Emprendedores neuquinos desarrollaron una cosechadora para recolectar las frutas de berries, como las frambuesas y arándanos. El prototipo promete abaratar costos y aumentar calidad y cantidad de producción. Por Federico Rey
En su origen, el proyecto dirigido por Abel Rodrigues, empresario y dueño de una finca del lugar, tuvo como objetivo reducir los efectos negativos de la escasa mecanización en la cosecha de las frutas finas. Así, en la ciudad de Plottier, a 15 kilómetros de la ciudad de Neuquén, creció la necesidad de pensar una tecnología que se adapte a las especies cultivadas, al mercado provincial y a las posibilidades de los productores locales para mejorar el rendimiento de las plantaciones.
«Hasta ahora la recolección es manual”, comenta Abel Rodrigues a TSS. También explica que la maduración está dada por el color de la fruta, que es extraída y depositada en bandejas, en donde se lleva hacia la sala de clasificado. “Allí se enfría, se eligen y posteriormente se congelan o van al mercado de fresco».
En la actualidad, entre el 90 y el 95 por ciento de la producción se destina al consumo industrial: catering, fabricación de dulces, jaleas y jugos. Para modificar este panorama casi “artesanal” se diseñó una cosechadora accionada por un tractor que se moldeó al tamaño y forma de las plantaciones de, por ejemplo, la frambuesa. La disposición del sembrado en fila requirió de una máquina, cuyo chasis tuviese la forma de un pórtico por donde circularan las plantas. Además, la cosechadora debía ser compacta y ser capaz de girar sobre sí misma. Por encima, se ubicó la plataforma de mando con una vista panorámica para poder accionar los comandos hidráulicos.
Pero la innovación más importante reside en el tratamiento de la cosecha. «Pensamos una disposición que definimos como ‘sistema por aire forzado’. Es un túnel en el que queda confinada parte de la plantación que va atravesando la máquina. Por efecto de los chorros de aire forzado, la fruta se desprende de las ramas, cae y es atrapada por recolectores de escamas articuladas. A su vez, las frutas son dirigidas hacia cintas transportadoras, que las conducen hacia la parte posterior y la descargan en la bandejas de cosechas”, explicó Rodrigues.
«Para alguien que conoce una frambuesa, que sabe que es hueca, no tiene cáscara, es un fruto que está prácticamente desnudo, resulta casi increíble que cayendo de casi dos metros, después de todo el proceso, no se dañe», señaló Julio García, ingeniero del Ministerio de Desarrollo Territorial de la provincia de Neuquén, que también participó de la construcción del prototipo junto con el asesoramiento de la Universidad Nacional del Comahue y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Además, el proyecto recibió fondos del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
El desarrollo del prototipo estuvo a cargo de la empresa local Abel Rodrigues & Asociados, dedicada a la ingeniería y construcción de obras industriales, y se realizó con componentes de origen nacional. Según su titular, la industria metalmecánica patagónica presenta suficiente grado de desarrollo técnico para responder a las demandas del sector agrícola, aunque señala que la prioridad no deja de ser la industria petrolera, que compromete a la capacidad instalada y dificulta la proyección de otros sectores.
Actualmente, en la región norte de la Patagonia, alrededor de 200 hectáreas se encuentran destinadas a la cosecha de frambuesas y 100 hectáreas más a las moras y grosellas. En el resto del país la extensión de estos tipos de cultivos haciende a las 6.000 hectáreas, mientras que en Chile hay 10.000 hectáreas de producción de frutas finas con la misma problemática. Según Rodrigues: “Esto representa un gran potencial para la futura fabricación de máquinas, y aquí somos competitivos pensando en exportación de equipos, lo cual además de ser obviamente una posibilidad de negocio para el sector privado, contribuiría con un saldo positivo en la balanza comercial”.
Además de acortar tiempos y reducir costos, la implementación de la cosechadora vuelve rentable la extensión de los cultivos hacia nuevas tierras. De esta forma, la producción aumentaría y estaría en condiciones de conquistar nuevos mercados. Sobre la importancia del nuevo recurso, Raúl Sendón, de la Cámara de Productores de Fruta Fina de Neuquén, señaló: «El cosechador del siglo veintiuno tiene que incorporar tecnología y equipamiento. La mayoría de los productores están ansiosos de que el proyecto llegue a la etapa final, y sobre todo contentos de que el desarrollo se haya hecho en la provincia».
El proyecto prevé la producción en serie del prototipo, pero los encargados de la iniciativa creen que esta última etapa debe ser acompañada por operatorias crediticias acordes a las posibilidades de los productores locales. Se estima que el precio de las cosechadoras rondaría los 90.000 dólares, menos de la mitad de lo que costaría importarla.
01 oct 2013
Temas: Agro, Metalmecánica, Neuquén