en una comisión evaluadora de proyectos de I+D conjuntos entre investigadores y empresarios, y lo que faltaba eran los proyectos.